Autógrafo del cardenal
Luciani, Patriarca de Venecia.
Estudio
grafopsicológico del profesor Alegret, del Departamento de Medicina Legal
de la Universidad Complutense, manifiesta la distorsión que, conscientemente
o no, se ha hecho de la figura del Papa Luciani.
Apéndice
En el presente libro nos hemos referido a algunos documentos, que presentamos
a continuación íntegramente:
Folios de Nicolini, que junto a un material formado por artículos
de periódicos y revistas fueron enviados a las Nunciaturas (también
a Conferencias episcopales). En carta fechada el 18 de septiembre de 1984,
John P. Foley, Presidente de la Comisión Pontificia para las Comunicaciones
Sociales, agradece a monseñor Giulio Nicolini, entonces en la Sagrada
Congregación para los Obispos, la colaboración ofrecida:
"nos ha sido verdaderamente preciosa en la preparación del material
a enviar a las Nunciaturas Apostólicas en relación con el
libro recientemente aparecido sobre la presunta muerte violenta del llorado
Pontífice Juan Pablo I: 'In God's Name'".
Posteriormente, Nicolini fue nombrado vicedirector de la Sala de Prensa
del Vaticano, cargo que ha ejercido durante varios años. Actualmente
es obispo de Alba, en la provincia italiana de Cuneo.
Informe forense, a partir de los relatos del hallazgo del cadáver
procedentes de testigos presenciales, por la Dra. Mariscal de Gante, del
Instituto Nacional de Toxicología, de Madrid. El informe es semejante
al del Dr. Cabrera, incluido íntegramente en el texto (cap. 3).
Análisis grafopsicológico del Papa Juan Pablo I, por
el profesor Joaquín Alegret, del Departamento de Medicina Legal
de la Universidad Complutense de Madrid.
Coloquio con Diego Lorenzi, ex secretario del Papa Juan Pablo I, entrevista
realizada por Luciana Saibene (en "Eva Express", octubre 1980, 74 y 77).
Documento 1. Folios de Nicolini
El supuesto cambio en la cúpula eclesial
Para demostrar que Juan Pablo I no pensaba "revolucionar" la jerarquía
vaticana, están los siguientes hechos muy precisos e incontrovertibles:
1. El 27 de agosto nombró al cardenal Jean Villot su Secretario
de Estado.
2. El 28 de agosto confirmó en su cargo a todos los cardenales
jefes de Dicasterios de la Curia Romana "para el quinquenio en curso".
Esta fórmula deja claramente entender que, entonces, el Pontífice
no pretendía hacer cambios, que sin embargo habrían podido
perfectamente ocurrir al término natural de cada cargo.
3. Después de esta disposición general, regularmente
publicada en L'Osservatore Romano, a cada cardenal jefe de dicasterio y
a los prelados superiores de la Curia Romana, fue enviada la tarjeta oficial
de confirmación.
4. Entre los jefes confirmados en su cargo están también
aquellos que después ser n gratuitamente acusados de pertenecer
a la P2.
5. La intención atribuida al Papa Luciani era en realidad contraria
a su forma de ser. Como había demostrado en Vittorio Véneto
y en Venecia, él usaba como dote pastoral primaria la prudencia.
Antes de adoptar decisiones, reflexionaba, meditaba, sopesaba largamente.
En un segundo tiempo, madurada su decisión, ponía moderadamente
la firmeza, otra dote suya peculiar, que sin embargo armonizaba con la
prudencia. Y siempre en el más absoluto respeto por las personas.
Hipótesis del alejamiento del cardenal Baggio
Es falso que quisiera enviar al cardenal Baggio como sucesor suyo a
Venecia.
Le había confirmado en la Congregación para los Obispos
y en la presidencia de la Conferencia del episcopado latinoamericano programada
en Puebla.
El mismo cardenal Baggio ha desmentido secamente esa hipótesis,
diciendo: "No sólo no me lo ha pedido. Pero, si me lo hubiera pedido,
habría ido volando".
¿La Hermana o el Secretario privado?
