En el principio era la palabra
 

LA MASACRE DE LA GUARDIA SUIZA

Revisión del caso

El papa Ratzinger se lleva a la tumba los enigmas del papa Wojtyla. Uno de ellos, la masacre de la Guardia Suiza. El 4 de mayo de 1998, poco después de las nueve de la noche, en el apartamento del nuevo comandante de la Guardia Suiza nombrado esa misma mañana, aparecen tres muertos encharcados en sangre: el comandante Alois Estermann, su mujer Gladys Meza y el vicecabo Cédric Tornay.

Veinticuatro años después de la masacre, la abogada italiana Laura Sgrò revisa el caso en su libro Sangue in Vaticano (2022). Siendo abogada de la familia Orlandi, en 2018 el abogado francés Luc Brossolet, defensor del guardia suizo muerto, contactó con ella “por el asunto de Emanuela Orlandi”, pues “había en cierto modo un recorrido común tras los grandes eventos funestos vaticanos”. Desde entonces, Laura asumió también la causa del guardia suizo, el vicecabo Cédric Tornay.

La abogada ha topado con muchos obstáculos. Tras esperar inútilmente durante un año la respuesta del Promotor de Justicia del Vaticano, pidió al Secretario de Estado, Pietro Parolin, acceder al fascículo correspondiente al vicecabo. El Secretario de Estado “mostró empatía por el dolor de la madre”, le dijo que “había solicitado al Presidente del Tribunal Vaticano que pudiera tener en breve una respuesta”. Sin embargo, el Presidente del Tribunal, Giuseppe Pignatone, “no podía hacer nada, al no tener competencia en ese asunto”. Entonces la abogada pidió al Juez Instructor, Paolo Papanti Pelletier, “diera un plazo perentorio al Promotor de Justicia para la presentación de su parecer”.

Con fecha 25 de mayo de 2021 el Juez Instructor autorizó ver el fascículo “en los términos indicados por el Promotor de Justicia”. Unos días antes, el 20 de mayo, el Promotor de Justicia Gian Piero Milano permitía “la mera consulta de las actas de instrucción”, “ante la presencia de personal de la Policía Judicial, con prohibición de copia por cualquier medio”.

Según el Promotor de Justicia, la instancia no aparecía suficientemente motivada al menos en el plano jurídico, bajo el perfil del “legítimo interés” en tener copia. Por esta razón: “En tal cuadro de hechos (homicidio-suicidio por parte de Cédric), que determinó entonces (1998) la clausura de la investigación por falta de pruebas, debería aplicarse el párrafo del artículo 108 a.p.p, que prohíbe la publicación de actas relativas a una instrucción cerrada por insuficiencia de pruebas”. La abogada quedó atónita. La conclusión a la que se veía obligada a llegar era esta: “¡El asesino fue Cèdric por insuficiencia de pruebas!” (Sgrò, 11, 59-62, 194).

La versión oficial

El macabro hallazgo de la masacre lo hace una religiosa cuya identidad no se da a conocer: “una inquilina del apartamento”. Después de los hechos, la religiosa es trasladada a Suiza. Joaquín Navarro Valls (portavoz vaticano), Giovanni Battista Re (sustituto de la Secretaría de Estado) y Pedro López Quintana (asesor para asuntos generales) llegan al lugar del suceso. Llegan también tres dirigentes del Cuerpo de Vigilancia: Camilo Cibin, Raúl Bonarelli, y otro agente: “La confusión en el apartamento es enorme. Alguno ya ha hecho desaparecer 4 vasos apoyados sobre una mesita”, “el apartamento del delito es reordenado y sellado por el Cuerpo de Vigilancia”.

Poco después de la medianoche, el portavoz vaticano da la versión oficial: “Hacia las 9 de la noche el vicecabo fue al apartamento del comandante, tocó el timbre, fue recibido en una salita situada junto a la entrada, y rápidamente después empezó a disparar. Tras haber disparado a Estermann y a la mujer, Tornay dirigió el arma contra sí mismo y se disparó en la boca. La pistola fue encontrada bajo su cuerpo”, “ha sido un raptus de locura madurado en una mente donde incubaban pensamientos lacerantes por no ser suficientemente considerado en la Guardia Suiza”, “está todo muy claro, no hay lugar para otras hipótesis”. El portavoz alude a una medalla que Estermann le habría negado al vicecabo. La medalla, llamada benemerenti, se suele entregar a los tres años de servicio. El portavoz añade que hacia las 19:30, es decir, hora y media antes del delito, el vicecabo habría confiado a un compañero una carta de despedida diciéndole: “Si me sucede algo entrégala a mis padres”. De la carta hablaremos después. Según el portavoz, “los cuerpos han sido encontrados, poco después de las 21, por una inquilina del apartamento vecino reclamada por fuertes rumores”.

Algunos pensaron que pudo haber motivos pasionales: una relación entre el joven y la señora, una relación entre el vicecabo y su comandante, un triángulo amoroso. El portavoz rechaza cualquier trama sentimental: “Bastaba simplemente conocer al comandante Estermann y a su mujer Gladys y también al joven recluta para ver que no hay absolutamente ningún elemento que permita suponer una relación de ese tipo”.

Corrado Augias, en el diario italiano La Repubblica, afirma que la versión del portavoz es “demasiado perfecta”: “Demasiado esmeradas sus respuestas, demasiado rápidas, demasiado completas, demasiado unívoco el cuadro que dejan emerger. Cédric mata a los esposos Estermann y luego, víctima de su propio impulso, vuelve el arma contra sí mismo. Al caer esconde con el cuerpo la pistola; basta girar el cadáver para tener la prueba inatacable de que los hechos se han desarrollado exactamente de ese modo”. Sin embargo, “en tantos suicidios el arma es encontrada incluso a varios metros de distancia del cadáver” (La Repubblica, 6-5-1998).

