Confidencias de Juan Pablo I
Estaba en imprenta el presente libro cuando me llega de Venecia un
libro - largo tiempo esperado - sobre la figura de Juan Pablo I, que lleva
por título Il mio cuore è ancora a Venezia (1). Su autor
es Camilo Bassotto, periodista, amigo personal de Albino Luciano
y responsable de los archivos venecianos sobre Juan Pablo I.
Camilo ha estado muy cerca de Albino Luciani, en pequeños
y grandes momentos: aquella mañana de enero de 1970 en Vittorio
Véneto, en que conoce al obispo Luciani, nuevo patriarca de Venecia;
aquella visita de Pablo VI a Venecia, cuya preparación le fue confiada
y en la que el Papa coloca su propia estola en los hombros de patriarca
Luciani; aquella mañana 29 de agosto, en que el papa Luciani recibe
a quienes preparaban la participación de los venecianos en la solemne
inauguración de su pontificado; aquella mañana del
3 de septiembre, en que Juan Pablo I le agradece a Camilo lo que ha hecho
por el Papa y por Venecia; aquella tarde 4 de octubre, en que da el último
saludo al cuerpo muerto del Papa Luciani y cuando, de vuelta a Venecia,
comienza el largo camino que le ha llevado a la publicación de su
libro: de persona a persona, que sitio a sitio, en noticia a noticia...
Aunque conoce, como pocos la vida de Albino Luciani, Camilo no pretende
hacer una biografía, sino dar a conocer su figura como hombre, como
cristiano, como sacerdote y como pastor; una figura que ha sido gravemente
distorsionada. En suma, quiere hacer justicia a Juan Pablo I. Como hiciera
Eliseo en el caso de Elías, se trata de recoger el manto del profeta
desaparecido (2).
Son "cientos y cientos, y más aún" Los testimonios
de toda edad, clase y condición que Camilo ha ido recogiendo.
Aquí por su excepcional interés, incluimos ampliamente los
testimonios de don Germano Pattaro, de sor Vicenza y de la "persona de
Roma", que quiso entregarla Camilo, por libre decisión, los pensamientos
e intenciones que el Papa le había confiado (3).
Don Germano, consejero del Papa
Don Germano Pattaro es un sacerdote veneciano, teólogo de gran sabiduría
y de profundas intuiciones, hombres de vasta cultura, destacado pionero
del camino ecuménico, en algunos momentos cura incómodo,
para los curas y los patriarcas. Fue llamado por Juan Pablo I a Roma como
consejero.
Luciani le dijo: "no te maravillas de que te haya llamado... Dios tiene
un particular designio sobre ti. Ahora estás aquí y te digo:
El Papa te necesita, querría tenerte cerca como mi consejero teológico.
Yo soy homo novus en estos palacios. A mi mesa llegan hechos y problemas
religiosos de todo el mundo. Yo no debo salvar el mundo que ya ha sido
salvado y redimido por nuestro Señor. Debo ser apóstol de
verdad y de misericordia, de unidad, de paz y de justicia, y si Dios lo
quiere, dar la vida, incluso ya, por la Iglesia y por el mundo " (4).
" Me he encontrado en el espacio de pocas horas siendo el Pastor
de toda la Iglesia... me siento como un niño en el primer día
de escuela... soy escolar que Cristo, he de aprenderlo todo. Me pongo a
la escucha. Jesús me guiará. El me dará la lengua
y la palabra. Tengo necesidad de buenos consejos, de alguien que me quiera
bien, que me esté cercano, que me conforte, alguien con quien poder
también rezar conjuntamente " (5).
" Me siento y soy más pobre que antes. Soy el instrumento
de un designio de Dios que me supera y me trasciende. Por cuánto
tiempo, no lo sé. Pero no será por mucho. Ya hay uno que
tomará mi puesto. En el cónclave estaba frente a mí.
Pablo VI lo había preconizado cuando le escucho en las meditaciones
tenidas en el Vaticano durante los ejercicios espirituales en la cuaresma
del 77. Los tiempos están maduros para la elección de un
Papa que venga de una tierra ardiente de fe y de caridad, donde se vive
la oración, la pobreza, el dolor y la esperanza. Hay días
y horas en que revive en mí el deseo de volver al Padre. Teresa
de Ávila dijo un día a Jesús: Señor, ya es
tiempo de que nos veamos. Siento que el día se avecina. Ahora ya
no tengo en el corazón del pensamiento que me ocupó tras
el coloquio con sor Lucía en el monasterio de Coimbra. La previsión
se ha cumplido. Acepto todo con confianza y alegría. Me abandono
en Dios... ahora estoy aquí: soy el Papa; debo procurar con todas
mis fuerzas hacerlo bien de Papa. No será nunca ha alabado bastante
aquel santo hombre que fue el Papa Juan cuando anunció al mundo
que había llegado la hora de Dios, la hora del Espíritu Santo
en el amor de Cristo Señor. " El anuncio del Concilio, dijo el Papa
Juan, apareció en la humildad de nuestra alma como una inspiración
y espontánea e inesperada ". No debemos olvidar las razones profundas
que han inspirado y querido que el Concilio " (6)
El Papa Luciani le repetía muchas veces a don Germano:
" Es sólo Cristo a quien debemos presentar al mundo, sólo
su palabra... fuera de ese nombre no seremos jamás escuchados. Nuestras
palabras son sólo un eco lejano de su palabra y frecuentemente son
palabras muertas, porque son sólo nuestras " (7).
Juan Pablo I está al servicio de la renovación y purificación
de la Iglesia: " La Iglesia es un gran misterio de fe. Tú lo has
cantado tantas veces en tus preciosas lecciones. Es preciso que nosotros
redescubramos el sentido más alto y más puro de la Iglesia.
Debemos encontrar nuestra verdadera infancia evangélica, como decía
Bernanos, para vivir la iglesia en la pureza del corazón, despojada
lo más posible de arreos los rituales y burocráticos " (8).
Luciani tiene muy vivo el anuncio que Juan XXIII hizo al mundo la mañana
del 13 de noviembre de 1960: “La obra del Concilio Ecuménico pretende
sólo y únicamente hacer brillar en el rostro de la Iglesia
de Cristo los rasgos más bellos y más puros de su origen,
y presentarla, como su divino Fundador la quiso, sin mancha y sin arruga”
(9).
Todo ello tiene consecuencias muy concretas en campos muy diversos.
Por ejemplo: “Tú sabes, le dice a don Germano, que no me gusta viajar,
pero no puedo cerrarme en el Vaticano, lejano de todos. Iré donde
me quieran, a toda tierra, a todo país, especialmente a los países
pobres, donde hay hambre y guerra... En mis viajes querría que todo
se desarrollara en la simplicidad y en la caridad. Cristo Jesús,
Pedro y Pablo y Juan no fueron jefes de Estado...
> Sé perfectamente que no seré yo quien cambie las reglas
codificadas desde hace siglos, pero la Iglesia no debe tener poder ni poseer
riquezas. Yo quiero ser el padre, el amigo, el hermano que va como peregrino
y misionero a encontrar a todos, que va a llevar la paz, a confirmar hijos
y hermanos en la fe, a pedir justicia, a defender a los encarcelados, a
los desterrados, los sin patria y los enfermos.
> La persona del Papa es defendida y protegida porque es preciosa,
como la de cualquier otro ser humano. El Papa debe ser prudente y vigilante,
no debe exponerse a peligros y provocaciones. Como enviado del Señor
debe abandonarse totalmente a él, pase lo que pase. Yo no quiero
escoltas ni soldados. Como no quiero que los guardias suizos se arrodillen
a mi paso y que ningún otro lo haga. Pedro a Cornelio que se le
echó a los pies le dijo: “Levántate, que yo también
soy un hombre”. Deseo que un pequeño Sínodo permanente de
obispos me conforte con sugerencias y consejos de modo que cuando el Papa
se encuentre con los pueblos y las Iglesias locales pueda llevar el pensamiento
religioso, eclesial y pastoral expresado y madurado por la colegialidad
de los obispos.
> En mis viajes no pretendo turbar o mermar en modo alguno la autonomía
y la autoridad de los episcopados locales. Yo soy el hermano mayor de los
obispos, les debo un gran respeto, debo y quiero estar en comunión
de amor con ellos.
> Son pensamientos que vuelven a mi mente en estas noches de insomnio.
La colegialidad entre el Papa y los obispos ha sido confirmada por el Concilio
(10). Dicha colegialidad se desarrolla en las conferencias episcopales
nacionales y a través del Sínodo de los obispos.
Luciani es un obispo del Concilio y se siente personalmente renovado
por él. Además, está profundamente agradecido a los
teólogos, filósofos y pensadores sobre los cuales ha rehecho
su cultura durante y después del Concilio: Henri de Lubac, Bernard
Haering, Mathias Scheeben, Hans Urs von Balthasar, Ives Congar y Marie-Dominique
Chenu, “hombre insignes, mis maestros, ricos de sabiduría y de experiencia
puesta al servicio de la Iglesia y del Papa” (11).