No tiene ninguna importancia, en relación con la fantasiosa
tesis del envenenamiento, que fuera la hermana o, como dice el comunicado
vaticano, el secretario privado del Pontífice quien encontrara al
Papa muerto.
En los documentos oficiales no se nombran, por costumbre, personas
que revisten un papel no oficial. Por otra parte, es verdad que el secretario
ha acudido rápidamente a la cabecera del Difunto. Y la no sustancial
discrepancia no puede atribuirse a la voluntad del Vaticano de decir una
mentira para esconder algo. Hay que imaginar el revuelo levantado por el
imprevisto acontecimiento.
La conjura
La elección de Albino Luciani a la cátedra de Pedro fue
recibida en el Vaticano con mucha simpatía. Y esta simpatía
se fue manifestando ininterrumpidamente durante su breve mes de pontificado.
De modo que su r pida e impensada desaparición fue causa de mucho
dolor y añoranza.
Imaginar un ambiente propicio a conjuras, es imposible para quien vive
en la realidad cotidiana del Vaticano.
Las relaciones entre el cardenal Villot - hombre de gran bondad y delicadeza
- y el Papa Luciani, eran óptimas. Las fotos en las que aparecen
paseando en los jardines vaticanos, han dado la vuelta al mundo...
El "caso Marcinkus" en aquella ‚poca ni siquiera se planteaba. Si alguna
duda podía subsistir, habría salido en las reuniones cotidianas
de los Cardenales previas al Cónclave, en las cuales ellos han tratado
de la muerte del Papa. Ninguna duda subsistía, tanto que fue excluída
la eventualidad de una autopsia, considerada superflua. No había
motivo alguno para apartarse del relato del Dr. Buzzonetti.
Por otra parte, la salud del Papa Luciani era más bien enfermiza.
Cierto tiempo antes había tenido una hinchazón en los pies.
Sus familiares más cercanos no sólo no han tenido dudas sobre
la naturalidad del suceso, sino que han citado tres casos análogos
acaecidos precedentemente en su parentela.
"Folios" e Imitación de Cristo
Las hojas que le fueron encontradas en la mano después de la
muerte no podían por tanto ser la lista de los jefes a eliminar.
Se trataba probablemente de apuntes de predicaciones o meditaciones
precedentes. Confrontando su magisterio de Obispo en Vittorio Véneto
y en Venecia con los discursos de las Audiencias generales del miércoles
y de los "Angelus" dominicales, se nota fácilmente una correspondencia
tanto en los conceptos como en las imágenes, con que él gustaba
entretejer sus discursos.
La hipótesis de que el Papa tuviera en la mano la Imitación
de Cristo no es una mentira del Vaticano. Ningún documento oficial
ha hecho referencia a ello. Fue una voz nacida en el ambiente periodístico,
sin la más mínima malicia, y recogida también en Radio
Vaticana (que no tiene carácter oficial), la cual se apresuró
después a desmentirla.
Mons. Giulio Nicolini
Documento 2. Informe Forense
"Del examen externo del cadáver puede deducirse que no se trata
de una muerte violenta, sino aparentemente todo lo contrario, de una muerte
placentera en la que no ha habido lucha ni dolor.
El fallecimiento por infarto va precedido de una sintomatología
que sería resumidamente: opresión o dolor subesternal intenso
y dificultad respiratoria; otras veces también se observa: debilidad,
sudoración, náuseas y vómitos; así pues, la
forma en que se halla el cadáver de Juan Pablo I no responde al
cuadro propio o general del infarto de miocardio.
Opino que salvo que se tenga mucho conocimiento de los antecedentes
clínicos o patológicos de un sujeto con historia clara de
enfermedad conocida, no se puede sólo por el examen externo del
cadáver determinar la causa de la muerte, siempre que se trate de
una muerte no violenta, ya que, cuando es una muerte violenta, las lesiones
orientan más.
En este caso, pues, y descartando desde un principio la ausencia de
violencia, la única manera de determinar acertadamente y correctamente
la causa de la muerte habría sido la realización de
la autopsia".
