En el principio era la palabra
 
57. UN SACERDOCIO NUEVO
Hacer tu voluntad

recordatorio
1.En medio del judaísmo convencional Jesús aparece como profeta laico (Mt 21,23-27;Lc 24,19), vestido normal (Jn 19,23). Esto puede chocar. Sin embargo, como dice la Escritura, "si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote" (Hb 8,4). No es sacerdote levítico, es por siempre sacerdote, pero de una forma nueva: "Tú eres por siempre sacerdote según el orden de Melquisedec" (Sal 110; Hb 7,17). Y también: "No quisiste sacrificios ni holocaustos, pero me has preparado un cuerpo...Aquí estoy para hacer tu voluntad" (Sal 40; Hb 10,5-7). Cumplir la voluntad de Dios, manifestada en su palabra, es el sacrificio del nuevo sacerdocio. Con Cristo todo cambia. Se suprimen las antiguas barreras. Se abre "un camino nuevo y vivo, inaugurado para nosotros" (Hb 10,20). El nuevo templo es el cuerpo resucitado de Cristo (Jn 2,19-21), que se hace presente de muchas maneras, pero de una forma especial en la reunión de la comunidad. 
2. Jesús es "el buen pastor" (Jn 10,11). Sin embargo, cuando evangeliza, no está solo, comparte su misión. Ahí están los doce (Mt 10,1), están los setenta y dos (Lc 10,1), están las mujeres que acompañan a Jesús (8,1-3). Es decir, está la comunidad de discípulos. Es su nueva familia: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen" (Lc 8,21). El Evangelio lo entienden los "pequeños" (Mt 11,25). En medio de la viña devastada, Jesús planta una vid, la comunidad fraterna (Jn 15). Los doce han de seguir su ejemplo, no buscando ser servidos sino servir (Mc 10,43). En el grupo de los doce, Pedro tiene un lugar especial (Mt 16,18; 18,18; Jn 21,15-17). Las naciones serán juzgadas por la actitud asumida ante los hermanos de la comunidad: "Cuanto hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,31-46). En la última cena Jesús ora así por los discípulos: "No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del mal" (Jn 17,15).
3. Jesús es mediador de una nueva alianza, escrita no en tablas de piedra, sino en los corazones: "Todo sumo sacerdote está instituido para ofrecer dones y sacrificios: de ahí que necesariamente también él tuviera que ofrecer algo. Si estuviera en la tierra ni siquiera sería sacerdote, habiendo ya quienes ofrezcan dones según la ley. Estos dan culto en lo que es sombra y figura de realidades celestes... Mas ahora él ha obtenido un ministerio tanto mejor cuanto es mediador de una mejor alianza...si aquella fuera irreprochable, no habría lugar para una segunda", "al decir nueva, declaró anticuada la primera" (Hb 8,3-13). 
4. Jesús cuenta con la mediación de la comunidad. Es decir, asocia a la comunidad a su sacerdocio. La comunidad es el medio más sensible que tenemos para escuchar la palabra de Dios, reconocer la presencia de Cristo, percibir la acción del Espíritu. Es la piscina de Siloé, donde el ciego de nacimiento cura su ceguera original (Jn 9,7). Es el lugar donde Pablo, cegado por la luz del Señor en el camino de Damasco, recupera la vista y las fuerzas (Hch 9,3-19). Es el seno materno, donde se gesta el hombre nuevo "por medio de la palabra de Dios viva y permanente" (1 P 1,23. Es el cuerpo de Cristo, animado por el espíritu de Dios: "Vosotros sois el cuerpo de Cristo" (1 Co 12,27). El actúa a través vuestro. 
5. En las primeras comunidades hay diversidad de servicios, entre ellos el de dirección o presidencia (1 Ts 5,12;1 P 5,1-2), pero jamás se llaman sacerdotes sus dirigentes. Estos son "los que anuncian el evangelio". Los sacerdotes (judíos o paganos) son los "ministros del templo o del altar" (1 Co 9,13-14). En cierto sentido, sacerdotes son todos los cristianos: "también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo" (1 P 2,5), "vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para anunciar las alabanzas de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (2,9). 
