En el principio era la palabra
 

-EL DÍA DE LA ASCENSIÓN

El primer día de la semana

  1. Muchos lo recordamos. Se decía este refrán: “Tres jueves hay en el año, que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. Se pensaba que, después de resucitado, el Señor tuvo cuarenta días de permiso para estar con sus discípulos, y luego se acabó lo que se daba. Antes del Concilio Vaticano II se celebraba la Ascensión en jueves, cuarenta días después de Pascua. Ahora se celebra el domingo siguiente. Pero el planteamiento es el mismo.
  2. Veamos lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos (cf Hch 10,41) y les instruye sobre el Reino (cf Hch 1,3), su gloria queda aún velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria”, “la última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube (cf Hch 1,9) y por el cielo (cf Lc 24,51) donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios” (n. 659). El Compendio dice algo semejante: “Cuarenta días después de haberse mostrado a los Apóstoles bajo los rasgos de una humanidad ordinaria, que velaban su gloria de Resucitado, Cristo subió a los cielos y se sentó a la derecha del Padre” (n.132).
  3. Surgen algunos interrogantes: ¿Es esto así?, ¿Cristo ascendió cuarenta días después de Pascua?, ¿el Resucitado estuvo cuarenta días de permiso entre sus discípulos y luego se acabó lo que se daba?, ¿el Ascendido está ausente del mundo?, ¿acaso no dijo el Resucitado: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo?, ¿se ha desplazado temporalmente la Resurrección y la Ascensión?, ¿se ha desfigurado la dimensión pascual de la muerte de Cristo?, ¿no se percibe como movimiento que baja y movimiento que sube (en forma de uve: V)?, ¿se ha roto la unidad indisoluble de la Pascua?
  4. En mi primer libro. Dice Lucas al comienzo de los Hechos: “En mi primer libro, querido Teófilo, escribí sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones a sus discípulos, fue llevado al cielo" (Hch 1,1-2). Jesús, al morir, entró "en su gloria" (Lc 24,26), "fue llevado al cielo" (24,51). Al comienzo de los Hechos, Lucas resume lo que escribe en su evangelio. Lógicamente, en ambos libros, Lucas dice lo mismo: Jesús resucitó y ascendió “el primer día de la semana” (Lc 24, 1), “aquel mismo día” los caminantes de Emaús descubren su presencia (24, 13) y vuelven a Jerusalén, donde el Señor se aparece e instruye a los discípulos (24, 36-49). En el evangelio de Lucas todo ocurre el mismo día. La tradición que llega hasta nosotros dice otra cosa: la Ascensión sucedió cuarenta días después. Hay que revisar la tradición a la luz de la Escritura.
  5. Desfiguración de la Pascua. La Pascua de Cristo tiene forma de uve (V): es un movimiento que baja y un movimiento que sube. Jesús es separado de sus discípulos, cuando es detenido en el monte de los Olivos (Lc 22, 39-54). Como Elías, es arrebatado. Los discípulos, “abandonándole, huyeron todos” (Mc 14, 50). Jesús baja a lo más profundo con la muerte (Lc 23, 33-46), “y una muerte de cruz” (Flp 2,8). Pero Dios no podía dejarlo abandonado en la muerte. Se cumple el salmo 16: “No me abandonarás en la muerte”. Dios lo levanta a lo más alto, lo sienta a su derecha (Sal 110), le constituye Señor y Cristo (Hch 2, 36), le da un nombre sobre todo nombre (Flp 2,10-11), “por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación” (Ef 1,21), por encima de todo imperio, patriarcado o pontificado. La crucifixión la vio todo el mundo, creyentes y no creyentes. La resurrección la ven solamente los creyentes, aquellos que descubren en las señales la presencia resucitada de Cristo. Su Pascua tiene tres aspectos: Cristo vive (Resurrección), es el Señor (Ascensión), el don del espíritu (la promesa de Jesús).
