INFORME SECRETO

 

Lo he atestiguado otras veces, también en mi nuevo libro Juan Pablo I. Caso abierto. Ahora añado algunos detalles que vienen al caso. En mayo del 89, la llamada "persona de Roma" envía a Camilo Bassotto, periodista veneciano y amigo de Juan Pablo I, una carta con unos apuntes. En realidad, es un informe secreto. La identidad del remitente es un secreto aún mayor, tenazmente guardado.

El informe tiene relevancia judicial. Recoge decisiones importantes y arriesgadas, que Juan Pablo I había tomado. Se lo había comunicado al cardenal Villot, Secretario de Estado. Pero también se lo comunicó a la persona de Roma. Fue una medida sagaz. De este modo nos hemos enterado. Juan Pablo I había decidido destituir al presidente del IOR (Instituto para Obras de Religión, el banco vaticano), reformar íntegramente el IOR, hacer frente a la masonería (cubierta o descubierta) y a la mafia. Es decir, había decidido  terminar con los negocios vaticanos, echar a los mercaderes del templo.

El informe debe ser publicado, pero sin firma. El autor del mismo no puede hacerlo, pues, dice, "el puesto que ocupo no me lo permite, al menos por ahora". Camilo lo publicó en su libro Il mio cuore è ancora a Venezia (1990). Un análisis interno del documento me llevó a pensar que el perfil de la persona de Roma encajaba perfectamente con el cardenal Pironio y así se lo hice saber al mismo por carta en la Navidad del 90. El cardenal no contestó explícitamente a mi carta, pero me envió (desde el 91 al 94) felicitaciones de Navidad, que conservo como preciado tesoro.

Hasta ahí todo iba bien. Sin embargo, con fecha 25 de septiembre del 97 envié al cardenal una carta en la que le anunciaba "mi decisión de revelar (según los datos de que dispongo) la identidad de la persona de Roma". Le explicaba: "Su testimonio sobre lo que le dijo Juan Pablo I y, particularmente, sobre la comprometida situación que, a su pesar, como papa tuvo que afrontar (destitución de Marcinkus, degradación del IOR, posición firme y clarificadora delante de todos frente a la masonería cubierta o descubierta y frente a la mafia) hace historia y, sobre todo, hace justicia al papa Luciani. Sin duda, su declaración (fechada el 14 de mayo de 1989, fiesta de Pentecostés) fue un impulso del Espíritu. Sin embargo, su testimonio queda incompleto y pierde mucho ante nuestra generación al ser publicado sin firma, al amparo del anonimato".

Como otras veces, para que estuviera informado, le envié copia a Camilo. A vuelta de correo, me dejó un mensaje telefónico, en el que decía que necesitaba urgentemente hablar conmigo. Repasando mis notas de aquellos días, utilizaba estas palabras: "urgente bisogno", "cosa urgentissima", "grazie vivissime","grazie". Le llamé por teléfono el 9 de octubre. Muy nervioso, me dijo que  no era el cardenal el autor del informe. Me pidió que enviara una carta a Pironio asegurándole que él nunca me dijo que fuera el cardenal la persona de Roma, cosa que hice  sin inconveniente alguno, pues respondía a la verdad. Fue el 17 de octubre. Ese mismo día, Camilo me reconoció por teléfono que el día 9 estaba turbado, preocupado, asustado ("emozionato", "preoccupato", "spaventato"). Me pidió disculpa ("ti chiedo scusa"). Si se trataba de un error mío, ¿a qué venía semejante reacción?

Ciertamente, el asunto era muy importante y urgente. Camilo no sólo me lo dijo por teléfono. Con fecha 8 de octubre, me envió la siguiente carta:

"Querido Jesús, he recibido esta mañana tu carta. Te escribo rápidamente para decirte que no es el cardenal Pironio el autor del escrito de mi libro. No sé cómo tú hayas sacado esta conclusión, en el libro no hay ninguna señal, ni yo te he dicho nunca ni he declarado que el autor era el cardenal Pironio. Lo lamento muchísimo, pero no puede decirte que es él el autor, porque en verdad no es él. Querido Jesús, lamento hasta el fondo del alma que tú hayas pensado que fuera él el autor. No es él. La persona que me lo dio me impuso que su nombre no será revelado nunca hasta después de su muerte. Te repito, lamento muchísimo que tú hayas imaginado que fuera el cardenal Pironio. No sé decirte otra cosa, pero en verdad es así. Un abrazo, espero tus noticias, Camilo. Posdata. Querido Jesús, te suplico que no comuniques a nadie este pensamiento tuyo, porque en conciencia y en verdad debería desmentirlo. Te pido esta grande caridad, la persona que me ha dado el escrito no es el cardenal Pironio".

