En el principio era la palabra
 

7. LA TRADICION DE LOS ORIGENES

Alianza, creación, origen del mal

1. El antiguo credo de Israel y los primeros sumarios históricos colocaron los hechos uno detrás de otro y a un mismo nivel. Por ejemplo: “Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo un pueblo grande, fuerte y numeroso” (Dt 26,5-6). El desarrollo de esa historia, que incluye tradiciones diversas, exigía dividir la historia de Israel en etapas: los primeros tiempos, la crisis del establecimiento, la crisis del Estado, la restauración del pasado, después del destierro. Es lo que hemos hecho hasta ahora. Ahora abordamos las tradiciones propias de cada etapa.

2. Algunas aclaraciones. El arameo errante es Jacob. En el vado de Yaboc, un hombre luchó con él hasta la aurora. El hombre le dijo: Suéltame, que llega la aurora. Jacob respondió: No te soltaré hasta que me bendigas. Él le preguntó: ¿Cómo te llamas? Contestó: Jacob. Replicó: Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Gn 32,25-29). Según vemos en el Éxodo, “la estancia de los hijos de Israel en Egipto duró cuatrocientos treinta años” (Ex 12,40). El judaísmo rabínico considera que la vida de Moisés se extiende desde el año 1391 a.C. hasta el 1271 a.C.  En el mapa, emigración de Abraham (de Ur a Jarán y a Canaán) y emigración de Jacob (de Canaán a Egipto).

3. Durante los últimos doscientos años, el estudio crítico ha logrado componer un cuadro muy completo de la historia de Israel. Actualmente, “la investigación crítica de la historia considera imposible que todo el pueblo de Israel se hallara en el Sinaí, pasara en bloque el mar Rojo y tomara así posesión de Canaán”. Se ha podido constatar que la imagen de la historia de Israel “se edifica sobre unos pocos temas centrales de gran antigüedad, alrededor de los cuales se cristalizaron, en un crecimiento orgánico, innumerables cantidades de tradiciones sueltas que circulaban libremente. Los temas centrales tenían ya un carácter marcadamente confesional, como también la mayor parte de las antiguas tradiciones sueltas que enriquecieron y ampliaron esa imagen. Por esto el Hexateuco nos ofrece un cuadro de la historia que fue esbozado completamente por la fe y tiene, por lo tanto, un carácter confesional“ (Von Rad, 149-150).

4. En realidad, cada generación se encuentra con la tarea permanente de comprenderse a sí misma como Israel: “Por regla general, los hijos podían reconocerse en la imagen que les habían transmitido los padres, pero esto no les dispensaba de reconocerse en la fe, como el Israel de su tiempo y de presentarse como tal ante Yahvé. Para que esta actualización fuera posible se debía reformar la tradición en algunos puntos”. Así fue creciendo lentamente el depósito de la tradición, se añadieron nuevos elementos y se reinterpretaron los antiguos: “Junto a redacciones primitivas aparecieron duplicados más recientes. Ninguna generación se encontró con una obra histórica autónoma y acabada, cada una siguió trabajando sobre lo que había recibido”.

5. El Hexateuco conserva en su redacción final el carácter propio de una confesión de fe, como el antiguo credo, aunque la obra habla también de la institución de oficios y ritos, de la fidelidad del hombre en la prueba y, más aún, de sus defecciones y rebeliones. Cuando se habla del carácter confesional, se quiere decir que “los hechos allí narrados continuaban siendo actuales para cada generación posterior en virtud de una oculta contemporaneidad” (Von Rad, 164-172). En el mapa, trayectoria de Israel hacia Jericó.

6. La alianza tenía su puesto en el ambiente cultual de Israel, en determinadas solemnidades, que constituían los puntos culminantes de su vida religiosa. La alianza, que supone una relación personal del hombre con Dios, es una de las tradiciones más antiguas. La redacción final del Hexateuco presenta el material de la tradición dividido en grandes alianzas: alianza de la creación (Gn 3,8), alianza con Noé (Gn 6,14), alianza con Abraham (Gn 12,1). A Abraham Dios le promete una descendencia numerosa como las estrellas del cielo (Gn 15,5) y “una tierra que mana leche y miel” (Dt 26,9), “desde el río de Egipto al gran río Éufrates” (Gn 15,18). La primera promesa se cumplió en Egipto; la segunda, en la tierra de Canaán bajo la guía de Josué. En realidad, “las dos alianzas de Yahvé -con Abraham y con Moisés- perfilan la obra entera del yahvismo”. Este arco gigantesco, desde la promesa de la tierra hecha a los patriarcas hasta su realización en la época de Josué, es el elemento más sobresaliente que da unidad  al Hexateuco (ver PC V, Alianza).