Martes, 5 de mayo. El capellán del Cuerpo, Alois Jehle, asume provisionalmente la función de comandante. A las 7 horas reúne a la Guardia Suiza en el patio de Honor, repite la versión oficial de los hechos, lee la carta de Cédric y les ordena prestar un particular juramento: “Nada podrá ser dicho que pueda poner en dificultad al Cuerpo, ni siquiera a la autoridad judicial vaticana”.

Miércoles, 6 de mayo. El anterior comandante de la Guardia Suiza, coronel Roland Buchs, es llamado urgentemente por el Vaticano y asume interinamente el mando del Cuerpo.

Viernes, 8 de mayo. El coronel Buchs firma un comunicado en el que expresa implícitas reservas sobre la versión oficial: “El hecho que ha provocado este gran horror sigue siendo misterioso. Sólo Dios conoce la respuesta a nuestras preguntas”. El portavoz vaticano rechaza difundir el comunicado, lo que es interpretado como una orden precisa de la Secretaría de Estado.

Contexto. Se libra una lucha de poder por el control de la Guardia Suiza. Estermann es el candidato del Opus para dirigirla. El nuevo comandante pretende “liquidar el enorme poder acumulado en pocos años por el Cuerpo de Vigilancia y acabar con el control que éste ejerce sobre la Guardia Suiza, quitando así a la antigua Gendarmería toda competencia en materia de seguridad”. Es “una guerra que en el campo verá enfrentarse a dos acérrimos antagonistas: Estermann por el ejército pontificio, y el nuevo hombre fuerte de la Vigilancia, Raúl Bonarelli”. El 2 de junio de 1998 es nombrado nuevo comandante de la Guardia Suiza, el coronel Pius Segmüller.

En el Vaticano la lucha de poder no es nueva. Por ejemplo, según declara Anna Calvi el 22 de octubre de 1982, el verdadero problema que tenía su padre no era judicial, sino del IOR: “Los curas serán nuestro fin”, dijo. Para resolver el problema tenía como proyecto la intervención del Opus Dei, que debería aportar una cifra enorme para cubrir la deuda del IOR con el Banco Ambrosiano: “Mi padre dijo que lo había hablado directamente con el Papa, que le había asegurado su apoyo”, pero “añadió que en el Vaticano había bandos opuestos que se oponían vivamente a la realización del proyecto”, “precisamente por estas diferencias y estas luchas intestinas, mi padre estaba muy preocupado. Me dijo que el cardenal Agostino Casaroli era contrario a la realización del proyecto y dijo también que, si el proyecto no iba adelante, quebraría el IOR y arrastraría en su quiebra también al Banco Ambrosiano”, “me dijo que últimamente había hablado con el honorable Giulio Andreotti, el cual había usado un tono extraño y le había dicho no saber nada de los últimos desarrollos de la situación con el aire de quien, sin embargo, lo sabía todo”, “me dijo que tenía un gran miedo del honorable Andreotti, porque lo sabía ligado al bando que, dentro del Vaticano, luchaba contra la realización del proyecto que giraba en torno al Opus Dei”, “por la tarde vi que mi padre sacó de su armario su pistola”, “le pregunté por qué la había sacado”, “y él respondió textualmente: Si vienen, disparo”.

A finales de 1996 y comienzos de 1997 en el cuartel de la Guardia Suiza sucedió un hecho grave y misterioso. Las dos cajas fuertes de las oficinas del comando del Cuerpo, la del sargento Werner Sieber y la del teniente coronel Estermann, fueron violadas por manos anónimas: “Las puertas de acceso a los dos locales no fueron forzadas ni fueron forzadas las dos cajas fuertes, cuyas respectivas llaves estaban en posesión de Buchs y de Estermann y cuyas combinaciones conocían ambos”. Los “ladrones” robaron en una caja el dinero de los sueldos del Cuerpo, mientras en la de Estermann se llevaron un dossier de documentos. La magistratura vaticana hizo una rápida investigación interna al Cuerpo, interrogó a Buchs y a Estermann, pero no dio ningún resultado. El caso fue archivado (Discepoli di verità, Bugie di sangue in Vaticano, 11-14, 19-20, 28, 32-34, 73, 47, 121-122, 157, 164 y 168). Los autores de este libro (Discípulos de la verdad) son “un grupo de eclesiásticos y laicos del Vaticano” que no han querido avalar con su silencio la “verdad oficial”: “Nos hemos movido como creyentes, y según el imperativo del octavo mandamiento” (Discepoli, 7).  

El 8 de mayo de 1998, el diario alemán Berliner Kurier publicó que Estermann había sido espía de la Stasi, la policía secreta de la Alemania del Este. El portavoz vaticano lo negó rotundamente: “Aquí la hipótesis ni siquiera se toma en consideración”. Sin embargo,  Johann Legnet, portavoz del archivo de la Stasi, afirma que Estermann solicitó ser informador el 29 de agosto de 1979, firmando el 1 de mayo de 1980 “un contrato de colaboración con el Ministerio de la Seguridad del Estado” (Sgrò, 117, 125 y 186-194). Dos meses después, el 1 de julio, Estermann fue nombrado capitán de la Guardia Suiza, habiendo sido sólo guardia auxiliar en el verano de 1977 (Discepoli, 126-128).

Lo recogí en El día de la cuenta: “Ciertamente, no pensaba estar allí. Por diversos motivos, mi proyectado viaje a Roma, que en principio iba a ser en octubre del 97, se había ido aplazando. El caso es que en junio del 98 me encontraba allí, un mes después de la masacre, hablando con uno de los primeros testigos. Sin pretenderlo, se me ponía delante un enigma más del pontificado de Wojtyla”.

