En el principio era la palabra
 

PRIMERA CARTA DE PEDRO

No os extrañéis

1. El mensaje de la primera carta de Pedro puede resumirse así: No os extrañéis de que os persigan, siempre que sea por causa de Cristo. Pedro quiere confirmar a los hermanos que pasan por diversas pruebas. Algunos interrogantes: ¿Es una carta válida para hoy?, ¿puede un pescador de Galilea, un hombre “sin instrucción” (Hch 4,13), escribir una carta semejante?, ¿presenta semejanzas con las cartas de Pablo?, ¿refleja  la tradición cristiana primitiva?, ¿ayuda a recuperar la figura de Pedro?

2.   Los orígenes de Pedro. Como su hermano Andrés y como Felipe, Pedro es natural de Betsaida (Jn 1,44), que significa “lugar de pesca”. El pueblo está junto al mar de Galilea y al este del Jordán. La cultura dominante es greco-romana. Pedro (en arameo, Cefas) era un apodo: “roca”. Su nombre es Simón (Mt 16, 17-18). Andrés es discípulo de Juan (Jn 1,35-40). Los dos hermanos son llamados por Jesús: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19). Felipe y Andrés, que tienen nombre griego, son interlocutores de los griegos que quieren ver a Jesús (Jn 12, 21-22): aparte del arameo,  hablan griego. Pedro tiene barca (Lc 5,3), también espada (Mt 26,39). Betsaida rechaza a Jesús (Lc 10,13). Allí vive el ciego que es curado (Mc 8, 22-26). El ciego puede ser Pedro, el mismo que dice después: “Tú eres el Cristo” (8,29). A pesar de esto, Jesús le reprende: los pensamientos de Pedro son una tentación para él (8,33). Jesús saca al ciego “fuera del pueblo”, fuera de un ambiente nacionalista: “la única forma de sanar al ciego es apartarle físicamente de Betsaida” (Bockmuehl, 242). Jesús no gasta saliva en balde: “¿Ves algo?”. El ciego ve a los hombres “como árboles, pero que andan”. La imagen puede sugerir una formación militar camuflada: entre ceja y ceja el fanático tiene un grupo armado que se oculta en las montañas y tiende emboscadas (1 Mac 2, 28-48; 9,40; Jn 10,8). Al final, ve “de lejos claramente todas las cosas”. La medida es drástica: “Ni siquiera entres en el pueblo”, dice Jesús. Los dos hermanos se trasladan a Cafarnaúm: allí está la “casa de Simón y Andrés” (Mc 1,29).

3. Presentación de Pedro: “apóstol de Jesucristo” (1 P 1,1), también “anciano”,es decir, dirigente de comunidad según el modelo de las sinagogas judías, y “testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse” (5,1). Pedro proclama el día de Pentecostés el mensaje cristiano (Hch 2, 14-36). Dirige la comunidad de Jerusalén (1,15). Encarcelado y liberado de la cárcel, marcha “a otro lugar” (12,17). Participa en el encuentro de Jerusalén (15,7-11). Desarrolla su misión especialmente entre los judíos (Ga 2,8), también entre los gentiles (Hch 10). En Antioquia recibe la reprensión de Pablo (Ga 2,14). Cuando Pablo escribe a los romanos, hacia el año 58, no dice nada de él, tampoco cuando permanece en Roma dos años (Hch 28,16). En el Apocalipsis (Ap 11,3-8) se dice de forma velada: “dos testigos” (Pedro y Pablo) profetizan “durante mil doscientos sesenta días” (tres años y medio) en la gran ciudad (Roma), la bestia (Nerón) “los vencerá y los matará” (año 64).

