En el principio era la palabra
 
8. SE ANUNCIA A LOS POBRES LA BUENA NUEVA
Palabra de liberación

1. El Evangelio no es abstracto ni tampoco neutral. Donde hay pobreza, miseria y opresión, hay palabra de liberación. Como aquél día, en la sinagoga de Nazaret: "El espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la buena nueva; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lc 4,18-19). Se cumple lo que anuncia el profeta Isaías (Is 61,1-2). El mensaje de Jesús presenta esta señal esperada: "se anuncia a los pobres la buena nueva" (Mt 11,5).
2. El Evangelio irrumpe en medio de una tierra esclavizada, en tinieblas, necesitada de redención. Es buena noticia para los pobres: "Bienaventurados los pobres porque vuestro es el reino de Dios" (Lc 6,20; ver Mt 5,3). Al propio tiempo, el Evangelio es mala noticia para los ricos: "¡Ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo" (Lc 6,24). Jesús se sitúa en la línea de los profetas, defensores de los pobres. Los pobres plantean cuestiones tan vivas y universales como el pan, la salud, el trabajo, la vivienda, la educación, la justicia, la libertad.
3. Los profetas denuncian las diferencias escandalosas entre ricos y pobres, la opresión que sufren los débiles, la rapacidad de los poderosos, la tiranía de los acreedores sin entrañas, los fraudes de los comerciantes, la venalidad de los jueces, la avaricia de los sacerdotes y falsos profetas. Una sociedad así no puede subsistir (Mi 2,1-2; 3,11-12; Is 3,15; 5,8; Am 2,6-8; 8,4-6). Por ello clama Isaías: "Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda" (Is 1,16-17).
4. La oración de los pobres aparece en los salmos: "Cuando el pobre grita, el Señor oye, y le salva de todas sus angustias" (Sal 34), "padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada, Dios prepara casa a los desvalidos, tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres", "dispersa a los pueblos que fomentan la guerra" (Sal 68), "el rey prometido hará justicia a los humildes del pueblo, salvará a los hijos de los pobres y aplastará al opresor" (Sal 72), "la vida de tus pobres no olvides para siempre" (Sal 74).
5. Juan el Bautista no exige prácticas ascéticas especiales. Llama a la conversión a quienes se consideran creyentes de toda la vida: "Dad frutos dignos de conversión, y no andéis diciendo en vuestro interior: Tenemos por padre a Abraham" (Lc 3,8). Cuando le preguntan qué debemos hacer (3,10), responde: compartir (3,11), evitar los abusos (3,13), no aprovecharse del poder (3,14).
6. Entre la muchedumbre y los poderosos, Jesús opta por la muchedumbre vejada y abatida (Mt 9,36), la muchedumbre sometida por los poderosos (Mt 20,25). Se canta en el Magnificat: "Derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes" (Lc 1,52). Los poderosos se sienten amenazados por la difusión del Evangelio, temen que se rompa el pacto político establecido con el imperio (Jn 11,48). Los poderosos persiguen a Jesús y, al final, lo crucifican (Mt 27,37).
7. El Evangelio asume el Decálogo, pero va más allá: no sólo no robarás (Dt 5,19), sino que compartirás tus bienes. La propiedad privada no es para nadie un derecho incondicional y absoluto. Lo podemos ver en la parábola del dinero injusto (Lc 16,1-15). Pero uno puede decir: ¿Acaso tengo un dinero que es injusto? La parábola presenta dos figuras, el dueño y el administrador. El dueño es Dios; el administrador, cada uno de nosotros. Se enfrentan aquí el juicio del mundo y el juicio del Evangelio. Lo que supera la propia necesidad es dinero injusto. Por eso dice el Señor: "Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas". Es una invitación a compartir los bienes. Hemos de dar, en buena gestión, lo que supera la propia necesidad.
8. El Evangelio plantea una opción radical: "No podéis servir a Dios y al dinero" (Lc 16,13). El dinero es un dios falso e injusto: ahoga la Palabra, hace olvidar la soberanía de Dios, impide el camino del Evangelio a los corazones mejor dispuestos, abre abismos sociales entre ricos y pobres (Lc 16, 19-31). El Evangelio nos invita a dar señales claras de que nuestro dios no es el dinero.
9. Cuando el joven rico deja el camino del Evangelio, comenta Jesús: "¡Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios!" (Mc 10,23). Los discípulos se extrañan de estas palabras. Jesús les dice: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de Dios" (10,25). Ellos se espantan. Las palabras de Jesús interpelan a los mismos discípulos y les lleva a preguntarse: "Entonces ¿quién puede salvarse?". Jesús, mirándolos fijamente, dice: "Para los hombres es imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios" (Mc 10,27).
10. Algunas precisiones. Jesús no impone a todos la renuncia a los bienes ni la colectivización de los mismos. Hay quienes lo dan todo a los pobres y reciben mucho más (Mc 10,28-30). Zaqueo revisa su situación y da la mitad (Lc 19,8), otro ayuda con préstamos (6,34-35), hay mujeres que siguen a Jesús y le apoyan con sus bienes (Lc 8,3), otra hace con él un derroche que a algunos les parece absurdo (Mc 14,4-5;Jn 12,4-6). Nada está aquí legalmente reglamentado. Por eso no necesita excepciones, justificaciones ni dispensas de la ley.