7. La creación, don de Dios. Israel primero descubre la acción de Dios en la historia y luego formula su fe en la creación como don de Dios. En el Génesis encontramos dos relatos de la creación:  el documento sacerdotal (Gn 1,1-2,4-5) y el documento yahvista (Gn 2,4-25). Son relatos muy distintos. El primero se sitúa en el siglo V a.C. y el segundo en el siglo X a.C. En el relato sacerdotal el hombre es la cumbre de la creación. En el relato yahvista la creación culmina en la humanidad, representada en la dualidad: varón-mujer.

8. No es una filosofía, es una confesión de fe. La creación es don de Dios. Se nos da la idea de “carencia absoluta de fatiga” en la acción creadora de Dios. Bastó una breve manifestación de su voluntad para llamar al mundo a la existencia. El mundo es reflejo de su palabra creadora. El mundo nos habla de Dios y Dios nos habla a través del mundo: “Los cielos cantan la gloria de Dios y el universo anuncia la obra de sus manos” (Sal 19). Como la historia, la creación tiene su Señor. El caos es “la amenaza por excelencia de la creación”, es una de las experiencias primordiales del hombre y la piedra de toque de toda confesión de fe en la creación como don de Dios: “Dios sacó al mundo de lo informe y lo mantiene sin cesar sobre su propio abismo” (Von Rad, 191-193; ver PC V, La creación, don de Dios).

9. El salmo 8 se dirige a Dios: “Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra”. Pero luego habla del hombre: “lo hiciste poco inferior a los ángeles”. El texto original dice Elohim y los LXX lo traducen por “ángeles”. En cierto sentido, “el hombre fue creado en forma de Elohim. Nos podemos preguntar “sobre el modo como imaginaban los israelitas estos seres divinos. Dos atributos son ciertos: se los tenía por sabios y buenos” (2 Sm 14,17-20; 1 Sm 29,9). Israel no consideró a Dios como un ser “antropomorfo” (en forma de hombre), sino al contrario, consideró al hombre como “teomorfo” (en forma de Dios). Lo hizo “a su imagen y semejanza“ (Gn 1,26). Lo hizo “poco inferior” a Dios. Lo dice Jesús: “La Escritura llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios” (Jn 10,35; Sal 82). Dios colocó al hombre en la cumbre de la creación. Le dio el mando “sobre las obras de tus manos”. El hombre es “el mandatario de Dios”.

10. El Génesis afirma con fuerza que Dios terminó su obra creadora (Gn 2,1-2). De este modo, establece una clara distinción entre la obra de la creación y la solicitud con la cual la sigue conservando y sustentando. Dios terminó la creación con su descanso del séptimo día. No comprendería el texto quien viera en él la institución del sábado. Más aún, “sólo la irreflexión puede descubrir en este reposo divino, que cierra la creación, una especie de abandono del mundo por Dios; al contrario, Dios se vuelve hacia el mundo con una benevolencia misteriosa” (Von Rad, 195-198).

11. En el relato sacerdotal (Gn 1), la creación del mundo avanza a medida que retroceden las aguas. En el relato yahvista (Gn 2), el estado primordial aparece como una árida estepa, que la benevolencia divina cambia en oasis y en país agrícola, mediante el riego. El autor no habla nunca de la “tierra”, sino del sector más próximo al hombre: el jardín, el río, los árboles, los animales. Dios planta a su alrededor un jardín, es decir, un mundo humano, habitable. La prohibición de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal brota de la voluntad de Dios que conduce a la vida. Limitando la libertad del hombre, Dios le convoca a una decisión. En el mapa, Mesopotamia.