6. Los primeros cristianos mantienen su identidad en medio de la sociedad: no creen en "los dioses que los griegos tienen por tales" y tampoco observan "la superstición de los judíos" (1,1), se dice en la Carta a Diogneto, a mediados del siglo II. En los primeros siglos, la Iglesia no presenta los rasgos propios de una religión establecida: sacerdotes, templos, imágenes, altares. Por esto a los cristianos se les acusa de impiedad. Se los persigue al grito de "¡Mueran los ateos!". Hacia el año 300, escribe Arnobio: "Ante todo, nos acusáis de impiedad, porque ni edificamos templos, ni erigimos imágenes ni disponemos altares".
7. Las primeras comunidades cristianas tienen sus dirigentes: apóstoles y presbíteros (Hch 15,23), profetas y maestros (13,1;2 P 3,2), obispos y diáconos (Flp 1,1). Se habla también de evangelizadores y pastores (Ef 4,11). Los términos no son aún fijos ni tampoco corresponden con exactitud a los actuales. Los diferentes servicios van apareciendo poco a poco, según los lugares y las necesidades. Hay también profetisas (Hch 21,9) y diaconisas (Rm 16,1). Los doce aparecen en la comunidad cristiana como un grupo especial: garantizan la continuidad de la misión de Jesús y organizan la vida de la comunidad (Hch 2,42;8,14-17). En la elección de Matías, Pedro establece las condiciones que ha de tener el apóstol: haber acompañado a Jesús desde el principio y ser testigo de su resurrección (1,21-22). 
8. En la comunidad de Jerusalén, junto a los apóstoles, Santiago, "el hermano del Señor", aparece como el gran dirigente, rodeado de un consejo de ancianos (presbíteros), según el modelo de las sinagogas judías (15,13.22). Entre los cristianos de lengua griega (Flp 1,1;1 Tm 3,1.8) se usan términos de carácter general: inspectores (obispos) y servidores (diáconos). En la comunidad de Jerusalén son elegidos también los siete, que se ocupan del sector griego de la comunidad (Hch 6,2). 
9. Los apóstoles reconocen la gracia concedida a Pablo (Ga 2,9). Cristo mismo le ha confiado el ministerio (1 Tm 1,12). Pablo tiene la responsabilidad de las comunidades que funda. En Efeso deja a Timoteo (1 Tm 1,3) y en Creta a Tito (Tt 1,5). Los dirigentes de las comunidades locales se distinguen de los colaboradores personales de Pablo, que él mismo escoge cuidadosamente (Flp 2,19-24). Junto a las grandes comunidades, como Jerusalén o Antioquía, están las comunidades pequeñas (1 Co 16,19), cuya dirección podría corresponder al cabeza de familia, varón o mujer (Rm 16,3-5;Col 4,15). En Filipos, la comunidad empieza por un grupo de mujeres (Hch 16,12); ellas tienen un papel predominante (16,15;Flp 4,2).
10. En las cartas pastorales, mediante la imposición de manos de un consejo de ancianos y la palabra de un profeta, ciertos cristianos en los que la comunidad ha visto una gracia del Señor son incluidos entre los ministros o dirigentes (1 Tm 4,14;Hch 14,23). Originalmente, la imposición de manos significa elegir a alguien levantando la mano. Se dan algunos criterios de elección: se considera normal que estos dirigentes sean casados, padres de familia que han dado prueba de dirigir bien su casa y de educar a sus hijos (1 Tm 3,1-13;Tt 1,5-9). Pablo renuncia a una vida conyugal con libertad y al servicio del Evangelio, sin criticar a los demás. Cada cual tiene su gracia; unos de una manera, otros de otra (1 Co 7,7.25;9,5). 
