En el principio era la palabra
 

 ¡RECONSTRUID LA CASA!

El templo está en ruinas

 

1.   El mensaje del profeta Ageo puede resumirse así: ¡Reconstruid la Casa! Corre el año 520 a. C. Es tiempo después del destierro. El edicto de Ciro (538 a.C.)   permite a los judíos desterrados en Babilonia volver a su tierra. La nueva comunidad de Palestina vive una situación precaria. Está dirigida por un gobernador, nombrado por el imperio persa, y un sumo sacerdote, relativamente autónomo. El templo está en ruinas. El profeta Ageo tiene la misión de despertar la esperanza y levantar los ánimos. Su mensaje inspira a Juan XXIII la renovación del Concilio. Pero ¿qué significa hoy?

2.   El día 1 del sexto mes, fue dirigida la palabra del Señor, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, gobernador de Judá, y a Josué, sumo sacerdote: “Este pueblo anda diciendo: Todavía no ha llegado el momento de reedificar la casa del Señor”(Ag 1,1-2). La palabra de Dios denuncia las dificultades creadas por una falsa prudencia, la dilación permanente y el contraste hiriente: hay quienes viven bien, pero sus casas artesonadas contrastan con las ruinas del templo y la situación precaria de la nueva comunidad (1,3-4).

3.  La situación actual es estéril. Se requiere una toma de conciencia: “Aplicad vuestro corazón a vuestros caminos. Habéis sembrado mucho, pero cosecha poca: habéis comido, pero sin quitar el hambre; habéis bebido, pero sin saciar la sed; os habéis vestido, mas sin calentaros, y el jornalero ha metido su jornal en bolsa rota” (1,5-6). La pertinaz sequía refleja la situación: “Esperabais mucho, y bien poco es lo que hay. Y lo que metisteis en casa, lo aventé yo. ¿Por qué? Porque mi Casa está en ruinas, mientras que vosotros vais aprisa cada uno a vuestra casa. Por eso, por culpa vuestra, los cielos han negado la lluvia y la tierra ha negado su producto” (1,9-10). 

4.   La palabra de Dios ordena reedificar la Casa: “Subid a la montaña, traed madera, reedificad la Casa” (1,8). El gobernador, el sumo sacerdote y todo el resto del pueblo escucharon la palabra de Dios. El Señor movió su espíritu yemprendieron la obra. Era el día 24 del sexto mes (1,12-15). Desde la destrucción del templo, han pasado 67 años. Los ancianos que contemplaron la primera Casa lloran de emoción (Es 3,12).

5.  El día 21 del séptimo mes la palabra de Dios, proclamada por el profeta Ageo, nos hace la siguiente pregunta: “¿Quién queda entre vosotros que haya visto esta Casa en su primer esplendor? Y ¿qué es lo que veis ahora? ¿no es como nada a vuestros ojos?”(Ag 2,3). La palabra de Dios provoca el despertarde muchos espíritus dormidos. Se escuchan palabras de ánimo, fundadas en la acción liberadora de Dios, como en el éxodo: “¡A la obra, que yo estoy con vosotros y en medio de vosotros se mantiene mi espíritu. ¡No temáis!” (2,4).

6.   En realidad, el momento es único. La acción de Dios vendrá acompañada de señales en el cielo y en la tierra: “Dentro de muy poco sacudiré yo los cielos y la tierra, el mar y el suelo firme; haré temblar a todas las naciones y vendrán las riquezas de todos los pueblos, y llenaré de gloria esta Casa, dice el Señor. Mía es la plata y mío el oro, palabra del Señor. Grande será la gloria de esta Casa, la de la segunda mayor que la de la primera, y en este lugar daré yo la paz”(2,6-9). Se anuncian varias cosas: la conmoción cósmica, la riqueza de las naciones, la gloria del Señor, la paz personal y social.

7.   Pero tres meses después, el día 24 del mes noveno, se produce un retroceso. Cunde el desánimo. No llegan las señales anunciadas. A los sacerdotes les corresponde discernir lo que está pasando. Si uno se purifica del contacto con algo impuro y lo vuelve a tocar ¿de qué le sirve haberse purificado? Eso le pasa a este pueblo, dice el Señor:Todo lo que me ofrecen está contaminado”(2,14). El pueblo se estorba a si mismo.

