En el principio era la palabra
 

LAS CARTAS DE JUAN

Claves del evangelio

1.      Las cartas de Juan no son un apéndice inútil de la Biblia. Aportan claves para interpretar el cuarto evangelio. Además, los escritos de Juan permiten recomponer el cuadro de los orígenes cristianos. Como dice Pablo, Juan es uno de los que son considerados “como columnas” (Ga 2, 9) en la Iglesia naciente. Sin embargo, surgen algunos interrogantes: ¿Quién es el autor de las cartas  de Juan?, ¿en qué fecha se escriben?, ¿hay que recuperar la figura de Juan?,¿sirven las cartas para comprender mejor el evangelio y los orígenes cristianos? Para muchos, el evangelio de Juan fue escrito hacia el año 90 y las cartas hacia el año 100. En nuestra opinión, todo encaja mejor si la fecha de las cartas se pone hacia el año 60. El evangelio se escribe antes y el Apocalipsis después, en los años sesenta.

2.      Según el teólogo alemán Rudolf Bultmann (1884-1976), “desconocemos quién escribió el evangelio y las cartas de Juan y tampoco sabemos dónde fueron escritos; en cuanto al tiempo en que fue escrito lo más que podemos decir es que el evangelio debió nacer a una cierta distancia respecto de la primera fijación literaria de la tradición sinóptica, probablemente todavía dentro del siglo primero”, el estilo “expresa la visión fundamentalmente dualista”, “a ella corresponden también los conceptos antitéticos que recorren los discursos: luz y tinieblas, verdad y mentira, arriba y abajo (celeste y terreno), libertad y esclavitud” (Teología del Nuevo Testamento, 426-427). Sin embargo, no es preciso recurrir al “pensamiento gnóstico dualista” para interpretar el evangelio de Juan. Por ejemplo, se constatan semejanzas (antítesis) entre el cuarto evangelio y los manuscritos de Qumrán. Asimismo, se constatan grandes diferencias entre el cuarto evangelio y los textos gnósticos de los manuscritos de Nag Hammadi.

3.      La vocación del discípulo. En el evangelio de Juan los dos primeros discípulos de Jesús son Andrés y otro discípulo que no se nombra. Los dos habían sido discípulos de Juan Bautista: “Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dijo: He ahí el cordero de Dios. Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: ¿Qué buscáis? Ellos le respondieron: Rabbí, que quiere decir maestro, ¿dónde vives? Les respondió: Venid y lo veréis. Fueron y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima”, las cuatro de la tarde. Luego viene la llamada de Pedro (Jn 1,35-42). Entonces ¿quién es el discípulo que no se nombra? Es el autor del evangelio. No se cita a sí mismo, pero lo citan los demás. Juan es uno de los cuatro primeros discípulos de Jesús (Mt 4,18-22; Mc 1,16-20; Lc 5,1-11).

4.      El discípulo no es un cualquiera, es el discípulo amado,  que en la última cena estaba al lado de Jesús (Jn 13, 23), es el discípulo que permanece con Jesús al pie de la cruz y acoge en su casa a la madre de Jesús (19,25-27), es el discípulo que llega con Pedro al sepulcro y que, al entrar, “vio y creyó” (20,3-10), es “el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero” (21,24). El discípulo forma parte de un “nosotros” que ha acogido la palabra de Dios hecha carne en Jesús de Nazaret y afirma: “Hemos contemplado su gloria” (1,14).

5.      Una antigua tradición atribuye el cuarto evangelio al apóstol Juan, que es con Santiago uno de los hijos de Zebedeo (Mc 1,19-20) y de Salomé (15,40; Mt 27,56), los “hijos del trueno” (Mc 3,17), ellos y su madre manifiestan las mayores aspiraciones (10,35-40; Mt 20,20-23), ellos y Pedro tienen especial confianza con Jesús (Mc 5,37; 9,2; 14,33). Tras la muerte de Jesús, Pedro y Juan responden al Sumo Sacerdote que les prohíbe enseñar en su nombre: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,19), Juan participa en el encuentro de Jerusalén que asume la acogida de los gentiles (Ga 2.9). Juan, desterrado en la isla de Patmos, es el autor del Apocalipsis (Ap 1,9).

