En el principio era la palabra
 

¿DÓNDE ESTÁ EMANUELA?

La respuesta de Caín

El que fue secretario del papa Ratzinger, Georg Gänswein, lo dice en su libro Nada más que la verdad (2023):Nunca he recopilado nada en relación con el caso Orlandi”, “este misterioso expediente no ha sido dado a conocer únicamente porque no existe” (Gänswein, 159). Sin embargo, afirma Pietro Orlandi: “El dossier sobre Emanuela fue visto sobre la mesa de don Georg”, “me lo dijo el mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, que era amigo mío” (La7, 20-4-1923). Lo ha reconocido el fiscal vaticano Alessandro Diddi, que ha abierto el caso de Emanuela: “He podido leer y analizar los papeles”, “son tantos, tantísimos”, “hemos recuperado papeles viejos, viejísimos, llenos de polvo” (Corriere della Sera, 10-4-2023). Entonces, ¿hay o no hay un dossier sobre el caso Orlandi?, ¿qué pasó con los papeles secretos de Benedicto?, ¿qué pasó con el dossier sobre Emanuela que estaba guardado en una caja fuerte de la Prefectura de Asuntos Económicos? En el fondo, ¿dónde está Emanuela? 

Los papeles secretos de Benedicto

El periodista Gianluigi Nuzzi publicó en su libro Sua Santità (2012) los papeles secretos del papa Benedicto. No revela su fuente, pero da algunas pistas: “Católico practicante, desde hace unos veinte años trabaja en el Vaticano, lee habitualmente el Evangelio, recuerda de memoria numerosos pasajes. En las conversaciones cita palabras de la Biblia, repite frases de Benedicto XVI y de los santos. Esta persona muestra malestar y sufrimiento. Malestar por las verdades que conoce, sufrimiento por su opción de hacerlo todo público, encontrándose en clandestinidad con un periodista”.

Dice la fuente: “Tras la muerte de Karol Wojtyla, empecé a recoger copias de algunos documentos que llegaron a mis manos por mi actividad profesional. En los primeros años lo hice esporádicamente. Cuando veía que la verdad que aparecía en los periódicos y en los discursos oficiales no se correspondía con la verdad verificada en los papeles, lo recogía todo en una carpeta para después intentar profundizar y entender. En cierto momento me detuve y antes de uno de mis traslados decidí tirarlo casi todo. Sin embargo, en los últimos años, la situación ha empeorado, la hipocresía en el Vaticano reina sin oposición. Los escándalos se multiplican. Y mire, no pienso sólo en la pedofilia”, “pienso en la nueva investigación sobre el blanqueo en el IOR, la banca vaticana, en el escándalo de los Legionarios de Cristo, callado durante años”, “y también en los asuntos no resueltos, como la masacre de la guardia suiza, el caso Emanuela Orlandi, el Ambrosiano, con el arzobispo Paul Casimir Marcinkus”. En el proceso por el homicidio del banquero Roberto Calvi se lee: “Cosa nostra, en sus diversas articulaciones, utilizaba el Banco Ambrosiano y el IOR como trámite para masivas operaciones de blanqueo”, “pienso que si estos papeles se publican, la acción de reforma preparada por Ratzinger tendrá su inevitable aceleración” (Nuzzi, 19-21).

Benedicto XVI sigue con atención el caso de Emanuela. Y don Georg, su secretario, le pasa cada información que Domenico Giani, jefe de la Gendarmería, logra recoger. Pietro Orlandi tiene a primeros de diciembre de 2011 un encuentro con el secretario del Papa. A él se dirige el día 16 con una carta en la que le agradece el encuentro y le dice que el domingo 18 “muchas personas que se han adherido a la carta escrita al Papa (unas 45.000) estarán presentes en la plaza de San Pedro esperando que Su Santidad puede dirigir durante el Ángelus un pensamiento y una oración por Emanuela. Este gesto podría determinar el comienzo de un nuevo camino hacia la verdad”.

