En el principio era la palabra
 

 CARTA A LOS HEBREOS

El sacerdocio nuevo de Jesús

 

1.  En medio del judaísmo convencional Jesús aparece como profeta laico. Como dicen los caminantes de Emaús, “un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo”. Los sumos sacerdotes “le condenaron a muerte y le crucificaron” (Lc 24, 19-20). Los evangelios, los Hechos y las cartas jamás llaman sacerdote a Jesús, tampoco a sus discípulos. Sin embargo, la Carta a los hebreos anuncia el sacerdocio de Jesús: “Tú eres  sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec” (Hb 7,17). Un sacerdocio nuevo:“No quisiste sacrificios ni holocaustos”, “aquí estoy...para hacer, oh Dios, tu voluntad”(10, 5-7).

2. La Carta a los hebreos pudo tener su origen en  discusión con los judíos (Hch 18,28), pero es una catequesis de gran provecho para quienes necesitan fundamentar su fe. Se dice: “Es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos”(Hb 2,1), “os habéis hecho torpes de oído; debiendo ser ya maestros en razón del tiempo, volvéis a tener necesidad de ser instruidos en los primeros rudimentos”, “tenéis necesidad de leche en vez de alimento sólido” (5,11-12; 1 Co 3,2), “vamos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas (conversión), la fe en Dios (frente a los ídolos), la instrucción sobre los bautismos (en agua y en espíritu), la imposición de las manos (se completa la iniciación cristiana), la resurrección de los muertos y el juicio eterno” (Hb 6.1-3).

3. Algunos datos. La carta no aparece incluida en el Canon de Muratori (hacia 170), lista de libros del Nuevo Testamento. La Iglesia oriental (después, la occidental) atribuye la carta a Pablo, pero Pablo escribe sólo una nota al final: “Os ruego, hermanos, que aceptéis estas palabras de exhortación, pues os he escrito brevemente. Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido liberado. Si viene pronto, iré con él a veros. Saludad a todos vuestros dirigentes y a todos los santos. Os saludan los de Italia” (13,22-25). Es un momento en el que Pablo todavía espera ser liberado: “Rogad por nosotros para que muy pronto yo os sea devuelto” (13,19). Del culto en el templo se habla como de algo actual (8, 4-5). Fecha de composición: hacia el año 61.

4. El autor puede ser Apolo, “un judío originario de Alejandría, hombre elocuente, que dominaba las Escrituras”, “había sido instruido en el camino del Señor y con fervor de espíritu hablaba y enseñaba con todo esmero lo referente a Jesús, aunque solamente conocía el bautismo de Juan”. Llegó a Éfeso y “comenzó a hablar con valentía en la sinagoga. Al oírle Aquila y Priscila, le tomaron consigo y le expusieron más exactamente el camino”, “queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron a ello y escribieron a los discípulos para que le recibieran. Una vez allí, fue de gran provecho, con el auxilio de la gracia, a los que habían creído; pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que el Cristo era Jesús” (Hch 18, 24-28). En Corinto y en Creta Pablo cuenta con la catequesis de Apolo (1 Co 3,6; Tt 3,13). La carta pudo ser revisada y completada (entre otros) por Pablo.

5. La carta empieza sin encabezamiento. Dios nos ha hablado por el hijo: “Muchas veces y de muchas maneras nos habló Dios en el pasado por medio de los profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su ser, y el que sostiene todo con su palabra poderosa (Col 1, 15-17), después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto mayor es el nombre que ha heredado” (Hb 1, 1-4).

6. Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, el Señor: “En efecto,¿a qué ángel dijo jamás: Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo? (1 S 2,7-14).Y nuevamente al introducir en el mundo a su primogénito dice:Le rindan homenaje todos los ángeles de Dios”, “¿y a qué ángel dijo alguna vez: Siéntate a mi derecha?” (Hb 1,5-6 y 13).  Hijo de Dios es un título mesiánico. El propio Caifás pregunta a Jesús si es “el Cristo, el hijo de Dios” (Mt 26, 63). En la Regla de la Comunidad de Qumrán se usa esta expresión: “cuando engendre (Dios) al Mesías”. En la parábola de los viñadores homicidas, Jesús aparece como “el hijo”, “el heredero” (Lc 20, 9-19). Pedro dice a Jesús: “Tú eres el Cristo, el hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). Juan lo proclama: “Jesús es el Cristo, el hijo de Dios” (Jn 20, 31). En el salmo 2, salmo de entronización real, Dios dice al rey: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”. Esto se cumple en el bautismo de Jesús (Lc 3, 22). De una forma especial, Jesús es el hijo de Dios por su resurrección. Dios ha cumplido la promesa “en nosotros los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en los salmos: Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hch 13,33; Rm 1, 3-4).