  6. El primer día de la semana. Los discípulos descubren que Jesús vive el primer día de la semana (Lc 24,1): las mujeres, que lo anuncian a los once y a todos los demás (24,9-11); los caminantes de Emaús, que reconocen a Jesús al partir el pan y vuelven a Jerusalén a contar lo sucedido (24,33-35); los once y los que estaban con ellos, cuando, hablando de estas cosas, Jesús se presenta en medio y les dice: "La paz con vosotros" (24,36). Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dice: "¿Tenéis ahí algo de comer?". A su manera, con un nuevo modo de presencia, el resucitado se reúne con ellos, come con ellos (24,41-43). Esta comida es importante, también las enseñanzas o instrucciones que los discípulos reciben.
  7. Instrucciones de Jesús. Los discípulos necesitan superar el escándalo de la cruz. Jesús abre su inteligencia para que entiendan las Escrituras: "Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto" (24,45-49). Jesús resucita “al tercer día”. Se dice en el libro de Oseas: “Al tercer día nos levantará” (Os 6, 2). En la experiencia humana común el primer día es el día de la muerte, un día duro. El segundo es el día de la sepultura, duro también. En la experiencia cristiana, el tercer día es el día de la resurrección.
  8. El monte de los olivos. Tras la comida, el Señor resucitado “los sacó hasta cerca de Betania” (Lc 24, 50), al monte de los Olivos (Hch 2, 12), el lugar donde Jesús fue detenido y separado de los discípulos: “Alzando sus manos, los bendijo”, “mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo" (Lc 24,50-52). La muerte supone separación, descenso. La gloria supone resurrección, ascensión. La ascensión es un aspecto de la glorificación de Jesús.
  9. Preparación para la misión. En los Hechos, Lucas dice que, tras su muerte, Jesús se presentó a sus discípulos "dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios" (Hch 1,3). Según Pablo, Jesús se apareció "durante muchos días", sin precisar más (Hch 13,31). Es simbólico. Jesús pasa cuarenta días en el desierto antes de comenzar su misión (Lc 4,2); Moisés los pasa en el Sinaí al recibir los mandamientos (Ex 24,18) y Elías camino del monte de Dios, volviendo a los orígenes (1 R 19,8). Durante cuarenta días, el Señor resucitado prepara a los discípulos para la misión: "Seréis mis testigos" (Hch 1,8).
  10. Una vez, pero ¿cuándo? "Una vez que comían juntos, les recomendó: No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con espíritu santo" (Hch 1,4-5). Atención, dice Lucas: "Una vez que comían juntos". Una vez, pero ¿cuándo? "El día primero de la semana" (Lc 24,1.13), "el tercer día" (24,47). ¿Qué comida? La de aquel mismo día, la que Lucas cita en su evangelio: la del “trozo de pez asado” (24,42). ¿Qué les dice? Les da instrucciones. Están allí mismo, a continuación: "Abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras", “era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí”, "yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi padre", "permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto" (24,44-49).
  11. Le vieron levantarse. Los que estaban reunidos le preguntaron: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?" (Hch 1,6). Los discípulos siguen aferrados a su esperanza política. Identifican el reino de Dios con la liberación de Israel, pero el reino de Dios no tiene fronteras: "No os toca a vosotros conocer el tiempo y el momento que el padre ha fijado con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del espíritu santo y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra. Dicho esto, le vieron levantarse, y una nube le ocultó a sus ojos" (Hch 1,7-9). ¿Cuándo? "El día primero de la semana", "el tercer día". Esto no impide lo que Jesús dice al buen ladrón: "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,43). La nube simboliza la presencia de Dios. El Resucitado aparece y desaparece. La experiencia de fe comienza y termina. No es una sesión continua.