Sin embargo, Giampiero Gloder, estrecho colaborador de Ratzinger, envía una nota “a la cortés atención de Mons. Gänswein”: “No es oportuno mencionar el caso. El hermano de Orlandi sostiene firmemente que a diversos niveles vaticanos hay una ley del silencio (omertà) sobre el asunto y se esconde algo. El hecho de que el papa haga una simple mención puede dar apoyo a la hipótesis de que el papa no ve claro cómo se ha llevado la cuestión” (17-12-2011).

Entre los papeles de Ratzinger, hay también una nota de la Secretaría de Estado en la que se dan instrucciones a Domenico Giani, jefe de la Gerdarmería: “Nadie debe entrar en la plaza con banderas y pancartas conteniendo frases ofensivas o slogan de protesta. El lugar y el momento de oración no debe ser violado o instrumentalizado con fines de propaganda” (Nuzzi, 136-138). 

Como es sabido, Paolo Gabriele, mayordomo papal, fue condenado en 2012 por el Tribunal de Justicia vaticano a 18 meses de cárcel “por robar documentos del papa Benedicto XVI y filtrarlos a la prensa”.  Así surgió el primer Vatileaks. El mayordomo fue indultado por el Papa. Murió “a los 54 años, tras larga enfermedad” (EFE, 24-11-2020). Tras el escándalo de la fuga de documentos reservados, Benedicto VXI nombró a su secretario prefecto de la Casa Pontificia (7-12-2012), le hizo arzobispo (6-1-2013) y presentó su renuncia al pontificado (11-2-2013).

El dossier de Emanuela

Frente al silencio de Benedicto, la palabra del papa Francisco: “Emanuela está en el cielo”, “esta es la frase que el papa Francisco dijo primero a mi madre y luego a mí cuando, como tantos otros fieles, lo encontramos después de la misa que celebró en la parroquia de Santa Ana en el Vaticano”, “palabras que me helaron la sangre”, dice Pietro Orlandi. Es el 18 de marzo de 2013, cinco días después de su elección. ¿Fue sólo una frase genérica, de consuelo?

A primeros de julio de 2013, Francesca Chaouqui, autora del libro Nel nome di Pietro (2017), recibe una llamada por teléfono. Es Peter Wells, asesor para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, uno de los hombres más cercanos al papa Francisco: “Señora Chaouqui, ¿está usted disponible para ayudar al papa en una comisión de investigación?”.

“Para el Santo Padre cualquier cosa”, responde Francesca. Es una comisión de ocho expertos en “materias jurídicas, económicas, financieras y organizativas”. Todos ellos son laicos menos uno, Lucio Ángel Vallejo Balda, secretario de la COSEA, Comisión sobre la Organización de la Estructura Económico-Administrativa. Desde septiembre de 2011, Balda es también secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos.

La Comisión tiene su primera reunión el 4 de agosto de 2013. Su presidente es el maltés Joseph E.X. Zahra. Balda propone afrontar las cuentas de la Congregación para las Causas de los Santos: “Se trata de una verdadera emergencia. Las cuentas de la Congregación son una vergüenza”. En ese momento “el papa Francisco se sienta con nosotros a discutir los fines de la Comisión”. El martes, 6 de agosto, surge el primer problema. No teniendo la documentación requerida por parte de la Congregación, Balda insiste ante su superior, el cardenal Versaldi, jefe de la Prefectura, “para bloquear las cuentas en el IOR de todos aquellos que tienen algo que ver con las causas de canonización”. Francesca le dice a Balda: Nosotros somos una comisión “de estudio y orientación”, “no podemos tomar decisiones”, “has actuado por cuenta de la Comisión, pero has utilizado los poderes de la Prefectura”. Balda replica: “Nuestra misión es lo más importante, limpiar el Vaticano”, “con timidez no podremos hacerlo”.