11. A finales del siglo I, San Clemente Romano en su primera carta a los corintios escribe que los apóstoles “según anunciaban por lugares y ciudades la buena nueva y bautizaban a los que obedecían al designio de Dios, iban estableciendo a los que eran primicias de ellos -después de probarlos por el espíritu- como obispos y diáconos de los que habían de creer” (42,4). El documento llamado Doctrina de los Apóstoles, compuesto quizá ya en el siglo I, habla de "profetas y maestros" De los profetas dice: “Ellos son vuestros sumos sacerdotes” (13,3). Dice también: “Elegios obispos y diáconos... porque también ellos os administran el ministerio de los profetas y maestros” (15,1). En las cartas que San Ignacio de Antioquía escribe camino del martirio (hacia el año 107), en cada comunidad aparece un obispo, asistido por ancianos (presbíteros) y diáconos. En cuanto a la Eucaristía, dice que “sólo ha de tenerse por válida aquella que se celebre por el obispo o por quien de él tenga autorización” (Esm.8,1).
12. En la Iglesia antigua, cada comunidad participa en la elección de sus dirigentes. Cipriano reclama este derecho incluso frente al papa Esteban: “Que no se le imponga al pueblo un obispo que no desee” (Ep. 4,5). Dice San León Magno: “Aquel que debe presidirlos a todos debe ser elegido por todos”. Y también: “No se debe ordenar obispo a nadie contra el deseo de los cristianos y sin haberlos consultado expresamente al respecto” (Ad Anastasium). En la cristiandad primitiva no se conocían las parroquias. Cada comunidad tenía su obispo y cada obispo tenía su comunidad.
13. Veamos la elección de San Policarpo (+155, mártir, a los 86 años) como obispo de Esmirna. Sin tardanza alguna, habiendo llamado a los obispos de las ciudades vecinas, acudió también una gran muchedumbre de las ciudades y aldeas. Tras una oración prolongada, Policarpo se levantó a hacer la lectura. Todo el mundo estaba pendiente de él: “Era la lectura de las cartas de San Pablo a Timoteo y Tito, en las que dice el Apóstol cómo ha de ser el obispo, y se le acomodaba tan maravillosamente el pasaje, que todos se decían entre sí no faltaba a Policarpo punto de los que Pablo exige al que ha de tener a su cuidado la Iglesia. Después de la lectura y de la exhortación de los obispos y la homilía de los presbíteros, fueron enviados los diáconos a preguntar al pueblo a quién querían, y todos unánimemente respondieron: Policarpo sea nuestro pastor y maestro” (Apéndice, 22-23). Según San Ireneo, Policarpo “contaba su trato con Juan y con los demás que habían visto al Señor” (Carta a Florino, s.II).
14. El canon 6 del concilio de Calcedonia (año 451), vigente en Occidente hasta el siglo XII, traduce en términos jurídicos la concepción y la práctica del ministerio en la Iglesia primitiva:  declara nula e inválida la ordenación absoluta, es decir, la ordenación de un candidato desvinculado de una comunidad: “Nadie puede ser ordenado absolutamente ni como sacerdote ni como diácono...si no se le asigna claramente una comunidad local en la ciudad o en el campo, en un martirium (sepultura de un mártir venerado) o en un monasterio” (PG 104,558).
15. A partir del siglo III, se habla en la Iglesia de ordenación para indicar la incorporación de un cristiano al orden de los ministros. En el mundo romano este término se utilizaba para el nombramiento de los funcionarios imperiales. Con el edicto de Milán (año 313), Constantino decreta la tolerancia del culto cristiano. Se equipara a los sacerdotes cristianos con los sacerdotes paganos; se les conceden ayudas económicas por parte del Estado; el domingo se convierte para toda la sociedad en día de descanso. Con el edicto de Tesalónica (año 380), Teodosio proclama al cristianismo como religión oficial del Estado. El emperador interviene e interfiere en los asuntos de la Iglesia. Los obispos obtienen el rango de funcionarios con los correspondientes privilegios. Se introducen en la liturgia cosas que antes repugnaban, pues recordaban el culto pagano: el uso del incienso, cirios en vez de lámparas de aceite, altar en vez de mesa, templos en vez de salas de reunión, vestiduras litúrgicas en vez de vestido normal. Los obispos son sumos sacerdotes; los presbíteros, sacerdotes de segundo orden o simplemente sacerdotes (ss.IV-V).
