En el principio era la palabra
 
17. LA PASCUA, EL PASO DEL SEÑOR

 ¡Marana tha!, ¡Señor, ven!

       1. La pascua no es lo que fue. Es preciso recuperarla. Celebrar la pascua supone asumir lo esencial de dos tradiciones: de la pascua judía, que celebra el paso de la opresión a la libertad: Dios pasa salvando, y de la pascua cristiana, que celebra el paso de Jesús de este mundo al padre y su presencia en medio de nosotros como Señor de la historia: él pasa salvando. Antes del siglo IV, sólo hay una celebración, que tiene lugar en la noche de pascua. Nos preguntamos qué significan hoy las palabras de Jesús: “Id y preparadnos la pascua” (Lc 22, 8).

            2. Jesús vive su muerte como un paso (Jn 16,28), como un parto (16,21), como el grano de trigo que muere y da mucho fruto (12,24), como la hora crucial y decisiva: “Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si para esta hora he venido! Padre, glorifica tu nombre” (12, 27-28), “cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (12,32).Dice en la última cena: “Con ansia he deseado comer esta pascua con vosotros antes de padecer” (Lc 22,15).

            3. Esto es lo que dice Marcos: “Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Tomando una copa, pronunció la acción de gracias, se lo dio, y todos bebieron. Y les dijo: Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba nuevo en el reino de Dios” (Mc 14,22-25). Y esto dice Juan: “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Durante la cena…” (Jn 13,1-2). Por tanto, Jesús celebró la pascua antes de la pascua. ¿Cuándo? Algunos días antes. El proceso y la muerte en la cruz requieren tiempo.

            4. La pascua judía se celebra en el marco de una cena, con cordero: "Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer"(Ex 12,6; ver 12,1-5). La pascua judía es una cena con lecturas y salmos (relato del éxodo; Sal 113-118; ver Mc 14,26). El pan ácimo (como las hierbas amargas) es símbolo de las dificultades pasadas. Es el pan de los perseguidos, el pan de la miseria y de la prisa, el pan que hubo que llevar y cocer antes de que fermentara. Así lo dice el ritual judío de la pascua: "He aquí el pan de miseria que nuestros antepasados han comido en Egipto, que aquel que esté necesitado venga a celebrar la pascua". El éxodo es una experiencia de valor permanente: el Dios vivo, que actúa en la historia, abre un camino de liberación al oprimido. El creyente, agradecido y esperanzado, levanta la copa de la salvación (Sal 116,13; Lc 22,20).

            5. Cuando se llena la primera copa, se hace la bendición del día y la bendición del vino (ver Lc 22,14-18). Cuando se llena la segunda copa, “pregunta el hijo al padre, y si el hijo no tiene conocimiento, el padre lo instruye: ¿En qué se diferencia esta noche de todas las otras noches? En que en todas las noches podemos comer pan fermentado y pan ácimo; en esta noche, en cambio, ha de ser todo ácimo; en que en todas las noches podemos comer todo tipo de verduras, mientras que en esta noche comemos (sólo) hierbas amargas; en que en todas las noches podemos comer carne asada, hervida o cocida, mientras que en esta noche sólo carne asada”. El padre comenta: “Un arameo errante fue mi padre que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo un pueblo grande, fuerte y numeroso. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron, y nos impusieron dura servidumbre. Nosotros clamamos al Señor Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios. Nos trajo aquí y nos dio esta tierra que mana leche y miel” (Dt 26, 5-9).

            6. Se come “el cordero pascual, porque Dios pasó de largo sobre las casas de nuestros padres en Egipto. El pan ácimo, porque fueron redimidos nuestros padres de Egipto. Las hierbas amargas, porque los egipcios amargaron la vida de nuestros padres en Egipto. En cualquier caso ha de considerarse cada uno a sí mismo como si hubiese salido de Egipto, ya que está escrito: Lo explicarás a tu hijo en aquel día, diciendo: es por lo que el Señor hizo por mi al salir de Egipto” (Ex 13,8). Se llena la tercera copa. Se hace la bendición de la comida. En la cuarta copa se recitan los himnos del Hallel (Mc 14,26) y la bendición del cántico (La Misná, Editora Nacional, Madrid, 1981, 306-308).

            7. En el marco judío de la pascua, cada uno relata su historia. Y todos juntos celebran la historia común de Israel. Repitiendo un estribillo (dayenou: nos habría bastado), proclaman la acción liberadora de Dios: "¡Con cuántos favores nos ha colmado!...Si hubiese dividido para nosotros el mar sin habérnosle hecho pasar a pie seco, eso nos habría bastado... Si nos hubiera dado la Ley sin hacernos entrar en el país de Israel, eso nos habría bastado. Si nos hubiera hecho entrar en el país de Israel sin levantar para nosotros la Casa de Elección, eso nos habría bastado".

            8. En los primeros siglos, la pascua cristiana va precedida de un ayuno corto y riguroso (un día, dos o más), que procede de una interpretación literal del pasaje evangélico en el que se le pregunta a Jesús por qué sus discípulos no ayunan. El día en que se vean privados de su presencia, dice Jesús, entonces ayunarán (Mt 9,15), pero de otra forma. Se olvida pronto su enseñanza: "Lo que contamina al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale del corazón" (ver Mc 7,5-23). En este sentido vale la pregunta: ¿de qué hemos de ayunar para celebrar la pascua? Es significativo que Jesús, el cordero de Dios (Jn 1,29), fuera sacrificado el día de la preparación de la pascua (19,14; 1 Co 5,7).