7. Jesús es superior a los ángeles. De los ángeles se dice: “El que hace a sus ángeles vientos, y a sus servidores llamas de fuego”. Los ángeles “son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación” (Hb 1, 7 y 14), “Dios no sometió a los ángeles el mundo venidero” (2,5). Pero del hijo se dice: “Tu trono, cual de Dios, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real. Amas la justicia y odias la maldad, por eso, entre todos tus compañeros, el Señor, tu Dios, te ha ungido con perfume de fiesta” (1,8; Sal 45; González, 216; NBE). El trono de David y Salomón se llama “trono del Señor” (1 Cro 28, 5; 29, 3). Atención: traducir “oh, Dios” (en vocativo) en vez de “cual de Dios” parece una manipulación posterior.

8. El culto a los ángeles (Col 2, 18) está en el ambiente. Pablo denuncia “la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo” (2, 8). En esa filosofía se contempla el mundo como cuerpo de Dios, sus miembros son los elementos del mundo: “Los ejércitos celestiales son – según la concepción de los antiguos- las estrellas, ordenadas en gran número en el cielo y trazando sus órbitas, pero también los ángeles que las mueven” (Stöger, 81; ver Lc 2, 13). Pues bien, los ángeles no son dioses. Todo procede de Dios. La cita del salmo 102, que parece fuera de lugar, proclama la creación como obra de Dios: “Desde antiguo, Señor, tú fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos; ellos perecen, mas tú quedas” (Hb 1,10), “el constructor del universo es Dios” (3,4).

9. La carta evoca la condición humana: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de hombre para que de él te cuides? Lo hiciste por un poco inferior a los ángeles, de gloria y honor lo coronaste. Todo lo sometiste bajo sus pies” (Sal 8). Pues bien, aquí está el anuncio: “Aaquel que fue hecho inferior a los ángeles por un poco, a Jesús, le vemos coronado de gloria y honor por haber padecido la muerte” (Hb 2,9). Lo recordamos: “con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto mayor es el nombre que ha heredado” (1,4). ¿Qué nombre? Como dice Pablo, “el nombre sobre todo nombre”, “Jesús el Cristo es Señor” (Flp 2, 6-10). Jesús se rebajó, pero Dios le exaltó: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha” (Sal 110).

10. Jesús es hermano de los hombres: “Convenía que aquel por quien es todo y para quien es todo, llevara muchos hijos a la gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación. Pues santificador y santificados tienen todos el mismo origen. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos cuando dice: Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré (Sal 22)”. Siendo como nosotros, pudo “liberar a los que, por miedo a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud”, “no es a los ángeles a quienes tiende una mano, por eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos para ser un sumo sacerdote misericordioso y digno de fe en lo que toca a Dios”, “habiendo pasado él la prueba del sufrimiento, puede ayudar a los que la están pasando”(Hb 2,10-18; ver Lc 24, 26). Atención: no se trata del dolor por el dolor, sino de participar en el conflicto que a Cristo le lleva a la cruz.

11. Jesús fue hecho sumo sacerdote: “Considerad al apóstol (enviado) y sumo sacerdote de nuestra confesión, a Jesús, que es digno de fe, al que (Dios) constituyó, como también a Moisés, al frente de toda su casa”. Pero Jesús ha sido juzgado digno de una gloria superior. Moisés fue digno de fe “como servidor”, pero Jesús “lo fue como hijo, al frente de su propia casa, que somos nosotros”(Hb 3,1-6), “teniendo, pues, un gran sacerdote, que penetró los cielos -Jesús, el hijo de Dios- mantengamos nuestra confesión de fe. Pues no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, ya que ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado” (4,14-15; 2 Co 5,21), es el mediador entre Dios y los hombres (1 Tm 2, 5).