En efecto, “un mes después de los hechos tuve la oportunidad de hablar en la farmacia vaticana con José Luis Martinez Gil, hermano de San Juan de Dios, que resultó ser uno de los primeros testigos de la masacre. El motivo de mi visita era preguntarle si efectivamente podía confirmar que en la farmacia vaticana no se despachó nada en todo el mes para Juan Pablo I. Me lo confirmó. Al hermano se le veía nervioso: ‘Aquí se oye todo’, me dio a entender poniendo su dedo índice en el oído. Quedamos para el día siguiente por la tarde. Era el 7 de junio, precisamente la fecha que aparece implícitamente citada en la carta de Cédric. Quedamos en una cafetería cercana”, “teniendo unos amigos comunes, la conversación se desarrolló en un clima cordial. Por supuesto, hablamos de lo que había sucedido un mes antes”, ”me dijo que había sido (tras la monja) uno de los primeros testigos. Estaba todavía impresionado. Además, le tocó estar allí durante horas. Como era de esperar, dijo que la versión oficial era la buena y que no había que buscar más” (El día de la cuenta, 261 y 279-280).

La sentencia vaticana

El 8 de febrero de 1999, el Vaticano dio a conocer la sentencia del tribunal vaticano. Ese mismo día se hizo oficial la promoción de Raúl Bonarelli como subinspector del Cuerpo de Vigilancia: en el fondo, sucesor del inspector Camilo Cibin, ya octogenario: “Un ascenso verdaderamente singular y una doble coincidencia. Bonarelli estuvo y sigue estando implicado en la investigación relativa al secuestro de Emanuela Orlandi: la magistratura italiana le investigó - y aún le investiga - por falso testimonio y desviación de las investigaciones", “en el Vaticano es de sobra conocida la profunda enemistad que existía entre Estermann y Bonarelli” (Discepoli, 100-101).

La Guardia Suiza es un cuerpo militar encargado de la seguridad del papa y del Estado de la Ciudad del Vaticano. Fundado por Julio II en 1506, tiene 135 soldados. Su cuartel está junto a la Puerta de Santa Ana. El Cuerpo de Vigilancia, antes Cuerpo de Gendarmería, es la policía y fuerza de seguridad del Vaticano. Fundado por Pío VII en 1806, cuenta con 130 miembros. Su cuartel está en el Palacio del Tribunal, en la Plaza de Santa Marta.

Con fecha 5 de febrero de 1999, el Juez Instructor del Tribunal Vaticano, Gianluigi Marrone, dispuso el archivo de los documentos relativos a la muerte del nuevo comandante de la Guardia Suiza, de su mujer y del vicecabo. Tres días después, el Boletín de la Sala de Prensa del Vaticano dio a conocer algunos extractos. Son nueve páginas llenas de omissis: “Hoy, gracias a la visión del fascículo, puedo llenar esos omissis con nombres y apellidos”, dice Laura Sgrò.

Veamos algunos aspectos. Vincenzo Mannucci, amigo de los Estermann, declaró lo siguiente: “La tarde del 4 de mayo de 1998 a las 20,46 llamé por teléfono a Estermann para felicitarle por su nombramiento”, “cogió el teléfono la señora Gladys con la que me entretuve algún minuto”. La señora le pasó el teléfono al marido: “hablamos de la ceremonia del juramento”, “me explicó dónde podía dejar el coche”, “hablamos también de la (previsible) situación atmosférica”, “entonces sentí como una interrupción”, “poco después sentí voces a lo lejos, una atribuible a la mujer, después otro ruido y un golpe claro al que siguió enseguida otro golpe claro y otros golpes más lejanos”, “francamente no pensé en disparos, aunque el primero parecía un golpe de pistola”, “colgué pensando llamar en un momento más oportuno”.  

Una cuarta persona: “La hipotética presencia de otra persona -extraña o residente- sería fácilmente observada en el interior del Cuartel por sus dimensiones extremadamente reducidas”. Concediendo mucho, la pretendida cuarta persona no habría tomado parte en la dinámica de los hechos delictivos, también porque los disparos salen todos de la pistola reglamentaria del vicecabo y el examen de los residuos de los disparos ha establecido que “fue el propio Tornay quien empuñó la pistola y apretó el gatillo”.

Primeros testigos. La monja (Anna-Lina) declaró que “después de los rumores hubo un silencio absoluto”: “La monja inmediatamente salió al rellano y, habiendo visto a través de la puerta abierta a la señora Estermann caída, subió a pedir ayuda”. La señora (Cabiallavetta Caroline Meier) declaró que, “poco antes, había bajado al corredor entre los dos patios, pero no había encontrado a nadie ni en el corredor ni en el patio y entonces había subido a casa (piso 1º) y había encontrado a la monja, que descendía del 2º piso”. El vicecabo (Riedi), llamado por la monja, fue el primero en subir para prestar ayuda y darse cuenta de la masacre: “Sentí olor de pólvora”, “nunca he visto tanta sangre”. Si hubiera habido un extraño, Riedi “lo habría seguramente notado”. Entretanto, llegaron al apartamento, el sargento de la Guardia (Stefan Meier), el médico de guardia (Armando Gabrielli), y el superior del Cuerpo de Vigilancia (Franco Chiei Gamacchio).  

Datos forenses. Según los forenses Giovanni Arcudi y Piero Fucci, bajo el cadáver de Tornay se ha encontrado una pistola marca “SIG mod. 1975” de fabricación suiza, calibre 9 mm, con el número de matrícula “A 1 101 415”, “habitualmente armada con seis cartuchos, pero con un solo cartucho sin explotar”, “en la habitación de Tornay se ha encontrado la correspondiente funda vacía en el cajón izquierdo de la mesa”, “en la primera inspección los peritos han encontrado cinco casquillos y una bala; durante la autopsia de los cadáveres, tres balas; en la segunda inspección de los peritos, la quinta bala, encontrada en el montante izquierda de la jamba, en moldeado metálico, de la puerta del ascensor, situada en el rellano”. Según los peritos, “los cinco disparos fueron hechos con la pistola de ordenanza del vicecabo Tornay”, se constató “la presencia de residuos de disparo en la mano derecha”.

