En el principio era la palabra
 

UNA SOLA CARNE

Comunión, no dominación

 

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Placa Burney, Lilith (1800 a.C.)

1.   La igualdad de hombre y mujer es una señal de nuestro tiempo, asumida por el Concilio Vaticano II como perteneciente al plan original de Dios. Sin embargo, la vieja tradición de la sumisión de la mujer persiste en medio de la involución eclesial. Al propio tiempo, el viejo mito de la mujer independiente y rebelde vuelve a aparecer. Es preciso discernir.

2. Una leyenda judía (siglo X d.C.), Alfabeto de Ben Sira, recoge el viejo mito de Lilith, que los judíos desterrados en Babilonia llevan a su tierra: "Cuando Dios hubo creado al primer hombre solitario, se dijo: No es bueno que el hombre esté solo, y le creó una mujer tomada, como él, de la tierra, y la llamó Lilith. Desde ese momento no cesaron de rivalizar entre sí...El decía: Tú estas hecha para estar debajo y yo encima. Ella le dijo: Los dos somos iguales, pues ambos venimos de la tierra. Ninguno de ellos escuchaba al otro. Constatando esto, Lilith pronunció el Nombre maravilloso y se ocultó en el espacio aéreo. Adán oró ante su Creador y dijo: Soberano del mundo, la mujer que me has dado ha huido lejos de mi".

3. Desde la placa Burney, relieve babilónico de barro cocido que se conserva en el Museo Británico de Londres, se puede decir aquello, cuarenta siglos nos contemplan. En la placa aparece Lilith, desnuda, con alas y turbante o tiara de cornamentas, con pies en forma de garras de lechuza o búho, símbolo de la noche. Se alza sobre dos leones o chacales y es flanqueada por dos lechuzas o búhos. Lleva en cada mano un juego de cuerda y vara para medir el grano. Enemiga de las parturientas y de los niños recién nacidos, es seductora de hombres. Si se mira a fondo, la placa está cargada de simbolismo claramente aleccionador.

4.  En nuestro tiempo, el viejo mito vuelve a resurgir como símbolo del feminismo: "Primera mujer antes de Eva, Lilith, independiente y rebelde, acabaría convertida por el misticismo judío en una asesina de niños y un demonio de la noche. Mientras tanto, Eva sumisa, Eva silenciada, Eva encadenada, le usurpará el título a su indómita predecesora, determinando la suerte de la mitad de la humanidad en un mundo donde triunfa el afán protagonista de Adán. Y Lilith desaparecería de un plumazo rabioso por los herederos del primer varón, deseosos de olvidar que, en alguna época remota, sí compartieron sus sueños con las hijas de Lilith", "siempre nos contaron los hijos de Adán que la primera mujer se llamaba Eva, y que había nacido de la costilla del primer varón. Se olvidaron de decirnos que, en realidad, en el Antiguo Testamento no sólo existía un relato de la creación, sino dos, y bien distintos. Si nos remitimos a la Biblia, veremos que aparece uno en Génesis (1,1-31) y otro en Génesis (2,1-25). Tampoco nos informaron los hijos de Adán de que, en la primera versión - aquella que pasaron por alto - , Dios creaba al hombre y a la mujer al mismo tiempo y con la misma tierra. Iguales" (Gn 1,27-28)", "no lo olvidemos: no somos hijas de Eva. Somos hijas de Lilith"(Carmen Posadas, Sophie Courgeon, A la sombra de Lilith. En busca de la igualdad perdida, 12-15).

5.  Se impone una revisión de la tradición recibida y, también, del viejo mito. La vieja tradición argumenta a partir del segundo relato de la creación (s. X a.C.) que el varón fue creado primero con polvo del suelo (Gn 2,7) y la mujer fue formada de una costilla del varón (2,22). Sin embargo, la vieja tradición refleja la situación social del mundo antiguo. Se ignora el pasaje que viene a continuación, que asume el Evangelio y proclama la unidad e igualdad del hombre y de la mujer: Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne (2,24).

6.  Además, el primer relato de la creación (siglo V a.C.) presenta al ser humano, diferenciado desde el punto de vista sexual. Ambos, varón y mujer, son imagen de Dios, no sólo el varón: Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó (Gn 1,27). Ambos son distintos desde el punto de vista sexual, pero iguales en dignidad humana. La fecundidad (paternidad, maternidad) es de ambos por igual, así como la misión de dominar la tierra (1,28).