4. Pedro escribe “por medio de Silvano, hermano fiel” (1 P 5,12), a quien se identifica con Silas, dirigente de la comunidad de Jerusalén (Hch 15,22), colaborador de Pablo (15,40). Con Pedro está Marcos, a quien llama su hijo (1 P 5,13). Pedro conoce las cartas de Pablo (2 P 3,15-16) y las tiene muy en cuenta. La carta refleja la tradición cristiana primitiva: “Fue admitida sin oposición desde los comienzos de la Iglesia, utilizada probablemente por Clemente de Roma y ciertamente por Policarpo, es atribuida explícitamente a San Pedro a partir de Ireneo” (Biblia de Jerusalén, Introducción).

5. Destinatarios, lugar y fecha. Pedro escribe a la red de comunidades que dirige: a los “forasteros elegidos de la diáspora en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”,provincias del Asia Menor. Desde el año 62 Bitinia y el Ponto forman una sola provincia. Del Ponto procedía Aquila (Hch 18,2). Según Eusebio de Cesarea, Pedro “escribe a los hebreos de la diáspora”, “se ve claro en qué provincias predicó él a Cristo y transmitió la doctrina del Nuevo Testamento a los que procedían de la circuncisión” (HE III,4). La diáspora (dispersión) es el mundo visto desde la perspectiva judía, el extranjero. Pedro dice veladamente donde está: “en Babilonia”(1 P 5,13), es decir, en Roma, entonces centro del imperio y del culto pagano. Escribe la carta poco antes de la persecución de Nerón (años 64-67). Pudo ser hacia el año 61.

6. En primer lugar, el saludo: “A vosotros gracia y paz abundantes”(1,2). Y la acción de gracias a Dios que nos ha dado una vida nueva: “Bendito sea el Dios y padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, protege para la salvación, dispuesta ya a ser revelada en el último momento” (1,3-5; ver 2 Co 1,3; Ef 1,3).

7. Cuando se escribe la carta, los hermanos pasan por diversas pruebas: “Os calumnian como malhechores” (1 P 2,12). “Los extranjeros eran ‘forasteros’, relegados a los márgenes de la sociedad por la ley local, y siempre objeto de recelos, prejuicios, difamación y discriminación” (Elliott, 20). El extranjero residente (paroikos) ha tenido que dejar su hogar y vive “al lado de” la casa de otro. Pedro quiere confirmar a los hermanos en la fe. Sin duda, recuerda lo que le dijo Jesús: “Confirma a los hermanos” (Lc 22,32). Para ello, no recurre al legalismo. Lo hace desde la palabra de Dios, viva y permanente. Veamos algunas claves más importantes.

8. La alegría del Evangelio está por encima de las dificultades que los cristianos encuentran en el trabajo, en la familia, en la sociedad: “Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor en la revelación de  Jesucristo” (1 P 1,6-7). Pedro tiene presente este pasaje del libro de la Sabiduría: “La vida de los justos está en manos de Dios y ningún tormento les afectará”, “Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí, los probó como oro en el crisol”, “en el día del juicio resplandecerán y se propagarán como el fuego en el rastrojo”, “la gracia y la misericordia están destinadas a sus elegidos”(Sb 3,1-9; ver 1 Co 3.13; Rm 2,7).

9. La revelación de Jesús, el Cristo: “A quien amáis sin haberle visto; en quien creéis, aunque de momento no le veáis, rebosando de alegría inefable y gloriosa, al lograr la meta de la fe, la salvación de vuestras almas” (1 P 1,8-9).Sobre esta salvación indagaron los profetas, que anunciaron la gracia destinada a vosotros. Es decir, el espíritu que habló por los profetas venía por vosotros: “Les fue revelado que no administraban en beneficio propio sino en favor vuestro este mensaje que ahora os anuncian quienes os predican el Evangelio, en el espíritu santo enviado desde el cielo, mensaje que los ángeles ansían contemplar”(1,12; ver Rm 16,25; Ef 3,10).  

10. Vigilancia pascual: “Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia”, “y si llamáis padre a quien, sin acepción de personas, juzga a cada cual según su conducta, conducios con temor durante el tiempo de vuestro destierro, sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres... con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo”(1 P 1,13-19; ver Rm 6,19; 2 Co 5,6; 1 Co 5,7-8; 6,20; 7, 11; Ef 4,17).