8.  El día 24 del mismo mes, el noveno, el Señor repite su palabra, anuncia de nuevo la conmoción que acompañará la victoria de Dios sobre los poderes adversos: “Sacudiré los cielos y la tierra, volcaré los tronos reales... Aquel día, te tomaré a ti, Zorobabel... y te pondré como anillo de sello” (2,21-23). Como anillo de sello, el rey elegido estará en la mano del Señor y la nueva comunidad reflejará los planes de Dios sobre el mundo.

9.   En nuestro tiempo, el mensaje de Ageo inspira a Juan XXIII la renovación de la Iglesia. “La idea del Concilio, dice el papa Juan, no ha madurado en mí como el fruto de una meditación prolongada, sino como la flor de una inesperada primavera”. En efecto, el 20 de enero de 1959 se ve sorprendido por una gran gracia; por ella le parecen “como sencillas y de inmediata ejecución algunas ideas nada complejas..., pero de vasto alcance y responsabilidad frente al porvenir”. Se trataba, en el fondo, de “acoger las buenas inspiraciones del Señor simple y confiadamente”.

10.  Juan XXIII anuncia la celebración del Concilio el 25 de enero de 1959, en la basílica de San Pablo, al final de la semana de oración por la unidad de los cristianos. El 13 de noviembre de 1960 comienza la fase preparatoria, más sólida y fundamental, del Concilio. Dice el papa: “El primer sorprendido de esta propuesta mía fui yo mismo, sin que nadie me hiciera indicación al respecto. Y decir que luego todo me pareció tan natural en su inmediato y continuo desarrollo. Después de tres años de preparación laboriosa, aquí estoy ya a los pies de la santa montaña. Que el Señor me sostenga para llevar todo a buen término”.

11.  El objetivo del Concilio es el siguiente: “La obra del nuevo Concilio Ecuménico tiende toda ella verdaderamente a hacer brillar en el rostro de la Iglesia de Jesús los rasgos más sencillos y puros de su origen”. La renovación remite al esplendor de los orígenes, supone la vuelta a las fuentes de la experiencia comunitaria original.

12.  La empresa no era fácil y hacía falta valor. Las dificultades no son pocas. Se habló de “locura papal”. A Juan XXIII le corresponde levantar los ánimos: “Debemos llenarnos de valor”, “no, Cristo, Hijo de Dios y Salvador nuestro, no se ha retirado del mundo que ha redimido, y la Iglesia, fundada por El, una, santa, católica y apostólica, continúa siendo su cuerpo místico”. Está con nosotros.

13.  Convocando a la renovación, Juan XXIII hace actuales las esperanzas proféticas: “¿No os parece oír el eco de una voz lejana que llega a nuestros oídos y nuestros corazones? Arriba, resplandece, Jerusalén, que ha llegado tu luz y la gloria del Señor sobre ti ha amanecido (Is 60,1). El lejano Isaías nos ofrece las notas para el primer canto triunfal, que recoge los ecos del melodioso fervor que se eleva de entre todas las lenguas, tribus y pueblos”. En efecto, desde el anuncio del Concilio “una corriente de espiritualidad conmueve las almas con vibraciones insólitas”.

14.  A un embajador que preguntó a Juan XXIII qué esperaba del Concilio, éste le respondió: “¿El Concilio? - dijo acercándose a la ventana y haciendo gesto de ir a abrirla -. Espero de él un poco de aire fresco... Hay que sacudir el polvo imperial que se ha acumulado sobre el trono de San Pedro desde Constantino”. Ciertamente, para muchos una locura; para muchos también, una verdad que purifica el templo.

15.  ¿Qué supone para Jesús reconstruir la Casa? En primer lugar, purificarla: debía ser casa de oración para todas las gentes”, pero se ha convertido en “cueva de bandidos”(Mc 11,17; ver Jr 7,11). Los discípulos se acuerdan de que está escrito:“El celo de tu casa me consume”(Jn 2,17; Sal 69). El templo debe ser purificado; más aún, debe ser sustituido (Jn 2,13.22). El nuevo templo se construirá “en espíritu y en verdad” (Jn 4,24), con “piedras vivas” (1 P 2,5), será comunidad. La primera comunidad (Hch 2,42-49) es clave de renovación conciliar (LG 13 y DV 10).

* Diálogo: ¿Qué significa hoy reconstruir la Casa? ¿Qué significa renovar la Iglesia? ¿Qué significa formar una comunidad que refleje los planes de Dios sobre el mundo?