Juan Pablo I le habla a don Germano de diversas personas cuya figura
debe ser rehabilitada: “En la casa de Dios suceden tantas cosas. Tú
sabes que también los santos pueden equivocarse. Pío X no
quiso creer en la fidelidad y en la sincera obediencia del cardenal Carlo
Andrea Ferrari, arzobispo de Milán, acusado por algunos sacerdotes
de favorecer el modernismo, una doctrina considerada entonces como una
herejía.... Fue el Papa Juan quien hizo reabrir el proceso de beatificación
del cardenal Andrea Ferrari” (12).
El Papa Luciani dice algo semejante de don Lorenzo Milani y de don
Primo Mazzolari: “Tengo una deuda con los dos, los he conocido personalmente.
Padecieron pruebas amargas de parte de sus obispos y de la Iglesia. Dos
curas, dos pastores, dos profetas dejados solos... Don Lorenzo y don Primo
merecen recuperar oficialmente el puesto que les corresponde en la Iglesia
y el corazón de todos aquellos que los han amado” (13).
Semejante consideración merece Antonio Rosmini: “un cura que
ha amado a la Iglesia, que ha sufrido por la Iglesia. Un hombre de vastísima
cultura, de íntegra fe cristiana, un maestro de sabiduría
filosófica y moral que veía con claridad en las estructuras
eclesiales los retrasos y los fallos evangélicos y pastorales de
la Iglesia. Quiero encontrar una ocasión de hablar de Antonio Rosmini
y de su obra, que he releído con atención” (14).
Juan Pablo I habla también de los años 70, de fuertes
tensiones civiles, culturales y también eclesiales: “Fueron los
años de las leyes sobre el divorcio y sobre el aborto... El matrimonio
ha venido a ser un triste juego... Mi otro gran dolor es la ley sobre el
aborto. Es la más permisiva de las que están en vigor en
los países de occidente” (15).
Al Papa Luciani no le importa pedir perdón por los pecados de
la Iglesia. Por ejemplo, piensa pedir perdón a los hebreos: “Si
Cristo Señor me da vida, si tengo la fuerza, la justa luz y los
justos consentimientos, pienso convocar una representación de obispos
de todo el mundo para un acto de penitencia, de humildad, de reparación,
de paz y de amor de la Iglesia universal, a repetirse cada año por
el Papa y los obispos en las iglesias locales, el viernes santo. Nosotros
los cristianos hemos pecado contra los hebreos nuestros hermanos en Dios
y en Abraham; los hemos ignorado y calumniado durante siglos. Los hebreos
no son deicidas. En el plano histórico sólo algunos lo fueron
y tienen un nombre. La acusación es teológicamente infundada
y moralmente injusta... La Iglesia pecadora, son los cristianos, los curas,
los obispos, los Papas que han actuado y actúan en las instituciones
de la Iglesia. Hemos de pedir a Dios que se nos perdone este pecado. La
Iglesia que peregrina en la historia no tiene necesidad de perdón.
La confesión de las propias culpas es un modo auténtico de
permanecer fieles a Dios y de alabarle exaltando su misericordia. En nombre
de Jesús debemos hacer la paz por siempre con los hebreos” (16).
También de otras culpas hace el Papa Luciani confesión
eclesial: “Nosotros los cristianos en algunos momentos de la historia hemos
sido tolerantes frente a las masacres de los indios, al racismo y a las
deportaciones de los pueblos africanos. Se dice que fueron cincuenta millones
de negros deportados como esclavos desde Africa a América. Hubo
también entonces hombres valientes que gritaron contra el escándalo
y contra el delito. Conozco uno, el dominico Las Casas, el padre de los
indios del Amazonas, profeta no escuchado y perseguido. Sus denuncias del
genocidio de aquellos pueblos no fueron hechas propias por las comunidades
cristianas del tiempo, que no se movieron para defender a aquellas gentes...
Confesar las culpas históricas de la Iglesia es signo de humildad
y de verdad, es signo de esperanza en un futuro mejor. Desde hace dos mil
años la única medida para los cristianos es el amor, es el
Evangelio de Cristo Señor. Se dice, no se puede juzgar los hechos
de entonces con la sensibilidad de hoy. No es un problema de sensibilidad,
es un hecho de verdad. La Iglesia es la conciencia crítica tanto
de hoy como de ayer. La Iglesia debe recuperar su fuerza profética,
su sí y su no evangélico, a la luz del sol, delante de todos”
(17).
Don Germano interviene: “Santo Padre, los indios de América
y otros pueblos africanos son torturados, matados y discriminados también
hoy en las tierras de sus padres...”
“Es verdad lo que dices, responde el Papa Luciani. Hoy en Sudamérica,
en Africa y en otros lugares junto a los hombres y a las mujeres del pueblo
son perseguidos y asesinados también los sacerdotes, los misioneros
y los obispos. La Iglesia vive, sufre y muere con ellos. Hoy la Iglesia,
gracias a Dios, está finalmente y para siempre libre de todo condicionamiento
y de todo vínculo con aquellas razones que en un tiempo se llamaban
históricas. La Iglesia quiere y debe ser sólo el Cuerpo de
Cristo para el hombre y con el hombre. La Iglesia reconociéndose
pecadora en sus hombres y en sus instituciones deplora con humildad los
momentos difíciles y dolorosas de su camino en la historia, como
la tristísima Inquisición y los tristísimos tiempos
del Poder Temporal de los Papas” (18).
Dice don Germano que el Papa Luciani pensaba ir a Puebla (México),
a la gran asamblea eclesial de América latina (también pensaba
ir a Beirut y Jerusalén): “Le importaba muchísimo estar presente
porque aquel continente cristiano, como el de Africa, tiene mucho que decir
y que enseñarnos a los cristianos de Europa. Habría pedido
que se retrasara la fecha hasta febrero, marzo” (19).
Don Germano escuchó al Papa Luciani palabras fuertes sobre la
injusticia evidente del sistema económico internacional y sobre
las fórmulas puestas en marcha por los países ricos, que
están llevando a los países pobres de Africa, de Asia y de
los países latinoamericanos al hambre, a la rebelión, a la
guerra:
"El capitalismo liberal y el marxismo colectivistas son dos formas
de imperialismo contra los pueblos pobres del Tercer Mundo. Los pueblos
ricos, y entre ellos se va colocando también Italia, son responsables
de este juego infernal. Yo he visto de cerca el hambre y la miseria de
los pueblos de África y de América. Esos pueblos no podrán
levantarse por sí solos. Los bienes de la tierra y las riquezas
del mundo no son patrimonio exclusivo de quien las posee. La propiedad
no es intocable. El Cristo de los pobres llama a la solidaridad del hombre
por el hombre; es un deber que alcanza a todos, mujeres y hombres de todo
el mundo. Aquellas pobres gentes gritan justicia delante de Dios. Y a añadía
a: en cada rincón de la tierra crece en el hombre la sed de la paz,
de la justicia y de la libertad. La Iglesia debe ponerse con sus luces
al lado de todos aquellos, de cualquier raza y religión, que defiende
estos sacrosantos derechos del hombre" (20).
Para Juan Pablo I, los pobres y los enfermos son la eterna prueba con
que los cristianos miden la sinceridad y la verdad de su fe, delante de
Dios y delante de los hombres:
“También el Papa debe dar buen ejemplo en su casa. Me haré
promotor de un gran instituto de caridad donde poder hospedar de noche
a todos aquellos que duermen por las calles... El instituto estará
dotado de una mesa diaria, de amplios servicios sanitarios, de un almacén
de vestuario con la asistencia de médicos y religiosas. El domingo
iré yo también a servir a la mesa, como hacia el Papa Gregorio
Magno en el triclinium pauperum (mesa de los pobres), por él querido
y hecho construir. Decía: diez discursos menos y un testimonio más
de caridad. Soy el obispo de Roma, cuando más sea y haga de obispo,
tanto más seré y lo haré bien de Papa. A los pobres
les corresponde la precedencia. Apelaré al corazón de todos
aquellos que en casa encuentran siempre una mesa dispuesta y un hecho limpio”(21).
Don Germano estaba emocionado. La señal de estima y de
amistad que había recibido le parecía demasiado grande. Le
dijo a Camilo:
"Ante aquellos pensamientos y aquéllas ideas me sentía
pequeño y confuso. El Papa Luciani me hablaba con pleno dominio
de sus pensamientos. Se veía que los tenía en el corazón.
Formaban parte del patrimonio de sabiduría que había heredado
del Concilio. Estaba en el camino de la profecía. De vez en cuando
se paraba y me preguntaba qué me parecía. Tenía prisa
por hacer saber lo que sentía en su espíritu, como si temiera
no disponer de tiempo. Me dijo: Tengo tantas cosas que decir que han madurado
dentro de mí en los largos años de mi vida de obispo. Pensamientos,
reflexiones y meditaciones, vivas y presentes en mí, hechos y problemas
que llevo en el fondo del corazón. Debemos repensarlos con calma
y prudencia. Yo no tengo en este momento nadie con quien pueda confiarme;
deseo que tú los conozcas. Sabía que estaba en el surco bueno
del Concilio y quería dar pruebas visibles. He visto al pago a Luciani
sereno, en paz, firme y decidido en sus propósitos. Tenía
plena conciencia de ser él el Papa”(22).