6.      Según Tertuliano (+ hacia 220), como Pedro y Pablo, Juan estuvo en Roma: "Allí el apóstol Juan, después de ser sumergido en aceite hirviendo (procesado),... fue relegado a la isla" (De praescriptione, 36,3). Según Eusebio, "allí (en Asia) seguía dirigiendo las iglesias después de regresar del destierro de la isla tras la muerte de Domiciano”. Según Clemente, “después que murió el tirano, Juan se trasladó de la isla de Patmos a Éfeso” (HE III 23,1 y 5). El tirano puede ser Nerón (+68). Domiciano murió el año 96.Una “presunta tradición” sitúa la muerte del apóstol Juan antes de las persecuciones de Nerón y Domiciano (Ibidem, nota). Antes de la persecución de Nerón no encaja.

7.      Ireneo (hacia 140-202) identifica a Juan con el discípulo amado: “Finalmente Juan, el discípulo del Señor, el que se había reclinado sobre su pecho, también él publicó el evangelio, mientras moraba en Éfeso” (Eusebio, HE V, 8,4). En su niñez, Ireneo escuchó a Policarpo, obispo de Esmirna (69-155), y le oyó hablar de sus contactos con Juan: “Puedo incluso decir el sitio en que el bienaventurado Policarpo dialogaba sentado, así como sus salidas y sus entradas, la índole de su vida y el aspecto de su cuerpo, los discursos que hacía al pueblo, cómo describía sus relaciones con Juan y con los demás que habían visto al Señor y cómo recordaba las palabras de unos y otros; y qué era lo que había escuchado de ellos acerca del Señor, de sus milagros y su enseñanza; y cómo Policarpo, después de haberlo recibido de estos testigos oculares de la vida del Verbo, todo lo relataba en consonancia con las Escrituras” (HE,V,20,5-8).

8.      Según Ireneo, Papías de Hierápolis (hacia 69-150) no se presenta a sí mismo como oyente  de los apóstoles, sino que “enseña haber recibido lo referente a la fe de boca de quienes los habían conocido”. Estas son sus palabras: “Si acaso llegaba alguno que había seguido también a los presbíteros, yo procuraba discernir las palabras de los presbíteros: qué dijo Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Santiago, o Juan, o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor” (HE, III, 39, 2 y 4). Dice también Ireneo: “Todos los presbíteros que en Asia están en relación con Juan, el discípulo del Señor, dan testimonio de que Juan lo ha transmitido, porque aún vivió con ellos hasta los tiempos de Trajano” (HE, III, 23, 3). El emperador Trajano gobernó desde el 98 hasta el 117.

9.      Las tres cartas de Juan presentan tal parentesco con el evangelio que hay que atribuirlas al mismo autor. Recogiendo la tradición que viene de los concilios de Hipona y de Cartago (s.IV), el concilio de Trento define en 1545 el canon o lista de libros inspirados. El papiro P52, del año 125 d.C., es el testimonio más antiguo del evangelio de Juan (Jn 18,31-33 y 37-38). Se conserva en la biblioteca John Rylands de Manchester.

10.   La primera carta es una catequesis dirigida a las comunidades de Asia para que interpreten el evangelio como aquellos que han sido testigos oculares del anuncio de Jesús desde el principio: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la palabra de vida…lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros”, “os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo” (1 Jn 1,1-3). El grupo identificado como “nosotros” (Jn 1, 14; 21,24) se distingue de un “vosotros”, los destinatarios de la carta (1,1-5); además, incluye al discípulo, que llama a los destinatarios “hijos míos” (1 Jn 2,1.12.14.18; 3,7.18; 5,21), “queridos” (3,21; 4,1.7.11), padres y jóvenes (2,13-14). La carta puede situarse hacia el año 60.