En un primer momento, “Tornay realiza dos disparos contra el coronel Estermann, que cae al suelo”, luego “debe haber hecho el tercer disparo que ha ido al vacío”, “rápidamente, el vicecabo ha hecho el cuarto disparo que ha alcanzado a la señora Estermann”; finalmente, “se ha disparado a sí mismo”.

Según los forenses, el vicecabo “con toda probabilidad se ha puesto de rodillas”, “y se ha disparado, teniendo la cabeza flexionada y después de haber colocado la boca del arma en la propia boca. El proyectil, después de atravesar la caja craneal, ha impactado en el techo y ha caído en el escritorio”. El agujero de salida del proyectil es “de forma estelar de seis radios”, su parte central tiene “una pérdida de sustancia de 7 mm de diámetro”, mientras los desgarros radiales varían “de 4 mm a 11 mm”.

La autopsia revela la presencia en el cráneo de Tornay de un quiste “como un huevo de pichón”, lo que podría ser “un elemento causal o concausal de trastornos del comportamiento”. En la orina aparecen huellas de cannabis. Ahora bien, “en las primeras tres horas Tornay no tomó dicha sustancia”; por tanto, no hay síntomas agudos en el momento de los hechos. En el cajón de la mesa de su habitación, se encuentran 24 colillas de cigarros artesanales que presentan “claras huellas de derivados del cannabis”.

La sentencia vaticana recoge la última llamada de Tornay a la amiga (Emanuela Mucciaccia): “Eres la última persona a la que quiero saludar”, “mañana vuelvo a mi patria”. Se añade la “carta a la madre”, que es comentada así: aparecen “alucinaciones, crisis de discernimiento, pensamiento confuso y desorganizado (insólita utilización del apellido del segundo matrimonio de la madre, sobre todo la frase: ‘Debo hacer este servicio a todos los guardias’), así como ideas paranoicas de persecución”.

Según los forenses, Tornay tenía “broncopulmonía”, “ese 4 de mayo había estado particularmente activo“ (guardia de 6 a 8 y de 16 a 19, visita al Consulado de Mauricio, tres veces al sastre) “se encontraba, ciertamente, en una situación de stress” (detalles de impulsividad, como la silla rota, falta de lúcido discernimiento).

La sentencia vaticana recoge también “hechos externos” a los que atribuye “no menor relevancia causal”. Ese día, Tornay había recibido la “mala noticia” del nombramiento de Estermann como Comandante de la Guardia Suiza. Además, “se le había negado el reconocimiento que representaba la medalla”. Finalmente, “la fallida llegada de Bertorello y de los periodistas”, que iban a hacer un servicio sobre la Guardia Suiza, “no podía no provocar en Tornay un grave estado de ansiedad, en cuanto que comenzaba a aparecer siempre menos probable la ‘super-noticia’ del puesto de trabajo en Suiza”. En conclusión, Tornay tuvo un “raptus”, que “le anuló del todo, o en notable medida, la capacidad de inhibirse” (Sgrò, 86-106; Discepoli, 75-96).

Revisión del caso

En su momento Rubén Amón, corresponsal de El Mundo en Roma, habló ya de una segunda autopsia: “Una prueba pericial realizada al cadáver demuestra que Tornay fue golpeado antes de la ejecución. La violenta extirpación de los incisivos centrales confirma que una mano ajena le introdujo el cañón de la pistola en la boca antes de apretar el gatillo. Además, la trayectoria de la bala y la mecánica del suceso contradicen que Tornay disparase el arma”. La madre del vicecabo, recurrió al gabinete parisino de los abogados Brossollet-Vergès, especializados en causas de resonancia internacional. Además, encomendó un examen forense alternativo a un especialista de la Universidad de Lausana, Thomas Crompecher. Por tanto, “se hizo una segunda autopsia por voluntad de Muguette sobre el cuerpo de Cédric” (Sgrò 229).

Según el forense suizo, no puede demostrarse que el guardia suizo utilizara la pistola de trabajo, una Sting 75, para quitarse la vida. El orificio de salida de la bala comprende únicamente 7 milímetros, es decir, 2’41 menos de cuantos requieren las balas que se alojan en la cámara de una Sting 75.

Afirma el abogado Luc Brossollet: “No se trata de especulaciones, sino de pruebas”. Y añade: “Tenemos el derecho a confrontar nuestro informe con el del Vaticano. De otro modo, nos sentiremos obligados a pensar que detrás de este crimen se hallan otros misterios a los cuales no se le quiere dar respuesta” (El Mundo, 3-5-2002).  

* La madre del guardia suizo. Muguette Baudat, la madre de Cédric, llegó a Roma el 6 de mayo. Aunque no había dicho a nadie donde se alojaba, apenas una hora después de su llegada, fue a buscarla al hotel Roland Trauffer, secretario de la Conferencia episcopal suiza: “Desde ese momento Trauffer y un cabo de la guardia no la dejarán sola, y con la excusa de que el papa querría hablar con ella dicen a Muguette que se quede en el albergue, lejos de los periodistas, en espera de ser llamada. Ese encuentro con el papa no se producirá  nunca” (Sgrò, 57 y 77).

El 4 de mayo, Muguette habló con su hijo desde las 12,35 a las 13 y lo encontró particularmente feliz: “Cédric le comunica haber encontrado un trabajo en Suiza, en un banco, y que, en cualquier caso, el 1 de diciembre al máximo habría vuelto. Me dijo: Estoy contento porque de París llega el padre Yvan y trae super noticias”. Se trata de Yvan Bertorello. Muguette lo encuentra por primera vez en la capilla ardiente. Se lo presentan como padre espiritual de Cédric. Yvan lloraba y repetía que era culpa suya, que esa tarde tendría que haber estado allí para impedirle hacer lo que había hecho. Después, siempre llorando, dijo: “Lo han asesinado, lo han asesinado!”. Poco después, en privado, delante de Muguette y su amiga Cathy, insistía en que Cédric había sido asesinado: “Sostenía tener las pruebas dentro del bolso del que no se separaba ni un momento. Decía que corría peligro, temía por su vida y debía protegerse para protegerla también a ella”.