El último día Juan Pablo I le habló a don Germano
de su coloquio con sor Lucía:
“Un hecho que me ha turbado durante un año entero, de dijo.
Me ha quitado la paz y la tranquilidad espiritual. Desde aquel día
no he olvidado Fátima. Aquel pensamiento pesaba sobre el corazón.
Intentaba convencerme de que era sólo una impresión. He orado
para olvidarlo. Habría deseado confiarlo a una persona querida,
a mi hermano Eduardo, pero no lo logré. Era demasiado grande aquel
pensamiento, demasiado embarazoso, demasiado contrario a mi forma de ser,
no era creíble. Ahora la previsión de sor Lucía se
ha verificado, estoy aquí, soy el Papa. Siento repugnancia a hablar
de estas cosas, pero lo hago para que tú puedas leer en mi ánimo
que no he pensado nunca y menos he deseado ser Papa. Si tengo vida volveré
a Fátima a consagrar el mundo y particularmente los pueblos de Rusia
a la Virgen, según las indicaciones dadas por ella a sor Lucía.
Tenemos todos una gran sed de paz y de perdón”(23).
Don Germano le dijo a Camilo: "Muchos se maravillarán de lo
que pienso sobre Albino Luciani, Obispo y Papa. Debo decirte en plena conciencia
que mis convicciones sobre Luciani han cambiado, especialmente después
de los tres diálogos que tuve con él. Es mi intención
hablar y dar testimonio de ello, incluso aunque estoy seguro que
esto suscitará en muchos, aquí en Venecia y en Roma, profundo
estupor. Mi testimonio contrasta ciertamente que con la opinión,
difundida por acá y por allá, de que Luciani era un hombre
demasiado insignificante y no imaginable para aquel puesto. Te dejo mis
apuntes. Al final me dejarás leer todo”(24).
Para Camilo, Don Germano fue amigo y padre en momentos difíciles.
Además, es importante decirlo, Don Germano (que murió el
27 de septiembre de 1986, tras larga enfermedad), pudo leer y confirmar
lo escrito por Camilo:
"La vigilia de su viaje a Londres, para una de sus últimas estancias
en la clínica, don Germano me dijo que había leído
todo cuanto he escrito tras los largos encuentros tenidos con él.
Yo le había rogado muchas veces que escribiera personalmente todo
aquello que me había contado a mi. Me respondió: ahora no
puedo hacerlo, hay demasiadas referencias a mi propia persona. Lo haré
después que hayas publicado el libro. No he hablado con nadie de
lo que te he dicho a ti, ni pienso hablar, por ahora. Yo te he dicho todo
lo que recordaba; te dejo mis apuntes personales. Al final me decía:
a fuerza de hablar y de reflexionar sobre ello y de encontrar conjuntamente
las comprobaciones y las citas exactas, señaladas por el Papa Luciani,
mis recuerdos son también tus recuerdos. Estoy contento de que me
hayas dado la ocasión y el modo de decir todo mi pensamiento sobre
Albino Luciani, hombre, sacerdote y pastor. Debemos decir todo con humildad,
simplicidad y claridad para dar testimonio y hacer justicia a Albino Luciani,
Obispo y Papa”(25).
Sor Vincenza, la monja que encontró el cadáver
Sor Vincenza, religiosa de María Bambina y enfermera diplomada,
ha estado al servicio de Albino Luciani, como obispo y patriarca, durante
más de doce años. En la mañana del 29 de agosto, martes
posterior a la elección de Juan Pablo I como Papa, sor Vincenza
viajaba a Roma con la delegación veneciana y invitada a participar
en la solemne inauguración del pontificado.
En el avión, Camilo estaba sentado junto a Sor Vincenza, que
- por cierto - era la primera vez que viajaba: "para que olvidara el miedo
hablamos de muchas cosas, pero especialmente de Luciani, de su salud. Llevaba
consigo una pequeña maleta con todas las medicinas que acostumbraba
a tomar el patriarca. Estaba preocupada: temo que el Santo Padre no resista
mucho, me dijo, que su presión no aguante el afán de tantos
compromisos y de tantas preocupaciones. El peso que los cardenales le han
puesto sobre las espaldas terminará por romper el equilibrio psicofísico
que había conseguido en Venecia y que le daba la seguridad y la
tranquilidad para mantenerse en forma y trabajar. Sor Vincenza seguía
diciendo: El patriarca Luciani desde el 75 vivía en un delicado
equilibrio por lo que se refiere a la presión arterial.
Fue precisamente ese año al volver de Brasil, cuando el patriarca
tuvo un émbolo en el ojo derecho. Existe siempre el peligro de que
pueda repetirse en cualquier momento y en cualquier otra parte. El Papa
Luciani lo sabe. Sor Vincenza espiaba el rostro del patriarca cuando volvía
de las fatigosas jornadas de las visitas pastorales en tierra firme y en
las islas. Ella era el vigilante guardián de su salud y cumplía
con escrúpulo e inteligencia las prescripciones de los cuidados
médicos. Era como una madre para Albino Luciani. Amable, diligente,
atenta, discreta y fiel. Con su intuición femenina y con su sensibilidad
sabía hacerse decir incluso las molestias más leves. Sabía
que en los primeros meses del 78 el dolor de cabeza se le había
intensificado y sabía que el insomnio le acompañaba muchas
noches”(26).
El obispo Luciani tenía con los secretarios y las hermanas gran
familiaridad. Le agradaba a hablar con ellos. Decía, vosotros sois
mi familia. Era siempre amable y de buen humor y recordaban los cumpleaños
y los santos de todos. En Roma, como en Venecia, Sor Vincenza era la superiora
de sus hermanas, las monjas de María Bambina. Sor Vincenza
sabía que después de la elección le había vuelto
el insomnio y también el dolor de cabeza. Le dijo a Camilo:
"El Santo Padre para poder recuperar el equilibrio de sus energías
físicas debería haberse tomado, pasados los primeros días,
unas vacaciones de paz y de sereno descanso, aunque breve. Tenía
una gran capacidad de recuperación. Pero no habría aceptado,
sentía muy fuertemente el compromiso de estar presente y de ocuparse
de las cosas de la Iglesia”(27).
Dice Camilo: "El día de la última audiencia, el miércoles,
Sor Vincenza había notado que las arrugas del rostro del Santo Padre
se habían acentuado, las manos se le habían vuelto pesadas,
señal de un profundo cansancio y de una dimensión que no
habían encontrado aun el necesario pescar sus pupilos una confirmación
de este detalle está en las fotografías hechas aquel día
durante la audiencia genera”(28).
Aquel día, a la hora del café, sor Vincenza le
dijo al Papa: "Santo Padre, me parece que las manos están un poco
hinchadas". "No sólo las manos, dijo el Papa, también los
pies, son como dos pesos muertos que tiran para abajo. Siento las rodillas
atadas. Es debido al cansancio que se ha acumulado en estos días,
pero pasará". Sor Vincenza insiste: "¿Quiere, santo Padre,
que avisemos al Dr. Da Ros como a los médicos del Vaticano> ” "no,
no, no molestemos a ninguno por un poco de peso en los pies. El Dr. Da
Ros ha estado aquí el sábado por la tarde, me ha dicho que
el corazón va bien. Hablaremos el lunes". "Santo Padre, usted sabe
que el corazón siempre ha estado fuerte y, no ha tenido nunca ningún
fallo, es la presión la que es un peligro para usted". "Sí,
es verdad, me lo dijo también el profesor Rama cuando me curó
el émbolo del ojo". Le preguntó aun: "Santo Padre, ¿Duerme
de noche> ” "No, respondió. Hay noches que me desvelo entre las dos
y las tres y no consigo retomar el sueño y así leo hasta
la hora de levantarme. Tengo tantas cosas pendientes". "Usted sabe, santo
Padre, que por nuestras montañas se dice que entre las dos y las
tres es la hora del lobo, es la hora en que se muere". "Esperemos que no
sea así, comentó riendo el Papa Luciani “(29).
Por la tarde, el Papa Luciani escribió una carta a la madre
Lina Costa, de Venecia, una religiosa que había colaborado con él
en la pastoral de religiosas. Antes de las 16,00 subió a la terraza
jardín para rezar solo. Se quedó más tiempo de lo
acostumbrado. A las 18,30 se entrevistó con el cardenal Villot.
"Pocos minutos antes de las 20,00 Luciani saliendo de su estudio dijo
a los secretarios don Diego y padre Magee, que poco antes había
sentido un fuerte dolor en el pecho. Se ofrecieron enseguida a llamar a
un médico del Vaticano, pero el Papa se opuso diciendo que el día
a día pasa puntal a obrar, vamos a cenar, dijo, mañana hablaremos.
