En el principio era la palabra
 

 

Casi todas estas estrofas (salvo la última) las compuso San Juan de la Cruz en la cárcel conventual de Toledo, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578. Tenía 35 años. En efecto, estando en la cárcel y comenzando a cantar aquella canción: Adonde te escondiste, Amado,
le pareció que le había hablado Dios y le había dicho: Aquí estoy contigo. Yo te libraré de todo mal. Esto le consoló tanto que le parecía estaba en la gloria.

 

 


Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura,
su hermosura.

Pastores los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
Aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero,
peno y muero.

¿Adonde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido,
salí tras tí clamando y eras ido,
y eras ido.

Y todos cuantos vagan
de tí me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no se qué que quedan balbuciendo,
balbuciendo.

Descubre tu presencia
y máteme tu vista y hermosura.
Mira que la dolencia
de amor que no se cura
sino con la presencia y la figura,
la figura.