11.   En la carta se nota que el contexto no es judío: no se hace referencia (como sucede en el evangelio) a los adversarios judíos, a los sumos sacerdotes, al templo, a las fiestas,  costumbres o tradiciones judías. El contexto es griego. En su momento, el grupo identificado como “nosotros” se  desplaza de Palestina a Éfeso, quizá hacia el año 42, cuando es asesinado Santiago, el hermano de Juan (Hch 12,2), cuando Pedro marcha “a otro lugar” (12,17). Juan pudo hacer lo mismo, marchar a otro lugar. En su caso, a Éfeso.

12.   La carta emplea duras palabras que el evangelio dirige a adversarios judíos, pero ahora los adversarios son otros, un grupo que ha pertenecido a la comunidad e intenta conseguir adeptos: “han salido de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros” (2,19). Se tiene conciencia de la gravedad de la situación: “es la última hora” (2,18; ver 2 Ts 2,3-8), “el momento está cerca” (Ap 1,3). En el año 62, el sumo sacerdote Anás manda lapidar a Santiago, el hermano del Señor. El mismo año, Nerón decreta la ley de “lesa majestad” contra adversarios políticos. En el año 64 son martirizados Pedro y Pablo.

13.   Los adversariosafirmanque están en comunión con Dios (1 Jn 1,6), que no tienen pecado (1,8-10), que conocen a Dios y permanecen en él (2,4-6), que están en la luz (2,9), que aman a Dios (4,20). Pero hay algo que no encaja. Es preciso discernir: “Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros” (1,6-7), “si decimos: No tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1, 8-9). Hay que revisar. El intimismo no vale. La relación con Dios es personal y comunitaria.

14.   Hay que guardar los mandamientos y guardar su palabra: “En esto sabemos que le conocemos; en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él” (2,4-6). Como dice Pablo, “no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Rm 13,9).

15.   Es fundamental el amor fraterno: “Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz” (1 Jn 2,9-10), “en esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano. Pues este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros”, “nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino” (3,10-15), “quien no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor”, “a Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud”, “si alguno dice que ama a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (4,7-20).

16.  En el evangelio, frente a la sinagoga, se afirma que Jesús viene de Dios: “Sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú realizas, si Dios no está con él”, reconoce Nicodemo (Jn 3,2). El ciego de nacimiento se lo dice a los judíos: “Si este no viniera de Dios, no podría hacer nada” (9, 33). En la primera carta, frente a la “gnosis” (conocimiento), se afirma la realidad humana de Jesús: “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo?” (2,22), “no os fieis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo”, “todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios, ese es del anticristo. El cual habéis oído que iba a venir, pues bien, ya está en el mundo” (4,2-3; ver 2 Jn 7). Jesucristo es “el que vino en el agua y en la sangre”, “no solamente en el agua, sino en el agua y la sangre, y el viento es el que da testimonio, porque el viento es la verdad” (1 Jn 5,6). Se hace referencia al agua, símbolo del bautismo de Juan (Mt 3,11), a la sangre, símbolo del testimonio, y al viento, símbolo del nuevo nacimiento. Como dice Jesús a Nicodemo, “el que no nazca del agua y del viento no puede entrar en el reino de Dios”, “no te extrañes de que te haya dicho: tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene o adónde va. Así es todo el que ha nacido del viento” (Jn 3,5-8). Según la doctrina rabínica, el Mesías es “hijo de Dios vivo” (Mt 16,16; 26,64), “el nombre del Mesías estaba en la presencia de Dios antes de la creación del mundo”, es decir, “su venida era parte del designio originario de Dios para el mundo que se proponía crear” (C.H. Dodd, Interpretación del cuarto evangelio, 104).

