En el principio era la palabra
 

10. LA TRADICION DE JOSUÉ

Entrada en la tierra prometida

  1. Habiendo visto la tradición de los orígenes, las tradiciones patriarcales y la tradición de Moisés, vemos ahora la tradición de Josué, que cierra la serie de catequesis sobre el Pentateuco. La tradición de Josué recoge la entrada en la tierra prometida. De este modo se cumple plenamente la promesa del Señor hecha a Abraham: “Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas. Así será tu descendencia”, “te saqué de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra” (Gn 15,5-7). Hay que recuperar el fondo histórico de la tradición de josué.

  2. Algunos interrogantes. La entrada en la tierra ¿fue todo de una vez?, ¿fue una conquista bélica fulgurante?, ¿fue un proceso más lento y complejo?, ¿fue una entrada pacífica en el curso de las trashumancias?, ¿cada tribu conquistó su territorio de forma independiente?, ¿hay relatos distintos?, ¿cómo puede decirse que el exterminio de todo un pueblo se hizo por orden del Señor?, ¿hay exageraciones atribuibles a la tradición?, ¿hay que revisar lo que se dijo sobre Josué?, ¿hay que recuperar el fondo histórico de la tradición de Josué?

  3. El antiguo credo. El antiguo credo de Israel lo dice de forma breve: “El Señor nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel” (Dt 26,9). Este texto pertenecía desde antiguo a la esfera del culto. Puede parecer muy sencillo. Sin embargo, la entrada en la tierra prometida fue todo menos sencillo. Después de la muerte de Moisés, dijo el Señor a Josué: “Pasa el Jordán con todo este pueblo, en marcha hacia el país que voy a daros”, “os voy a dar toda la tierra en la que pongáis la planta de vuestros pies”, “como estuve con Moisés, estaré contigo, no te dejaré ni te abandonaré. ¡Ánimo, sé valiente!, que tú repartirás a este pueblo la tierra que prometí con juramento a sus padres” (Jos 1,2-6). En el mapa, Palestina en el Antiguo Testamento).

  4. Dos visiones distintas. Hay una visión muy simplificada de la conquista de Canaán, según la cual todo el pueblo de Israel de las doce tribus bajo la guía de Josué conquistó la tierra de Canaán. La ocupación de Canaán debió de ser un proceso migratorio más lento y complejo. Es más verosímil y primitiva la visión de la ocupación que aparece al comienzo  del libro de Josué (1,1-2,5), donde las tribus hacen sus conquistas por separado: “Parece ser que los que acabaron formando el Israel de las doce tribus no entraron en Canaán todos a la vez ni por el mismo sitio”, en la segunda mitad del siglo XIII pudieron penetrar las tribus de Judá y Simeón por el sur, mientras otras, fundamentalmente José y Benjamín con Josué al frente, lo hacían por el este (Sagrada Biblia, CEE). .

  5. Dato arqueológico. Quizá los habiru, gentes procedentes del desierto que hacían sus incursiones en Canaán en la época de Amarna fueron la base de algunas tribus israelitas, sobre todo de Galilea. Amarna es el nombre árabe de una región egipcia situada en la ribera oriental del Nilo, donde se construyó la ciudad de Aketatón (“el horizonte de Atón”), la nueva capital de Egipto, a mediados del siglo XIV a.C. La ciudad fue ordenada construir por el faraón Akenatón. La primera mención escrita de los habiru se encuentra en las tablillas de Amarna (hacia 1388-1333 a.C.). En la foto, tablillas de Amarna (Atlas de la Biblia).

  6. Diversos trabajos. "No parece que todas las incursiones israelitas lo fueran en son de guerra. Los pastores podían nomadear libremente por las zonas incultas entre ciudad y ciudad y por los rastrojos. Otros pudieron entrar como jornaleros en la llanura de Esdrelón (Isacar=jornalero), o en los trabajos de carga y descarga de los puertos fenicios”. Por ejemplo, Aser “permaneció a la orilla del mar y se instaló en sus ensenadas” (Jue 5,17). No hay que pensar que la penetración de los israelitas concluyera con el siglo XIII: “Lo mismo que había comenzado antes, debió de continuar después, a lo largo de los siglos XII y XI, para concluir con David. Especial dificultad ofreció el dominio de las llanuras, donde los cananeos hacían valer sus carros de guerra” (Sagrada Biblia, CEE).