Dra. Mariscal de Gante
Documento 3. Análisis grafopsicológico
Papa Juan Pablo I
Advertencia. Para el desarrollo de este análisis se parte de tres textos
manuscritos:
a) carta publicada en la Revista fechada en Venecia el 5 de julio de 1976, constando
de once líneas y firma, como Patriarca de Venecia.
b) carta original, dirigida a la "gentile Signorina Eddy", fechada en Alberoni
2 de agosto de 1978, consta de trece líneas en carta-postal particular
de 16,7 x 10,7 cm.
c) inscripción en una estampa, 11 x 7,5 cm., con fecha del 3 de septiembre
1978, firmada ya como Papa Juan Pablo I.
INTELIGENCIA. Los automatismos mentales actuaban con gran fluidez y velocidad,
pudiendo pasar fácilmente de un contenido a otro, lo que le permitía
también fluidez de palabra; en él era muy relevante el gran Espíritu
de observación y la captación del detalle y que, juntamente, con
una notable profundidad de ideas, conseguía penetrar en el conocimiento
de las cosas, personas y situaciones; extraordinaria concentración de
la atención y facilidad en su aplicación, incluso extendiéndose
a distintos campos u objetos a considerar simultáneamente; en la elaboración
de sus conceptos tendía a la innovación, hacia la conquista de
ideas nuevas, con el impulso de quien siente la necesidad de abrirse paso hacia
el progreso y la transformación; este impulso venía movido por
un sentido y sentimiento de seguridad, como base, y estimulado por la confianza
y el optimismo; otro componente de su inteligencia era la fantasía e
imaginación, pero controladas, aunque tenía ramalazos de exaltación
mental, es decir, que algunos temas de su vida los convertía en fuertes
vivencias, empapadas de sentimiento y de idealismo (correspondería a
la sublimación de un sentido cristiano, a una vivencia mística);
poseía gran capacidad de investigación, el deseo de escudriñar
para saber y enterarse y ampliar sus conocimientos; se distinguía por
el discernimiento, que es la cualidad que se deriva de saber distinguir; la
claridad de ideas y la lógica formaban igualmente parte de sus automatismos
mentales; dígase también del hábito de razonar y calcular
debidamente las consecuencias y derivaciones y circunstancias de sus acciones
hacia el futuro, lo que le hacía prudente y no impulsivo; por cuanto
se está exponiendo, todo proyección gráfica en la escritura,
era persona revestida de una gran capacidad para emitir juicios rectos, precisos,
claros y profundamente cargados de humanidad.
SENTIMIENTO Y EMOTIVIDAD. Los sentimientos del analizado eran profundos, extraordinariamente
delicados, llenos de ternura, de heteroconsideración y dominados, en
general, por una también extraordinaria comprensión, mediante
la cual buscaba de continuo la armonía, la paz en la convivencia y entender
a los demás dentro de sus respectivas maneras de ser y actuar; merece
resaltarse su generosidad, sobre todo porque es una característica poco
practicada y poco común; su generosidad le permitía desprenderse
de sí mismo, evitando el poder caer en el egoísmo y facilitándole
una mayor intensidad de consideración hacia los demás y, finalmente,
haber conseguido la tendencia a saber liberarse de aquello negativo que se va
pegando o infiltrando en el fondo subconsciente del yo.
Fue persona notablemente emotiva, con vibraciones a una gama inmensa de sentimientos
y de reacciones, pero con la inteligencia de saber actuar y dar siempre una
respuesta adecuada según la circunstancias, momento u oportunidad, de
tal manera que, en función de esta actitud psíquica, podía
quedar a salvo de posibles insidias, engaños o traiciones. Era de conciencia
y comportamiento muy honrado y recto, pero no ingenuo o bobachón, ya
que por su Espíritu de observación, captación de los detalles,
capacidad de reaccionar en los sentimientos según necesidad, seguridad
en sí mismo y, de ninguna manera, excesiva condescendencia, le hacían
un hombre firme en sus principios, no doblegable ni súcube a la insidia
o a los halagos del adulador, en otras palabras, disponía de los suficientes
medios de autodefensa para su honorabilidad y rectitud.