Da testimonio de ello todo Diego. La escena transcurre en serenidad. Ningún
médico de Venecia ni de Vittorio Véneto fue informado de
que el santo Padre, aquella tarde, antes de cenar, se había sentido
mal. El resto es silencio”(30).
Poco después de las nueve, el Papa habló por teléfono
con el arzobispo de Milán. Se quedó largo tiempo orando en
la capilla. Sobre las 22,00 se retiró a su habitación.
"No habían sonado a un las cinco, el café depositado,
como de costumbre, por sor Vincenza en la mesita de la antecámara,
estaba a unas y. Aquel día el Papa Luciani tardaba en salir a recitar
los laudes y maitines en lengua inglesa con el padre Magee. Sor Vincenza
advirtió que el café se enfriaba... Sor Vincenza llamó
a la puerta de la habitación del Papa a avisar que el café
estaba preparado. Pasaron otros largos minutos y el café seguía
allí. Sor Vincenza exclamó : ¡Santo Padre! De la habitación
no salió ninguna voz ni se oyó ningún rumor. El corazón
le tembló. Ella era como una madre para Albino Luciani. Movida por
el instinto materno y llena de temor de que le hubiera pasado algo abrió
la primera puerta, abrió la segunda, estaban las dos entornadas.
El Papa Luciani no echaba nunca la llave, entró en la habitación,
corrió la cortina que separaba el lecho, la luz estaba encendida.
Juan Pablo estaba acomodado sobre el fondo de lecho, apoyado
sobre los almohadones, la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante,
los ojos cerrados, los labios ligeramente abiertos, los brazos abandonados
sobre los flancos. Una leve, levísima sonrisa se había quedado
sobre su rostro. En la mano derecha tenía unos folios, sobre el
rostro tenía las gafas.
Todo estaba en orden sobre el lecho y la estancia. Sobre la mesilla
estaba el reloj de pulsera y la foto de los padres, nada más. Sor
Vincenza se acercó, el pulso había desaparecido, le pasó
una mano sobre la frente y sintió una ligera tibieza como si la
vida hubiera terminado hacía poco. La compostura de su rostro, de
las manos, de todo su ser físico dejaba creer que se había
dormido en la muerte. Sor Vincenza avisó enseguida al padre Magee
y a don Diego. Estos avisaron al secretario de Estado cardenal Jean Villot,
Camarlengo de la Santa Romana Iglesia, al Decano del Sacro Colegio Cardenal
Confalonieri, a los médicos y a otros cardenales”(31).
Dice Camilo: "en el último coloquio que yo tuve en Venecia,
sor Vincenza. Me confió: "No encuentro la paz, me siento culpable
por no haber insistido al Santo Padre que se hiciera visitar por el médico.
Lo hemos dejado solo. Todos. Si alguno hubiera avisado a los médicos
del Vaticano que el Papa tenía absoluta necesidad de una visita
médica, quizá se hubiera salvado". Me dijo también:
"no se ha redactado un verdadero certificado médico, oficial, sobre
la verdadera causa mortis del Papa Luciani. Así ninguno, ni siquiera
sus hermanos Eduardo y Antonieta y las personas queridas sabrán
nunca de qué enfermedad ha muerto verdaderamente Juan Pablo I, como
sin embargo se había hecho con el Papa Juan y con Pablo VI. Yo soy
de la opinión de que el Papa murió de una embolia pulmonar
y no de infarto, y que su muerte sobrevino entre las dos y las tres de
la mañana 29 de septiembre. La tibieza encontrada por mí
sobre el rostro del Papa y sentida también por don Diego al
vestirle, podría ser una confirmación. El Dr. Buzzonetti
la mañana de reconocimiento declaró a los presentes que el
Papa podía haber muerto entre las 23 y la medianoche. Es imposible
que el santo Padre quedará despierto hasta esa hora. No estaba entre
sus costumbres. No había sucedido nunca. Sin embargo, es probable
que se haya despertado hacia las dos y se haya puesto a leer, como
hacía cualquier noche. La muerte le sorprendió mientras estaba
ocupado en la lectura”(32).
Sor Vincenza murió años después (el 28 de
junio de 1983) en la casa de las hermanas de María Bambina, en San
Donato de Lamon. En el funeral estaban presentes Eduardo Luciani, su hija
Pía, don Mario Senigaglia, Camilo y una gran muchedumbre de gente.
El Dr. Cabrera y la Dra. Mariscal de Gante, del Instituto Nacional
de Toxicología, comentan así las declaraciones que sor Vincenza
hizo a Camilo:
"De los nuevos datos suministrados en base a las declaraciones de sor
Vincenza a Camilo, se pueden obtener los siguientes razonamientos:
1. Las especulaciones sobre la enfermedad o enfermedades del Papa Luciani,
que hace sor Vincenza a Camilo, no son más que eso: especulaciones,
por tratarse de una persona que, aunque es enfermera diplomada, que carece
de los conocimientos precisos y de la visión de conjunto suficiente
para un diagnóstico exacto. Del mismo modo han de tenerse como meras
especulaciones las afirmaciones de sor Vincenza sobre la causa de la muerte,
cuanto más cuando sin la realización de una autopsia nunca
podría saberse, en este caso u otros similares, la verdadera causa
del fallecimiento.
2. El propio Papa restó importancia a los síntomas que
menciona sor Vincenza, añadiendo que ha sido visitado por el Dr.
Da Ros cuatro días antes sin que este observase síntomas
algunos que pudieran relacionarse con el corazón: "... Da Ros me
ha dicho que el corazón va bien". Esto último lo corrobora
la propia sor Vincenza al añadir, a renglón seguido: "Santo
Padre, usted sabe que el corazón siempre ha estado fuerte, no ha
tenido nunca ningún fallo". Hay que precisar que sor Vincenza, aunque
sin capacidad técnica para el diagnóstico, si tenía
los conocimientos médicos suficientes como para interpretar lo que
el Dr. Da Ros podía diagnosticar y, además, era la encargada
de suministrarle la medicación indicada por este.
3. La afirmación de sor Vincenza, del todo especulativa, sobre
la causa de la muerte: una embolia pulmonar, carece de base fundada. El
Papa nunca había padecido del corazón, y el único
proceso emboliar que había tenido ocurrió sobre la arteria
retiniana. Es decir, a afectó al territorio de la circulación
mayor; no menor, como en el caso de una embolia pulmonar; y por tanto procedía
del corazón izquierdo, o de alguna de las arterias que lleva la
sangre hacia la cabeza (carótida primitiva o interna). En el caso
de una embolia pulmonar, el émbolo ha de proceder del corazón
y del derecho, o alguna de las venas que lleva la sangre ha dicho corazón,
o desde éste al pulmón. Es imposible que en un émbolo
pueda atravesar la circulación pulmonar para ir a parar al corazón
izquierdo, luego no existe ninguna relación entre el émbolo
retiniano y el posible émbolo pulmonar "diagnosticado” por sor Vincenza.
4. Sin embargo de lo dicho, una de las causas de edemas en miembros
periféricos es la insuficiencia cardíaca derecha. Ello podría
conllevar un estasis sanguíneo; es decir, un remanso de sangre y
enlentecimiento del retorno venoso, capaz de traducirse en multitud de
síntomas todo a lo largo del organismo, incluyendo esos edemas periféricos,
y capaz de producir trombosis por dichos remansos, que al fragmentarse
liberarían émbolos. Para todo ello habrían de darse
un cúmulo de circunstancias que al parecer se encuentran ausentes
en este caso; a saber: insuficiencia cardíaca derecha con toda la
correlación de síntomas que la misma produce; edemas en miembros
periféricos con dilatación de venas superficiales y profundas,
aumento de las temperaturas en miembros, color levemente azulado de la
piel y otros signos y síntomas; que el edema fuese lo suficientemente
duradero para que se produzca una trombosis (sería excepcionalmente
raro una trombosis sobre un edema recién instaurado y con muy pocas
horas de evolución, amén de que dicho edema en la insuficiencia
cardíaca derecha suele desaparecer cuando se adopta una postura
tumbada); etc. Por todo ello, y teniendo como base la afirmación
del propio Papa, al comentar lo referido por el Dr. Da Ros ("... el corazón
va bien") es muy poco probable pensar en esta circunstancia embolígena.
Junto a ello, habría que hacer notar que existe multitud de otros
procesos que pueden cursar con sensación de pesadez en miembros
periféricos e hinchazón de los mismos, sin necesidad de recurrir
a una insuficiencia cardíaca derecha. Dichos procesos van desde
los infecciosos (artritis...), pasando por degenerativos (artrosis...),
vasculares (tromboflebitis...), o simplemente, y es lo más frecuente,
una actividad sedentaria o el hecho de permanecer mucho tiempo de pie (por
ejemplo: los camareros, o dependientes de comercio...). Así pues,
es muy arriesgado afirmar cuál es la causa de dicha hinchazón
(sobre todo, teniendo en cuenta la ausencia de otros signos o síntomas,
así como la ausencia de antecedentes de ningún tipo)
y, más aún, relacionarla con un proceso de embolia pulmonar.