En el otoño de 1997, en coincidencia con la salida del Cuerpo del comandante Buchs, la relación entre Estermann y Tornay se hizo más tensa: “Mi hijo me dijo que con dos amigos estaban haciendo una investigación sobre el Opus Dei en la Guardia Suiza”. Tras la marcha del coronel Buchs, Bertorello frecuenta el cuartel de la Guardia Suiza con el fin de recoger “informaciones” del interior: “Disponía de un dossier en el cual estaban fichados todos los pertenecientes al Cuerpo: material documental cuya procedencia podía ser la Secretaría de Estado o la Dirección central de la Vigilancia”.

El 6 de mayo, durante su declaración ante el Promotor de Justicia, Muguette relata las palabras de Yvan Bertorello. El promotor toma nota y más tarde le comunica que “nadie sabe nada de este padre Yvan”. Aquella tarde, “ella no llevaba consigo moneda italiana”, pero Yvan ”hizo abrir la banca del Vaticano, el IOR, habitualmente cerrado por la tarde. Le bastó hablar con el director”. Yvan declaró ante el Promotor de Justicia, pero este lo consideró “inatendible” (Sgrò, 127-128). Para Muguette, el presunto “padre espiritual” de Cédric es “un cúmulo de hipocresías, mentiras y contradicciones” (Discepoli, 173 y 191).

Llama la atención la hora de la muerte de Cédric fijada por el Vaticano. Dice Muguette: “La hora de la muerte de mi hijo ha sido fijada entre las 20.30 y las 21”. Así consta en el certificado redactado por el Director de los Servicios Sanitarios del Vaticano en la tarde del 5 de mayo, al finalizar las tres autopsias (Discepoli, 61-62 y 205-206).

El 18 de junio de 1998, Muguette denuncia las mentiras vaticanas en el semanario italiano Panorama: “El capellán de la Guardia me dijo que aquella tarde se había cruzado con Cédric y que lo había visto muy furioso contra Estermann. Después supe por los amigos de mi hijo que eso no era cierto. Me mintieron desde el principio. En un primer momento, desde el Vaticano me dijeron que no fuera a Roma: no podía ver a Cédric pues su aspecto era terrible por el disparo en la cabeza. Luego, ante mi insistencia, objetaron que en Roma hacía calor y que el cuerpo estaba en proceso de descomposición. ¿No tienen ustedes cámaras frigoríficas en sus mortuorios?, les grité. Entonces intentaron bloquearme diciendo que los hoteles estaban llenos. Un comportamiento extraño y muy poco religioso para con una madre”.

* La carta de Cédric. En la tarde del 7 de mayo la madre de Cédric recibió del juez vaticano Gianluigi Marrone la carta que el vicecabo habría entregado a un compañero y amigo, Claude Gugelmann, con una petición precisa: “Si me sucede algo, entrégala a mi madre”. La carta habría sido entregada en sobre cerrado el 4 de mayo a las 20,55 horas en el pasillo del alojamiento. El texto original de la carta, manuscrito en francés, incluye lugar y fecha, pero no tiene firma. Dice así:

“Vatican, le 4-05-98. Maman. J’espere que tu me pardonnera car ce que j’ai fait ce sont eux qui m’ont pousser. Cette année je devais recevoir la bénémerenti mais le lieutenant Colonel me la refuser. Après tres ans 6 mois et 6 jours passer ici à supporter toute les injustice la seule chose que je voulais il m l’ont refuser. Je dois rendre ce service à tous les gardes restant ainsi qu’à l’èglise catholique. J’ai jurer de donner ma vie pour le pape et c’est ce que je fais. Je m’excuse de vous laisser toutte seul mais mon devoir m’appelle. Dit a sarah, Mélinda et Papa que je vous aime tous. Gros Bisous à la plus Grande Maman du Monde. Ton fils qui t’aime”.

Traducción: “Vaticano, 4-05-98. Mamá. Espero que me perdonarás por lo que yo he hecho, son ellos los que me han empujado. Este año yo debía recibir la benemerenti, pero el teniente Coronel me la ha denegado. Después de tres años, 6 meses y 6 días pasados aquí soportando todas las injusticias, la sola cosa que yo quería me la han denegado. Yo debo rendir este servicio a todos los guardias, así como a la Iglesia católica. Yo he jurado dar mi vida por el papa y esto es lo que hago. Me disculpo por dejaros sola, pero mi deber me llama. Di a Sarah, Melinda y Papá que os amo a todos. Grandes Besos para la más Grande Mamá del Mundo. Tu hijo que te ama”.

Una copia escrita a máquina de la carta es entregada a todos los periódicos italianos y publicada, con algunas erratas y cambios. La copia tiene firma, pero no lugar ni fecha. La carta original no tiene firma, pero sí lugar y fecha. ¿Cómo se explica esto? ¿Se ha de entender que Cédric preparó también la copia y la firmó? ¿Le ayudaron? ¿Por qué no firmó el original? ¿Por qué firmó la copia?

Durante la inspección de la escena del crimen, al juez Marrone se le pone la cuestión de la carta. Están presentes el capellán Alois Jehle y el amigo Gugelmann. Según el capellán, el amigo es reticente a entregar la carta, pero cede. La carta es abierta. El juez manda al capellán hacer una fotocopia del contenido y del sobre. No se indica si primero es leída. El capellán sale de la escena del crimen. No se sabe cuánto tiempo está fuera. El sobre original abierto queda en las manos del capellán y se va quién sabe dónde con una prueba ya contaminada. El capellán vuelve, entrega original y copia al juez. El juez se queda con la fotocopia y certifica de su puño y letra la conformidad con el original. En cualquier caso, se ha perdido la posibilidad de verificar la existencia de eventuales improntas digitales en el sobre o huellas de sudor y de saliva.