Otro
signo escritural que aparece con claridad evidencial y que corresponde a lo
esencial de la vida del analizado es la modestia. Lo contrario a la modestia
es el orgullo, la hinchazón mental, el yo hipertrófico, la egolatría,
pero también lo sería el niquilismo, la neurótica autodestrucción
o absurda desvaloración del yo. El Papa Luciani fue modesto, con todos
los atributos que conlleva esta tendencia. Pero conviene aclarar que este tipo
de modestia ni es falsa humildad, ni debilidad humana o social y, ahora añadimos
también, que tampoco es muy común. Las excelentes cualidades intelectivas
que hemos descrito anteriormente hay que considerarlas en un hombre "modesto"
y lejos de las influencias superficiales y de las apariencias vanidosas de una
sociedad vacía de valores. El hombre Luciani había arraigado la
personalidad y su desarrollo en la esencialidad de la vida, y ‚sta dentro de
la justa y adecuada dimensión de la modestia.
Que a veces la modestia pudo haberle llevado a alguna ligera manifestación
de timidez, no es imposible, pero la escritura es el intransigente testigo que,
como radiografía psíquica, nos habla con autoridad y firmeza,
y nos asevera que únicamente en algunos momentos esporádicos,
para él muy difíciles, extraños o inesperados, pudo haber
sentido como un bloqueamiento o ligera inhibición, pero que, pasados
esos momentos, su psique continuaba con entereza, fuerza, energía, superación
y vanguardismo, etc. Aún más, el grafismo nos revela que el analizado
era también agresivo por reacciones, a veces, fuertes del sentimiento
y del sistema nervioso.
Propendía, por tanto, a hipertensión nerviosa, era un radical
de su actividad, tanto mental y discursiva como práctica y ejecutiva.
El estudio de la escritura no nos ofrece ningún signo que manifieste
insinceridad, falsedad, tortuosidad, ambigüedad, encubrimiento, simulación
o engaño.
VOLUNTAD. El grafismo papal es proyectivo de una persona no sólo activa
sino din mica, y que encuentra placer en el mismo trabajo; dinamismo emprendedor,
de vanguardia...pero con ese componente de la "modestia". Es posible, y subrayamos
la palabra, que pudiese sentirse de vez en cuando cansado en sus trabajos o
actividades, debido a su capacidad de concentración de la mente por su
extraordinario Espíritu de observación y captación del
detalle, ya que todo esto conlleva un mayor desgaste del sistema nervioso. No
era persona imperiosa, ni actuaba por la exigencia de la autoridad y del mando;
su manera de gobernar y de mandar era por el camino de la comprensión,
buscando siempre la armonía y la unión en la convivencia. Era
constante, perseverante y llevaba a término sus trabajos; a este respecto
se movía, incluso, con un grado de ansiedad hasta que no veía
cumplidos sus compromisos u obligaciones, en otras palabras, en esos casos se
sentía inquieto y ansioso hasta que no se descargaba de los empeños
contraídos, y por ahí podría aparentar algo agitado y hasta
precipitado, o, como hombre de gobierno, haciendo correr a los que le ayudaban
o a sus colaboradores.
Prof. Joaquín Alegret
Documento 4. Coloquio con Diego Lorenzi
EX SECRETARIO DEL PAPA JUAN PABLO I
"El sabio sabe adaptarse a las circunstancias como el agua a la forma del
vaso que la contiene" y también, "Los títulos no son sino
la decoración de los necios". Don Diego Lorenzi, ex secretario del
Papa Luciani, ahora rector de un seminario de la Obra de Don Orione en
un pequeño pueblo de la provincia de Venecia, cita estas dos m ximas,
leídas casualmente sobre un calendario: la primera se atribuye a
un anónimo chino; la segunda, a Federico II de Prusia.
"Muchos querrían hacerme decir que después de la muerte
del Papa Luciani he sido puesto aparte, olvidado", explica Don Diego. "Hay
quien ha dicho incluso que a estas horas debería ser al menos cardenal.
Nada más falso, más extraño a mis verdaderos sentimientos.