  7. Carros de guerra cananeos. Los hijos de José dijeron: “No nos basta con la montaña. Además, todos los cananeos que viven en el llano tienen carros de hierro”. Josué respondió: “Vosotros sois muchos y muy fuertes; no tendréis, pues, un solo lote, porque será vuestra también la montaña; es verdad que está cubierta de bosques, pero vosotros la talaréis y será vuestra esa región. Y expulsaréis a los cananeos, aunque tienen carros de hierro y son muy fuertes” (Jos 17,16-18). Los hijos de Judá lucharon contra los cananeos que habitaban en Hebrón: “El Señor estuvo con Judá, que se adueñó de la montaña, pero no expulsaron a los habitantes del llano, pues tenían carros de hierro” (Jue, 1,19).

  8. Otro dato arqueológico. La estela de Menefta es una piedra de basalto negro, donde se encuentra la primera mención conocida de Israel. Las “gentes de Israel” aparecen entre los pueblos que fueron derrotados por el faraón Menefta en tierra de Canaán hacia 1210 antes de Cristo: “Israel está arrasado; su semilla ya no existe” (Atlas de la Biblia).

  9. Fiesta en el santuario. En Guilgal se celebraba el paso del mar Rojo y del Jordán: “Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su santuario, Israel su dominio. El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás” (Sal 114), “el pueblo salió del Jordán el día diez del mes primero, y acampó en Guilgal, al este de Jericó. Josué erigió en Guilgal las doce piedras sacadas del Jordán. Y dijo a los hijos de Israel: Cuando el día de mañana vuestros hijos pregunten a sus padres: ¿Qué son esas piedras?, se lo explicaréis así a vuestros hijos: Israel pasó ese Jordán a pie enjuto. Es que el Señor vuestro Dios secó ante vosotros las aguas del Jordán hasta que pasasteis, lo mismo que había hecho el Señor, vuestro Dios, con el mar Rojo” (Jos 4, 19-24).

  10. Otros lugares. Es razonable pensar que ya en el primitivo Israel existieron también otros lugares, donde se cultivó el antiguo credo. A pesar de esta diversidad de situaciones y la suerte varia de las tribus en la ocupación de la tierra, el contenido de estas antiquísimas afirmaciones confesionales es simple y uniforme: “Se trata siempre de celebrar una acción divina, que para estos textos estaba a la plena luz de la historia. Cualquier tribu o grupo de peregrinos reunidos en un santuario podía confesar que Yahvé había entregado la tierra de Canaán a su pueblo en el curso de su guía histórica”.

  11. Entrada pacífica. La tradición posterior llegó a oscurecer el recuerdo de una entrada pacífica de las tribus en el curso de las trashumancias. La descripción de los hechos en el libro de los Jueces (1,1-2) se distingue claramente de la imagen tardía del libro de Josué (2-10) que se sobrepuso luego a aquella. En efecto, el primer relato presenta la entrada en Canaán como la suma de las distintas empresas particulares de las tribus, cada una de las cuales actúa con plena independencia. No podemos pensar que desde el primer momento las tribus se proponían “arrojar” a todos los “cananeos” de sus ciudades. La realidad fue otra: “Sólo en una fase posterior se volvieron tensas las relaciones con los oriundos del país y, una vez robustecidas las tribus, se llegó ocasionalmente a la lucha armada” (Von Rad, 369-372).

  12. Distintos relatos. Veamos este relato, donde ni siquiera la montaña, tras la muerte de Josué, estaba plenamente conquistada: “Después de la muerte de Josué, los hijos de Israel consultaron al Señor: ¿Quién de nosotros subirá primero contra los cananeos para luchar contra ellos? El Señor respondió: Subirá Judá. He entregado el país en sus manos” (Jue 1,1-2). Sin embargo, otro relato recoge así la conquista de todo el país por parte de Josué: “Así fue como conquistó Josué todo el país, la montaña, el Negueb, la Sefelá y las estribaciones de la montaña, con todos sus reyes, sin dejar un solo superviviente”, “se apoderó Josué de todos aquellos reyes y de sus territorios en una sola ofensiva, porque el Señor, el Dios de Israel, peleaba en favor de Israel. Después Josué se volvió, con todo Israel, al campamento de Guilgal” (Jos 10, 40-43). La Sefelá es una zona de colinas en el centro sur de Israel que se extiende entre los montes de Judea y la llanura costera.