16. Ahora la tensión primordial no se establece entre Iglesia y mundo (Rm 12,2), sino entre clero y laicos. La Iglesia se concibe como una institución investida de poder (jerarquía) frente al pueblo cristiano reducido a una masa sin competencias. El papa Gelasio (492-496) define la situación con su doctrina de los dos poderes: el sacerdocio y el imperio. En el Occidente, ante el empuje de las invasiones nórdicas, la Iglesia es la única institución que sobrevive. El clero monopoliza la educación y la cultura. Con lo cual, cada vez más el laico es el que no tiene formación, el que ni siquiera entiende ya el latín y, por tanto, ya no puede seguir la liturgia, entrando así a desempeñar el papel de oyente silencioso. El clericalismo está en acción.
17. Ya en el siglo IV, como reacción al paganismo ambiental, surge la tradición ascética del estado monacal. Los organizadores de esta forma de vida fueron en Oriente el egipcio Pacomio (+346) y Basilio de Cesarea (+379); en Occidente, Ambrosio (+379), Agustín (+430) y, sobre todo, Benito de Nursia (+hacia 560). La forma de vida típicamente cristiana de la Iglesia primitiva, la pertenencia a la Iglesia como miembro, ya no es lo que cuenta. Ahora cuenta la liberación del mundo, de las posesiones terrenas y del matrimonio. Los clérigos se alejan de la vida normal y forman su propio estado de vida con su inmunidad, sus privilegios y su vestimenta propia. Según el Decreto de Graciano (1142), la primera clase de los dos estados de la Iglesia la forman los sacerdotes y los monjes; la segunda, los seglares.
18. En 1179, se rompe con la antigua concepción de Calcedonia y lo que cuenta es el beneficio: “No se puede ordenar a nadie sin que esté asegurada la subsistencia” (Tercer concilio de Letrán, canon 5). La estructuración feudal de la sociedad condiciona la figura del ministerio. La vinculación eclesial del sacerdote se transforma en dependencia del señor feudal, eclesiástico o civil, que asegura el beneficio. Al propio tiempo, las nuevas concepciones sobre el derecho llevan a una distinción, según la cual todo aquel que haya sido ordenado posee personalmente la función sacerdotal (potestad de orden), incluso en el caso de que no se le encomiende una comunidad cristiana (potestad de jurisdicción).
19. Poco a poco se imponen prácticas inimaginables en la Iglesia antigua: por ejemplo, la misa privada, sin comunidad. El sacerdote se dedica casi exclusivamente a decir misas. Se multiplican los altares en las iglesias. Las leyes del Antiguo Testamento sobre el sacerdocio y la tradición monacal determinan la figura medieval del ministerio. El signo distintivo del sacerdocio es su relación con el culto. El sacerdote es alguien separado del mundo, incluso de los propios cristianos. El celibato será la expresión adecuada de esa separación. El sacerdote, no la comunidad, es el mediador entre Dios y los hombres.
20. La ley del celibato fue promulgada en la Iglesia latina, de forma explícita, en los cánones 6 y 7 del II concilio de Letrán (1139). Dicha ley fue el resultado de una larga historia (desde finales del siglo IV), en la que sólo existía una ley de continencia para el sacerdote casado (carta del papa Siricio, 385;DS 185). Se prohibía la relación sexual antes de tomar la comunión. A finales del siglo IV, cuando las Iglesias occidentales comenzaron a celebrar la eucaristía diariamente, la continencia exigida a los sacerdotes casados se convirtió en una situación permanente.
21. El concilio de Trento, (1545-1563), reaccionando a la crítica de los reformadores, defiende el ordenamiento eclesiástico existente. El ministro de la Iglesia es el sacerdote, que es, sobre todo, el hombre de los sacramentos (DS 957). El Orden es un signo eficaz que introduce en la jerarquía eclesial: “confiere la gracia” (DS 959) e “imprime un carácter“ (DS 960). Los obispos, sucesores de los Apóstoles, “son superiores a los sacerdotes” (DS 960). El diaconado es sólo un paso hacia el sacerdocio. Se decreta la institución de los seminarios. El sacerdocio de Cristo era necesario, pues la perfección no se podía alcanzar “por la inutilidad del sacerdocio levítico” (D 938).
