11. Medidas de seguridad
Tras el entierro de Juan Pablo I, toda la atención se centra en el nuevo cónclave, que se celebra los días l5 y l6 de octubre. Al octavo escrutinio, último de la segunda jornada, es elegido Juan Pablo II. En los comienzos de su pontificado, Wojtyla no confirmó los principales cargos curiales. Se creó por ello un malestar que el cardenal Wyszynski, primado de Polonia, le comentó al Papa el 23 de octubre. Al día siguiente, Villot se encontraba de pésimo humor.
Después se supo que el Papa le había enviado una carta según la cual le confirmaba en el cargo, pero provisionalmente: "mientras no se disponga lo contrario" (192). El 25 por la noche, el Papa comenzó a examinar el complejo organigrama de la curia: "no tomar‚ ninguna decisión por ahora", le dijo a monseñor Caprio. "Por el momento, todo puede continuar como hasta ahora" (193).
Sin embargo, una de las decisiones que tomó personalmente Juan Pablo II, pocos días después de comenzar su pontificado, fue la de  crear un cuerpo de seguridad, el Servicio Secreto de Su Santidad (SSSS):
"Los temores de Juan Pablo II se agudizaron poco después de su instalación en el Vaticano: de los 2000 guardias suizos reclutados por Pío XII, en la actualidad sólo quedan 67... Por razones de economía y humildad, Pablo VI había efectuado también una drástica reducción en el presupuesto de la Gendarmería pontificia" (194).
Este hecho se entiende mejor desde la perspectiva de muerte provocada en el caso de Pío XI, según el diario del cardenal Tisserant, o de Juan Pablo I. Sin duda, desde esta clave se explican mejor las excepcionales medidas de seguridad tomadas respectivamente por Pío XII y por Juan Pablo II (no así por Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I). En el funeral del Papa Luciani, las precauciones de seguridad fueron enormes: más de siete mil policías  vigilaban la Ciudad del Vaticano y sus alrededores. Tal despliegue policial no se dió en el funeral de Pablo VI ni en la inauguración del pontificado de Juan Pablo I. Dice Lorenzi que en los aposentos pontificios no había guardia de seguridad, cuando él estuvo Allí como secretario del Papa Luciani:
"El Papa vive en un apartamento de 100-150 metros cuadrados, él, dos secretarios, las monjas. En el apartamento privado no entra nadie, no hay guardia ni pontificia ni suiza" (195).
Cuando surge la historia de los hermanos Gusso, que - según Magee - introducían fotógrafos y gente en los apartamentos privados del Papa, dijo Luciani:
 "Ahora estoy en sus manos, ¿Qué puedo hacer?" (196). Los hermanos Gusso fueron destituidos. Por lo demás, Magee no dice quién o quienes fueron los nuevos camareros. Juan Pablo II encomendó la creación del cuerpo de seguridad al general Dalla Chiesa, jefe de la lucha antiterrorista en Italia. La primera misión de Dalla Chiesa fue seleccionar cinco policías de élite, armados con pistolas extrachatas, encargados de asegurar la custodia personal del Papa. La designación de estos hombres se concretó después de un acuerdo secreto entre la Santa Sede, el Gobierno italiano y el general Dalla Chiesa. El general integró también otro equipo de veinte, encargado de mezclarse con la multitud en las apariciones públicas del Sumo Pontífice: "todos est n armados y perfectamente entrenados. Además hablan varias lenguas para poder sorprender las conversaciones en medio de las multitudes de fieles cosmopolitas" (197).
La creación del cuerpo de seguridad se la relacionaba entonces con un espectacular descubrimiento realizado por Dalla Chiesa, mientras trataba de localizar a los asesinos de Aldo Moro: en un refugio de las Brigadas Rojas halló un plan para secuestrar al Papa. "Las Brigadas Rojas sabían perfectamente que el Sumo Pontífice estaba muy mal protegido" (198). Además, según Dalla Chiesa, los servicios secretos del Este se esforzarían por infiltrarse en el Vaticano para estar informados sobre las intenciones de Juan Pablo II" desde el momento mismo de su elección: un papa polaco en el trono pontificio.
Además, "otra de las misiones del servicio secreto ser  establecer un mecanismo de vigilancia permanente sobre todas las actividades del Papa, inclusive durante la noche. El Vaticano quiere impedir que se repita la terrible experiencia de la muerte de Juan Pablo I, que expiró en su habitación fulminado por una crisis cardíaca sin haber podido alertar a los guardias suizos que dormitaban en los corredores del palacio pontificio" (199).
Sin embargo, las excepcionales medidas de seguridad tomadas a la muerte de Juan Pablo I manifiestan, más bien, que la mayor preocupación del Vaticano no era de orden sanitario sino policial. Por lo demás, el 20 de enero de l979, Juan Pablo II designó al doctor Buzzonetti como director de los servicios sanitarios vaticanos. Se comentaba entonces que por sugerencia de Villot y sin pensarlo demasiado. El nuevo director de Sanidad del Vaticano, a diferencia de su antecesor, no desempeñaría la función de médico del pontífice: "Wojtyla es hace años cliente de Mieczyslaw Wyslocki, un médico polaco que reside en Roma, y que se presentar  oficialmente al lado del Papa en ocasión del viaje de éste a Méjico" (200). Justamente en esa ocasión, a finales de enero de 1979, se estrenaron los miembros del Servicio Secreto de Su Santidad (201).