  13. Conquista bélica.Se lleva hasta el extremo la idea de una conquista bélica del país: “Uno solo de vosotros persigue a mil, porque el Señor mismo, vuestro Dios, lucha por vosotros” (Jos 23,10). Los enemigos son exterminados: “Entonces Josué, con todo Israel, se volvió contra Debir y la atacó. Se apoderó de ella de su rey y de todos sus poblados; los pasaron a cuchillo y consagraron al exterminio a todos los seres vivientes que había en ella, sin dejar uno con vida” (10,39). No se dice que cayera un solo israelita, salvo unos treinta y seis en el primer ataque a Ay (7,5). La derrota sufrida en esta ciudad fue la primera y la última. El relato ofrece para nosotros un lado oscuro: el exterminio de toda la población. ¿Cómo puede decirse que esas matanzas se realizaron por orden del Señor? (Sagrada Biblia, CEE). El relato también ensancha las fronteras de la tierra prometida mucho más allá de los límites indicados en las listas: desde los confines del desierto, al sur y al este, hasta el Líbano y el Éufrates (Jos 1,4; 21,1).

  14. Reivindicaciones tribales. Tanto el sistema de los confines tribales del libro de Josué como las listas de las ciudades no conquistadas nos permiten comprobar que en la época de los jueces existían reivindicaciones (“postulados territoriales”) de las tribus sobre determinados territorios, que seguían siendo habitados por los cananeos. La idea de que Canaán es el país del Señor, “la heredad de Yahvé”, es muy antigua. Israel identificó este país con el lugar donde debía dar culto a Yahvé. Si uno se encontraba fuera de sus fronteras, estaba “lejos de la faz de Yahvé” (1 Sm 26,20)   Pertenecer al Señor equivale a “tener parte en el país de Yahvé” (Jos 22,25). En el mapa, Palestina en el tiempo de los jueces.

  15. Reglamento de la propiedad. Si el Señor era el dueño de la tierra, se seguían consecuencias muy concretas en la reglamentación de la propiedad. La frase “la tierra es mía, y vosotros sois emigrantes y criados” (Lv 25,23) puede considerarse el fundamento del derecho agrario israelita: “Además de la propiedad familiar hereditaria, el antiguo Israel conocía una propiedad común, que debía sortearse periódicamente; conocía, pues, la institución de una posesión comunitaria de la tierra. El sorteo era un acto sagrado, seguía al año de barbecho, que a su vez tenía también carácter sagrado, pues era una profesión de fe en el derecho exclusivo de Yahvé sobre la tierra” (Von Rad, 372-373).

  16. Injusticias sociales. A finales del siglo VIII a. C., el profeta Miqueas clama contra los acaparadores de campos y casas: “Desean campos y los roban, casas, y se apoderan de ellas; oprimen al cabeza de familia y a los suyos, explotan al ciudadano y sus bienes”. Por eso, aquel día se cantará una elegía que diga: “Estamos totalmente perdidos, pues se reparte el lote de mi pueblo”, “no tendrás quien te eche a suertes un lote en la asamblea del Señor” (Mq 2,2-5). En el salmo 16 encontramos un recuerdo de esta antigua costumbre:  “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano; me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”.

  17. Del Señor es la tierra. Se canta en el salmo: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena” (Sal 24). Sin embargo, comenta Von Rad: “Nos llama la atención observar que este grupo de ideas en torno a Yahvé, Señor del país, aparece muy pocas veces en el Hexateuco y, sobre todo, en la descripción de la conquista. En cambio, muy a menudo oímos hablar del país prometido a Israel (y antes ya a sus padres). Este conjunto de ideas sobre la promesa de la tierra es completamente independiente del anterior. Ni siquiera en uno solo de los innumerables textos en donde se apela a la promesa de la tierra, se la designa como propiedad de Yahvé; es, más bien, el país que pertenecía antiguamente a otros pueblos y Yahvé, al realizar su plan histórico, lo entregó a Israel”. Algunos hablan de Tetrateuco: serían sólo 4 libros. El relato que comienza en el Génesis concluiría en el libro de los Números. El Deuteronomio serviría de prólogo a la gran “historia deuteronomista” que, comenzando en el libro de Josué, continuaría por los libros de Jueces, Samuel y Reyes.

  18. Entrada en Canaán.  La narración de la entrada en Canaán desarrolla las breves afirmaciones confesionales o hímnicas en una serie de hechos: la historia de Rahab, los espías exploran Jericó, conquista de Jericó, derrota ante Ay, conquista de Ay, engaño de los gabaonitas, Josué vence a la coalición cananea, batalla junto a las aguas de Merom (Jos 1-11).  La narración parece describir la entrada en Canaán de “todo este pueblo” (1,2), de “todos los hijos de Israel” (3,1), de “todo Israel” (3,7), como un gran ejército a las órdenes de Josué. Sin embargo, este modo de presentar los acontecimientos no corresponde con la imagen del libro de los Jueces (1,1-2), pues según este relato “cada tribu conquistó su territorio en empresas independientes”. 

