En el principio era la palabra
 
LA DOBLE ARA
  1. Lo vio todo el mundo. En directo, unos 1000 millones de personas. El día después, los periódicos de mayor tirada coincidían básicamente en la descripción de la tormenta que cayó sobre Madrid durante la celebración de la boda real: “Una enorme tormenta descargó sobre Madrid cuando la novia llegaba a la catedral y los truenos se escucharon durante la ceremonia”. En el momento crucial, “en plena respuesta, ‘sí, estamos dispuestos’, sonó un ensordecedor trueno que traspasó los gruesos muros protectores de la Almudena”. Además, “el homenaje del arzobispo de Madrid a las víctimas del 11-M coincidió con otro tremendo trueno que dejó petrificados a los 1.700 invitados”, dice Juan Fornieles en El Mundo.
  2. “La llegada de Letizia Ortiz vino precedida de una tromba de agua. Parecía como si la lluvia hubiera esperado hasta el momento de honor de la futura Princesa de Asturias para descargar con más fuerza”, escribe Enric Pastor en el mismo periódico. Según su director, Pedro J. Ramírez, la lluvia “se convirtió en espesa tromba de agua”, “obligando a la novia a llegar tarde y sobre ruedas para evitar los charcos, la boda parecía castigada por el veredicto adverso de los cielos. En el templo se sintieron malas vibraciones”, “de nuevo, cuando a la hora de los ‘si, quiero’ fue el sonido de los truenos, cual seco latigazo de cañones cercanos, el que sirvió de eco a las voces del Heredero de la Corona y la ya Princesa de Asturias, todo el ritual adquirió otra vez un inesperado tinte telúrico, rayano en lo sobrecogedor. ¿Qué fuerza de la naturaleza era aquella que pugnaba por hablar ahora antes de callarse para siempre?”.
  3. “El agua llegó puntual a la cita religiosa, cuando la novia se disponía a entrar en la catedral, y persistió hasta poco antes de iniciarse el banquete”, se informa en El País. “Llovió y llovió... En todas sus variantes, sirimiri, chaparrón, tromba, tormentón, algún granicillo. Parecía que el agua iba a arruinar la fiesta cuando a primeras horas de la ceremonia, hacia las 11’00, se podían ver más policías que civiles en la Gran Vía, e incluso en la Plaza de Oriente, donde se formó un fresco de barro y paraguas digno del pintor Solana”, “hacía más de 20 años que no llovía un 22 de mayo sobre Madrid”.
  4. “Un ambiente de tristeza invadió la ceremonia cuando las nubes negras, que desde primera hora de la mañana amenazaban la ciudad, decidieron mostrar su ira, justo en el instante en que se iniciaba el cortejo nupcial. Cuando Felipe, de 36 años, y Letizia proclamaban sus votos de amor y fidelidad, un aparatoso trueno sonó en el interior de la catedral”, “Don Felipe tuvo que aguardar a Letizia durante 20 minutos al pie del altar. En el ambiente se olía a lirio y se respiraba tensión”, “el servicio de protocolo buscaba una solución para que la novia pudiera llegar sin mojarse a la catedral. En esos momentos la alfombra de algo más de 200 metros que unía el Palacio Real y la Almudena estaba anegada”, escribe Mabel Galán en El País.
  5. Blanca Torquemada, en ABC, habla de “diluvio nupcial”: “El anunciado mal tiempo se cebó con los momentos capitales“, “no fue mansa lluvia, sino torrencial desafío lo que la borrasca más anunciada de las últimas décadas dejó en el cogollo de la capital a la hora justa de la boda”. Dice Almudena Martínez-Fornés en el mismo periódico: “La decepción se podía ver en los rostros de todos los familiares de los novios, cuya seriedad llenó la ceremonia. Con la música de los truenos como fondo, el Príncipe de Asturias y su prometida, doña Letizia Ortiz, se convirtieron ayer en marido y mujer”.