7.  La afirmación de que el hombre es cabeza (o jefe) de la mujer aparece (tal y como nos llega) en varias cartas paulinas  (1 Co 11,3; Ef 5,23; Tt 2,5) y en la primera carta de Pedro (1 Pe 3,1), pero no aparece en los evangelios. ¿Qué significa esto? ¿Esa afirmación es palabra de Dios o sólo refleja la situación social de la mujer, de inferioridad, dependencia y sumisión, tal y como se da en el mundo antiguo?

8. En el mundo antiguo, salvo casos aislados, la mujer no desempeña un papel en la vida pública. Su formación se limita a sus labores. Según el filosofo griego Aristóteles (384-322 a.C.), que tanto influye en la tradición cristiana medieval, la mujer es “como un hombre mutilado” (De generatione animalium, 2,3). En el mundo judío, hasta los doce años y medio, el padre tiene sobre la hija la patria potestad: “Ella permanecerá siempre bajo la autoridad paterna hasta que no pase, con las nupcias, a la dependencia del marido”, se dice en La Misná, que recoge la tradición oral judía hasta el siglo II d.C. (Orden tercero, IV,5). “La mujer, dice la ley, está sometida al marido en todo” (Josefo, Contra Apionem, 2,24). Lo mismo aparece en la carta a los Efesios: “Las mujeres deben someterse a sus maridos en todo” (Ef 5,24).

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Lilit (1892), por John Collier

9. En nuestro tiempo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) establece la igualdad entre marido y mujer: “el hombre y la mujer tienen los mismos derechos antes, durante y después del matrimonio” (artículo 16). La igualdad fundamental de todos es una señal de nuestro tiempo discernida por el Concilio Vaticano II como acción del espíritu de Dios en el mundo de hoy: “Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivo de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser superada y eliminada por ser contraria al plan de Dios” (GS 29).

10.    Según el proyecto de Dios, marido y mujer están llamados a formar una sola carne (Gn 2,24). Tal es la figura  original del matrimonio en un mundo que, en cuanto salido de las manos de Dios, es bueno, muy bueno, un mundo humano y habitable, un jardín (2,8). La relación entre marido y mujer es armoniosa, la comunicación es transparente: Estaban ambos desnudos...pero no se avergonzaban uno del otro (2,25). Sin embargo, algo provoca la pérdida de esa figura, la maldición, el desamor, el desamparo.

11.  Con diversas imágenes, el relato de Gn 3 desenmascara la tentación, la atracción de los cultos cananeos, la prostitución sagrada, masculina y femenina (Dt 23, 18; Os 4,13-14), un proyecto de vida contrario a la palabra de Dios, una idolatría: "seréis como dioses", como Baal y Asera (Jue 3,7). En ese contexto, la serpiente (divinidad cananea) aparece como símbolo de vida, sabiduría, fertilidad, eterna juventud. En realidad, el árbol prohibido es sólo uno (3,3), pero lo parecen todos (3,1). Es el límite que, según la palabra de Dios, marido y mujer no deben pasar.

12.   El relato pone al descubierto que marido y mujer, en su más profundo error, evitan la presencia de Dios. Se ocultan. Dios tiene la costumbre de pasear por el jardín de la historia humana. Pero marido y mujer creen que Dios no les interesa para vivir, que Dios es envidioso, enemigo de su felicidad y de su vida: Se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal (3,5). Dios aparece no ya como una ilusión, sino como una mentira, una opresión de la que es preciso librarse. Ellos mismos sabrán (y decidirán) por propia cuenta lo que es bueno y lo que es malo.

13.   La mentira primordial (ver Jn 8,44) cautiva por su falsa apariencia de bien. El fruto prohibido parece bueno para comer, apetecible y excelente para lograr sabiduría (Gn 3,6). La tentación de ser como dioses se presenta realizable y apetecible. Marido y mujer comen del fruto prohibido. Pero de ahí, experiencia histórica y experiencia actual, viene una serie de rupturas: con Dios, con los demás, consigo mismo.