Desde el 15 de octubre de 2013, Pietro Parolin es el nuevo Secretario de Estado. La primera reunión de Zahra y Balda con el Secretario de Estado es desastrosa. Parolin conoce el malestar creado en la Curia con el asunto del bloqueo de cuentas, y está claro que lo considera “un grave paso en falso” y “una señal de arrogancia” (Chaouqui, 8, 15-22 y 59).

Los reveladores chats, “un intercambio de conversaciones en WhatsApp de dos personas cercanas al Papa”, que Pietro Orlandi ha presentado al fiscal vaticano, se remontan a 2013. Se refieren a Emanuela: “Hay que tener cuidado, tenemos que hacer fotocopias de todos estos documentos de Emanuela”. Hablan de “tombaroli”, saqueadores de tumbas: “A todo esto, los tombaroli ¿quién los debe pagar una vez visto que los debemos pagar en secreto? El papa Francisco dice que debemos ir adelante, pero después somos nosotros los que tenemos que hacer las cosas ¿qué hacemos?”. Esas dos personas no están solas. El cardenal Abril las apoya, el Papa también: “Abril dice que debemos ir adelante, que después en septiembre debemos hacer el inventario de las cosas que hemos encontrado. De esto tenemos que avisar al jefe de la Gendarmería Giani”. “No, no, en absoluto, la Orlandi es una cosa grave, el Papa está con nosotros, nos dice que vayamos adelante”. El cardenal Santos Abril es arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor.

24 de febrero de 2014. Se crea el nuevo Consejo de Economía que sustituye al consejo de quince cardenales. Es presidido por el cardenal australiano George Pell, y está compuesto por quince miembros, ocho eclesiásticos y siete laicos. Tiene la función de “supervisar la gestión económica y de velar sobre las estructuras y actividades administrativas y financieras de los dicasterios de la Curia romana, de las instituciones vinculadas con la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano”. Balda viene de la reunión. El secretario general no será él, será Alfred Xuereb, secretario del papa Francisco y maltés, como Zahra. Francesca entiende por qué Balda está tan agitado: “En un instante, todos sus planes se han venido abajo”, “la Prefectura de Asuntos Económicos de hecho ha sido despojada de toda función” (Chaouqui, 131-133). 

30 de marzo de 2014. Francesca recibe un mensaje de Balda: “Te debo hablar”. Con el mensaje va la foto de una caja fuerte abierta en la Prefectura de Asuntos Económicos. En la caja fuerte había documentos importantes, secretísimos: sobre el banquero Michele Sindona, sobre los escándalos del IOR, sobre los gastos de Juan Pablo II “en los tiempos de la Guerra Fría y de Solidaridad”, sobre Emanuela Orlandi:

- ¿Los has hecho robar?, pregunta Francesca. Balda calla.

- Si los tienes tú, debes devolverlos. Si no, voy a la Gendarmería. Balda se da cuenta de que estamos hablando de un delito grave.

El 27 de abril de 2014, día de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, aparece en el buzón postal de la Prefectura “un paquete cerrado, sin destinatario ni remitente”: “Es una parte de los documentos robados”. El robo no se hace público: “La historia del paquete debe permanecer secreta” (Nuzzi, 181-188). Es el segundo Vatileaks. Comenta Francesca: “Al final los fascículos aparecen, enviados por mano desconocida a los despachos de la Prefectura. Está el dossier de Emanuela Orlandi y entiendo el final de una historia que debe permanecer sepultada”.

Sobre el periodista Nuzzi dice: “Lo conozco bien, contacté con él tras la salida de su bestseller Vaticano S.p.A,, me interesaba su trabajo. Fui yo quien le avisé la noche del arresto de Paolo Gabriele, que le había facilitado los materiales para su libro Sua Santità, ‘Han detenido a tu fuente”, pero “este nuevo libro es un barullo de cuentas”, en el que “no se entiende el marco temporal de los hechos ni su importancia”, “denuncia con tonos rimbombantes los pecados veniales y calla los mortales” (Chaouqui, 146-147 y 239). S.p.A., Società per Azioni es la figura italiana de sociedad anónima.