17.    Texto manipulado. Veamos este texto que consideramos manipulado quizá ya en el siglo IV: “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el que nació de Dios lo guarda, y el malo no puede tocarlo. Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero yace en poder del malo. Y sabemos que el hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al verdadero (Dios, en latín) y estemos en el verdadero (hijo suyo, en latín; en su hijo Jesucristo, en griego). Este es el verdadero Dios y la vida eterna” (1 Jn 5, 18-20). Lo que está entre paréntesis ha sido añadido, pervirtiendo el sentido original en favor de la dogmática imperante. En su cena de despedida, Jesús oró así: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17,3).

18.   La segunda carta va dirigida a la “señora elegida y a sus hijos”, es decir, a una comunidad y a sus miembros. Quien escribe la carta no es un cualquiera: se presenta como “el presbítero”, en singular (2 Jn, 1). De forma semejante, Pedro se presenta como “presbítero” junto a otros (1 P 5,1). Siguiendo el modelo sinagogal, los presbíteros (ancianos) llevan la dirección de las comunidades. Las comunidades de Juan no son comunidades sin cabeza. Tienen su dirección.

19.   El amor fraterno es fundamental: “No es que te escriba un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el comienzo: que nos amemos unos a otros” (2 Jn, 4-6). La carta remite al evangelio de Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros”, “en esto conocerán que sois discípulos míos” (Jn 13, 34-35; ver 15,12 y 17).  

20.   El presbítero alerta a la comunidad contra los que “no confiesan que Jesucristo ha venido en carne”. Parecía hombre, pero no lo era, afirman. Quien niega la realidad humana de Jesús “ése es el seductor y el anticristo”, “si alguno viene donde vosotros y no es portador de esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le salude se hace solidario de sus malas obras”. El presbítero espera visitar la comunidad y envía saludos de una comunidad hermana: “Espero ir a veros y hablaros de viva voz”, “te saludan los hijos de tu hermana elegida” (2 Jn 7-13). Cada comunidad es “elegida” (ver 1 P 5,13).

21.   La tercera carta va dirigida “al querido Gayo”. De nuevo quien escribe es “el presbítero” que elogia a su hijo en la fe por acoger a los hermanos enviados: “Grande fue mi alegría al llegar los hermanos y dar testimonio de tu verdad”, “no experimento alegría mayor que oír que mis hijos viven según la verdad”, “querido, te portas fielmente en tu conducta con los hermanos, y eso que son forasteros. Ellos han dado testimonio de tu amor en presencia de la iglesia. Harás bien en proveerles para su viaje de manera digna de Dios. Pues por el nombre salieron sin recibir nada de los gentiles” (3 Jn 1-7).

22.   La carta recoge el problemade una comunidad donde hay protagonismo, falta de acogida y lengua maliciosa: “He escrito alguna cosa a la iglesia, pero Diotrefes, ese que ambiciona el primer puesto entre ellos, no nos recibe. Por eso, cuando vaya, le recordaré las cosas que está haciendo, criticándonos con palabras llenas de malicia; y como si no fuera bastante, tampoco recibe a los hermanos, impide a los que desean hacerlo y los expulsa de la iglesia”, “todos, y hasta la misma verdad, dan testimonio de Demetrio. También nosotros damos testimonio y sabes que nuestro testimonio es verdadero”. El presbítero espera visitar a Gayo: “Espero verte pronto y hablaremos de viva voz” (9-15).

23.   La red de comunidades de Juan se encuentra en diferentes lugares. Como las comunidades se reúnen por las casas, en una ciudad puede haber varias. En la misma ciudad puede haber comunidades de Pablo, de Pedro, sinagogas y grupos de Juan Bautista. Juan, desterrado en Patmos, escribe el Apocalipsis y lo envía “a las siete iglesias de Asia”: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea (Ap 1,4-11).

·        Diálogo: ¿Hay que recuperar la figura de Juan?,¿sirven las cartas para comprender mejor el evangelio y los orígenes cristianos?