La madre del guardia suizo comenta la carta. Para ella, la dirección escrita en el sobre es falsa: “Después de mi divorcio, Cëdric me dirigía sus cartas poniendo mi apellido de muchacha, Baudat. Sin embargo, en este sobre está escrito el apellido de mi nuevo marido, con el cual soy conocida en el Vaticano. ¿Por qué?”, “la escritura parece la de Cédric, pero hay diferencias. Haré analizar esta carta por la policía científica suiza”, “los errores de gramática son los suyos, esos los reconozco. Pero hay un error de cálculo y Cédric nunca lo habría cometido: escribe ‘después de 3 años, 6 meses y 6 días’; Cédric se alistó el 1 de diciembre de 1994, el 4 de mayo habían pasado 3 años, 5 meses y 3 días… Quizá la carta había sido escrita para algo que debía suceder más tarde, el 7 de junio, y la fecha del 4 de mayo ha sido puesta en un segundo momento”. Las palabras finales: “Un beso grande a la mamá más buena del mundo”, “esto es un texto a la italiana. No es un texto francés”. Y también: “Tu hijo que te ama”, “os lo puedo enseñar: él escribía sólo Cédric. Todas estas cosas me llevan a pensar que no la escribió él” (Discepoli, 19-20 y 38-41; Sgrò, 78-79).

En el fascículo consta la relación de una pericia gráfica del 25 de junio 1998 redactada por la doctora Valeria Mattei Perrone, la cual confirma que la escritura pertenece ciertamente al vicecabo Tornay y que el folio de la carta cuadriculado proviene con certeza del cuaderno de notas encontrado en la habitación de Cédric: presenta un “difuso leve temblor”, manifestado por esporádicos “espasmos” que caracterizan la escritura de sujetos en circunstancias de gran emotividad. La doctora afirma que las diferencias encontradas se deben a la tensión del momento en que se encontraba Céric “bajo una evidente turbación por el gesto apenas cumplido”. Se deduce que la doctora consideraba la carta posterior a la muerte del matrimonio Estermann.

Por su parte, Muguette encargó un análisis de la carta a la doctora Anna Pietropaoli. La doctora afirma lo siguiente: “La caligrafía de Cédric es muy regular y aparentemente simple y se ha estimado que un copista profesional, en una media hora escasa de observación y de ejercicio, podría reproducirla”. Se observa que “las letras que forman el texto examinado presentan un apoyo de trazado diferente en relación al habitual trazado grafológico del presunto autor”, “en particular, las letras largas presentan trazos deformados”. Por tanto, “el que escribe ha imitado los elementos fácilmente imitables (forma de las letras), pero no ha sabido reproducir perfectamente los otros elementos más originales (los trazos); y, sobre todo, no ha podido reproducir el modelo del trazado general que comprende un apoyo particular de la pluma en la escritura del verdadero Cédric Tornay”. Es “una imitación más bien sumaria” (Sgrò, 30-33, 78-81 y 225-228).

* Los familiares de Estermann. El 4 de mayo, a las 19,30 Gladys Romero, muy tranquila, va a la sastrería donde encuentra a Cédric, el cual se congratula con ella por el nombramiento del marido; ella no va a misa, presumiblemente porque debe acoger huéspedes. La entrada en el estudio de los Estermann esa tarde está obstaculizada por una litera que presumiblemente ha sido colocada allí para acoger a alguien. Además, hacia las 20 horas, un coche es enviado por el Vaticano para recoger a los familiares del coronel Estermann -la madre, el padre y el hermano-, que se alojan en un hotel en el centro de Roma. Al volver, “el chófer se pierde y llega al Vaticano sólo después de las 21 horas”, es decir, después de los hechos. Ciertamente, extraña que un chófer del Vaticano se pierda volviendo al Vaticano, pero “no se hace ninguna referencia en el fascículo”. ¿Quién era el chófer? ¿Qué órdenes se le habían dado? ¿Quiénes eran “oficialmente” los familiares de Estermann? La tarde del 4 de mayo, “los cónyuges Estermann han organizado una cena con amigos y familiares en el Hotel Columbus” (vía della Conciliazione). Los familiares “no son convocados para ser interrogados” (Sgrò, 109-111).

* Servicio periodístico. Según el Promotor de Justicia, Bertorello se había introducido en los ambientes de la Guardia Suiza para hacer un servicio para la televisión suiza francesa que después sería publicado en Le Figaro Magazine. Cédric lo estaba ayudando, presentándole otros compañeros. El cabo Bernard Moret afirma que, a mitad de abril, Cédric le había presentado a Bertorello. Moret le dijo a Cédric que debía pedir permiso al comandante. Cédric se echó atrás y entonces Moret puso en contacto a Bertorello con el comandante Estermann. Los dos tuvieron un encuentro con el comandante y le hablaron del proyecto. El comandante respondió: “No por encima de mí”. Yvan le aseguró que el servicio periodístico sería solo para los guardias de lengua francesa. Ambos quedaron para un nuevo encuentro del que Moret no fue informado.

El 4 de mayo estaba prevista una cena en la que Cédric pensaba encontrarse con Bertorello y un par de periodistas. Pues bien, ese día no apareció  ninguno. Entre las 19,30 y las 20,30 hay una serie de llamadas del teléfono de Cédric al instituto del Sacro Cuore donde solía alojarse Bertorello. Elisabetta María Josephe, que recibía a los huéspedes, declaró que aquella tarde, entre las 19,30 y las 20,25, telefoneó Cédric preguntando por Yvan, que esa tarde no se alojaba allí porque no había sitio. El día siguiente Bertorello se encontró con Ery Cicioni, sastre de la Guardia Suiza, y le mostró una carpeta con la carta de dimisión de Cédric y una solicitud de puesto de trabajo en Ginebra (Sgrò, 128-131). Sorprende la incomparecencia y el silencio de Bertorello, cuando era esperado y buscado por Cédric.