14.   Según el modelo social del mundo antiguo, la mujer está en casa y el hombre en el trabajo. Esta distribución de papeles hoy está en profunda revisión. La mujer (en situación de sumisión) no es la reina del hogar, sino la esclava; la relación de amor se convierte en dominación.  El trabajo no es una actividad sana y creadora, sino una realidad dura, espinosa y esclavizante; la relación laboral degenera en explotación (Gn 3,16-18). Este no es el mundo querido por Dios. La sumisión de la mujer y la explotación del marido no pertenecen al proyecto original de Dios, son consecuencia del pecado humano. La enemistad entre la serpiente y la mujer será una clave profunda de la historia (3,15). La tentación de ser como dioses afecta también al sentido de la vida y a la forma como se vive la muerte, como polvo (3,19)

15. En la Biblia el mito de Lilith aparece en este pasaje de Isaías, aplicado a Babilonia: De generación en generación quedará arruinada, y nunca jamás habrá quien pase por ella. Se adueñan de ella la corneja y el mochuelo, la lechuza y el cuervo la habitan. El Señor aplica sobre ella la plomada del caos y el nivel del vacío. No queda nombre con que llamar su reino, y sus jefes vuelven a la nada. En sus palacios crecen espinos; en sus torreones, cardos y ortigas. Se convierte en cubil de chacales, en guarida de crías de avestruz; se reúnen hienas y gatos salvajes, el chivo llama a su compañero; allí descansa el búho (Lilit, Biblia de Jerusalén) y encuentra su guarida; la serpiente anida y pone, incuba y empolla sus huevos; allí se juntan los buitres (Is 34, 10-15). Es el juicio de la ciudad poderosa, prostituta de la historia, y es también el final del destierro (597-538; Is 34,16-17).

16.  La situación de la mujer cambia con la experiencia del Evangelio. La mujer participa en la misión de Jesús y en las primeras comunidades. Ahí están las mujeres que acompañan a Jesús (Lc 8,1-3) y la samaritana que anuncia el Evangelio (Jn 4, 28-29). Ellas anuncian a los once y a todos los demás la resurrección del Señor (Lc 24,10; Jn 20, 18), toman la palabra en la comunidad: Profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas (Hch 2,17; 1 Co 11,5); muchas se distinguen en el servicio del evangelio (Col 4,15; 1 Co 1,11; Rm 16; Flp 4,2); hay profetisas (Hch 21,9) y diaconisas (Rm 16,1). Junto a las grandes comunidades, como Jerusalén o Antioquía, están las pequeñas comunidades, cuya dirección podría corresponder al cabeza de familia, varón o mujer (Rm 16,3-5;Col 4,15). En Filipos, la comunidad empieza por un grupo de mujeres; ellas tienen un papel predominante (Hch 16,12.15;Flp 4,2).

17.  En la carta a los Gálatas, la carta de la libertad cristiana, dice Pablo: Ya no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Ga 3,28). El Evangelio pone en cuestión la circuncisión y la ley judía, la esclavitud y la sumisión. El concilio de Jerusalén supone para los gentiles convertidos al cristianismo la liberación de la ley judía (Hch 15,18). Esta es la lucha de Pablo: Habéis roto con Cristo todos cuantos buscáis la justicia en la ley, os habéis apartado de la gracia (Ga 5,4).

18. Entonces ¿cómo se explican las leyes sobre la sumisión de la mujer, el velo y el silencio? Nos parece que hay interpolación, añadido posterior a las cartas de Pablo, además, realizado por adversarios defensores de la ley judía.  Pablo lo veía venir: Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos feroces que no perdonarán al rebaño (Hch 20,29).

19.  Veamos. En la carta a los Colosenses encontramos los llamados espejos o manuales del hogar, que regulan las relaciones de dependencia propias del mundo antiguo: maridos-mujeres, padres-hijos, amos-esclavos (Col 3,18-4,1). Un pasaje semejante, más amplio, aparece en la carta a los Efesios (Ef 5,22-6,9; ver 1 Tm 2,8-15; 5,3-8;6, 1-2; Tt 2,1-10; 1 Pe 2,13-3,7).

20.  En la carta a los Corintios, hablando del buen orden en las asambleas, se ordena que la mujer se cubra la cabeza, es decir, que se ponga el velo (1 Co 11,3-12). Detrás de la imposición del velo, está la ley judía. En el mundo judío la mujer que salía sin llevar la cabeza cubierta podía ser despedida por su marido sin ningún tipo de indemnización: “Estas son las mujeres que han de ser despedidas sin entregarle la dote: aquella que quebranta la ley de Moisés o la ley judía. ¿Cuál es la ley de Moisés? Si da, por ejemplo, de comer sin haber separado antes el diezmo, o si tiene relación sexual durante el periodo de la menstruación... ¿Cuál es la ley judía? Si sale con el pelo suelto, o si teje en la plaza, o si habla con cualquier hombre” (La Misná, Orden Tercero, VII, 6).