11. Amor fraterno y palabra de Dios: “Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros. Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible por medio de la palabra de Dios viva y permanente. Pues toda carne es como hierba y todo su esplendor como flor del campo; se seca la hierba y cae la flor, pero la palabra del Señor permanece eternamente. Y esta es la palabra, la buena nueva anunciada a vosotros”(1 P 1,22-25; ver Is 40, 6-8; Rm 1,5), “rechazad toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación”(1 P 2,1-2; ver 1 Co 3,2).

12. La comunidad es templo vivo de Dios, Jesús es la piedra angular: “Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también nosotros, como piedras vivas, hemos de entraren la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo”(1 P 2,4-5; ver Ef 2,20-22; Rm 1,9). Para los creyentes, Cristo es “piedra angular”; para los incrédulos, “piedra de tropiezo y roca de escándalo”(1 P 2,8; Sal 118; Is 28,16; 8,14).

13. La comunidad es el pueblo de Dios, sacerdocio real de Cristo:Sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de su propiedad, para anunciar las alabanzas de aquel que os llamó de las tinieblas a su admirable luz, vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos”(1 P 2,9-10; ver Ex 19,5-6; Is 43,20-21; Os 1,6-9;2,25; Ef 1,14; Rm 3,24; Col 1,12).

14. Exhortación general: “Queridos, os exhorto a que, como forasteros y peregrinos, os abstengáis de los deseos carnales”, “tened en medio de los gentiles una conducta ejemplar”, “pues esta es la voluntad de Dios: que obrando el bien, cerréis la boca a los ignorantes insensatos. Obrad como hombres libres, y no como quienes hacen de la libertad un pretexto para la maldad, sino como siervos de Dios”(1 P 2,11-12.15-16; ver Ga 5,13), “si obrando el bien soportáis el sufrimiento, esto es bella cosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas” (1 P 2, 20-21).

15. La carta, tal y como nos llega, presenta exhortaciones a la sumisión (2,13-3,7 y 5,5): sumisión a la autoridad civil, a los gobernantes, al rey (2,13-14.17), sumisión de los esclavos a los amos  (2,18), sumisión de las mujeres a sus maridos(3,1-6; ver 1 Co 7,10-11), sumisión de los jóvenes a los “ancianos”(1 P 5,5). Las exhortaciones a la sumisión no aparecen en el Evangelio. Parece un añadido posterior. Ver catequesis Relaciones de dependencia.

16. Sigue la exhortación: “Tened todos unos mismos sentimientos, ser compasivos, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni  insulto por insulto; por el contrario, bendecid”, “el rostro del Señor se enfrenta a quienes obran el mal”, “y ¿quién os hará mal si os afanáis por el bien? Mas, aunque sufrierais a causa de la justicia, dichosos de vosotros. No les tengáis ningún miedo ni os turbéis. Al contrario dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia, para que aquello mismo que os echan en cara, sirva de confusión a quienes critiquen vuestra buena conducta en Cristo. Pues más vale padecer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal. Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu”(3,8-17; ver Rm 1,3-4; 8,1-17; 12,9-21; 1 Tm 3,16; Col 3,12-15; 1 Ts 5,13-22; Hb 9,26-28).

17. Pasaje difícil. Como el justo Henoc (1 En 1,2; ver Gn 5,21-24; Jud 14-15), Cristo juzga a los espíritus rebeldes: “en el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo desobedientes, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que  Noé construía el arca, en la que unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvados a través del agua; a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la resurrección  de Jesucristo, que, habiendo ido al cielo, está a la derecha de Dios, y le están sometidos los ángeles, las dominaciones y las potestades” (1 P 3,19-22; ver Rm 5,6; 6,4; Col 2,12-15; Ef 1,10-21).  Este juicio de Cristo supone ya una ascensión, no un descenso.