A mediados de junio de 2014, un gendarme impide a Francesca acceder al archivo de la COSEA: “La Comisión ha sido disuelta”. Francesca piensa escribir a Parolin. Sin embargo, dice, “es otro cardenal al que debo recurrir. El cardenal Abril, ¿cómo no se me ha ocurrido antes? El papa Francisco lo ha nombrado miembro de la Comisión cardenalicia de vigilancia del IOR el 15 de enero”, “y a comienzos de marzo, de aquella comisión, Abril llega a ser presidente”, “goza de la plena confianza del pontífice, es una persona honesta e inteligente”. El tono del cardenal Abril es sobrio, pero su expresión es inquieta: “Llevaré esta información al Santo Padre. Con urgencia”. El cardenal Abril es la persona justa: “Es evidente que no toma a la ligera la información que le hemos llevado” (Chaouqui, 185-195 y 211).

Como todo el mundo sabe, el Tribunal de Justicia del Vaticano condena a Balda y a  Francesca por haber filtrado documentos reservados a los periodistas Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi. Balda es condenado a 18 meses de prisión, pero queda en libertad por haber cumplido la mitad de la condena. Francesca es condenada a 10 meses, pero también queda en libertad. El tribunal exonera a los periodistas por “defecto de jurisdicción” (elDiario.es, 7-7-2016).

En el memorial de Balda se afirma que Francesca “tras haberlo seducido en una noche de pasión” el 27 de diciembre de 2014 en Florencia, “lo tuvo en jaque con una letal combinación de sentido de culpa y miedo al escándalo”. Francesca responde furiosa ante “semejantes mentiras”: “¿Hablamos del cofre? ¿Eh? ¿Hablamos de tu seguro de vida?”. Balda la mira aterrorizado. Lo saben pocos: “su cofre lleno de dossier que ciertamente no ha entregado a los periodistas”, “lo llama su seguro de vida”, “yo sé lo que tiene dentro. De algunos de esos documentos tengo una copia” (Chaouqui, 241-242).

Al parecer, Balda ha intentado proteger su vida como hizo Ettore Gotti Tedeschi, cuando fue cesado de forma fulminante como presidente del Banco Vaticano: entregó a dos amigos “un par de carpetas repletas de papeles”, “secretos potencialmente explosivos para la Santa Sede”, “el dossier con el que Gotti Tedeschi trató de proteger su vida”. Les dijo: “Si me asesinan, aquí dentro está la razón de mi muerte” (El Mundo, 8-6-2012).

Carla di Giovanni es la mujer de Enrico De Pedis, jefe de la Banda de la Magliana, el que secuestró a Emanuela. La mujer del capo, cuyo teléfono estaba pinchado, decía a monseñor Pietro Vergari, investigado por el caso Orlandi: “Vergari, esté tranquilo que ha llegado ‘nuestro procurador’ (refiriéndose claramente a Pignatone), él se encargará de hacer callar a Orlandi. ¿Has visto? Ya ha dejado fuera a Capaldo y a Rizzi (jefe del Equipo Móvil) y ha puesto a los suyos”. El 30 de septiembre de 2015 Pignatone archiva el caso y, al final de su mandato, es “promovido” como presidente del Tribunal de Justicia vaticano (Blog de Emanuela, 19-11-2021).