5. Por otro lado, ya hemos señalado que la ausencia de
antecedentes y de signos o síntomas relacionados con la insuficiencia
cardíaca derecha, hacen descartar esta. Más aún cuando
el Dr. Da Ros afirma cuatro días antes del fallecimiento del Papa
que su corazón "va bien” en palabras del propio Pontífice.
Así pues, y aunque es posible un infarto de miocardio tomando como
base una insuficiencia cardíaca derecha, puesto que no existe ningún
dato que haga pensar en ella, si exceptuamos esa hinchazón y sensación
de pesadez que puede atribuirse a multitud de factores o causas distintas,
no podemos aventurar que se produjese tal infarto fundamentándolo
en dicha patología de base, puesto que la insuficiencia no estaba
diagnosticada ni existían otros síntomas que la delatasen.
Fdo. Dr. Rafael Cabrera Bonet.
Fdo. Dra. Carmen Mariscal de Gante.
La persona de Roma
Con fecha de 14 de mayo de 1989, fiesta de Pentecostés, y
firmada a mano, recibe Camilo la siguiente declaración de quien
viene a ser llamado "la persona de Roma”(en realidad debería hablarse
de “una personalidad muy importante"):
"He sabido por una persona amiga que reside en esta ciudad, que usted
está trabajando desde hace años en una vida del Papa Luciani
como hombre, sacerdote y pastor. Los apuntes que le adjunto son para usted.
Había pensado tenerlos para mí. Medito también la
idea de publicarlos, pero el puesto que ocupo no me lo permite, al menos
por ahora. El Papa Luciani me gratificada con su benevolencia y, me atrevo
a esperar, también con su estima. Por qué quiso hacerme partícipe
de algunos pensamientos expresados por él al cardenal Villot, no
lo sé. Ellos constituyen un auténtico compromiso, vivo y
presente en su corazón hasta el último día. Yo sostengo
que se debe hacer justicia y dar testimonio de Juan Pablo I. Estoy seguro
de que estos pensamientos encontrarán el justo lugar en su libro.
Quizá el cardenal Villot no tuvo el tiempo o el ánimo
de reflexionar sobre ello o quizá no quiso entrar en el fondo de
lo que le había confiado el Papa Luciani. Tras la elección
del Papa Wojtyla, el corazón de Villot, bajo el peso de tantas emociones,
comenzó a ceder. Le envío los apuntes tal como están.
Los ponga en orden, con claridad. No los toque en la sustancia y no añada
nada. Sería traicionar el pensamiento de Juan Pablo I, que ahora
no puede intervenir para aclarar las intenciones manifestadas por él
al secretario de estado y a mi. Puedo decirle que a medida que el Papa
Luciani me hablaba integraba sus pensamientos con reflexiones y notas que
le venían espontáneas. Por ejemplo, sé que de su testamento
ha hablado sólo conmigo y así de otras intenciones suyas.
Es esta una impresión mia, vistos ciertos detalles y ciertas puntualizaciones
que me hacía. Sus pensamientos fluían rápidos y claros,
sostenidos por una lúcida presencia de su memoria. Al final me dijo:
todas las cosas que me ha confiado, son pensamientos, deseos y propuestas
sobre las cuales hay que reflexionar, pedir consejo y hacer verificaciones.
Forman parte de los problemas que pretendo afrontar y resolver.
El Papa Luciani en un momento de gran serenidad me dijo: Me encuentro
en el espíritu de las palabras del Papa Juan cuando reveló
su estado de ánimo de cara a aquella inmensa empresa que fue el
Concilio.
Ciertamente, yo no tengo su grandeza, ni su prestigio, pero estoy aquí
y soy el Papa. “No soy un gran teólogo, dijo el Papa Juan, ni un
gran historiador, ni un sabio y menos un político, pero quizá
el buen Dios tenía necesidad de un pobre hombre para hacer aquello
que quizá habría resultado difícil a un gran teólogo...
pero ahora está hecho, otro mayor que yo podrá venir y continuar
lo que yo solamentehe comenzado".
El Papa Luciani mientras me hablaba estaba sereno y confiado. Me dijo
otras cosas que retendría para mí. Le adjunto algunos pensamientos,
expresados por el cardenal Villot sobre el Papa Luciani, recogidos por
mi en ambientes vaticanos, de personas con las cuales Villot se había
confiado”(33).
Pensamientos y propuestas del Papa a Villot
Dice la persona de Roma: "Habían pasado ya tres semanas desde la
elección de Albino Luciani como Papa. Reflexionando sobre los hechos,
las palabras, las personas y los acontecimientos de lo que había
sido, a su pesar, protagonista y testigo, tuvo una visión más
completa de las tareas que le esperaban, de la autoridad y de las responsabilidades
que pesaban sobre sus espaldas. Luciani era un atento observador, un agudo
escrutador del espíritu humano. Había vivido durante cuarenta
años con los hombres y las cosas de la Iglesia. Tenía una
particular intuición para detectar el fondo de los problemas y reconocer
la calidad de las personas. Se dio cuenta de que el Papa estaba en el centro
de un “aparato “que duraba por siglos, que él no podía cambiar,
pero que no quería soportar. Era su preciso deber saberlo gobernar
para no estar condicionado. El Papa Luciani quiso hablar con una persona,
que en otros momentos le había sido cercana y por quien sentía
gran estima y confianza “(34).
Extractamos aquí algunos de los "los pensamientos que llevaba
particularmente en el corazón y que quería que fueran conocidos
“(35).
> "Hasta ayer, me confiaba el Papa Luciani, sabía lo que quería
de mí el Señor. En Venecia estaba bien... conocía
mis tareas de obispo, sabía que moriría en Venecia, en África
adónde pensaba ir, con el permiso de Pablo VI apenas cumplidos los
setenta años. Ahora nuestro Señor ha cambiado de golpe toda
mi vida. Ahora estoy aquí, soy el Papa. Una vez más me digo,
debo dejar bien a Cristo Señor, a la Iglesia, a los cardenales y
a los obispos y a todos los hermanos. Que se haga, Señor, tu voluntad
incluso si no entiendo por qué he sido elegido Papa. Tu voluntad
es mi paz. Me confío en Ti: Cuando soy débil, entonces es
cuando soy fuerte (2, Co 12,10).
> Ayer tarde he leído el testamento del Papa Juan y el de Pablo
VI, me han hecho pensar. He sentido vibrar en sus palabras el espíritu
de Dios y la pasión por el hombre, por la Iglesia. Dos almas que
han marcado este siglo por su piedad, sabiduría y profecía.
> Mi último testamento, escrito en Venecia, lo he roto estos
días. Estaba escrito sobre una hojita de cuaderno. Lo que escribí
la primera vez cuando mi obispo Gioachino Muccin me hizo vicario de la
diócesis de Feltre y Belluno. Tras mi profesión de fe, de
esperanza y de caridad, pedía perdón a Dios Padre, a Cristo
Jesús y al Espíritu Santo, a la Iglesia y a todos los hermanos
por mi poquedad y por mis faltas. Pedía perdón a los pobres,
a los niños y a los enfermos por no haberles amado bastante. Pedía
perdón a Dios y a los hermanos por todo aquello que debía
haber hecho y no hice. Los pecados de omisión son tantos. Dejaba
mis libros y toda cosa al seminario de Belluno donde había vivido
la mitad de mi vida. Lo repetí cuando fui obispo de Vittorio Véneto
y patriarca de Venecia. En el que escriba quiero añadir que dejo
mis libros a la Santa Sede y que deseo ser sepultado en la tierra como
el Papa Juan y el Papa Pablo. No tengo necesidad de delegar a ninguno como
mi ejecutor testamentario porque no poseo nada y no quiero nada”(36).
> Un domingo por la tarde, paseando por los jardines vaticanos, hablé
largamente con el cardenal Jean Villot, Secretario de Estado. Villot me
había dicho que deseaba dejar, en cuanto fuera posible, el cargo
de secretario, su salud no era buena, le pesaba la edad y el trabajo y
las fuertes emociones vividas con la muerte de Pablo VI y el Cónclave.
Deseaba un puesto más tranquilo. Villot me dijo que había
una persona con la que el Papa podía contar ciegamente, el arzobispo
Agostino Casaroli. Persona preparada, lúcida de mente, prudente,
iluminada, un finísimo diplomático, un hombre piadoso y cordial.
Y respondí que ya me había dado cuenta en los coloquios que
había tenido con él.
> Villot es un hombre de gran equilibrio y prudencia, un sacerdote
de profunda espiritualidad, culto e inteligente, un cardenal que ha dado
todo a la Iglesia y al Papa. Tengo confianza en él, trabajaremos
juntos. Le he pedido que siga en su puesto. Le dije: usted tiene toda la
confianza del Papa. Con él he pasado revista global a los grandes
problemas del hombre y de la Iglesia, en la ahora actual “(37).
