En el principio era la palabra
 

 

56.  NUEVO PAN
La cena del Señor
 

1. Quien ha llegado a descubrir que Jesús es el Señor (naciendo de nuevo, siendo así iniciado en lo que significa el bautismo), culmina su iniciación participando del pan vivo que alimenta a la comunidad: "Yo soy el pan vivo" (Jn 6,51), dice Jesús. En realidad, "el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo" (2 Co 5,17).Nuevo nacimiento, nuevo pan, nuevo templo, nueva creación. En efecto, "el bautizado se lava ya en un mundo nuevo, y es en un mundo nuevo donde come la comunidad" (NCA, 245). De entrada, surgen diversos interrogantes: ¿Qué significa ese nuevo pan?, ¿qué significa la eucaristía?, ¿qué cambios más importantes ha habido a lo largo de la historia?, ¿es preciso revisar la tradición a la luz de la Escritura?, ¿discernimos la presencia de Cristo en la eucaristía?, ¿es cuestión de comunión?, ¿nos alimenta el nuevo pan?

2. Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al padre, cena con sus discípulos (Jn 13,1-2), celebra la pascua (Lc 22, 15) en la noche en que va a ser entregado (1 Co 11,24). La cena es pascual: la casa y los preparativos para comer el cordero de pascua (Mc 14,12), las abluciones y el lavatorio (Jn 13,5), el pan mojado en la salsa (13,26), la copa después de cenar (Lc 22,20), el canto de los salmos (Mt 26,30), la conversación amplia (Jn 13-17) en la que Jesús revela el sentido de aquella cena. La mesa de la celebración es la mesa de la pascua, la "pascua del Señor" (Ex 12,11).

3. Sin embargo, la eucaristía, celebrada en la Iglesia primitiva el primer día de la semana o día del Señor (Hch 20,7; 1 Co 16,2; Ap 1,10), queda desligada desde el primer momento de la pascua judía. Jesús no liga su cena a la comida del cordero, él es "el cordero de Dios" (Jn 1,29), sino a la fracción del pan y a la bendición de la copa, gestos que, respectivamente, uno precedía y otro seguía a la cena pascual y que adquirieron en aquella cena un nuevo significado (1 Co 11,23-26; ver Gn 14,18-20). En el mundo judío, la fracción del pan como introducción y la bendición de la copa como conclusión ponen de relieve el sentido de la comida: la pertenencia a la misma comunidad. El pan y el vino son el símbolo de la comida entera. El que preside, el cabeza de familia o el que hace su función parte el pan y lo distribuye a cada uno, pronunciando una oración de alabanza y de acción de gracias.

4. Jesús es un profeta que "come y bebe" (Mt 11,19).Compartir el pan (con acción de gracias) aparece en los pasajes de multiplicación de panes: "Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces" (Jn 6,11). Pero la fracción del pan adquiere en la última cena un significado especial. En la pascua judía el pan ácimo es el pan de los perseguidos, el pan de la miseria y de la prisa (Ex 12,24.39), símbolo de las dificultades pasadas. Así lo dice el ritual judío de la pascua: "He aquí el pan de miseria que nuestros antepasados han comido en Egipto, que aquél que esté necesitado venga a celebrar la pascua". Jesús alude a su muerte violenta. Estepan, símbolo de las dificultades pasadas, "es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía" (1 Co 11,24; ver Mc 14,22; Mt 26,26; Lc 22,19). "La Iglesia griega usa pan con levadura. En la Iglesia latina está preceptuado el pan ácimo (Concilio de Florencia, 1439). El primer testigo indiscutible del uso del pan ácimo en la Iglesia occidental es Rábano Mauro (m.850)" (Schmaus). La cuestión del pan (ácimo o normal) no es algo que deba dividir a los cristianos. El precioso simbolismo del pan ácimo pertenece al rito judío de la pascua, que se celebra una vez al año. Los caminantes de Emaús utilizaron pan normal.