21. En la carta a los Corintios, un poco más adelante, se le impone a la mujer el silencio, se ordena  que la mujer se calle en la asamblea (1 Co 14,34-35). Pero entonces ¿cómo puede profetizar, según se dice anteriormente? (11,5). ¿Cómo puede el autor de la carta afirmar dos cosas, de suyo contradictorias? Con razón, se ha denunciado aquí una interpolación posterior, que altera el texto paulino (G. Fitzer, 1963; ver nota Biblia de Jerusalén, 1998: algunos manuscritos ponen los vv. 34-35 después del v.40). Además, esta nueva imposición se presenta como mandato del Señor (14,37).

22. En la primera carta a Timoteo encontramos también la ley del silencio y de la sumisión (1 Tm 2,11-13). Según la ley judía, “las mujeres, los esclavos y los menores (no son incluidos en el número que es mínimo) para hacer la invitación (a la acción de gracias en común)”: la mujer “tampoco puede ser maestra de niños” (La Misná, Orden Primero, VII,2 y Orden Tercero, IV, 13). La sumisión de la mujer limita su libertad en todos los aspectos, también en el servicio religioso.

23.  Luciani lo había dicho ya en una boda: "El profeta Isaías para manifestar la ternura de Dios hacia el hombre y hacia la mujer nos da una imagen fascinante, dirá que Dios es también Madre" (Is 49, 15; 66,13). Claro, llamó más la atención, cuando lo dijo siendo papa, el 10 de septiembre a la hora del Angelus. Las mujeres que se encontraban en la plaza de San Pedro prorrumpieron en un estruendoso aplauso que se extendió por todas partes, cuando oyeron decir a Juan Pablo I: "Nosotros somos objeto de parte de Dios de un amor insuperable. Lo sabemos: tiene siempre los ojos abiertos sobre nosotros, también cuando parece que sea de noche. Es papá; más aún, es madre".

24. "Nunca, dice Ratzinger, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, se califica o se invoca a Dios como madre. En la Biblia, madre es una imagen, pero no un título para Dios. ¿Por qué? Sólo podemos intentar comprenderlo a tientas. Naturalmente, Dios no es ni hombre ni mujer, sino justamente eso, Dios, el creador del hombre y de la mujer. Las deidades femeninas que rodeaban al pueblo de Israel y a la Iglesia del Nuevo Testamento mostraban una imagen de la relación entre Dios y el mundo claramente antitética a la imagen de Dios en la Biblia" (Jesús de Nazaret, 174).

25. Ante la misión que se le encomienda, Moisés se defiende: ¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los israelitas?  Responde el Señor: Yo estaré contigo...Así dirás a los israelitas: El Señor, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación (Ex 3,12-15). Se ha especulado mucho sobre el nombre de Dios. Es todo más sencillo. Lo que aquí está en juego es la fórmula ordinaria de la alianza: el Señor está con nosotros. Es un Dios de vivos, no de muertos, el Dios de nuestros padres y de nuestras madres, de aquellos que son para nosotros como ángeles (Lc 20, 36).

26. En diálogo con el mundo de hoy, es preciso discernir. La Iglesia, dice el Concilio, “tiene el deber permanente de escrutar los signos de los tiempos y de interpretarlos a la luz del Evangelio”, “en la familia se originan grandes discrepancias, bien por las acuciantes condiciones demográficas, económicas y sociales, bien por las dificultades que surgen entre las generaciones que se suceden, bien por las nuevas relaciones sociales entre hombres y mujeres” (GS 8), “la mujer, allí donde todavía no lo ha logrado, reclama igualdad de derecho y de hecho con el hombre” (GS 9).

*Diálogo:

- la igualdad entre hombre y mujer es una señal de nuestro tiempo

- distintos desde el punto de vista sexual, iguales en dignidad humana

- ambos, varón y mujer, son imagen de Dios

- una sola carne: comunión, no dominación

- tentación, idolatría: ser como dioses

- la vieja tradición de la sumisión no pertenece al proyecto de Dios

- respetando su libertad, la mujer no debe convertirse en "asesina de niños" y "demonio de la noche"

- tampoco el varón (mito correspondiente, Asmodeo; ver Tb 3,8)

- Dios es papá; más aún, es madre; Dios no es ni hombre ni mujer

- está con nosotros, es un Dios de vivos, no de muertos, el Dios de nuestros padres y nuestras madres