  12. Jesús se va, pero vuelve. "Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse. Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos" (Hch 1,10-12). ¿Qué hacen ahí plantados? ¿Dónde están? Los discípulos están en el monte de los Olivos (1,12), cerca de Betania (Lc 24,50), el lugar donde Jesús fue detenido y separado de sus discípulos (22,39). 13. Están plantados mirando al cielo, ¿qué hacen ahí? Esperan quizá algo espectacular. Se dice en el libro de Zacarías: “He aquí que viene el día del Señor”, “saldrá entonces el Señor y combatirá contra esas naciones”, “se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente, y el monte de los Olivos se hendirá por el medio de oriente a occidente haciéndose un enorme valle” (Za 14, 1-5). Sin embargo, Jesús volverá “como le habéis visto marcharse”, de forma sencilla. Cuando es detenido, está con sus discípulos. Resucitado, reúne a sus discípulos. El reino de Dios no viene de forma espectacular (Lc 17,20).
  13. En Jerusalén y en Galilea. El Señor resucitado se apareció a sus discípulos no sólo en Jerusalén (Lc 24, 42; Jn 21, 19), también en Galilea: “los once discípulos se fueron a Galilea al monte que Jesús les había indicado” (Mt 28, 16), “después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”, “ellos se fueron a pregonar el evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban” (Mc 16, 15-20). Jesús se apareció también a los discípulos junto al lago de Tiberíades: “esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos” (Jn 21, 14). El Señor resucitado aparece y desaparece, desciende y asciende, en Jerusalén y en Galilea.
  14. El símbolo de la nube. La nube simboliza la presencia de Dios. Aparece en el monte Sinaí (Ex 24,15-18), en el torbellino (muerte violenta) de Elías (2 R 2,1-17), en el monte de la transfiguración (Lc 9,34-35). En el salmo 68 se dice que el Señor "cabalga sobre las nubes". El hijo del hombre "viene sobre las nubes" (Dn 7,13), viene con Dios, en la dinámica del espíritu de Dios. Los dos hombres vestidos de blanco, vestidos de resurrección, vestidos de gloria, aparecen también en la experiencia de las mujeres ante el sepulcro vacío (Lc 24,4). En el pasaje de la transfiguración, son Moisés y Elías, hablan de la muerte de Jesús en Jerusalén (9,30-31).
  15. Descenso y ascenso. Hasta bien entrado el siglo IV los calendarios litúrgicos no mencionan, para nada, una fiesta de la Ascensión que se celebre cuarenta días después de Pascua. En realidad, la ascensión y la resurrección son dos aspectos del misterio pascual de Jesús. Su pascua es el paso del descenso más profundo al ascenso más alto, de la humillación a la gloria, de la muerte a la vida que no acaba. La experiencia de María Magdalena es de resurrección y ascensión. Le dice Jesús: "Subo a mi padre y a vuestro padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Jn 20,17). En la fiesta de la Ascensión se lee el salmo 47: “Dios asciende entre aclamaciones”. Al parecer, se aplica a Cristo. Es un error. Es un salmo de peregrinación. Se aplica a Dios: Dios asciende con quienes suben al templo de Jerusalén. Es Dios quien resucita, quien asciende a Cristo, quien lo sienta a su derecha.
  16. En la dinámica del espíritu. Tras su muerte, Jesús resucitó y ascendió. ¿Hasta donde? Por así decirlo, hasta lo más alto. Como había anunciado Jesús, se cumple el salmo 110: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha" (Lc 20,41-44). Pedro lo proclama el día de Pentecostés: "Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús que vosotros habéis crucificado" (Hch 2,36). No es un resucitado más, es el Señor. Por su ascensión, el Señor resucitado no está ausente del mundo, está presente de una forma nueva, en la dinámica del espíritu de Dios: “Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en espíritu santo” (1 Co 12,3), "estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). A su manera, el Resucitado camina, come, pesca con nosotros (Jn 21,7), nos habla, nos instruye. No es un fantasma separado de la realidad. No es un espíritu separado de la materia. No es un alma separada del cuerpo. No es un cadáver reanimado. Es una realidad nueva, un "cuerpo espiritual" (1 Co 15,44), "penetra todos los estratos de la creación, no sólo los espirituales, sino también los materiales" (M.Schmaus), "está en el corazón de las pequeñas cosas que forman la vida de la tierra" (K.Rahner).

 

* Diálogo: ¿Hay que revisar la tradición de la Ascensión a la luz de la Escritura?

 

*Para descargar e imprimir