  19. Reparto de la tierra. El Señor le dijo a Josué: “Eres ya viejo, tienes muchos años y queda mucha tierra por conquistar”, “reparte, pues, esta tierra como heredad entre las nueve tribus y la media tribu de Manasés. La otra media tribu de Manasés, como los de Rubén y los de Gad, había recibido ya la parte de la heredad que se les había asignado en Transjordania, en el reparto que les había hecho Moisés”, “la mitad de Galaad, Astarot y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán, fueron para los hijos de Maquir, hijo de Manasés”, “a la tribu de Leví no le asignó Moisés ninguna heredad; el Señor, el Dios de Israel, es su heredad” (Jos 13,1-33), “el reparto a las nueve tribus y media se hizo a suertes, como el Señor había dispuesto por medio de Moisés”, “los hijos de José vinieron a formar dos tribus: Manasés y Efraím”, “los hijos de Israel hicieron el reparto de la tierra como el Señor había mandado a Moisés” (14,2-5). El reparto se hizo “en Silo, en presencia del Señor, a la entrada de la Tienda del Encuentro” (19,51). Se señalan ciudades de asilo, “para que puedan encontrar en ellas asilo cualquiera que haya matado a alguien por inadvertencia y no muera a manos del vengador de la sangre, hasta que comparezca ante la comunidad” (20,9). Se señalan también ciudades levíticas con sus pastos para los ganados donde los levitas puedan residir (21,1-8).

  20. El plan de Dios. La acción del Señor en la historia forma una unidad: “Después de la entrada en Canaán continuó actuando como antes y, por esto, un escritor del exilio podía sin más unir teológicamente lo narrado en los documentos del tiempo de Josías con otras fuentes mucho más antiguas: ambas eran para él documentos de una misma e idéntica voluntad histórica de Yahvé; e incluyendo documentos casi contemporáneos en su exposición la volvía más actual para su época” (Von Rad, 374-377).

  21. Bendición de Dios. Con la posesión de la tierra el Señor conduce a Israel al reposo, al descanso, a la paz. Es una bendición de Dios. Con este don ha cumplido plenamente su promesa: “El Señor dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres. Los israelitas la ocuparon y se instalaron en ella. El Señor les concedió paz en todas sus fronteras“. No falló ni una sola de sus promesas (Jos 21,43-45). El Señor “ha dado a vuestros hermanos el descanso, que les había prometido” (22, 4). Todas sus promesas se han cumplido (23,14). Conviene recordarlo. La historia bíblica empieza con una emigración: “Sal de tu tierra y vete a la tierra que yo te mostraré” (Gn 12,1). La entrada en la tierra prometida es también una historia de emigración. Es una experiencia universal, siempre actual.

  22. Asamblea de Siquem. En la asamblea de Siquem Josué reunió a todas las tribus y dijo: “Temed al Señor; servidlo con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río y en Egipto; y servid al Señor. Pero si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir”. El pueblo respondió: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses!”. Aquel día Josué selló una alianza con el pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquem” (Jos 24,14-25).  

  23. Muerte de Josué. Josué da este aviso en su despedida: “Procurad con todo empeño por vuestras vidas, amar al Señor, vuestro Dios. Pero, si os desviáis y os unís a ese resto de naciones que quedan todavía entre vosotros…serán para vosotros red, lazo, aguijón en vuestros costados y espina en vuestros ojos, hasta que desaparezcáis de esta espléndida tierra que os ha dado el Señor” (23,11-13). En el fondo, Josué dice lo que proclama el salmo 112: “Dichoso el que teme al Señor y ama de corazón sus mandatos”. Según el relato, Josué murió “a la edad de ciento diez años” (24,29). Obviamente, parece una exageración más de la tradición.

  • Diálogo: La entrada en la tierra ¿fue una conquista bélica fulgurante?, ¿fue un proceso más lento y complejo?, ¿fue una entrada pacífica en el curso de las trashumancias?, ¿fue una historia de emigración?, ¿cómo puede decirse que el exterminio de todo un pueblo se hizo por orden del Señor?, ¿hay exageraciones atribuibles a la tradición?, ¿hay que revisar lo que se dijo sobre Josué?, ¿hay que recuperar el fondo histórico de la tradición de Josué?

Para descargar e imprimir: 10. La Tradición de Josué.