* La caja de Pandora. En una entrevista, el 18 de junio de 1998, Muguette dijo a la periodista Anna María Turi que su hijo, con otros dos compañeros, estaba haciendo una investigación sobre el Opus Dei en la Guardia y que ella sólo le había dicho que anduviera con cuidado y nada más. La entrevista suscita mucho nerviosismo en la Secretaría de Estado. El portavoz vaticano responde a algunos periodistas que no conoce ningún “padre Yvan o Ivano” y que este desconocido cura francés no tiene relación alguna con el Vaticano. En una nota de la Secretaría de Estado enviada al Cuerpo de Vigilancia para prohibir el acceso al Estado a Bertorello, se le presenta como “mitómano”. En un informe del Cuerpo de Vigilancia al Promotor de Justicia se adjunta una foto borrosa del ciudadano francés Yvan Bertorello, considerado como “falso cura”. El cabo Bernard Moret informa al Promotor de Justicia que es “un diácono ordenado por monseñor Lefebvre antes del cisma”. El cabo confirma que Yvan tenía una cita con Tornay el 4 de mayo para un servicio periodístico sobre la Guardia Suiza y que pensaba ir con algunos periodistas. El Promotor de Justicia no se molestó en preguntar a la televisión suiza francesa ni a Le Fígaro Magazine sobre qué estaban trabajando. Los dos compañeros de Cédric dejaron rápidamente el Cuerpo. Uno de ellos visitó a Muguette en Suiza y le confirmó que “en aquellos últimos tiempos la tensión era muy alta”. Le recomendó a Cédric marchar: “Si sigues, tendrás muchos problemas”. El vicecabo le respondió que no importaba, como si no pudiera eludir una situación en la que, por una parte, “corría el peligro de ser descubierto” y, por otra, “podía destapar la caja de Pandora que él mismo tenía el deber y el deseo de vaciar hasta el fondo” (Sgrò, 131-133).   

* Dos amigas, el sastre y la monja. El 4 de mayo, a las 13,40, Cédric habla por teléfono con su amiga Emanuela Mucciaccia, a quien conoce desde hace unos meses, tras terminar su relación con Valeria Li Causi. La amiga lo siente tranquilo. Cédirc le dice que esa tarde se encontraría con un francés, quizá un periodista: “Eres la última persona a la que quiero saludar”, “mañana vuelvo a mi patria”.  Después, entre las 14 y las 15,40, Cédric pasa varias veces por la sastrería de la Guardia suiza. Le dice al sastre que estaba buscando trabajo y que pronto podría marcharse. Le dice también que iba a cortarse el pelo antes de prestar servicio al Sínodo. El sastre afirma que el chico estaba “muy tranquilo”. Dice que Cédric se encuentra con Estermann a las 17 y le felicita por el nombramiento, como felicitará más tarde, hacia las 19:30, a la mujer del coronel. También la señora aparecía “muy tranquila”. Sor Anna-Lina Meier, encargada de la cocina de la Guardia, entre las 19,45 y las 20,15 está en misa, donde encuentra al coronel Estermann. Por su parte, la amiga Valeria no cree en el gesto loco de Cédric: “Era un chico bastante vanidoso, se adoraba y era consciente de su belleza, se miraba al espejo”, “Cédric nunca se habría desfigurado de ese modo, disparándose en la boca y destruyendo su rostro que amaba” (Sgrò, 141-145 y 76). Un grupo de trabajo del Sínodo especial para Asia (del 19 de abril al 14 de mayo) se reunía en el piso 1º del palacete, donde vivía el capellán. Tornay tuvo que vigilar la entrada en el palacete (Discepoli, 28).

* Dos amigos, un capitán y dos sargentos. A las 19,50 varios guardias suizos afirman que Cédric está en su apartamento. Se encuentra con sus amigos Claude Gugelmann y Nicolas Beytrison. Aún no sabe si ha recibido la medalla. La lista está puesta en la Cantina. El capitán Roman Fringeli tiene la impresión de que no ha recibido bien el nombramiento de Estermann. A las 20,15, Cédric se lamenta por no encontrar su nombre en la lista de los que han recibido la medalla. El sargento Stefan Meier se encuentra con Cédric primero en el Sínodo y lo ve tranquilo; después, a las 20, en la Cantina, lo encuentra agitado, quiere pedir aclaración al sargento mayor Andreas Clemens, gran amigo de Estermann, pero a esa hora la oficina del Comando está cerrada. Hacia las 20,50, Cédric se encuentra con su amigo Beytrison, le pregunta donde está Gugelmann, quiere hablar con él, se lamenta por no haber recibido la medalla. Gugelmann, tras haber estado con Cédric, vuelve con Beytrison. Son las 21,10, dice que Cédric le ha parecido extraño y que puede hacer algo “no habitual”. Beytrison piensa que Cédric ha salido fuera a beber. Va a controlar si está su coche y lo encuentra aparcado en el patio del Olmo.

El cuartel de la Guardia Suiza se encuentra junto a la Puerta de Santa Ana. A la derecha está la iglesia de Santa Ana. A la izquierda está el cuartel. Aunque desde fuera parece un solo edificio, está formado por tres bloques, largos y estrechos. Uno está dedicado a dormitorio, es el que se encuentra primero entrando por la Puerta de Santa Ana. El segundo bloque alberga locales comunes, como el comedor. El tercer bloque, frente al torreón del IOR, alberga el Comando, el alojamiento de los oficiales, del capellán y de algunas personas, como las monjas que se ocupan del comedor. Entre los tres bloques, hay dos estrechos y largos patios: el patio del Olmo, “este tiene unos cinco metros de ancho y cincuenta de largo, y está abierto por la parte del muro detrás del cual está la columnata de San Pedro”, el patio de Honor “es más largo que el otro, unos diez metros”, “está abierto en el muro que divide la Ciudad del Vaticano de la columnata”. Bajo el segundo bloque hay un “paso subterráneo” que une los dos patios. También en el bloque donde viven los oficiales hay un paso subterráneo que une los patios y el espacio que hay junto al torreón del IOR  (Sgrò, 143-151; plano del Vaticano, Cornwell, Aguilar).  

