En el principio era la palabra
 
LES PARECEN DESATINOS

 

1.- La resurrección de Jesús no es aceptada fácilmente ni siquiera por sus discípulos. Se lo anunciaron las mujeres a los once y a los demás, pero todas estas cosas les parecían como desatinos, y no les creían (Lc 24,11). Los caminantes de Emaús comentarán: El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron (24,22-24).

2.- En realidad, cada uno necesita que se lo diga el Señor. Necesita escuchar su palabra. No sabemos exactamente qué sucedió al atardecer de aquel día, el primero de la semana. El relato es muy sobrio. Estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz con vosotros. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor (Jn 20,19-20).

3.- Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré (20,24-25). Tomás no estuvo en la reunión; por tanto, no escuchó la Palabra, no vio lo que pasó allí. Tomás no cree lo que le dicen los demás, pone condiciones para creer: Si no lo veo, no lo creo. Pero ¿no es necesario creer para ver?

4.- Ocho días después, estaban otra vez los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio y dijo: La paz con vosotros. Luego dice a Tomás: Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente. Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío. Dícele Jesús: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto (20,26-29).

5.- La misma experiencia, la del primer día de la semana, es relatada por Lucas con más detalles, alguno quizá añadido después: Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz con vosotros. Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo. Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado; él lo cogió y comió delante de ellos. Después les dijo: A esto me refería cuando, estando todavía con vosotros, os dije que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras (Lc 24,36-46). Los discípulos, el primer día de la semana, escuchan la Palabra y descubren la presencia del Señor. Les habla, disipa sus dudas. Come con ellos,  cena con ellos. Estamos hablando ya de la fracción del pan (Hch 2,42), de la cena del Señor (1 Co 11,20).

6.- En las diversas experiencias de resurrección, los discípulos tardan en reconocerle. Jesús es el mismo, pero ha cambiado su modo de presencia. Ya no está entre nosotros a la manera de hombre, sino a la manera de Dios. Jesús es reconocido como Señor (¡lo mismo que Dios!) en circunstancias ordinarias de la vida, en medio de acontecimientos que se convierten en signos o señales. Así los de Emaús le reconocen al partir el pan y en todo lo que había ido sucediendo en el camino (Lc 24,32; 24,25-31); María Magdalena reconoce a Jesús en la palabra que  le dirige a ella (Jn 20,16); lo mismo sucede a los discípulos: a orillas del lago (Jn 21,4-13), en una casa (Jn 20,19-21; Mc 16,14-18; Lc 24,36-49), sobre un monte (Mt 28,16), a todos se les manifiesta en su palabra.

7.- Jesús está presente en la historia a la manera de Dios, como Señor: ello explica que sólo sea reconocido por creyentes, es decir, por aquellos que reconocen la acción de Dios en la historia. En efecto, Jesús no se hace presente ya en la debilidad de la carne, sino en la dinámica del espíritu: Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino por influjo del espíritu santo (1 Co 12,3).

8.- La resurrección de Jesús y su constitución como Señor es un acontecimiento trascendente, que - sin embargo - tiene sus señales, realmente "palpables" por los creyentes. Así estos pueden decir que Jesús camina con ellos (Lc 24, 15), come y bebe con ellos (24,30.43), pesca con ellos (Jn 21, 6), se reúne con ellos, se presenta en medio de ellos (Jn 21,19). Jesús Resucitado está, como Dios vivo, en el corazón de la historia. Sus señales están por todas partes: a toda la tierra alcanza su pregón (Sal 19). Son una invitación a la fe: Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la palabra de la vida... lo que hemos visto y oído os lo anunciamos (1 Jn 1,1-3;Jn 20,30).

9.- El hecho de que Jesús sea reconocido como Señor de la historia supone un cambio profundo, radical (Hch 2,37). En efecto, los primeros cristianos se vuelven "locos", lo ponen todo en común (2,42-44; 4,32-35). Causa especial impacto el cambio  experimentado por Pablo: ¿No es este el que se ensañaba en Jerusalén contra los que invocaban ese nombre? (9,20).

10.- Es preciso creer para ver. Si no lo creo, no lo veo. Una mala apologética (defensa) de la fe ha presentado las señales de la resurrección como si fueran pruebas de la misma, que pudieran servir para creyentes y no creyentes. Entonces la apologética deriva en literatura apócrifa. Así en un texto de comienzos del siglo II los discípulos no solamente son invitados a tocar el cuerpo del Señor, sino que de hecho lo tocan, cosa que los evangelios nunca dicen: “Pues nosotros lo hemos tocado a fin de reconocer que verdaderamente había resucitado en la carne” (Carta de los Apóstoles, 23). Del mismo modo, en el año 110, Ignacio de Antioquia escribe a los de Esmirna: “Y tan pronto como le tocaron, creyeron, quedando compenetrados con su carne y con su espíritu” (3,2).

11.- La resurrección de Jesús no es una experiencia puramente subjetiva de los discípulos, pero tampoco es la reanimación de un cadáver. También aquí vale lo que dice Pablo: Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual (1 Co 15,44). Es un acontecimiento trascendente, pero tiene sus señales: Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban (Mc 16,20). Es una experiencia que puede ser discernida y celebrada por más de quinientos hermanos a la vez (1 Co 15,6). Sin embargo, también ahora, a muchos les parecen desatinos.

* Diálogo: Sobre la resurrección de Jesús hoy

- si no lo veo, no lo creo

- les parecen desatinos

- si no lo creo, no lo veo

- es preciso escuchar la Palabra

- en las circunstancias ordinarias de la vida

- en una comunidad viva que discierne y celebra

- señales actuales