En el principio era la palabra
 

LA CANONIZACIÓN DEL FUNDADOR DEL OPUS DEI (El País, 7 de octubre de 2002)


El Papa canoniza al fundador de Opus ante 300.000 fieles

Más de 300.000 personas asisten en Roma al rito de santificación de Josemaría Escrivá de Balaguer


LOLA GALÁN | Roma

El Papa recompensó ayer el apoyo incondicional que le ha prestado el Opus Dei en los largos años de su Pontificado, elevando a los altares a su fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer, en una triunfal ceremonia que concluyó con un paseo entre la multitud a bordo del papamóvil en el que estuvo acompañado -cosa inusual- por el prelado de la Obra, Javier Echevarría. Más de 300.000 personas presenciaron la canonización, la mayor multitud reunida en un acto de este tipo. El fundador del Opus Dei recibió también el homenaje de la jerarquía católica, con la presencia de más de 450 obispos y cardenales, y de la clase política, representada por 14 delegaciones. Las más numerosas, la italiana, que sentó en primera fila a siete ministros, y la española.

El Papa, que apareció en excelente forma física, saludó al final del acto a los participantes, llegados de los cinco continentes, y en especial a los miembros del Opus. La plaza de San Pedro relucía bajo el sol suave de octubre, adornada con decenas de macizos de flores. La ceremonia se desarrolló con la precisión y la brillantez que caracteriza a la Iglesia católica, con dos mil años de veteranía en estas lides. San Josemaría es el 465º santo creado por Juan Pablo II en sus casi 24 años de Pontificado y todo apunta a que no será el último. Karol Wojtyla concelebró la misa con varios cardenales entre ellos el de Madrid, Antonio María Rouco Varela, el prelado del Opus, y el vascofrancés, Roger Etchegaray.

A la derecha del Pontífice tomaron asiento los cardenales, vestidos de rojo púrpura, y los obispos de rosa violeta. A su izquierda, las delegaciones de los Gobiernos ordenadas por rango, y detrás la inmensa multitud que dio muestras de una disciplina casi militar a lo largo de las casi tres horas que duró el rito cantado por 37 coros, entre ellos el de la Capilla Sixtina.

Juan Pablo II, rejuvenecido gracias al nuevo tratamiento que se le administra a base de píldoras de papaya, resistió la larga ceremonia. Saludó en siete idiomas y en la homilía, leída en italiano y en español, resaltó las virtudes de un santo con el que demostró sentirse en clara sintonía. 'Elevar el mundo a Dios y transformarlo desde dentro era el ideal del santo que hoy llega a los altares', dijo el Papa. 'Es necesario no dejarse atemorizar por la cultura materialista', añadió. 'San Josemaría', prosiguió el Pontífice, 'fue un maestro de la práctica de la oración. Recomendaba siempre, primero oración, luego expiación, y en tercer lugar, mucho después, la acción'.

El camino a los altares de Escrivá de Balaguer (Barbastro, 1902-Roma, 1975) ha sido rápido, pero plagado de críticas y resistencias. La causa, que recibió un apoyo abrumador de la jerarquía eclesiástica, ha durado 21 años, un tiempo mínimo en términos vaticanos. El Opus ha tenido que defenderse de las acusaciones de favoritismo, pero, en los últimos años, ha podido contraatacar con el ejemplo de otros casos de 'celeridad' en el ascenso al santoral, como el del padre Pío, canonizado esta primavera, tras una causa de 18 años, y, sobre todo, en el proceso de madre Teresa de Calcuta, que será beata con toda probabilidad este mismo año, transcurridos apenas cinco años de su muerte.

Ayer, la sección italiana del movimiento Somos Iglesia, uno de los más críticos con la que consideran línea ultraconservadora de Juan Pablo II, difundió un comunicado en el que lamenta una canonización, 'controvertida, que divide al mundo católico y aparece discutible tanto por las virtudes personales de Escrivá, descrito por algunos como 'vanidoso e iracundo', como por la Obra, que funciona como un cuerpo separado dentro de la Iglesia' y añade que es 'una asociación poco transparente que se comporta como un grupo de poder compacto dentro de la sociedad y en el mundo económico'. La línea del Opus es descrita como 'contraria a la inspiración del Concilio Vaticano II'. El Papa se refirió en su homilía a este aspecto discutido del Opus. 'No faltan incomprensiones y dificultades para quienes intentan servir al Evangelio. El señor purifica con la cruz a los que llama a su servicio. Pero en la cruz, decía san Josemaría, encontramos la luz y la paz'.

Entre las decenas de miles de personas, todas bien vestidas, con una notable proporción de jóvenes, se escuchaba sobre todo hablar español. No en vano la delegación 'patria' del nuevo santo se acercaba a las 100.000 personas, a las que había que añadir no menos de 20.000 latinoamericanos. Había 800 kenianos, y cifras no precisadas de franceses, portugueses y alemanes, estadounidenses, canadienses, australianos, y japoneses, hasta un total de 84 países distintos. Dentro de Europa, la Obra ha encontrado dificultades casi insalvables en Bélgica y, sobre todo, Holanda.

Los feligreses más animados resultaron ser, una vez más, los mexicanos que pusieron un poco de calor en la rigidez de la masa que llegó, vio, aplaudió y se fue, dejando la plaza de San Pedro y aledaños como una patena.


El carácter secreto

Las críticas al Opus Dei se basan sobre todo en el carácter secreto de la organización (aunque en eso sintonizaba plenamente con el hermetismo que caracteriza al gobierno de la Iglesia católica), en el culto personal a Escrivá, y en el conservadurismo de sus posiciones.

'El Opus ha tenido siempre un carácter preconciliar', declaraba ayer al diario romano La Repubblica el teólogo español, Jesús López Sáez. De hecho, el enfrentamiento entre el Opus Dei y la renovación eclesiástica es un dato constante a lo largo de todo el Concilio y en la etapa posterior.

El sociólogo Alberto Moncada, que fue miembro de la Obra, decía que el Concilio ponía muy nervioso a Escrivá que pensaba 'que el mismísimo diablo se había instalado en la cúpula de la Iglesia'.

López Sáez manifiesta también su contrariedad por el estilo interno de la organización que califica de 'dictatorial': 'Creen alcanzar la perfección a través de la sumisión total y la obediencia ciega. En 1981, el cardenal Basil Hume intervino para recomendar a los responsables del Opus en Gran Bretaña el respeto por la libertad individual para entrar y salir de la institución'.