12. Se describe la creación del hombre, como el alfarero modela su obra. La materia utilizada es la tierra, pero el hombre se convierte en ser vivo sólo cuando recibe el aliento de la boca de Dios. Dios “modeló al hombre del barro de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser vivo” (Gn 2,7). La simple privación del aliento divino coloca al hombre en la muerte: “Les retiras el aliento y expiran, y vuelven a ser polvo” (Sal 104,29). La creación de la mujer se encuentra muy distante de la creación del hombre, Dios otorga al hombre una ayuda “adecuada”, debe ser semejante a él, pero no idéntica; es, más bien, su contraparte, su complemento.

13. Tras la imagen de la “costilla” y la expresión “la mujer fue tomada del varón” o “ha salido del varón” (Gn 2,21-23), se esconde quizá la biología antigua, según la cual en el semen masculino está contenido todo un hombre (o mujer) en potencia. Jesús no utiliza la imagen de la “costilla”, ni tampoco la expresión “la mujer fue tomada del varón”, sino ésta: “serán los dos una sola carne” (Gn 2,24; Mt 19,5), que supone comunión e igualdad, la misma dignidad, y, por tanto, excluye la sumisión y la dominación. La dominación no pertenece al proyecto original de Dios, es fruto del pecado humano (Gn 3,16).  En un punto los dos relatos están de acuerdo: “consideran la creación íntimamente orientada hacia el hombre, que es su centro y su meta” (Von Rad, 199-200).

14. El antiguo Israel tiene unos presupuestos culturales que comparte con los pueblos del entorno, pero no tiene el concepto de “mundo”, tan familiar para nosotros, el “cosmos” de los griegos. Israel define el mundo como “el cielo y la tierra”, “el todo” (Sal 8,7; Is 44,24; Ecl. 3,1). Israel se imagina el mundo como un edificio en tres pisos (Ex 20,4; Sal 115,15-17): “El cielo era una cosa consistente, como una gigantesca campana que se curvaba sobre la tierra; encima estaba el océano celeste (Gn 1,8; Sal 148,4-6). Sobre las aguas del caos inferior se asentaba la tierra, semejante a un disco apoyado sobre columnas (Sal 104,5;24,2). Estas aguas regalan a la tierra fuentes y arroyos (Pr 8,28); pero, como en otro tiempo la inundaron y amenazaron destruir la obra de la creación (Gn 7,11), lo mismo podría repetirse de nuevo” (Von Rad, 202-203). Ahora bien, si Dios está con nosotros, “no tememos aunque tiemble la tierra” (Sal 46,3).

15. El poema babilónico Enûma Elish narra el origen del mundo. Está recogido en unas tablillas de carácter cuneiforme halladas en las ruinas de la biblioteca de Asurbanipal en Nínive y datadas hacia el año 1200 a.C. El poema es visto como la historia de la eterna lucha entre el Orden y el Caos: muestra el arquetipo del guerrero que lucha contra el Caos, aunque no consigue derrotarle nunca. Marduk es el dios de la luz y del orden, Tiamat es la diosa de la oscuridad y del caos. Desde una perspectiva marxista, el psicoanalista Erich Fromm (1900-1980) considera el poema como la expresión de la transformación de la sociedad desde el matriarcado al patriarcado.

16. El origen del mal. El relato yahvista describe el origen del mal, la irrupción del pecado y su crecimiento arrollador: “El autor no se dedica a hacer teoría; su interés se concentra más bien en mostrar una cadena de sucesos reales, un camino que recorrieron los hombres y los condujo a una situación irreparable”. El hombre intentó ensanchar su naturaleza más allá de los límites creados, “quiso ser como Dios” (Gn 3,5), pero encontró “una vida entre fatigas y agobiantes enigmas, inmerso en un combate desesperado con la potencia del mal, para caer, al fin, víctima de una muerte inevitable” (Von Rad, 205-207; ver PC III, El origen del mal).

