En el principio era la palabra
 

- APOCALIPSIS  

Lo que veas escríbelo en un libro

 

  1. El Apocalipsis es difícil. He aquí algunas dificultades: las citas o alusiones bíblicas son muchas (más de 500) y remiten a los correspondientes pasajes dispersos en toda la Escritura; los símbolos son constantes y hay que interpretarlos; el lenguaje usado en época de persecución es clandestino (el que lo lea, lo entienda); los textos del Antiguo Testamento han de ser leídos en el espíritu del Evangelio; un texto profético ha de ser entendido en contexto profético. Hay que escuchar la palabra de Dios que juzga la historia, hacen falta comunidades vivas en las cuales el Apocalipsis puede ser entendido y vivido hoy; hay que reconocer a Jesús como Señor de la historia. Frente a las diversas manipulaciones, es fundamental el enfoque adecuado: no es por el imperio hacia Dios, sino al contrario, Dios juzga al imperio (en la foto, Pantocrator, San Clemente de Tahull, s.XII).
  2. Apocalipsis significa revelación hecha por Dios sobre el sentido de la historia. Es un género literario que emplean los profetas y se desarrolla especialmente en los dos últimos siglos anteriores a Cristo. Aparece en Isaías (Is 24-27), Ezequiel (Ez 40-48), Zacarías (Za 9-14), Daniel (Dn 7), Mateo (Mt 24-25), Marcos (Mc 13), Lucas (Lc 21), Pedro (2 P 3,10-13), Pablo (1 Ts 4,15-1; 2 Ts 2,1-12; 1 Co 15,20-28; 2 Co 5,1-10).
  3. El Apocalipsis acumula símbolos y, además, pasa de unos a otros. Es preciso interpretarlos adecuadamente. Por ejemplo, Cristo es "el león de la tribu de Judá" (Ap 5,5), es decir, tiene "todo poder, riqueza, sabiduría, fuerza" (5,12); el cordero está "de pie, aunque parecía degollado; tenía siete cuernos y siete ojos" (5,6), es decir, Cristo está resucitado a pesar de la muerte y tiene la totalidad (siete) del poder y de la sabiduría; el cielo indica la morada de Dios; la tierra, la morada del hombre; cuerno, el poder; siega y vendimia, el juicio de Dios; el monte Sión o Jerusalén, el lugar donde se realiza la salvación; las convulsiones cósmicas simbolizan la conmoción de los cimientos; las trompetas, la acción de Dios; los animales (cordero, león, caballos, langostas, escorpiones, dragón, dos bestias) son en cada caso realidades a identificar; el número siete (o cualquiera de sus múltiplos) indica la totalidad; sin embargo, la mitad de siete, tres y medio, las fracciones o un tercio indican una parte, algo limitado; entre los colores, el blanco simboliza la divinidad; el negro, la muerte; el rojo, la sangre, etc.
  4. El autor se presenta así: "Yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación, del reino y de la resistencia, en Jesús. Yo me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús" (1,9). Juan no es guerrillero violento contra el imperio, es resistente, militante del reino (Jn 18,36), "profeta" (10,11; 22,6.9). Una tradición, representada ya por Justino y ampliamente difundida a fines del siglo II (Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano, el Canon de Muratori) reconoce al apóstol Juan como autor. Ireneo (hacia 140-202) identifica a Juan con el discípulo amado, uno de los apóstoles; en su niñez, escuchó a Policarpo (69-155), obispo de Esmirna, y le oyó hablar de sus contactos con “Juan, el discípulo del Señor" (Eusebio, HE V,20,5-6). Clemente de Alejandría (hacia 150-215) da este testimonio: “Después que murió el tirano, Juan se trasladó de la isla de Patmos a Éfeso” (HE III, 23,1-6). ¿Quién es el tirano? Parece ser Nerón (+68), no Domiciano (+96). Los “siete reyes” (Ap 17,9) son emperadores de Roma, la ciudad de las “siete colinas”: “Cinco han caído, uno es, y el otro no ha llegado aún. Y cuando llegue, habrá de durar poco tiempo“ (17,10). Los emperadores romanos son éstos: Julio César Augusto (+14), Tiberio (+37), Calígula (+41), Claudio (+54), Nerón (+68), Galba (+69), Otón (+69).
  5. El Apocalipsis se escribe en tiempo de persecución. Todo encaja mejor en la persecución de Nerón que estalla el año 64, pero que se prepara antes con la ley de “lesa majestad” (año 62). Las "diversas pruebas" que sufren los destinatarios de la carta de Pedro son como "fuego" que prende en las provincias (1 P 1,1-7;4,12): "Os calumnian como malhechores" (2,12). El culto imperial, pieza clave de la unidad del imperio, empieza ya a la muerte de Julio César Augusto. En el lugar de la cremación de su cadáver, se levanta un templo dedicado a él. El Senado lo divinizó con el título de “divino Julio” (divus Iulius). El culto imperial se desarrolla sobre todo a partir de Augusto (del 27 a.C.al 14 d.C.), que llega a ser "sumo pontífice" y se hace llamar "hijo de dios" (divi filius).