> "... Ayer he hablado con el cardenal Jean Villot de algunos problemas
que afectan a mi trabajo cotidiano. Le dije: yo recibo cada día
dos maletas de "papeles "; una por la mañana y una por la tarde...
Debo ver, leer, controlar y dar respuesta y opiniones; debo decir sí
y no sobre asuntos y problemas delicados, importantes o no, a veces difíciles
de resolver uno solo y a veces dolorosos, que hacen temblar el corazón.
Necesitaría una máquina que supiese leer y me diera la síntesis
escrita de cada problema y quizá también la respuesta. El
Papa es un hombre. Yo no tengo la resistencia de Pío XII y de Pablo
VI que trabajaban muchas horas de noche y tenían a sus espaldas
treinta años de Curia. Eran estupendos. Yo no conozco los despachos,
no los he frecuentado nunca: yo de noche debo dormir. Pablo VI declaró
un día que no le bastó un año para orientarse en el
laberinto de los despachos de la Curia Romana... “
> A partir de los primeros días de octubre usted tomará
gran parte de estos "papeles ". Lo que me importa es que se responda a
todos con amabilidad, con respeto y con amor. Me diga si debo escribir
una carta... Pero no quiero más maletas sobre mi mesa. No he sido
elegido Papa para hacer de empleado. No es así como Cristo ha pensado
a su Iglesia... el Papa debe también orar. Debe tomarse un poco
de silencio para su alma....
> Le pido, por favor, prepararme una propuesta de trabajo, a título
provisional, indicando los métodos, horarios y relaciones que el
Papa debe tener con los servicios de la Curia. Lo más simple posible.
Lo discutiremos juntos. Aquí hay estupendos monseñores, obispos,
y cardenales, religiosos y religiosas y también laicos, que pueden
hacer mucho. Deseo tener cerca a personas expertas y preparadas a las que
puede encomendar tareas de confianza; almas pastorales con las que pueda
dialogar y trabajar.
> El Papa es infalible en las condiciones sancionadas en el dogma,
pero no es omnisciente, no es el más sabio, no está acorazado
y defendido contra toda imprudencia: es un hombre. No está dispensado
del estudio y de la búsqueda de prensa siempre mejor los misterios
de la fe, y de conocer las necesidades de la Iglesia y del mundo. Pero
aquí sobre estos “papeles”el Papa no es infalible; aquí puede
equivocarse, como ha pasado a otros.
> Querría poder revisar toda la estructura de la Curia y sus
relaciones con el Papa. No acepto está máquina que condiciona
mecánicamente al Papa en sus funciones de trabajo y de vida. El
trabajo hecho así resulta insoportable. Usted me dirá que
es una ilusión el poderlo cambiar, lo sé. Podemos probar.
Después Yo haré mis opciones.
> Le digo a usted con el corazón en la mano que ante todo soy
sacerdote, ahora soy también Papa, pero yo quiero ser un pastor,
no un funcionario de oficio. Jesús le dijo a Pedro en momento de
gran pasión y ternura, por tres veces, apacienta mis ovejas. Con
aquellas palabras le confiaba todo el género humano. El Papa es
figura de Dios Pastor como la describe Ezequiel... (Ez 34,15-16).
> Yo soy ante todo el obispo de Roma y después el Papa. Sé
que son dos cosas en una, pero yo no quiero hacer la figura del "comparsa
“ante mis párrocos y mi gente. El Papa Gregorio Magno decía:
"Vosotros, en el orden de la Caridad, estáis delante de todos. Mis
primicias son para vosotros". Ahora hagamos bien las cosas esenciales,
después yo haré mis opciones de las cuales le haré
partícipe.
> Hoy, Eminencia, deseo anticiparle algunas de mis intenciones. Ante
todo, quiero que usted sepa, brevemente por ahora, que elegido a un sacerdote
mío de Venecia, Don Germano Pattaro, como mi teólogo. Usted
lo conoce. Fue un pionero del ecumenismo y una colaborador el cardenal
Agostino Bea. En él tengo plena confianza. Le pido que se ha inscrito
oficialmente en los órganos de la Curia con el título que
le corresponde. Así le ruego haga lo mismo con don Diego Lorenzi.
Es joven, pero me ha sido siempre fiel. Deseo que se quede como mi secretario,
que tenga el puesto adecuado en la Curia. No quiero que se ha dejado en
la tierra de nadie. Deseo también que al padre John Magee y a don
Lorenzi le sean reservados los puestos de representación en las
ceremonias y en las audiencias....
> Mis discursos serán pocos, breves y alcance de todos. Me serviré
de todas las colaboraciones, pero deseo que los discursos sean míos.
He empleado gran parte de mi vida buscando decir las cosas consideradas
difíciles, con palabras claras, simples y comprensibles a todos.
Quiero ser yo mismo delante de Dios y de la han que de los hombres. Los
grandes discursos no son para mí ni siquiera los grandes tratados.
Está el Evangelio, están los libros sagrados. Son todo. La
gente de cada tierra, raza y cultura debe entender lo que dice el Papa.
No quiero hablar o escribir para los técnicos, para los intelectuales,
clérigos o laicos, y menos para el polvo de los archivos. En el
camino trazado por Cristo a su Iglesia, y por tanto al Papa, es el hombre,
comprendido el último de los analfabetos. Diosa querido hacerse
hombre.
> En las barracas de las madres brasileñas, yo he visto el retrato
del Papa Juan y he escuchado de aquella gente sus frases. Ningún
otro Papa había llegado a gente tan humilde. El Papa debe ser la
voz profética de Cristo.
> Se que hay monseñores y otros que critican los discursos que
yo hago en las audiencias generales y los modos de ser y que hacer de el
Papa. Sé también, y lo sabe usted, que nuestro mundo eclesiástico
sabe ser puro y santo y sabe ser también banal, amargo y cruel,
aquí y en cualquier Curia.
> Alguno aquí, en la Ciudad del Vaticano, ha definido al actual
Papa como una figura “insignificante ". No es un descubrimiento. Yo lo
he sabido siempre y nuestro Señor antes que yo. No he sido yo quien
ha querido ser Papa. Yo, como Albino Luciani, puedo ser una zapatilla rota,
pero como Juan Pablo es Dios quien actúa en mí. Siento que
tendré necesidad de mucho coraje, de mucha firmeza, de gran humildad,
de mucha fe y de mucha caridad. Un obispo, alto y robusto, siempre de está
casa, ha declarado que la elección del Papa ha sido un “descuido
“del Espíritu Santo. Puede ser. No sé entonces cómo
ha sucedido que más de cien cardenales hayan elegido a esta etapa
por unanimidad y con entusiasmo. El Papa Luciani se echó a reír
cordial y alegremente. Pero hay más, continuaba. He sabido que los
“tutores”de la ortodoxia del Papa han gritado de escándalo cuando
manifieste el concepto de que Dios, además de ser Padre, es también
Madre, según las palabras del profeta Isaías. Alguno incluso
ha exclamado: el Papa blasfema. Esta gente olvida que toda la Biblia, desde
el principio al fin, está cruzada por el grito del amor de Dios
que busca al hombre, fruto de su amor y obra de sus manos.
> El obispo Angelo Roncalli, visitador apostólico en Bulgaria,
escribía en su famoso libro Diario del Alma: “Soy obispo desde hace
veinte meses. Como era fácil de prever, mi ministerio debía
causarme muchas tribulaciones. Pero, cosa singular, éstas no me
vienen de los búlgaros para quienes trabajo, sino de los órganos
centrales de Roma. Es una forma de mortificación y que humillación
que no me esperaba y que me hacen sufrir mucho". También yo podría
escribir, en estos días, las mismas palabras, pero yo no tengo diarios
“(38).
> Querría que recuperamos la buena disciplina, todos, comenzando
por el Papa y los obispos, los curas, los religiosos, las religiosas y
los cristianos. No es fácil, lo sé, pero no es imposible.
La disciplina, la pequeña, es la observancia formal de las normas
jurídicas. Es cosa buena, pero no es todo. La verdadera, la gran
disciplina se alcanza con la sabiduría y con la humildad en la libre
y gozosa aceptación de la obediencia a Dios y a los hombres que
le representan. La disciplina nace del corazón: es fruto del amor.
"Ver con la razón, actuar con el corazón", decía Teresa
de Ávila a sus frailes.
> Sor Lucía en el coloquio que tuve con ella en el monasterio
de Coimbra me repetía con fuerza: "Se necesitan monjas, curas y
cristianos con la cabeza firme ". Y añadía: "Para los religiosos
o todo o nada, si se quiere ser de Dios en serio. Demasiada gente ha entrado
en los conventos ". A las palabras de sor Lucía hace eco el teólogo
Karl Rahner: “Está en acto al interior de la Iglesia un empeño
y una entrega a las realidades temporales, que ya no es una opción
legítima, sino apostasía y caída de la fe ".
> En estos días se habla consistencia de la Asamblea del Episcopado
Latino Americano, prevista en Puebla en México del 12 al 28 de octubre.