Si hay una lección que yo he aprendido viviendo, los treinta y tres
días de su pontificado, junto a Albino Luciani, es la humildad,
la aceptación gozosa y la dependencia continua del designio de Dios
sobre cada hombre. ¿Cómo podría no sentirme sereno,
satisfecho, teniendo por tarea el ayudar a muchachos de once a catorce
años a descubrir o a verificar su propensión al sacerdocio?
La gran fe del Papa Luciani me ha enseñado a confiar en la Providencia,
en Dios Padre que conduce de la mano a cada una de sus criaturas. Nosotros
no debemos sino abrirnos a su llamada, tender el oído a su palabra,
a su presencia en el mundo, en nuestra vida. Creo de verdad que si un hombre
se pone bajo la luz de Dios avanza r pido, además de tranquilo.
En cambio, si pretende ser el único artífice del propio destino
ser siempre un hombre torturado, nunca verdaderamente sereno".
Don Diego Lorenzi, hoy treinta nueve años, ha conocido a Albino
Luciani cuando aún era Patriarca de Venecia, en febrero de 1976.
"Aquel día vino de visita a la parroquia de Marghera donde yo
estaba destinado hacía poco tiempo", cuenta don Diego. "Sabía
que en el próximo agosto debía ir a Filadelfia al Congreso
Eucarístico: confieso que moría de las ganas de ir yo también
y, armado de valor, mientras le acompañaba hasta Venecia en coche
le dije textualmente: 'Eminencia, s‚ que en agosto ir a Filadelfia,
yo s‚ un poco de inglés, podría ir con usted, aunque nada
más sea para llevarle las maletas'. El respondió que la cosa
no era imposible y ahí quedó todo. En junio siguiente, después
de haber consultado a mi párroco, me propuso ser su secretario a
tiempo pleno. Yo no daba crédito a mis oídos y él,
avisado por mi entusiasmo, me advirtió: 'Tendrá una
vida muy monótona, sus tareas ser n pocas y siempre las mismas',
dijo. Me trasladé a Venecia. Cuando fue elegido al solio pontificio
exulté: desde nuestro primer encuentro había formulado dentro
de mí el augurio de que fuera elegido Papa para que el mundo
entero pudiera conocer un hombre verdaderamente bueno. La bondad era el
tema sobre el que insistía en las homilías y también
en las relaciones personales. Cuando confirmaba o encontraba chicos que
seguían el catecismo preguntaba siempre '¿Eres bueno?', nunca
'¿Eres inteligente, estudias, amas la cultura?'. Diría que
su personalidad estaba perfectamente resumida en la palabra que había
elegido para su escudo episcopal: 'humilitas'".
"Por qué, don Diego, todos recuerdan al Papa Luciani como el
Papa de la sonrisa?".
"Esta definición, en cierto sentido reductiva, al menos tal
y como ha sido usada por algunos, contiene una gran verdad. Luciani sonreía
porque era un hombre de gran fe: sonreía a la vida, a la gente.
Su dimensión espiritual era ciertamente, además de la humildad,
la esperanza. Por esto es absurdo afirmar que ha muerto aplastado por el
peso del cargo que se le había confiado. La Iglesia es del Espíritu
y él se sentía un humilde vicario de Cristo, no un protagonista,
un artífice del destino espiritual del mundo. Su vida estaba al
servicio de Dios".
"¿Qué recuerdo conserva usted de él? ¿En
qué medida ha incidido profundamente en su vida la figura del Papa
Luciani?"
"Ya lo he dicho: la convivencia con él ha sido para mí
edificante, me ha hecho crecer espiritualmente: ha sido para mí
un ejemplo de total abandono en los brazos de Dios, de bondad y de humildad.
Un ejemplo del que yo tenía necesidad como la tenía el mundo,
martirizado por la lucha entre hermanos".
"¿El Papa Wojtyla representa una continuidad del pontificado
del Papa Luciani?".