17. En los primeros capítulos del Génesis, se describen también grandes pecados: el crimen de Caín (Gn 4), la corrupción de los contemporáneos de Noé (Gn 6), la construcción de la torre de Babel (Gn 11). Hasta se pone en cuestión si tiene sentido la creación, el mundo, la vida (Gn 6,7). Se toma progresivamente conciencia de que el pecado es un hecho universal: "Tanto judíos como griegos están todos bajo el pecado" (Rm 3,10; Sal 14,1-3;51,7). La naturaleza, creada para el hombre, participa de su destino: está sometida a la servidumbre de la corrupción (Rm 8,21). En la foto, reconstrucción de un zigurat de Babilonia.

18. La versión asiria del diluvio fue descubierta en una tablilla de arcilla encontrada en Nínive. Es interesante compararla con la versión bíblica (Gn 6). La tablilla, ahora en el Museo Británico, forma parte del poema épico de Gilgamés escrito aproximadamente en el 2.100 a.C. Utnapistim, el héroe del diluvio de Shuruppak, una ciudad antigua situada a la orilla de Éufrates, habla del diluvio: “El dios Ea ordena a Utnapistim que inicie los preparativos”, “derriba esta casa, construye un barco. Deja tus posesiones, busca tu vida. Abandona las posesiones, busca la vida. Sube al barco la simiente de toda cosa viva”, “la tormenta: seis días y seis noches. Sopla el viento del diluvio, la tormenta del sur barre la tierra. Cuando el séptimo día llegó, la tormenta del sur que llevaba el diluvio desistió en la batalla, en la que habíamos luchado como en el ejército” (Atlas de la Biblia, 31). En la foto, tablilla del poema de Gilgamés. En la ciudad de Shuruppak se produjo una gran inundación que ha sido probada arqueológicamente y que ha sido datada hacia el 2.900 a.C. (Wikipedia).

19. La tradición de los orígenes recoge también la lista de pueblos: “Tanto el documento yahvista como el sacerdotal hacer derivar toda la constelación de las naciones de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet; por consiguiente, siguen una concepción que en sus tiempos tenía ya una forma fija. De este modo expresan la unidad del género humano”. La lista de pueblos, que aparece en Gn 10 y 11, “se basa ciertamente en esquemas cartográficos o en las listas contemporáneas”. En la lista Israel falta por completo. En la época de Noé no existía Israel, se encontraba en las entrañas de Arfaxad, hijo de Sem (Gn 10, 22-23). En los viejos mapas en forma de círculo, dividido por una T, aparece Asia arriba, Europa a la izquierda y África a la derecha.

20. En la tradición de los orígenes, la línea que parte de la creación desemboca primero en la totalidad de los pueblos: “Con la multiplicidad de las naciones se ha realizado uno de los planes que tuvo Dios al crear el mundo”. Por esto se ha considerado al capítulo 10 del Génesis como “la conclusión de la historia de la creación, pues en él se describe finalmente el aspecto histórico del mundo creado, en el cual se hallaba Israel”. Entre él y Dios se extendía el mundo de las naciones. Todas las experiencias de Israel con Dios “tendrán lugar en el ámbito de la historia, sin el menor roce con el mito”. Con la vocación de Abraham (Gn 12,1-3), con una emigración, comienza la historia de Israel (Von Rad, 213-215). Entre los itinerarios documentados, existe uno de un ejército o caravana que se trasladaba por etapas desde cerca de Ur, pasando por el río Tigris vía Asur y Nínive, hasta llegar al oeste de Jarán (“cruce”) a principios del siglo XVIII a.C. (Atlas de la Biblia, 30).

21. El héroe de la mitología mesopotámica Gilgamés marchó en busca de un lugar donde le fuera concedida la inmortalidad. Tras una serie de peripecias, comprobó que ese lugar no existe. El yahvista utiliza este relato, pero lo transforma para decir algo muy distinto. El hombre perdió el paraíso por su culpa. Para recuperarlo tiene ahora que caminar. El porvenir sigue abierto, porque Dios no abandona al hombre. La experiencia de Abraham, “padre de todos nosotros”, recupera el proyecto original de Dios, que inspira “la auténtica historia del hombre en busca de su humanidad, es decir, de su verdadera relación con el mundo, con los demás y con Dios” (BJ, edición pastoral).  Abraham creyó en Aquel que “da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean” (Rm 4,16-17). El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, dice Jesús, “no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven” (Lc 20,38).

* Diálogo: Sobre lo que nos parezca más importante.