5. El primer día de la semana (Lc 24,1.13), los discípulos de Emaús reconocen a Jesús al partir el pan (24,35). La comida de pan y pescado que el Señor resucitado da a los siete discípulos (Jn 21,13) aparece en el arte cristiano primitivo como expresión eucarística. La fracción del pan es el nombre más antiguo de la eucaristía. La expresión designa no sólo el hecho de partir el pan, sino la comida entera, como una cena festiva: "El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan"... (Hch 20,7-11; ver 2,42.46). Es la celebración de Pablo en Tróade. La comunidad se reúne en el tercer piso de una casa. Muchas lámparas están encendidas. La reunión tiene lugar al comienzo de ese día, es decir, en la noche del sábado al domingo, según la manera judía de contar. Pablo dialoga con los hermanos hasta la medianoche. Después parte el pan y come. Luego conversa hasta el amanecer.

6. La expresión fracción del pan permanece en uso mientras la eucaristía se celebra en el marco de una comida. Se llama también la cena del Señor (1 Co 11,20). En ese marco, dice San Pablo, no se ha de rechazar ningún alimento que se coma con acción de gracias, pues queda santificado por la palabra de Dios y por la oración (1 Tm 4,4-5). En el epitafio de Abercio (en Hierápolis, Asia Menor, hacia 180) la comida de los cristianos es descrita como pez, pan y vino (ver Rouët de Journel, Enchiridion patristicum, Herder, 1969, 187). Sin embargo, cada vez más, el acento se pone en la acción de gracias: "Este alimento, dice San Justino, se llama entre nosotros eucaristía" (Apología I, 66). La eucaristía se separa de la cena y se traslada a la mañana: "Esta ordenación la hallamos por primera vez a mediados del siglo II (San Justino, Apología I, 67). Luego se impuso universalmente" (Schmaus).

7. El Señor prepara la mesa, la copa rebosa (Sal 23). El creyente, agradecido y esperanzado, levanta la copa de la salvación (Sal 116,13). En el ritual judío de la pascua, la copa que se toma después de cenar (Lc 22,20), la copa llamada de Elías, simboliza la venida del Reino y es copa de liberación para los creyentes oprimidos. En la última cena es también copa de agonía que Jesús ha de beber (Mc 14,36; 10,38) y copa de la nueva alianza sellada con su sangre: "Esta es mi sangre de la alianza que es derramada por muchos" (Mc 14, 24; ver Ex 24,8). Jesús se refiere de nuevo a su muerte violenta. Su muerte dará fruto: "Mi siervo justificará a muchos" (Is 53,11).

8. A causa de la infidelidad general (Jr 22,9), la antigua alianza queda rota (31,32), como un matrimonio que se deshace (Os 2,4). A pesar de todo, el proyecto de Dios permanece. Habrá una nueva alianza, inscrita en los corazones. Es cuestión de comunión, misterio de comunión: "Pondré mi Ley en su interior y en sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (Jr 31,33). La nueva alianza viene por el siervo al que Dios constituye "alianza del pueblo y luz de las naciones" (Is 42,6). "Si alguno me ama, dice Jesús, guardará mi palabra y mi padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23). En la nueva alianza Dios habita entre nosotros: "somos santuario de Dios vivo" (2 Co 6,16), "nos capacitó para ser servidores de una nueva alianza, no de la letra, sino del espíritu" (3,6), Cristo se hace "una sola carne" con la Iglesia (Ef 5,32). Estamos invitados al banquete de boda (Mt 22,1-14).

9. El evangelio de Juan recoge la catequesis del pan de vida (Jn 6). La cumbre de Galilea: “Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea”. El mar tiene 21 kms de longitud norte-sur y 12 kms de longitud este-oeste con una profundidad máxima de 48 metros. Su perímetro es de 53 kms y su superficie tiene 166 kms cuadrados. A Jesús lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. En el mapa podemos ver la zona montañosa que hay junto al mar. La muchedumbre reunida es enorme: “Sólo los hombres eran unos cinco mil”. La señal de la multiplicación de panes empieza por un compartir: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”, “Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió”, “y lo mismo todo lo que quisieron del pescado”. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: "Este es el profeta que iba a venir al mundo". Sin embargo, “Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, huyó de nuevo a la montaña él solo”. La gente busca un mesías de tipo nacionalista que eche a los romanos al mar, pero Jesús ha optado por un mesianismo profético. No se impone por la fuerza, viene bajo la figura del Siervo (Is 53),bajo la figura del Hijo del hombre (Dn 7). La diferencia es obvia. Jesús es el buen pastor: “Todos los que han venido delante son ladrones y salteadores”, “el ladrón no viene sino a robar, matar y destruir” (Jn 10,8-10). Jesus elude la estrategia de la muchedumbre, huye a la montaña él solo (Jn 6,1-15).