11. En la primera comunidad cristiana nadie llamaba suyos a sus bienes (Hch 4,32). Los primeros cristianos vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno (2,44-45). La comunión de corazones se manifiesta en una efectiva comunicación de bienes. Las comunidades de Pablo no presentan signos tan espectaculares como la primera comunidad cristiana. Sin embargo, late el mismo espíritu: que nadie pase necesidad (2 Co 8,14). Con este espíritu organiza en Corinto una colecta en favor de los hermanos de Jerusalén, que lo están pasando mal. La colecta debe hacerse según estos principios: cada uno dé conforme a conciencia y dé con alegría (2 Co 9,7). Pablo advierte sobre algunos abusos que se dan en la comunidad de Tesalónica: "Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma" (2 Ts 3,10).
12. La Iglesia debe ser, particularmente, Iglesia de los pobres. Lo dijo Juan XXIII en 1962: "Frente a los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta tal como es y quiere ser: como la Iglesia de todos, particularmente, la Iglesia de los pobres". Dice el Concilio: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo" (GS 1), "es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio" (GS 4).
13. En 1972 el arzobispo de Venecia Albino Luciani se encontró por primera vez con el problema de los negocios vaticanos. Fue a ver a Giovanni Benelli, entonces sustituto de la Secretaría de Estado, que le explicó el fondo de la cuestión: Evasión de impuestos, movimiento ilegal de acciones, aprovechando las amplias facilidades de que gozaba el Banco Vaticano. La reacción de Luciani no se hizo esperar: "¿Qué tiene que ver todo esto con la Iglesia de los pobres? En nombre de Dios"... Es preciso revisar. En muchas situaciones el Evangelio es secuestrado por las clases dominantes para establecer un pacto entre el poder y las Iglesias cristianas.
14. Algunos problemas actuales. En abril de 2010, el número de parados en España asciende a 4.612.700. Los desastres sociales de la crisis aumentan continuamente. Las demandas de ayuda urgente se multiplican. Alimentación y vivienda son los problemas que exigen más atención. Problemas de comida, recibos de luz, agua o gas no satisfechos, impagos de hipotecas, deudas de alquileres, embargos y desahucios. Se impone la pregunta: ¿Aguantará nuestra sociedad los desastres sociales de la crisis?
15. Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, el número de hambrientos alcanza en 2009 a 1.000 millones de personas. El hambre es lo que más mata en el mundo. Según la FAO, la Organización Mundial de la Alimentación, cada día mueren de hambre unas 70.000 personas (40.000 niños). Y esto sucede en un planeta que produce más alimentos de los que serían necesarios para satisfacer las calorías de la población mundial.
16. En una reunión que tuvo lugar en Roma en junio de 2002, la FAO pidió formalmente a los países ricos la constitución de un fondo extraordinario para erradicar el hambre en el mundo: 50.000 millones de dólares al año. Los países ricos dijeron que no tenían recursos. Sin embargo, nueve meses más tarde, en marzo de 2003, hubo cuatro veces más, 200.000 millones de dólares, para financiar la guerra de Irak, que ha supuesto ya un gasto de 600.000 millones de dólares, doce veces más de lo que pedía la FAO. Con ese dinero se habría acabado el hambre en el mundo durante doce años. Pero triunfa el “imperialismo del dinero y de las armas” (Casaldáliga). EE UU, el país más poderoso del mundo, tiene la mayor deuda externa: 10'7 billones de dólares. Desde finales de 2001, los gastos han excedido los ingresos. El ciclo es infernal: por un lado, la especialización de las industrias en el sector del armamento hace imposible la vuelta a una economía de paz; por otro, las guerras en Irak y Afganistán pueden costar 2'4 billones de dólares en el próximo decenio.
17. Se necesita otro mundo, otra sociedad, otra Iglesia. Las palabras del Concilio fueron proféticas: “Mientras se emplean ingentes sumas en la preparación de armas siempre nuevas, no es posible ofrecer un remedio suficiente a las inmensas miserias actuales del mundo” (GS 81), “la carrera de armamentos es una gravísima plaga de la humanidad y perjudica intolerablemente a los pobres” (GS 81), "sepan los hombres de hoy que habrán de dar muy seria cuenta de sus acciones bélicas” (GS 79). Hay que evitar "la monstruosidad de las guerras" (GS 79), superar las “grandes desigualdades” sociales (GS 63 y 66).
18. En su segunda audiencia general, el 20 de septiembre de 1978, Juan Pablo I destacó la encíclica de Pablo VI sobre el desarrollo de los pueblos: "Cuando salió la encíclica, dijo, me conmoví y me entusiasmé". En su última catequesis, el 27 de septiembre, recordó con fuerza las palabras del Papa Pablo: “Los pueblos del hambre interpelan hoy de manera dramática a los pueblos de la opulencia", "la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicionado y absoluto", "nadie está autorizado a reservar para su uso exclusivo lo que supera su necesidad, cuando a los otros les falta lo necesario”, “toda extenuante carrera de armamentos se convierte en un escándalo intolerable”.
* Diálogo: ¿Damos frutos de conversión?, ¿qué debemos hacer?