            10. Una cosa fundamental, que no termina de entenderse, es la unidad de la pascua. La pascua no se celebra en dos actos sucesivos: la pasión y la resurrección, primero uno y luego otro. No, la pascua es el paso del uno al otro: de la tristeza al gozo, de la tiniebla a la luz, de la muerte a la vida (Jn 16,20). Es preciso estar en vela (ver Ex 12,42), con las lámparas encendidas (Mt 25,4), escuchando la palabra de Dios en los acontecimientos personales, sociales y eclesiales, y proclamando la acción de gracias.

            11. Testimonios muy antiguos (la Carta de los Apóstoles a mediados del siglo II y la Didascalia en el siglo III) nos muestran la celebración durante la noche hasta el canto del gallo; por tanto, comenzada al anochecer y terminada después de medianoche con la eucaristía. Antes o después, sobre todo en la época del catecumenado (siglos III-IV), la celebración pascual atrae hacia sí la celebración del bautismo (ver Rm 6,3-11). Por cuestión de fecha se discute mucho en el siglo II: las comunidades del Asia Menor celebran la pascua el 14 de nisán, lo mismo que los judíos y los primeros discípulos; el resto de la Iglesia lo hace en la noche del sábado al domingo, destacando más la resurrección. Víctor, obispo de Roma, lanza la excomunión contra los discrepantes. Pero Ireneo de Lyon y Polícrates de Éfeso, con los obispos de Asia, le recuerdan la tradición eclesial: Policarpo de Esmirna y Aniceto de Roma (por encima de esas diferencias) estaban en comunión (Eusebio, HE V, 24,17).

            12. La Didascalia describe así la celebración pascual: "Os reuniréis y velaréis y toda la noche haréis la vela en la oración y las lágrimas, con la lectura de los profetas y de los evangelios y de los salmos, en el temor y temblor y con súplicas, hasta la tercera hora de la noche que sigue al sábado. Y entonces romperéis el ayuno, ofreceréis el sacrificio y comeréis y seréis dichosos en la alegría y el júbilo, pues Cristo, las primicias de nuestra resurrección, ha resucitado".

            13. A finales del siglo IV aparece ya la tradición del triduo santo, en el que se celebran los aspectos sucesivos del misterio pascual. Dice Ambrosio: "Este es el triduo sagrado...durante el cual (Cristo) padeció, descansó y resucitó" (Epistulae, 23,12-13: PL 16,1030). Agustín relaciona el pasaje de Jonás dentro de la ballena con "el triduo durante el cual el Señor murió y resucitó": viernes, sábado, domingo (De consensu Evangelistarum,3, 66: PL 34,1199).

            14. A partir del siglo V, el catecumenado desaparece progresivamente y, también, el aspecto bautismal de la celebración pascual. Se intenta entonces paliar este defecto mediante una ampliación del simbolismo ritual: bendición del fuego, del cirio, del agua. Esta fase simbólica es pronto seguida por la fase dramática, cuando, bajo la influencia de la liturgia de Jerusalén, se escenifican las circunstancias de la pasión.

            15. Ya en el siglo V, el domingo inaugural de la semana santa, la liturgia oriental celebra la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, mientras que la liturgia romana (con León Magno) incluye ya la pasión (también el miércoles y el viernes santo). Por su parte, Agustín responde a una consulta sobre qué había que hacer el jueves santo: para él, la regla de oro es seguir la práctica de la Iglesia en que cada uno se encuentra (Ep.54,5: PL 32,202). Desde el siglo VIII, una nueva concepción del triduo se impone en la Iglesia latina, el triduo antes de pascua: jueves, viernes y sábado. Poco a poco, la degradación de la pascua sigue adelante. Pío V (1566) prohíbe celebrar la misa después del mediodía, con lo que se adelanta el oficio a la mañana del sábado. El 9 de febrero de 1951 la Congregación de Ritos decreta la restauración de la vigilia pascual.

            16. A pesar de todas las reformas (de 1955 y 1970), sigue habiendo problemas: el domingo de ramos se mezcla la entrada mesiánica con la pasión y, además, se evita la denuncia del templo, que explica la muerte de Jesús (Mc 11,18); el jueves santo prevalece el lavatorio de los pies sobre la cena pascual (Jn 13-17;1 Co 11,23-26); el viernes santo se ignora la impresionante palabra de la cruz (Sal 22); en la vigilia pascual, la renovación de las promesas bautismales resulta insuficiente y meramente formal; el déficit actual de evangelización de los bautizados requiere algo más: un proceso de inspiración catecumenal que ayude a descubrir lo que el bautismo significa; finalmente, no se destaca la unidad indivisible de la pascua (el paso de la opresión a la libertad, de la muerte a la vida) y la pascua no llega a ser lo que fue.

            17. Se celebre cuando se celebre, antes de la fiesta de la pascua (Jn 13,1), el primer día de la semana (Jn 20,14; Ap 1,10), ocho días después (Jn 20,26), durante cuarenta días (Hch 1,3),durante cincuenta (2,1), el hecho fundamental es éste: Jesús, el crucificado, es el Señor (Hch 2,36). Podemos reconocer su presencia y su acción en los múltiples signos (1 Co 15,16; Jn 21,7) que se producen como fruto de su pascua. Su pascua, su paso, ha inaugurado para el mundo entero el amanecer de un nuevo día, que no acabará jamás.Como las primeras comunidades, pedimos en la lengua materna de Jesús: ¡Marana tha!, ¡Señor, ven! (Ap 22, 20).

 

* Diálogo: ¿Qué significa hoy celebrar la pascua?