* La silla rota, el coche y las llaves. Esa tarde el cabo Graf y el sargento Schummacher se encuentran con Cédric tres veces. Va de paisano. La primera vez en el patio de Honor, junto a la Cantina. Cédric está tranquilo, pregunta por el capellán. La segunda, algún minuto después, lo ven entrar en el cuartel y, tras algún minuto, sienten un fuerte ruido, que Schumacher interpreta como el ruido de un portazo, pero que podría ser el ruido de una silla que se rompe, pues se encontrará una silla rota en la habitación del vicecabo. El cabo Graf, cuando ve a Cédric por tercera vez, viste la cazadora negra, va hacia el palacete de los oficiales, tiene algo en la mano, quizá las llaves: ¿podían ser las del coche?, ¿iba a coger el coche para salir? Las llaves del coche no serán encontradas. El coche aparecerá en el patio del Belvedere, pero ¿por qué el coche ha sido desplazado del patio del Olmo al patio del Belvedere?, ¿por quién? El patio del Belvedere está ubicado al norte de la Basílica de San Pedro, cerca de la Capilla Sixtina. Schumacher no ve en el chico una actitud agresiva, lo encuentra sereno, va con prisa. No indica adónde va, “sólo la dirección”. No puede saber “si el vicecabo ha encontrado a alguien en el paso subterráneo o en el hueco de la escalera”.  

* El vicecabo Riedi. El vicecabo Marcel Riedi es la primera persona que nota olor de pólvora en el apartamento, ve una cazadora de piel negra, la sangre está por todas partes, ve un casquillo sobre el diván, reconoce en la corbata de la Guardia Suiza el cuerpo de Estermann, los tres cadáveres están uno junto al otro, casi formando una ese. En vez de quedarse, sale del apartamento y, descendiendo, encuentra a Gugelmann y Beytrison que preguntan qué ha sucedido. “Una tragedia”, responde. Uno de ellos pregunta: “¿Y Cédric?”, la respuesta: “Está arriba”. No queda claro si al decir “está arriba”, significa “está en su habitación” o “está entre los tres muertos”. Riedi relata que, cuando baja, ve con las maletas a los padres de Estermann, que acaban de llegar (Sgrò, 151-158).  

La escena del crimen. El sargento Meier dice habar sacado fotos con su máquina fotográfica y haber entregado la película al doctor Bonarelli. ¿Dónde están estas fotos que no figuran en el fascículo? El coronel vestía un traje gris, la mujer un chándal gris y zapatillas, Cédric jeans, camiseta negra y cazadora de piel. El estudio, una habitación de pequeñas dimensiones, tiene una ventana que da al patio del Olmo: “No se indica el número de personas que han entrado en el lugar del crimen y, por tanto, ni siquiera son identificadas”. Las fotos que aparecen en el fascículo fueron tomadas por el fotógrafo vaticano Arturo Mari. Del examen de las fotos “es claro que el lugar del delito, con relación al momento del hallazgo de los cadáveres, ha sufrido cambios”, “el lugar ha sido limpiado”, “el armario del dormitorio tenía las puertas abiertas y estaba todo tan en desorden que parecía hubiese sido revisado en su interior”, “haciendo la cuenta, al menos unas veinte personas han entrado en la escena del crimen sin ninguna cautela”, “intervino también un enfermero, fray Martino Díaz” (Sgrò, 22-27, 207-208).

* Capilla ardiente y funeral. El 6 de mayo, al terminar la audiencia del miércoles, el papa Wojtyla anuncia que irá a dar el último saludo a los tres muertos en la capilla de San Martino. Pide al Señor que “acoja junto a sí en la paz” las almas de Alois Estermann y de su mujer Gladys. Y añade: “Estoy cercano al sufrimiento de los padres del vicecabo Cédric Tornay, que se encuentra ahora ante el juicio de Dios a cuya misericordia le encomiendo”. Es el sello papal a la versión oficial. Terminada la audiencia, el papa se dirige a la capilla ardiente: “Los tres cadáveres están en la misma capilla ardiente por orden del nuevo comandante Buchs”.

Por la tarde, a las 17, en la Basílica de San Pedro el Secretario de Estado, Angelo Sodano, celebra un solemne funeral por los cónyuges Estermann. Hacia las 18, el capellán de la Guardia Suiza Alois Jehle anuncia que el día después celebrará el funeral del vicecabo: “sus palabras suscitan fuerte agitación en el ejército papal”. El coronel Buchs interviene asegurando que no será el capellán quien celebre el funeral: “La misa fúnebre es celebrada por el presidente de la Conferencia episcopal suiza”. Por orden del comandante Buchs “el cadáver de Cédric es vestido con uniforme de gala y le son rendidos todos los honores militares. Sus compañeros le lloran con intensa emoción” (Sgrò, 43-46).

Llama la atención la convergencia final de hechos el 4 de mayo: nombramiento del comandante Estermann, denegación de la medalla a Cédric, incomparecencia de Bertorello y dos periodistas, despiste del chófer vaticano y retraso de los familiares, visita inesperada (con factor sorpresa: se espera a los familiares), baño de sangre.  Ante la masacre de la Guardia Suiza, conviene recordar el viejo aforismo latino que procede de la frase pronunciada por Medea en la tragedia del escritor romano Séneca (+65 d.C.): “Cui prodest scelus, id fecit”, es decir, “a quien aprovecha el crimen, lo hizo”. Ante el baño de sangre de la Guardia Suiza, la pregunta clave, la que no se ha hecho en la sentencia vaticana, es precisamente ésta: ¿cui prodest?, ¿a quién aprovecha?, ¿a quién interesa? Una investigación imparcial no puede eludir esta cuestión.

 

Jesús López Sáez