"Sobre el plano espiritual ciertamente sí, ningún papa
puede contradecir a otro papa, pero humanamente Wojtyla es completamente
distinto de Luciani. Quizá el hecho de que proviene de un
país oprimido, en el que la libertad del hombre es pisoteada a cada
instante, determina la diferencia. Si el Papa Luciani tenía como
gran tema la bondad, el Papa Wojtyla no podía tener otro que el
de la dignidad y libertad del hombre. Y esta insistencia suya sobre el
hombre no es v lida sólo para sus compatriotas, que viven ciertamente
una situación más difícil que la nuestra, sino para
el mundo entero".
"¿El Papa Luciani le ha aconsejado alguna vez alguna lectura
particular? ¿Tenía un autor preferido?"
"Leía mucho, especialmente los clásicos. Se los he visto
muchas veces entre las manos y s‚ que releía con gusto I promessi
spossi, de Alejandro Manzoni".
Juan Pablo I, a pesar de su brevísimo pontificado, ha quedado
en el corazón de la gente. Don Diego Lorenzi conserva en una hojita,
que guarda celosamente, el testimonio del afecto del pueblo por su pastor:
tras la muerte del pontífice muchos le han escrito cartas conmovedoras,
pero un folio, encontrado casualmente por don Diego en el suelo de la plaza
de San Pedro, tras los funerales del Papa Luciani, queda como el documento
más impresionante de en qué medida el mensaje de bondad de
Juan Pablo I había conquistado el corazón de todos. Puede
verse en el recuadro adjunto.
Luciana Saibene
POESIA
LA MORTE DE "PAPA GIOVANNI PAOLO PRIMO"
La farce de la morte, a l'improviso,
ha tajato dar campo de la vita,
la pi bella e più bianca margherita,
p'ariportalla sù, ner Paradiso.
'Sto fiore (tutti quanti lo capimo)
sbocciato in de 'sta Sodoma e Gomorra,
se chiamava "GIOVANNI PAOLO PRIMO",
er fiore più giogioso de la forra.
L'ha voluto Gesù, fra li divini,
pe' sarvallo così da la vergogna,
de inzaccherasse in mezzo a 'st'assassini,
fra 'sta città ch'è ormai tutta 'na fogna.
'Sta Capitale, piena de campane,
plaggiata tutta da 'na farsa fede,
co'l'òmo che te uccide come un cane,
se pe' disgrazia j'ai pistato un piede.
Forse, lassù, ner cêlo, assieme a Moro,
fra Papa Giovanni e Paolo Sesto,
Papa Luciani troverà, co' loro,
un eden più pulito e assai più onesto.
E, in mezzo ar Paradiso, fra le stelle,
racconterà a li martiri e a l'eroi
le favole più dorci, le più belle,
le stesse che diceva pure a noi!
E noi, Cristiani, sott'ar Cuppolone,
ricorderemo er vorto Suo cortese,
come 'na grossa bolla de sapone
ch'è durata, purtroppo, solo un mese.
Mario Larini
Roma, venerdì, li 29 settembre 1978
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LA MUERTE DEL "PAPA JUAN PABLO PRIMERO"
La daga de la muerte, de improviso,
ha cortado del campo de la vida,
la más bella y más blanca margarita,
para llevarla arriba, al Paraíso.
Esta flor (todo el mundo lo entendemos)
brotada aquí en Sodoma y en Gomorra,
se llamaba "JUAN PABLO, el PRIMERO",
la flor más alegre de la flora.
Le ha querido Jesús con los divinos,
para salvarlo así de la vergüenza
de enfangarse con estos asesinos,
en ciudad donde ahora todo apesta.
Esta Capital, llena de campanas,
infecta toda de una falsa fe,
con hombres que como a un perro te matan,
si por ventura les pisaste un pie.
Quizá allá en el cielo, junto a Moro,
entre el Papa Giovanni y Pablo Sexto,
Papa Luciani encontrar, a su modo,
un edén mucho más limpio y honesto.
Y allá en el Paraíso y entre estrellas, contar
a los mártires y h‚roes
las f bulas más dulces, las más bellas,
las mismas que a nosotros nos dijere!
Y los Cristianos, bajo el Cupulón,
recordaremos Su rostro cortés,
como una gran burbuja de jabón
que duró, por desgracia, sólo un mes.
Mario Larini
Roma, viernes, 29 de septiembre 1978
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