22. El concilio Vaticano I (1869-1870) declara como dogma la infalibilidad del Papa (DS 3074). La infalibilidad es un atributo divino, lo que tienen que hacer los papas es procurar no fallar. Cuando el Papa pierde su poder temporal, se afirma su poder espiritual. De una forma especial, se desarrolla entonces un culto a la personalidad papal, el papismo, la obediencia al Papa por encima de todo, incluso de la palabra de Dios. "Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos", "no ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor" (Mc 10,43). 
23. El concilio Vaticano II (1962-1965) sitúa el ministerio eclesial en el marco de la comunidad. Es un servicio entre otros “para apacentar el pueblo de Dios y acrecentarlo siempre” (LG 18). El ministerio eclesial “es ejercido en diversos órdenes por aquellos que ya desde antiguo vienen llamándose obispos, presbíteros y diáconos” (LG 28). Hay una “diferencia esencial y no sólo gradual” (LG 10) entre sacerdocio ministerial y sacerdocio común, aunque existe entre todos los bautizados “una verdadera igualdad” (LG 32). 
24. Los obispos son “sucesores de los apóstoles” (CD 2), tienen “la plenitud del sacramento del orden” (LG 21), han recibido “el ministerio de la comunidad con sus colaboradores, los presbíteros y los diáconos” (LG 20), juntamente con el papa, sucesor de Pedro, “forman un solo colegio apostólico”. Los presbíteros son “colaboradores del orden episcopal” (CD 28), pastores del pueblo de Dios, actúan “como en persona de Cristo cabeza” (PO 2). Su misión “no se limita a cuidar sólo individualmente de los fieles, sino que se extiende también propiamente a formar una genuina comunidad cristiana” (PO 6), “cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles” (PO 10). Los diáconos son ordenados “no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio” (LG 29). Se restablece el diaconado “como grado propio y permanente de la jerarquía” (LG 29).
25. El Vaticano II valora el celibato sacerdotal como “fuente particular de fecundidad espiritual”; reconoce que “no se exige por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece en la práctica de la Iglesia primitiva y por la tradición de las Iglesias orientales”; sin embargo, confirma la legislación vigente en la Iglesia latina (PO 16). Ciertamente, el celibato (asumido como imitación y seguimiento de Cristo) es una opción radical por la que el discípulo queda plenamente disponible al servicio del Evangelio (Mt 19,12). Ahora bien, si Cristo confió el ministerio apostólico a hombres casados (y no casados) y los apóstoles, a su vez, hicieron lo mismo, de esa misma manera puede y debe actuar la Iglesia. Dice San Pablo, aunque manifiesta cuál es su opción personal y su preferencia: "En cuanto al celibato, no tengo mandato del Señor" (1 Co 7,25).
26. Según el Derecho Canónico (1983), “sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación” (c.1024). El Catecismo de la Iglesia Católica lo explica así: “El Señor Jesús eligió a hombres para formar el colegio de los doce apóstoles y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores” (n.1577). Sin embargo, en el diálogo ecuménico se afirma cada vez más que no hay razón teológica alguna para excluir a la mujer del ministerio ordenado, desde la dignidad humana y cristiana común: en Cristo "ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer" (Ga 3,29). 
27. A comienzos del tercer milenio, al Papa se le pide una forma de ejercer su función, realmente evangélica y ecuménica: proclamar la palabra de Dios, toda la palabra y nada más que la palabra, sin imponerla por la fuerza. Si así lo hiciera, lo haría "en medio de la persecución", al fin y al cabo, riesgos del oficio (Mc 10,30). Sin embargo, sería un sucesor de Pedro que se parecería al primero, como testigo del evangelio de Cristo. Los demás pastores han de hacer lo mismo: "Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño" (1 P 5,2-4). 
* Diálogo: En nuestro tiempo, ¿está en crisis la figura del sacerdote?, ¿qué cuestiones más importantes se plantean al respecto?, ¿es preciso revisar la tradición a la luz de la Escritura?