18. La expresión “descendió a los infiernos”, incluida en el Símbolo de los Apóstoles, ha recibido diversas explicaciones a lo largo de los siglos. En el doble movimiento descendente-ascendente de la pascua de Jesús, el descenso al reino de la muerte representa el fondo abismal de la humillación de Cristo, el punto más bajo donde comienza su “increíble” exaltación (Flp 2,6-11). El Catecismo de la Iglesia Católica lo explica así: “Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (cf 1 P 3,18-19)”, “en la expresión ‘Jesús descendió a los infiernos’, el símbolo confiesa que Jesús murió realmente” (nn. 632 y 636). Para Jesús, “los muertos resucitan”, “son como ángeles”, Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos”, “para él todos viven” (Lc 20, 36-38). Hay que revisar la tradición a la luz de la Escritura.

19. Sigue la exhortación: “Ya que Cristo padeció en la carne, armaos también vosotros de este mismo pensamiento: quien padece en la carne, ha roto con el pecado, para vivir ya el tiempo que le quede en la carne, no según las pasiones humanas, sino según la voluntad de Dios. Ya es bastante el tiempo que habéis pasado obrando conforme al querer de los gentiles, viviendo en desenfrenos, liviandades, crápulas, orgías, embriagueces y en cultos ilícitos a los ídolos. A este respecto se extrañan de que no corráis con ellos hacia ese libertinaje desbordado, y prorrumpen en injurias. Darán cuenta a quien está pronto para juzgar a vivos y muertos”, “el fin de todas las cosas está cercano. Sed, pues, sensatos y sobrios para daros a la oración. Ante todo, tened entre vosotros intenso amor, pues el amor cubre multitud de pecados. Sed hospitalarios unos con otros, sin murmurar. Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios. Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno presta un servicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén” (1 P 4,1-11; ver 1 Co 4,1-2; 6,2; 10,31; 12,4-11; Rm 12, 6-13; Hb 13,1-2). Llama la atención la repetición de “queridos” (1 P 2,11 y 4,12) y de “amén” (4,11 y 5,11). Nos encontramos ahora un resumen y una nota final.

20. No os extrañéis: “Queridos, no os extrañéis del fuego que ha prendido en medio de vosotros para probaros, como si os sucediera algo extraño, sino alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria. Dichosos de vosotros, si sois injuriados por el nombre de Cristo, pues el espíritu de gloria, que es el espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. Que ninguno de vosotros tenga que sufrir ni por criminal ni por ladrón ni por malhechor ni por entrometido: pero si es por cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre. Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios” (1 P 4,12-17; ver Rm 1,21; 5,3-5; Col 3,4). La palabra “entrometido” sólo aparece aquí en el Nuevo Testamento.Se le llama así a aquel que se mete donde no le llaman.

21. A los ancianos, responsables de comunidad: “Apacentad el rebaño de Dios que os está encomendado, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos del rebaño. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita” (1 P 5,1-4; ver Jn 21,15-17).

22. Estad alerta:“Revestíos todos de humildad en vuestras relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce; confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros”,“sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo (literalmente, el acusador), ronda como león rugiente, buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. El Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria, después de breves sufrimientos, os restablecerá, afianzará, robustecerá y os consolidará. A él el poder por los siglos de los siglos. Amén” (1 P 5,6-11; ver St 4,1-10).

23. Nota final: “Por medio de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, exhortándoos y atestiguándoos que esta es la verdadera gracia de Dios; perseverad en ella. Os saluda la (comunidad) que está en Babilonia, elegida como vosotros, así como mi hijo Marcos. Saludaos unos a otros con el beso santo. Paz a todos los que estáis en Cristo” (5,12-14; ver 2 Co 13,12; Hb 13,22-25).

*Diálogo: ¿Es una carta válida para hoy?, ¿puede un pescador de Galilea escribir una carta semejante?, ¿presenta semejanzas con las cartas de Pablo?, ¿refleja la tradición cristiana primitiva?, ¿ayuda a recuperar la figura de Pedro?