En el principio era la palabra
 
34. AMARAS AL SEÑOR CON TODO TU CORAZON
El primer mandamiento

1.    Si nos preguntamos cuál es el primer mandamiento y, por tanto, qué es lo que Dios por encima de todo  quiere de nosotros ¿qué respondemos?, ¿qué responde la gente? Los fariseos lo tienen claro: la observancia del sábado. Cuando un fariseo le hace esa pregunta a Jesús, lo hace para ponerle a prueba. Los fariseos le acusan de no guardar el  sábado (Mt 12,1-14). Por tanto, piensan que no cumple el primer mandamiento. Para mucha gente todo se reduce a esto: cumplimiento dominical. Con eso, Dios ya está contento: “Se cumple con El”. Por supuesto, a Dios no le gustan los “sacrificios y holocaustos” (Hb 10, 5-6), pero “el santo sacrificio de la misa tiene valor infinito”. Entonces ¿con eso basta?
2.    Veamos lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "El primer mandamiento llama al hombre para que crea en Dios, espere en El y lo ame sobre todas las cosas"; llama también a "adorar a Dios, orar a El, ofrecerle el culto que le corresponde, cumplir las promesas y los votos que se le han hecho". La superstición, la idolatría, las distintas formas de adivinación y de magia, la acción de tentar a Dios, el sacrilegio y la simonía son pecados contra el primer mandamiento; también el ateísmo "en cuanto niega o rechaza la existencia de Dios" (nn. 2134-2140). ¿Qué es lo que destaca el Catecismo?, ¿cuenta la justicia social por la que claman los profetas?, ¿aparece el segundo mandamiento como semejante al primero?
3.    La respuesta que Jesús da al fariseo la sabe cualquier judío: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón”. Pero Jesús añade algo nuevo. En la línea de los profetas, Jesús vincula el primer mandamiento no tanto con la observancia del sábado, sino con el amor al prójimo. El segundo mandamiento es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, “de estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas” (Mt 22,34-40). Cuando el joven rico pregunta a Jesús qué debe hacer para conseguir vida eterna, Jesús responde: “Guarda los mandamientos”. Y cita los referidos al prójimo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre” (Lc 19, 16-19). Lo dice San Juan: “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”, “hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Jn 4,20-21). Y San Pablo: “El que ama a su prójimo, tiene cumplido el resto de la ley” (Rm 13, 8).
4.    Por supuesto, el pueblo que Dios libera no puede ser como los demás y hacerse un dios a su imagen, proyección de sus propios deseos. El Dios vivo marca un estilo de vida distinto y lo hace en el contexto de un diálogo: "Escucha, Israel" (Dt 5,1), "yo soy el Señor, tu Dios, el que te sacó de Egipto" (5,6), "cuida de practicar lo que te hará feliz" (6,3). Los mandamientos referidos a Dios son tres: "No tendrás otros dioses", “no tomarás en falso el nombre de Dios”, “guardarás  el día del sábado para santificarlo” (5,7-15).
5.    El Dios vivo es un “Dios celoso” (5,9) que no tolera los ídolos. Este es el primer mandamiento: "El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás en tu muñeca como un signo, serán en tu frente como una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales" (6, 4-9).
6.    Pero ¿qué significa no tener otros dioses? En el fondo, dios es el interés más incondicionado, lo que es absoluto, lo que se pone por encima de todo: familia, dinero, poder... Dice C. G. Jung (1874-1961) en su libro Psicología y religión: "Rara vez se encuentran personas que no estén amplia y preponderantemente dominadas por sus inclinaciones, hábitos, impulsos, prejuicios, resentimientos y toda clase de complejos. La suma de estos hechos naturales funciona exactamente a la manera de un Olimpo poblado de dioses que reclaman ser propiciados, servidos, temidos y venerados, no sólo por el propietario particular de esa compañía de dioses, sino también por quienes les rodean. Falta de libertad y posesión son sinónimos".