10. Fuerte borrasca. Por la noche, todo un símbolo, se levanta una fuerte borrasca. Lo que podía ser un triunfo humano de la misión de Jesús en Galilea (la reunión cumbre) se convierte en un fracaso que afecta fuertemente a la comunidad de discípulos: “Al anochecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaúm”, “era ya noche cerrada”, “soplaba un viento fuerte”, “habían remado unos veinticinco o treinta estadios, (unos 5 kms), cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar y se asustaron. Pero él les dijo: Soy yo, no temáis. Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida en el sitio a donde iban” (Jn 6,16-21). Jesús camina sobre las aguas: evita la estrategia de la multitud, la comunidad de discípulos atraviesa una fuerte borrasca, pero Jesús no se hunde, abre un camino en medio de las aguas.

11. El pan de Dios. Al día siguiente, la gente va a Cafarnaúm en su busca. Jesús les dice: "Me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Obrad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre". Ellos preguntan: "¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?". Jesús les responde: "La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado". Ellos entonces le dicen: "¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer". Jesús les dice: "No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi padre el que os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo". Está escrito en los profetas: "Serán todos enseñados por Dios". Ciertamente, “no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). La sabiduría de Dios invita a su mesa: "Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado" (Pr 9,5). Dice Jesús: "Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mi no tendrá nunca sed", "todo el que escucha al padre y aprende, viene a mi", "yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo" (Jn 6,22-51).

12. El cordero de Dios. La gente choca con un burdo realismo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Los judíos no entienden. El nacionalismo los ciega. En realidad, Jesús anuncia veladamente su muerte violenta. Es "el Hijo del hombre" sacrificado por poderes bestiales (Dn 7). Jesús pasa del simbolismo del "pan de Dios" (Ex 16,4) al del cordero pascual, cuya sangre es derramada: "Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con vosotros" (24,8). Jesús es "el cordero de Dios" sacrificado el día de pascua: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida". Su presencia nueva más allá de la muerte es alimento, habitación mutua, nueva alianza: "El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mi y yo en él". El Señor resucitado está en nosotros y nosotros en él. La “vida eterna” a la que resucitan los muertos, es ya posesión de los vivos que creen en él: “El que come este pan vivirá para siempre”. Esto lo dijo Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm.

13. Desbandada general. Muchos discípulos, al oírle, dijeron: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede hacerle caso?". Sin experiencia de fe, no se entiende. Es fruto del espíritu: "El espíritu es el que da vida", “las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen”, “Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién le iba a entregar”. Se consuma la desbandada: “Desde entonces muchos discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él”. Jesús dice a los doce: "¿También vosotros queréis marcharos?". Simón Pedro responde con una confesión de fe: "Señor, ¡donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (Jn 6,52-69).

14. Los esenios. El historiador judío Flavio Josefo comenta en La guerra de los judíos (GJ) que hay tres grupos o sectas dentro del judaísmo: el de los fariseos, el de los saduceos y el de los esenios, “que todos piensan ser el más aprobado” (GJ 2,119-161), y en Las antigüedades judías (AJ) dice de los esenios: “este sistema de vida lo practican un número de hombres superior a los cuatro mil” (AJ 18,18-19). Ahora bien, sorprende que en los evangelios no se los nombre. Como podemos ver en el artículo Manuscritos de Qumrán hay puntos de convergencia con ellos, pero hay un punto de total desacuerdo: los esenios esperan un mesías nacionalista y guerrero, Jesús opta por un mesianismo profético que no se impone por la fuerza. Quizá no se nombra a los esenios porque ha habido un problema fuerte con ellos, una ruptura, la que se produjo en la cumbre galilea.