12. A semejanza de Melquisedec: “Todo sumo sacerdote es tomado de entre los hombres y está constituido en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados”, “nadie se arroga tal dignidad, si no es llamado por Dios. Tampoco Cristo se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo recibió de quien le dijo: Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy (Sal 2).Y también: Tú eres sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec (Sal 110). El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo hijo, aprendió sufriendo a obedecer; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote a semejanza de Melquisedec” (Hb 5,1-10), “hecho sumo sacerdote para siempre” (6, 20). En el monte de los Olivos Jesús ora así: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 44).

13. El sacerdocio de Melquisedec es superior al sacerdocio levítico. Melquisedec, “rey de Salem, sacerdote de Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham, cuando regresaba de la derrota de los reyes, y le bendijo, al cual dio Abraham el diezmo de todo”, “sin padre ni madre ni genealogía, sin comienzo de días ni fin de vida, asemejado al hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre” (Hb 7,1-3).  Del hijo de Dios se dice que es “sin padre ni madre ni genealogía”que presentar (Esd 2,61-63), él es “nacido del linaje de David según la carne”, pero “constituido hijo de Dios con poder…por su resurrección de entre los muertos” (Rm 1, 3-4). Su resurrección es una “nueva creación”, él es el “primogénito” (Hb 1,6), “el primogénito de muchos hermanos” (Rm 8, 29).

14. El sacerdocio levítico es inútil, debe desaparecer. Jesús “pertenecía a otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar”,“procedía de Judá”, es sacerdote “no por ley de prescripción carnal, sino según la fuerza de una vida indestructible. De hecho, está atestiguado: Tú eres sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec. De este modo, queda abrogada la ordenación precedente por razón de su ineficacia e inutilidad, ya que la ley no llevó nada a la perfección, no era más que introducción a una esperanza mejor” (Hb 7,13-19). Jesús denuncia el templo que debía ser “casa de oración para todas las gentes”, pero se ha convertido en “cueva de bandidos” (Lc 19, 46).

15. Jesús es sacerdote para siempre. Jesús “posee un sacerdocio perpetuo, porque permanece para siempre. De ahí que pueda también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7,24-25), “este es el punto capital de cuanto venimos diciendo: Tenemos un sumo sacerdote tal que se sentó a la diestra de Dios, al servicio del santuario y de la tienda verdadera, erigida por el Señor, no por un hombre” (8,1-2; Sb 9,8). Llama la atención el gesto sacerdotal de Jesús con el que Lucas termina su evangelio: “Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo” (Lc 24, 50-51).

16. Jesús es mediador de una nueva alianza: “Todo sumo sacerdote está instituido para ofrecer dones y sacrificios: de ahí que necesariamente también él tuviera que ofrecer algo. Si estuviera en la tierra ni siquiera sería sacerdote, habiendo ya quienes ofrezcan dones según la ley. Estos dan culto en lo que es sombra y figura de realidades celestes”, “mas ahora él ha obtenido un ministerio tanto mejor cuanto es mediador de una mejor alianza”, “si aquella fuera irreprochable, no habría lugar para una segunda. Porque les dice en tono de reproche: Haré con la casa de Israel y con la casa de Judá una alianza nueva, no como la  alianza que hice con sus padres(Jr 31,31-34). Al decir nueva, declaró anticuada la primera” (Hb 8,3-13). En la última cena dice Jesús: “Esta copa es la nueva alianza en mi sangre” (Mt 26, 28; 1 Co 11, 25). Como dice Pablo, “hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos” (1 Tm 2,5; Ga 2, 20; Ef 5,2; 1 Co 5,7). Los dirigentes no son mediadores que sustituyan a Cristo. La comunidad tiene su dirección, pero la sumisión a los dirigentes  (Hb 13,17) parece un añadido posterior.

17. Jesús es sacerdote de un templo nuevo, no hecho por mano humana. La primera alianza tiene sus sacerdotes que “entran siempre en la primera parte de la tienda para desempeñar las funciones del culto”, “pero en la segunda parte (el santo de los santos) entra una vez al año, y sólo el sumo sacerdote” (Hb 9, 1-7). La distancia que separa de Dios es enorme. El pueblo no tiene la santidad requerida para acercarse a Dios (Ex 19,12). Por ello se elige una tribu, una familia, un sacerdote. El sacerdote observa un ritual, pero “allí se ofrecen dones y sacrificios incapaces de perfeccionar en su conciencia al adorador”. Cristo es“sumo sacerdote de los bienes futuros en una tienda mayor y más perfecta, no hecha por mano humana, es decir, no de este mundo”, “penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre” (Hb 9,9-12). Jesús anuncia la fecundidad del grano de trigo que cae en tierra y muere (Jn 12,24): “Cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (12,32).