Pregunte, por favor, a la presidencia del CELAM si es posible tener la
Asamblea hacia febrero o marzo del próximo año. Yo deseo
de estar. Aquel continente lo llevo muy en el corazón. He estado
y conozco los fermentos, las ansias y las esperanzas que apasionan a los
católicos. Aquellas comunidades tienen muchas cosas que enseñarnos
a nosotros los europeos. Viven un cristianismo de frontera, pero dentro
de la fe. Me traiga de sus despachos las Actas de la Asamblea celebrada
en un Medellín en el 68. Querría ver cuanto antes al presidente
del CELAM, el cardenal Aloisio Lorscheider, a quien conozco desde hace
años y a quien he dado mi voto en el Cónclave; es un gran
obispo. Querría también encontrarme y hablar con una representación
de todos los obispos de América Latina. Diga, por favor, al cardenal
Eduardo Pironio, que fue secretario de Medellín, que necesito hablarle.
Deseo que Pironio, que es el obispo de la esperanza, venga conmigo a Puebla.
Me será de gran ayuda.
> Otra cosa querría que usted tuviera clara. Hay obispos de
sedes cardenalicias y otros de la Curia que esperan el nombramiento de
cardenales. Habrá que pensar en un consistorio. Mi pensamiento es
no hacerles esperar. Querría incluir también uno o dos de
los teólogos que fueron mis maestros en el Concilio y después.
Los teólogos serios y preparados son preciosos colaboradores del
Obispo y del Papa en el discernir las señales de los tiempos de
que habla Mateo. Por esto algunos de ellos que fueron llamados al Concilio
como “peritos ". Más adelante querría encontrarme con alguno
de ellos, entre los primeros, los padres Henri de Lubac, Marie-Dominique
Chenu, y Hans von Balthasar... Entre los nuevos cardenales estará
también el patriarca de Venecia. Tengo ya dos nombres en el corazón.
Aquí hay alguno al que no agradan estos nombres. Yo conozco Venecia
y su gente y sé cómo debe ser su pastor. Irá a Venecia
uno de los dos... Antes habrá que escuchar a la Conferencia Episcopal
Trivéneta y al Consejo Presbiteral de Venecia.
> Me agradaría dar la púrpura cardenalicia a los obispos
que en Africa y también en Europa han sufrido persecución
por el nombre de Cristo o por que han amado y defendido con riesgo de su
propia vida a los pobres, los perseguidos, los hombres discriminados por
el color de la piel. Villot interviene diciendo: Santo padre, es difícil
si no hay tradición. El Papa Luciani respondió: eminencia,
la tradición las creamos nosotros.
> En estos días me ha venido la curiosidad de leer en el Anuario
Pontificio los titulares con que está condecorado el Papa. Supongamos
que ya está mi nombre. Se lee: Juan Pablo I, obispo de Roma, vicario
de Cristo, sucesor del príncipe de los apóstoles, sumo pontífice
de la iglesia universal, patriarca de occidente, primado de Italia, arzobispo
metropolita de la provincia romana, soberano del Estado de la Ciudad del
Vaticano, siervo de los siervos de Dios.
> Es un residuo del poder temporal. Falta sólo el título
del Papa Rey. Los títulos verdaderos deberían ser:... elegido
obispo de Roma y por ello sucesor del apóstol Pedro y por ello siervo
de los siervos de Dios. ¿Cómo puede el Papa presentarse y
dialogar, como hermano y padre en Cristo, con las Iglesias hermanas, investido
de todos aquellos títulos> .
> Mi primera carta será sobre La Unidad de la el Iglesia. Los
creyentes, las Iglesias hermanas, el mundo entero piden a los católicos
claridad y seguridad de doctrina y venidas en todas las cuestiones esenciales
de la fe...
> La segunda carta podría ser sobre La Colegialidad de los obispos
con el Papa. La colegialidad yo quiero potenciarla y extenderla efectivamente
a todos los obispos de la Iglesia de Dios, a los más lejanos, a
los más desconocidos, a los más pobres. Querría poder
hacer del Sínodo un verdadero instrumento de gobierno de la Iglesia
universal...
> La tercera me gustaría que fuese sobre La Mujer en la sociedad
civil en la vida eclesial. Es hora de que el Papa diga a los cristianos
y al mundo una palabra clara, firme y autorizada sobre la dignidad y
los méritos, el valor y la misión de la mujer. Demasiado
desprecio, demasiados prejuicios y demasiadas marginaciones se han acumulado
en los siglos. Nadie podrá medir jamás el dolor, la humillación
y la ofensa hecha a la mujer por parte del hombre durante milenios...
> Hablaré y escribiré sobre Los pobres y la pobreza en
el mundo. Desde las tierras de la carestía, de la sed, del hambre
y de las epidemias se levantan voces incesantes que piden ayuda. Los pueblos
del hambre, donde los niños mueren a millares cada día, interpelan
a los pueblos y a las ciudades de la opulencia... Es preciso que los pueblos
ricos den vida a una cadena de solidaridad y de justicia que reduzca drásticamente
la deuda de los pueblos del Tercer Mundo; es preciso instituir una vasta
red mundial de intercambio y de colaboración para el renacimiento,
el desarrollo y la independencia y la libertad religiosa, económica,
cultural y racial de aquellos pueblos que durante siglos han sido presa
y siervos de Europa y de occidente. No habrá paz hasta que no se
haga justicia a los pueblos desheredados. Es Dios mismo quien lo quiere.
> Querría comunicarle una preocupación mía. Tengo
la impresión de que la figura del Papa sea demasiado alabada. Hay
un cierto riesgo de caer en el culto a la personalidad, que yo no quiero
en modo alguno. El centro de todo es Cristo, es la Iglesia. La Iglesia
no es del Papa, es de Cristo, que en el Espíritu Santo se la ofrece
al Padre...
> Debo expresar mi agradecimiento al director, al vicedirector del
Osservatore Romano y a todos sus colaboradores. Aprecio mucho del precioso
y delicado trabajo que desempeñan... Me agradaría hablar
con ellos de nuestro periódico. Lo vería más ágil,
más fácil de leer, más moderno... un periódico,
querría casi decir, nuevo para un modo nuevo de ser la Iglesia.
La Iglesia de la paradoja cristiana: creíble porque pobre, valiente
porque humilde, fuerte porque débil, libre porque privada que todo
poder. La Iglesia de las bienaventuranzas... me agradaría abrir
el Osservatore Romano al talento que los jóvenes. Querría
que escribieran, que colaboraran con nuestro periódico en una página
reservada a ellos...
> Querría encontrarme frecuentemente con los jóvenes.
Ellos tienen un puesto especial en la Iglesia. De ellos la Iglesia recibe
fuerza, impulso y pasión para ser verdaderamente profética
y misionera en todo el mundo, cómo lo quiere Cristo y el Concilio.
Los jóvenes hoy no creen en la pobreza de la Iglesia, en su espíritu
evangélico, en su despego de los bienes y de poder del mundo. Debemos
ponernos a su lado con humildad para ayudarlos a querer la paz y la justicia,
a sentir el gusto de la honradez, la alegría de amar y de ser amados,
el orgullo de ser sobrios y fuertes y solidarios con todos los débiles
y con aquellos que sufren... Los jóvenes están llamados a
encontrar a Cristo y a hacer de El el ideal de su vida. Estamos en momento
crucial en la vida de la Iglesia y de la humanidad. Se imponen opciones
evangélicas radicales si queremos que el cristianismo viva y vuelva
a ser la levadura del mundo... Los jóvenes no combaten a Dios. No
son descreídos, simplemente lo olvidan, por ignorancia, por indiferencia.
Los jóvenes tienen necesidad de amor, de paciente comprensión,
hoy más que nunca. Tienen necesidad de dar un sentido a su vida,
un por qué a sus sentimientos, tienen necesidad de reencontrar la
propia identidad de hombres y de cristianos....
> Los jóvenes son unos privilegiados que, podrán ver
realizarse un sueño, gozar de un bien buscado y deseado desde hace
siglos. La Europa unida. Un pueblo de más trescientos millones de
hombres y mujeres, de lenguas, civilización, historia y cultura
diversas, unido en la supranacionalidad de tierras y confines para una
tarea más grande de paz, de justicia y de bienestar... se abren
inmensas posibilidades para los jóvenes y para todos. Fronteras
abiertas, moneda en común. Usos, costumbres, culturas, tecnologías,
artes y fe cristiana a vivir y gozar en común. Es una meta fascinante
e imprevisible en sus desarrollos futuros, llena de responsabilidades para
todos, comenzando por nosotros curas y obispos. La Iglesia debe actualizarse,
informarse, aportar toda su colaboración en el surco de la fe...
debemos trabajar para que la Europa unida sea amplia, generosa y próvida
de bienes materiales y culturales hacia ambos pueblos de Tercer Mundo en
el respeto a la propia dignidad e independencia...