15. El memorial judío hace presente en cada tiempo el hecho de la salvación: "Esto te servirá como señal en tu mano y como recordatorio ante tus ojos" (Ex 13,9). La comunidad cristiana cumple el mandato de Jesús: "Haced esto en memoria mía" (Lc 22,19). Un recuerdo que no es simple evocación de un acontecimiento ocurrido en el pasado. Su eficacia llega hasta el presente. Para cada generación el memorial de Cristo "es su propia pascua, el Señor que pasa para liberarla" (Ligier). En la eucaristía está presente el Señor glorificado, que es el crucificado: "Cada vez que comáis este pan y bebáis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga" (1 Co 11,26). El Señor se va, pero vuelve: "Dentro de poco, el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis" (Jn 14,19).

16. Frente al escándalo de la cruz y de la tumba vacía (Jn 20,2), el Señor nos dice: "Esto es mi cuerpo". Es decir, buscadme en la eucaristía, la reunión de la comunidad: "Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte" (1Co 12,27), él actúa a través vuestro. Es fundamental discernir el cuerpo del Señor, su presencia. Las divisiones pueden impedirlo. Como dice San Pablo a los corintios: "Cuando os reunís en común, eso ya no es comer la cena del Señor"(1 Co 11,20). Se impone, pues, la revisión: "Examínese cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propio castigo" (11,28-29). Hay que huir de la idolatría, no se puede participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios (10,16). La comunidad es la nueva familia del discípulo donde se vive el amor fraterno (Mc 4,34). La unidad de corazones lleva a una efectiva comunicación de bienes (Hch 4,32).

17. Uno de los testimonios más antiguos de la eucaristía, la Didajé, redactada en Siria a finales del siglo I, manifiesta la importancia de la unidad: "Todo aquel que tenga contienda con su compañero, no se junte con vosotros hasta tanto no se hayan reconciliado, a fin de que no se profane vuestro sacrificio" (XIV,2; ver Mt 5,23-24). La eucaristía realiza la unidad de la Iglesia y es signo de ella: "Aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos" (1 Co 10,17). Se dice en la Didajé: "Como este fragmento estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia" (IX,4). Por esa unidad ora Jesús: "Que todos sean uno" (Jn 17,21). La participación está abierta a todos: "Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lengua, una interpretación" (1 Co 14,26), "podéis profetizar todos por turno" (14,31). Todo ha de hacerse "con decoro y orden" (14,40).

18. Para los padres de la Iglesia, la eucaristía es a la vez "figura y realidad". El cambio se realiza durante la plegaria eucarística tomada como un todo, que comprende las palabras de Jesús y la petición del espíritu. Dice San Cirilo de Jerusalén: "Pedimos a Dios, que ama a los hombres, que envíe al Espíritu Santo sobre la ofrenda y convierta el pan en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre; pues todo cuanto toca el Espíritu Santo queda santificado y transformado" (Catequesis mistagógicas, V,7). San Ambrosio influirá en la Iglesia de Occidente, insistiendo sobre todo en las palabras "del Señor Jesús" (De sacr., IV,14-15). Dice el teólogo M. Schmaus: "En el período posterior a los apóstoles, la Eucaristía se celebró durante largo tiempo con una oración de acción de gracias libremente formulada, la cual empalmaba con las palabras de bendición pronunciadas por Jesús... En el siglo XIII se impuso totalmente la persuasión de que la auténtica forma consagrante está en las palabras del Señor. La evolución de la Iglesia oriental siguió otro curso".

19. Berengario de Tours (+1088), que se quedaba en el nivel simbólico, se verá obligado a firmar en 1059 una fórmula exagerada: "Nuestros dientes muerden el propio cuerpo de Cristo". Además, deberá firmar otra fórmula veinte años después: "El pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la sagrada oración y por las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor" (D 355).

20. El concilio IV de Letrán, en 1215, quiere a la vez defender la realidad de la presencia de Cristo y el misterio sacramental de su presencia, "cuyo cuerpo y sangre se contiene verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies de pan y de vino, después de transustanciados, por virtud divina" (D 430). El concilio de Trento (1551) utiliza una fórmula semejante e introduce la palabra transustanciación: "Por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transustanciación" (D 877). El concilio de Trento quiere asegurar la significación que para la Iglesia tiene la presencia real de Cristo en la eucaristía. Sin embargo, esta presencia no está ligada a categorías filosóficas (en este caso, aristotélicas). Más aún, el aristotelismo aplicado a la eucaristía es una modificación radical del auténtico aristotelismo "que no toleraba tal separación entre la sustancia y los accidentes" (Schillebeeckx).