6. El Apocalipsis es un mensaje de esperanza en medio de las dificultades que los creyentes encuentran ante el imperio romano, "la bestia" (Ap 13). Es una invitación a mantener el testimonio cristiano ante el escándalo de la persecución. Para realizar su plan, Juan vuelve sobre los grandes temas proféticos, especialmente sobre el "día del Señor" (Am 5,18). Los creyentes, sometidos bajo el imperio de turno (egipcio, asirio, caldeo, griego) y dispersados por la persecución, esperan el día en que Dios vendrá a liberar a su pueblo.
7. El Apocalipsis es una "profecía" (1,3), revelación de Jesús, el Cristo: "se la concedió Dios para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto; y envió a su ángel para dársela a conocer a su siervo Juan, el cual ha atestiguado la palabra de Dios y el testimonio de Jesús" (1,1-2). Al final se dice también: "El Señor Dios, que inspira a los profetas, ha enviado a su ángel para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto" (22,6). Según Justino (hacia 100-168), Jesús "es llamado ángel, porque él anuncia a los hombres cualquier cosa que el Creador de todo, sobre quien no hay otro Dios, desea decirles a ellos" (Diálogo con Trifón, LVI). Al final del Apocalipsis hay dos testimonios, dos firmas: "Yo, Juan, fui el que vi y oí esto. Y cuando lo oí y vi, caí a los pies del ángel que me había mostrado todo esto para adorarle. Pero él me dijo: No, cuidado; yo soy un siervo como tú y tus hermanos los profetas... A Dios tienes que adorar" (22,8-9; Tb 12). Y también: "Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para daros testimonio de lo referente a las Iglesias. Yo soy el retoño y el descendiente de David" (22,16;Is 11,1).
8. Juan saluda a "las siete iglesias de Asia", es decir, a la totalidad de las iglesias, "de parte de Aquel que es, que era y que va a venir" (Dios, Ex 3,14), "de parte de los siete espíritus que están ante su  trono" (plenitud del espíritu, dones, Is 11,2-4) y "de parte de Jesús, el Cristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra" (Sal 89), "al que nos ama y nos ha lavado...y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos". El Señor resucitado viene a juzgar. "Mirad, viene acompañado de nubes". Y, como firmándolo todo, se dice: "Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor Dios" (Ap 1,4-7; ver Dn 7,13;Za 12,10;Mt 26,64 y Jn 19,37).
9. En la isla de Patmos, un domingo, leyendo pasajes de Daniel y de Ezequiel, Juan tiene una visión, una revelación (1 Co 14,26): "Caí en éxtasis el día del Señor, y oí detrás de mi una gran voz, como de trompeta, que decía: Lo que veas escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias", "me volví a ver qué voz era la que me hablaba y, al volverme, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros como a un hijo de hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un ceñidor de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama de fuego; sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno; su voz como voz de grandes aguas. Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza", "las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros las siete iglesias" (Ap 1,10-20; Dn 7,13 y 10,5-6; Ez 2,9 y 43,2).
10. El hijo del hombre, sacrificado por poderes bestiales, aparece en medio de las iglesias. Sus atributos están descritos por medio de símbolos: sacerdocio (túnica talar), realeza (ceñidor de oro), eternidad (cabellos blancos), sabiduría (ojos llameantes), estabilidad (pies de bronce), poder (mano derecha), juicio (palabra), majestad (sol). Es el Cristo de la transfiguración: "Caí a sus pies como muerto. El puso su mano derecha sobre mi diciendo: "No temas, soy yo, el primero y el último, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos...Escribe lo que has visto: lo que ya es y lo que va a suceder más tarde" (Ap 1,17-19).
11. El Apocalipsis va destinado a las iglesias para que sea leído en la reunión de la comunidad: "Dichoso el que lea y dichosos los que escuchen las palabras de esta profecía" (1,3; 22,7). La comunidad, si está viva, ha de escuchar el "misterio de Dios" (10,7) y el misterio de la Bestia (17,5.7), “lo que está sucediendo” (1,19) y “lo que ha de suceder” (1,1), ha de descubrir el sentido de la historia a la luz de la palabra de Dios.

* Diálogo: ¿El Apocalipsis es actual? ¿Qué dificultades encontramos?