> Me agradaría que fuera introducido en la escuela secundaria
el conocimiento de la Biblia. No para obtener la ocasión de hacer
prédicas que harían huir a los jóvenes, sino para
hacer cultura, para hacer historia. Sin la Biblia no se puede entender
nuestra milenaria civilización mediterránea, no se puede
conocer Italia, Europa. Sin la Biblia que el patrimonio espiritual de un
joven cristiano, hebreo, musulmán es del todo incompleto. Nuestros
jóvenes conocen a Herodoto, Homero y Virgilio, Alejandro Magno,
Séneca y Sócrates, pero no conoce la Biblia...
> Una tarde, antes de marcharse, Villot me habló del IOR diciéndome:
El IOR es una piedra caliente que abrasa en las manos de todos. Alguno
corre el riesgo de quemarse. Le respondí que en cuestiones de dinero
la Iglesia debe ser transparente, debe operar a la luz del sol. Va en ello
su credibilidad.
> Lo digo también a usted, la Iglesia no debe tener poder ni
debe poseer riquezas. Yo sé que el Instituto de las Obras de Religión
ha sido querido, en su forma actual, por Pablo VI, para ayudar, asistir
y promover las obras de religión y de caridad en todo el mundo.
Yo deseo que sean los obispos y cardenales, con una representación
suya, quienes decidan qué hacer del IOR; si mantenerlo o suprimirlo
y que estructura nueva darle. Pido que sus acciones sean todas lícitas
y limpias y de acuerdo con el espíritu evangélico. El mundo
debe saber qué es, qué hace el IOR; cuáles son sus
verdaderos fines, como se recogen los dineros y cómo se gastan.
Se debe llegar a la transparencia en las cuentas económicas vaticanas:
debemos publicar los balances controlados en su totalidad.
> El presidente del IOR debe ser sustituido: en cuanto usted lo crea
oportuno. Deberá hacerse de manera justa y con respeto de la dignidad
de la persona. Un obispo no puede presidir o gobernar un banco. Aquella
que se llama sede de Pedro y que se dice también santa, no puede
degradarse hasta el punto de mezclar sus actividades financieras con las
de los banqueros, para los cuales la única ley es el beneficio y
donde se ejerce la usura, permitida y aceptada, pero al fin y al cabo usura.
Hemos perdido el sentido de la pobreza evangélica; hemos hecho nuestras
las reglas del mundo. Yo he padecido ya de obispo amarguras y ofensas por
hechos vinculados al dinero. No quiero que esto se repita de Papa. El IOR
debe ser íntegramente reformado.
> No se olvide que la masonería, cubierta o encubierta, como
la llaman los expertos, no ha muerto jamás y está más
viva que nunca. Como no ha muerto jamás esa horrible cosa que se
llama mafia. Son dos potencias del mal. Debemos plantarnos con valentía
ante sus perversas acciones. Debemos vigilar con todos, laicos, curas y,
especialmente, los párrocos y los obispos. Debemos proteger a las
gentes de nuestras comunidades. Es un tema que un día afrontaremos
con más claridad delante de todos “(39).
> Juan Pablo I quiere recordar, honrar y hacer justicia a los obispos,
sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que en tierras de misión,
en los pueblos del este o en los países sudamericanos han sido encarcelados,
exiliados, torturados y asesinados por el nombre de Cristo: "Toda la Iglesia
debe conocer y amar a estos confesores de la fe y de la libertad...”
Hemos olvidado demasiado pronto a estos testigos de Cristo que han un inscrito
su sufrimiento en el martirologio cristiano. Quiero hacerlo con espíritu
religioso. Sé que podría despertar “pensamientos“ sepultados,
pero no podemos callar. La excesiva diplomacia se convierte a veces en
pura astucia y esto no está en el espíritu de la Iglesia.
> El Papa Luciani dijo a Villot en una de sus últimas audiencias:
Eminencia,... usted sabe mejor que nadie que el Papa debe actuar con prudencia
y con paciencia, pero también con valentía y confianza. E
riesgo lo ponemos todo en las manos de Dios, del Espíritu Santo
y de Cristo el Señor, del cual yo hago indignamente las veces. Estos
pensamientos que le confío, por ahora brevemente, los llevo muy
en el corazón. Usted me ayudará a realizarlos de modo justo
“(40).
Comenta la persona de Roma: "el Papa Luciani se habría sentido
confortado en sus pensamientos si hubiera podido escuchar las palabras
dichas a los periodistas el 29 de enero del 83 por Carlo María Martini,
arzobispo de Milán, cuando supo que sería hecho cardenal
: Tendré tres maestros, dijo: Bea, Minsdszenty y Romero... Oscar
Romero, obispo del Salvador, es uno de los más grandes cardenales
de nuestro siglo, aunque no fue nunca cardenal. La púrpura es su
sangre inocente que ha manchado el altar “(41).
El cardenal Villot expresó algunas opiniones suyas sobre
el Papa Luciani con personas de su confianza
> “He vivido una preciosa experiencia espiritual junto al Papa Luciani.
Mostraba la fe de un niño, el corazón de una madre. Era el
hombre de la esperanza. Frente a los problemas era concreto y claro. Los
consideraba atentamente y después daba su juicio. No tomaba decisiones
apresuradas, ni daba juicios drásticos sobre hechos o personas.
Decía: la caridad es la madre de la justicia y de la verdad. Sentía
y vivía el drama en que vive el hombre en tantas partes del mundo.
Repetía: hay demasiado dolor sobre la tierra. Habría querido
ayudar a todos, salvar a todos y responder a todos de su propio puño.
Trataba con señoría y garbo. Estaba atento a quien le hablaba:
y esto era un gran don. Pedía siempre algo por favor y lo agradecía
como si cada cosa se le hiciera a su persona.
> Su hablar fácil y claro era persuasivo y atraía la
simpatía de quien le escuchaba facilitando su confidencia. Sabía
que él era el Papa y lo habría demostrado. No se dejará
intimidar por nadie. Lo constaté un día cuando me habló
de la elección del nuevo patriarca de Venecia. En apariencia, parecía
sumiso. En sus intenciones tenía la firmeza de la roca de sus montañas...
era sereno y firme en sus decisiones. Era el hombre justo para nuestro
martirizado tiempo. En las últimas audiencias, me puso al corriente
de las intenciones y propósitos que pretendía realizar. Muchos
otros los tenía en reserva. Quería a toda costa ser un pastor.
Creo que habría asombrado a la Iglesia y al mundo. Quería
una Iglesia humilde, pobre, evangélica, al servicio del hombre.
Me dijo también que la Iglesia no debe tener poder ni poseer riquezas.
Pensaba dar forma institucional a la colegialidad de los obispos con el
Papa. Un día me dijo: han pasado poco más de cien años
de la caída del poder temporal de los Papas, si no, también
yo ahora, habría sido el Papa Rey con ejércitos armados y
quizá policía para defender los bienes, las tierras y palacios
del Papa. Qué bello hubiera sido que el Papa hubiera renunciado
espontáneamente al poder temporal. Debería haberlo hecho
antes. Agradezcamos al Señor que lo ha querido y lo ha hecho. Quiero
decirle que no me va mucho el viajar. Pero iré donde me quieran.
La Iglesia ha nacido misionera. Jesús nos lo ha mandado.
> El Papa Luciani ha muerto muy pronto y quizá también
por nuestra negligencia e insensibilidad y por el vacío que tenía
en torno a sí. Una tarde de domingo, paseando en los jardines vaticanos,
me dijo: Aquí todos miran al Papa como si estuviese en la copa de
un arbol, lejano, intocable, hombre de nadie. Yo no soy un rey, soy un
padre, un hermano, un amigo de todos. Y deseo ser tratado como un padre
y un hermano. Lo diga.
> Nosotros, sin embargo, no nos hemos dado cuenta de que el Papa era
nuevo, que había vivido tantas emociones en brevísimo tiempo.
No nos hemos dado cuenta de que nuestras continuas presiones de trabajo
lo estaban consumiendo. Cada uno de nosotros quería de él
todo y enseguida.
> Hemos sabido después que su muerte que ningún médico
lo había visitado, ni se había interesado por su salud durante
los cincuenta días de su permanencia en Roma.
> El Papa Luciani la tarde de la vigilia de su muerte había
dicho, hacia las 20,00, a los dos secretarios, que había tenido
un fuerte dolor en el pecho. Ningún médico del Vaticano u
otro de fuera había sido llamado o avisado de esto. Lo hemos dejado
solo, todos”(42).
* * *
Camilo se centra en la figura de Juan Pablo I. De su muerte, que también
afecta a la figura, dice - en supuesto diálogo del Papa con Jesús
- "que sucederá en el sueño, dulcemente ". El Papa querría
comprender mejor la verdad de esa hora. Le dice Jesús: “Si tú
vieras la verdad sin velos, morirías. Eres un hombre”(43).
En aquel viaje de vuelta hacia Venecia, cuando declinaba el día
y se enterraba semejante esperanza, emprendía Camilo un largo y
difícil camino que ahora hace historia, quizá porque una
vez más, camino de Emaús, ardía el corazón.