21. La confesión de Augsburgo (1530) afirmó para las Iglesias de tradición luterana: "El verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Cristo están verdaderamente presentes en la cena bajo la forma del pan y del vino, y de este modo son compartidos y recibidos" (nº X). En el documento de Lima (1982) sobre bautismo, eucaristía y ministerio la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de las Iglesias confiesa la "presencia real, viviente y operante de Cristo en la eucaristía" (nº 13).

22. Entre los siglos XI y XIV se difunden ciertas prácticas de devoción relacionadas con la eucaristía: genuflexión, incensación, adoración, comunión, oración ante el sagrario. "El sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa" (Catecismo de la Iglesia Católica, n.1379). Desde el siglo IX la eucaristía se llama misa (del latín: “oblatio missa”, ofrenda enviada). Es "el santo sacrificio de la Misa", donde se representa el mismo sacrificio de la cruz, aunque "de manera no cruenta" (Concilio de Trento, DS 1740 y 1743).

23. El craso realismo medieval (con historias de hostias que sangran) va demasiado lejos. Sea lo que sea, eso no es la sangre de Cristo, dice Tomás de Aquino (ST, III, q.76, a.8, c y ad 2). Cristo no está "encerrado" en el sagrario; allí están las especies sacramentales (ST, III, q.76,a.7,c; ver Hch 7,48-50). La eucaristía entraña un misterio de comunión, una realidad que resplandece en una señal, un sacramento del cuerpo de Cristo. "El signo consiste en una comida. La comida incluye los alimentos, el acto de comer y de beber y el hablar, que forma parte de toda comunidad humana. El hecho de que se trate de una comida instituida por Cristo distingue la cena eucarística de todo banquete profano" (Schmaus).

24. La presencia real de Cristo en la eucaristía es fruto de su palabra, pero esta palabra no es una fórmula mágica y automática que obra por el mero hecho de pronunciarse. Sin la acción del espíritu en la eucaristía, la palabra sería letra muerta. Pedimos al padre el don del espíritu para que se realice la presencia de Cristo. Según el Concilio Vaticano II, Cristo se hace presente de muchas maneras en la Iglesia: "sobre todo en la acción litúrgica", "en el sacrificio de la Misa", "en la persona del ministro", "sobre todo bajo las especies eucarísticas", "en los sacramentos", "en su palabra", "cuando la Iglesia suplica y canta salmos", donde dos o tres se reúnen en su nombre (SC 7). La eucaristía es la cumbre de la iniciación cristiana (LG 11; SC 10).

25. Quienes presiden la eucaristía son "servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios" (1 Co 4,1; LG 21). Su función no es suplir la presencia de Cristo, sino estar al servicio de la comunidad "como en persona de Cristo cabeza" (PO 2). Dice San Ignacio de Antioquía (+107): "Que sólo sea considerada como legítima la eucaristía que se hace bajo la presidencia del obispo o de quien él ha señalado para ello" (Ad Smyrn.8,1).

26. La eucaristía es la reunión de la comunidad, "la actualización de la presencia de Cristo en medio de la comunidad y hasta lo profundo de todo corazón" (Von Balthasar), "el Resucitado está en el corazón de las pequeñas cosas que forman la vida de la tierra" (Rahner). La comunidad lo percibe y lo celebra. La presencia de Cristo transfigura la reunión de la comunidad en la cena del Señor. La comunidad es el medio más sensible que tenemos para escuchar la palabra de Dios, reconocer la presencia de Cristo, acoger el don del espíritu. De una forma especial, en la comunidad podemos vivir las señales del evangelio (Mt 11,5).

 

* Diálogo: ¿Qué significa la eucaristía?, ¿nos alimenta el nuevo pan?, ¿entendemos la catequesis del pan de vida?