En el principio era la palabra
 

 

Procediendo de los cuatro puntos cardinales, los peregrinos divisan ya Jerusalén. Grandes dificultades y peligros quedaron atrás. A la vista de la ciudad santa, donde cada uno se encuentra como en casa, los caminantes -cada vez más cerca- dirigen una y otra vez su saludo a Jerusalén, ciudad de paz (Sal 122), madre de pueblos (Sal 87). De modo semejante, viniendo de la dispersión, muchos hombres que buscan se encuentran con una comunidad viva: el Señor les condujo por camino recto hasta llegar a ciudad habitada (Sal 107,7).

                          

                          

 

TUS UMBRALES, JERUSALEN,
YA ESTAN PISANDO MIS PIES,
TUS UMBRALES, JERUSALEN,
YA ESTAN PISANDO MIS PIES,
YA ESTAN PISANDO TAMBIEN,
YA ESTAN PISANDO MIS PIES,
YA ESTAN PISANDO TAMBIEN
TUS PIEDRAS, JERUSALEN.

La fatiga del camino,
la marcha dura, la sed,
no me importan porque
ya están pisando mis pies
tus piedras, Jerusalén.

Jerusalén, construida
como compacta ciudad,
a donde suben las tribus
por veredas y caminos,
buscando el juicio y la paz.

Qué estéril era la esposa
cuando la quiso el Señor
y en madre se ha convertido,
madre de pueblos nacidos
por la Palabra de Dios.

Por amor de mis amigos
y por el nuevo Israel,
en el Señor yo te digo,
en el Señor yo te canto,
contigo la paz y el bien.