18. El viejo culto no es de recibo. Hace falta otro. Por eso, al entrar en este mundo, dice: “No quisiste sacrificios ni holocaustos, pero me has preparado un cuerpo”, “entonces dije: Aquí estoy...para hacer, oh Dios, tu voluntad” (Sal 40), “abrogalo primero para establecer lo segundo”, “todo sacerdote ofrece cada día los mismos sacrificios, que no pueden borrar los pecados. Pero Cristo, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la derecha de Dios para siempre”, “mediante una sola oblación, ha llevado a la perfección para siempre a los santificados”, “pondré mi ley en sus corazones”. Jesús abre un “camino nuevo y vivo” (Hb 10, 1-20).

19. El nuevo templo es el cuerpo resucitado de Jesús. En el proceso que se le hizo, algunos dieron este falso testimonio: “Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este templo hecho por hombres, y en tres días edificaré otro no hecho por hombres” (Mc 14, 58). Pero Jesús dijo esto: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”, él “hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2, 19-21). Jesús comparte su misión con la comunidad de discípulos. El nuevo templo “somos nosotros” (Hb 3,6; Ef 2, 21-22), “vosotros sois ese templo” (1 Co 3,17), “vosotros sois el cuerpo de Cristo” (12,27), ofrecer vuestros cuerpos “como víctima viva”, “este es el culto razonable” (Rm 12,1-2).

20. Exhortación: “Acerquémonos con sincero corazón, en plenitud de fe, purificados los corazones”, “mantengamos firme la confesión de la esperanza”, “fijémonos los unos en los otros para estímulo del amor y de las buenas obras, sin abandonar vuestra propia asamblea, como algunos acostumbran a hacerlo”, “traed a la memoria los días pasados, en que después de ser iluminados, hubisteis de soportar un duro y doloroso combate; unas veces expuestos públicamente a ultrajes y tribulaciones; otras, haciéndoos solidarios de los que así eran tratados. Pues compartisteis los sufrimientos de los encarcelados y os dejasteis despojar con alegría de vuestros bienes, conscientes de que poseíais una riqueza mejor y más duradera. No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa. Necesitáis paciencia en el sufrimiento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido”(Hb 10,22-36).

21. La fe es garantía de lo que se espera”, “por la fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios”, por la fe, Noé “construyó un arca para salvar a su familia”, “por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia”, “por la fe, también Sara recibió, aun fuera de la edad apropiada, vigor para ser madre”, por la fe, Moisés “salió de Egipto sin temer la ira del rey y se mantuvo firme”, por la fe los profetas “sometieron reinos, hicieron justicia”, “unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones; apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada”(11,1-37).

22. Un culto vivo: “Teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba (1 Co 9,24)”, “habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige”, “ninguna corrección es de momento agradable, pero luego produce fruto apacible”, “robusteced las rodillas vacilantes, enderezad los caminos tortuosos”, “procurad la pazcon todos”, “que nadie se vea privado de la gracia de Dios, que ninguna raíz venenosa retoñe y contagie a la comunidad”, os habéis acercado “a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celeste; a los millares de ángeles, reunión solemne y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos, y a Dios, juez de todo”, “al mediador de una nueva alianza, Jesús”, “hemos de mantener la gracia”, “ofrecer a Dios un culto que le sea grato” (12,1-28).

23. Amor fraterno: “Permaneced en el amor fraterno. No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados”, “tened todos en gran honor el matrimonio”, “sea vuestra conducta sin avaricia; contentos con lo que tenéis”, “acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios”, “no os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas”, “tenemos nosotros un altar del cual no tienen derecho a comer los que dan culto en la tienda”, “también Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de la puerta. Así pues, salgamos donde él fuera del campamento, cargando con su oprobio”, “ofrezcamos sin cesar, por medio de él, a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre”, “no os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios” (13,1-16).

 

* Diálogo: El sacerdocio nuevo de Jesús ¿sigue siendo necesario?, ¿está olvidado?, ¿se constata una regresión al viejo sacerdocio?