Adele Rando, la juez instructora del caso Orlandi, dispuso que, antes de ser interrogado, fuera interceptado el teléfono de casa de Raúl Bonarelli, superintendente de la policía vaticana. En una de las llamadas grabadas, Bonarelli pregunta a su jefe (probablemente, el comandante de la Gendarmería vaticana, Camilo Cibin) qué debía decir a los magistrados sobre el caso Orlandi: “Nada, responde el jefe, nosotros no sabemos nada, sabemos lo que dicen los periódicos, lo que se ha publicado fuera. El caso ha quedado fuera de (nuestra) competencia... pertenece al orden italiano”. Insiste el superintendente: “Ah, ¿eso debo decir?”. Responde el jefe: “Eh... ¿qué sabemos nosotros? Si tú dices: Yo no he indagado ... El Servicio ha indagado dentro... esta es una cosa que ha ido después... no decir que ha ido a la Secretaría de Estado”. Con fecha 19 de diciembre de 1997, la juez Adele Rando concluye en el proceso de instrucción que Bonarelli es sospechoso del delito de secuestro de persona, incluso de dos personas (Nicotri, 166-168; Fortichiari, 247-248; El día de la cuenta, 258).

El prefecto demediado. En su doble cargo de secretario del Papa emérito y de prefecto de la Casa Pontificia para el papa Francisco, Gänswein se siente “servidor de dos señores”: “La esperanza de Benedicto de que yo fuera el eslabón de conexión entre él y su sucesor fue un poco demasiado ingenua”, “desde el principio había sucedido cada vez más a menudo que se me obviaba en mis responsabilidades”. El 20 de enero de 2020, el Papa le dijo: “De ahora en adelante quédese en casa. Acompañe a Benedicto, que le necesita, y haga de escudo“, “usted sigue de prefecto, pero a partir de mañana no vuelva al trabajo”.

Benedicto quedó disgustado con la evolución del asunto y el 13 de enero escribió al papa Francisco: “Monseñor Gänswein sufre profundamente y cada vez más bajo el peso del estado de callejón sin salida en que se encuentra. Me atrevo, pues, a pedir a Vuestra Santidad que aclare la situación con una conversación paterna”, “un par de días después, el Papa me fijó un encuentro en Santa Marta, en el que me confirmó que nada había cambiado”, “como plurianual colaborador de la Congregación para la Doctrina de la Fe, secretario del cardenal Ratzinger y del Papa Benedicto, evidentemente llevo encima una marca de Caín. Exteriormente, soy perfectamente identificable” (Gänswein, 274-281)

Carta del arzobispo de Canterbury. Emiliano Fittipaldi ha publicado la carta de Leonard Carey al cardenal Poletti, entonces arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor. En la carta (6-2-1993) se dice: “Después de saber que estará aquí en Londres durante unos días, me siento obligado a pedirle que me visite en los próximos días para discutir personalmente la situación de Emanuela Orlandi de la que tengo conocimiento. Después de años de correspondencia escrita, creo que es oportuno tratar en persona un asunto tan importante”. Por su parte, Carey dice: “La firma es auténtica, pero en el texto hay errores de gramática” (Domani, 9-5-2023). La carta es enviada a Clapham Road 170: “Es otra entrada del mismo edificio” (Italy24. Press, 10-5-2023), la residencia de Emanuela según el documento de cinco folios sobre gastos del Vaticano. La carta parece formar parte de los documentos robados en la caja fuerte de la Prefectura. Si es un documento falso, ¿por qué se guarda en la caja fuerte?

A estas alturas, queda clara la fuente que Gianluigi Nuzzi no revela: el mayordomo Paolo Gabriele. Parecen claras las personas cercanas al Papa que participan en los chats, fotocopian documentos de Emanuela y pagan en secreto a los “tombaroli”: Balda y Francesca. Queda por aclarar: ¿Abrieron los “tombaroli” alguna tumba?, ¿qué encontraron?  Finalmente, ¿hay o no hay un dossier sobre el caso Orlandi? Cualquiera puede juzgar. En el fondo, la pregunta es: ¿Dónde está Emanuela? Evoca aquella otra: ¿Dónde está tu hermano? La situación clama al cielo. Cuarenta años después, el Vaticano no puede dar la respuesta de Caín: “No sé, ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?”.

Jesús López Sáez