7.    Los profetas denuncian con fuerza el engaño de una religión convencional, que olvida la justicia y los pobres: "Vosotros os fiais de palabras engañosas que no sirven de nada. ¿De modo que robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso, quemáis incienso a Baal, seguís a dioses extranjeros y desconocidos, y después entráis a presentaros ante mí en este templo, que lleva mi nombre, y decís: Estamos salvos, para seguir cometiendo esas abominaciones? ¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo que lleva mi nombre?" (Jr 7, 8-11). Justicia social, es lo que responde Juan a quienes le preguntan: ¿Qué hacemos? (Lc 3,10-18). No recomienda prácticas ascéticas ni litúrgicas.
8.    El Evangelio irrumpe en medio de una tierra esclavizada, en tinieblas, necesitada de redención. Es buena noticia para los pobres: "Bienaventurados los pobres porque vuestro es el reino de Dios" (Lc 6,20; ver Mt 5,3). Al propio tiempo, el Evangelio es mala noticia para los ricos: "¡Ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo" (Lc 6,24). Jesús se sitúa en la línea de los profetas, defensores de los pobres. Los pobres plantean cuestiones tan vivas y universales como el pan, la salud, el trabajo, la vivienda, la educación, la justicia, la libertad.
9.    El Evangelio plantea una opción radical: "No podéis servir a Dios y al dinero" (Lc 16,13). El dinero (en arameo, “mammón”) es un dios falso e injusto: ahoga la Palabra, hace olvidar la soberanía de Dios, impide el camino del Evangelio a los corazones mejor dispuestos, abre abismos sociales entre ricos y pobres (Lc 16, 19-31). El Evangelio nos invita a dar señales claras de que nuestro dios no es el dinero.
10.    El Decálogo dice: “No tendrás otros dioses”. La experiencia del Evangelio no sólo cumple el primer mandamiento del Decálogo sino mucho más. No sólo no tendrás otros dioses, sino que buscarás por encima de todo el reino de Dios y su justicia (Mt 6, 33). Jesús no se limita al cumplimiento de la Ley, anuncia una dicha que los discípulos ya experimentan: "¡Dichosos vuestros ojos, porque ven y vuestros oídos porque oyen!" (13, 16). Los discípulos perciben las señales del reino de Dios (Lc 7,19-23). Y esto pasa a ser el centro de la vida, la más profunda experiencia de fe.
11.    Y ¿qué entendemos por reino de Dios? A pesar de las apariencias contrarias, Dios actúa en el fondo de los acontecimientos, juzga la historia ya en el presente, reina sobre aquellos que cumplen su voluntad. El reino de Dios es una realidad misteriosa que no viene de modo espectacular, está en medio de nosotros (Lc 17, 21), dentro y fuera. Dios está con nosotros (Ex 3,15), “en El vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28). Lo descubren los pequeños, no los sabios (Mt 11,25). El reino viene cuando se dirige a los hombres la palabra de Dios (13,19), crece como una semilla sembrada en el campo (13,3-9), como un grano de mostaza (13, 31-32), levanta al mundo, como la levadura levanta la masa (13, 33).
12.    El Dios vivo se manifiesta en la historia. Es el corazón del Evangelio. Como dice el teólogo alemán Romano Guardini (1885-1968), “Dios es una persona”, “el Dios vivo, del cual nos habla la Sagrada Escritura”, una realidad que cualquiera puede vivir: “¿Cómo se podría expresar esto? Precisamente en este momento te llega una noticia: ha ocurrido tal cosa. Las cosas han pasado de esta manera y de esta otra. Alrededor de ti se está cerrando un círculo, el conjunto de esas cosas, hechos y exigencias. Y todo este círculo te está mirando. Esto, la situación, pero ¡si no es un Esto! ¡Despierta tu más profunda comprensión! ¡Es El! No te hace falta fingir una conciencia de algo, sino afirmarte en la verdad. No tienes más que mantenerte despierto y alerta, y algún día se te revelará que Dios está aquí y que te está mirando, y tú te sentirás guiado por su palabra y exhortado. Entonces entrarás dentro de esta unidad, como ser vivo, y obrarás, en su virtud, impulsado por aquellas palabras y exhortaciones” (El espíritu del Dios viviente, Ed. Paulinas, Madrid, 1976, 20-25). Entonces dirás: “Heme aquí que vengo para hacer tu voluntad" (Sal 40).  

* Diálogo: ¿Cuál es el primer mandamiento?, ¿qué es lo que Dios por encima de todo quiere de nosotros?