  6. La novia “estuvo muy tensa, pero no perdió la sonrisa”, dice J. Fornieles en El Mundo. “Fue una novia seria, nerviosa, tensa y conversadora”, escribe Mabel Galán en El País. Según Vicente Verdú, a la novia “se le atragantaba la cuestión de la boda”, “fuera una u otra la causa, el efecto se concretó, durante la primera parte de la celebración, en una actitud envarada, asustada o extática”
  7. Escribe Enric Pastor en El Mundo: “La probabilidad de lluvia era del 90% desde el pasado miércoles”, “durante la ceremonia, con la música de fondo de los truenos, los servicios de limpieza se esmeraron en achicar el agua que formaba charcos en la alfombra roja, y tampoco se despejó a la salida de los recién casados”, “eran casi las dos de la tarde cuando el sol se atrevió a asomar por primera vez en el cielo madrileño”,
  8. En la homilía (significa conversación, pero fue leída) no faltaron referencias a la indisolubilidad del matrimonio y a la importancia del consentimiento: “en el fondo de vuestra decisión libre y personalmente adoptada está y late un compromiso, un compromiso de amor: os amáis y os queréis amar para siempre”. Pero, claro, no se dijo ni palabra del anterior matrimonio de Letizia:  “inexistente”, según el canonista, por casarse por lo civil estando bautizada. Sin embargo, se quiera o no reconocer, en los mil primeros años de la Iglesia valía el matrimonio civil de los bautizados y, según el Evangelio, era indisoluble.“En esta mañana tan gozosa”, dijo Rouco a los novios, “abríos al amor de Dios... como lo hicieron Tobías y Sara... a través de su matrimonio, inspirado en la ley del Señor”. “Abriros y confiaros, sobre todo, al amor de Jesucristo”, “El es el invitado invisible”, “viene y actúa como en la boda de Caná”, “el que saca del apuro a los novios”, “convirtiendo el agua... en vino”. Por cierto, las dos bodas citadas se celebran en el marco de una fiesta familiar, no en la sinagoga, sino en casa: ¡y valen, según la ley del Señor! Agua hubo mucha, pero faltó el vino del Evangelio.
  9. Se cantó la missa pro-victoria de Tomás Luis de Victoria: perteneciendo a la tradición de las misas-batalla, como la de Lepanto (1571), desentonaba bastante. Precisamente, ese día volvían de Irak los últimos soldados españoles, 450: ¡qué buena noticia para tantas familias! Al final, para que no faltara nada, Rouco leyó un mensaje papal para los novios.
  10. Se casara o no Letizia con un separado (Alonso), al parecer, poco ha importado. La confusión es enorme. La iglesia oficial ha pasado públicamente por encima del divorcio de Letizia y lo ha intentado justificar con su arbitrario código, dándole la vuelta al Evangelio. Al final de la catequesis La boda real se avisaba y denunciaba: ¡cuidado con los letrados!, ¡respeto a las cosas santas!, ¿hasta cuando juzgaréis inicuamente? Se terminaba con una oración:  ¡Levántate, oh Dios, y juzga la tierra! Lo ha visto todo el mundo. Curiosamente, en un código distinto (anagrama que coloca de otra forma cada una de las letras)  LA BODA REAL esconde un mensaje oculto: LA DOBLE ARA. Ara significa altar. La boda real se ha celebrado con doble ara, con trampa. Eso, dice San Pablo, no es de recibo: No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios. ¿O es que queremos provocar los celos del Señor? ¿Somos acaso más fuertes que él? (1 Co 9,21-22). Pues eso. Se lee hoy (26 de mayo) en todas las iglesias: Reconoced el poder de Dios, su poder sobre las nubes (Sal 68).

* Para la reflexión personal y de grupo: ¿Qué quieren esas nubes que con furor se agrupan? Ver el poema La tempestad de José Zorrilla (1817-1893).