Camilo me adjuntó copia de la carta que el mismo día envió al cardenal Pironio. Decía lo siguiente:

“Eminencia reverendísima, me ha llegado esta mañana copia de la carta que le dirige a usted el sacerdote español D. Jesús López Sáez. Declaro en conciencia y verdad que no es usted el autor de las informaciones que son referidas al final de mi libro Il mio cuore é ancora a Venezia sobre el Papa Luciani. Nadie conoce el nombre de esa persona que yo he entregado a mi confesor bajo el sello de la confesión. Mi relación con dicho sacerdote es debida a la traducción y publicación de mi libro en España en 1992. No puedo imaginar de dónde haya sacado la idea de atribuirle a usted dichas informaciones. Lamento muchísimo este hecho, le presento mis vivísimas excusas. Con profunda deferencia, Camilo Bassotto”.

Como puede verse, Camilo niega incluso la amistad que tiene conmigo. Tres días después,  me escribe de nuevo:

“Querido Jesús, yo te soy amigo sincero, no ha cambiado mi estima y mi confianza. Yo te recuerdo con sincero afecto. He tenido que escribir esas dos líneas al cardenal Pironio para evitar que se dirigiese al patriarca de Venecia pidiéndole explicaciones. Tú sabes que yo estoy siempre marcado por haber escrito y hablado bien del Papa Luciani y del patriarca Luciani. Tengo personas en el mundo clerical que me son hostiles. Te he hablado de ello tantas veces. Querido Jesús, te recuerdo y te aseguro mi amistad. Un abrazo, Camilo”.

Finalmente, triunfa la amistad y, en medio de las negaciones, emerge este reconocimiento: "He tenido que escribir esas dos líneas al cardenal Pironio para evitar que se dirigiese al patriarca de Venecia pidiéndole explicaciones". Para mi es suficiente.

 Pironio murió el 5 de febrero del 98. El 24 de febrero envié a Camilo una reseñas sobre la muerte del cardenal. La persona de Roma le había impuesto que su nombre jamás sería revelado a nadie hasta después de su muerte. "Como comprenderás, le dije, no podemos dejar de preguntarnos si ahora podrías decir algo al respecto o si, por el contrario, subsisten dificultades".

Me respondió un mes después: "Querido Jesús, querría poder darte una respuesta a tus preguntas, pero por ahora no me es posible. Vivo en el interior de la iglesia veneciana con tantas dificultades de relaciones culturales y espirituales, sería muy largo hablarte ahora de ello y sería para mí verdaderamente doloroso hablarlo habiendo visto cómo han tratado y están tratando al patriarca Luciani. Por lo que sé ni siquiera habrá este año un recuerdo público y solemne en su diócesis donde ha sido obispo y patriarca durante nueve años. Darte explicación de todo esto no es posible por carta".

En octubre del 99 me escribe lo siguiente: "Mi salud no es buena. Sufro depresiones que me turban y me roban la paz interior. Dónde buscar y reencontrar mis energías, no es fácil. No logro concentrarme. Le pido al Señor que me eche una mano. Recuérdame, querido Jesús, dame tu bendición". En enero de 2000 me envía lo que para mí son casi sus últimas palabras: "Querría hablarte de tantas cosas, pero no me encuentro bien. Gracias por haberme escrito... Jesús, bendíceme". En su última etapa se fue hundiendo en el silencio. Según me dijo la cuñada, “había cortado la comunicación”, murió “como en un sueño” el 31 de julio de 2003. Amigo Camilo, tu nombre permanece como bendición. Ya lo sabes, cuento contigo como "ángel de Dios".

 

Jesús López Sáez

Madrid, 8 de mayo de 2009