En el principio era la palabra
 
23. EL ORIGEN DEL MAL
Seréis como dioses
 

1. El problema del mal parece desvirtuar la primera enseñanza bíblica, a saber, que el mundo y la vida son don de Dios, y constituye una objeción dirigida al propio corazón de la fe, que confiesa: "Dios es amor" (1 Jn 4,8.16). Si esto es así ¿cómo es posible el mal? La experiencia del mal provoca con frecuencia afirmaciones semejantes: "No hay Dios" (Sal 10,4; 13,1), no es justo, no existe. Ante el escándalo del mal, se produce la segunda enseñanza bíblica (Gn 2-3): Dios no tiene la culpa del mal que hay en el mundo.

2. Según las primeras páginas del Génesis, entre el mundo de nuestra experiencia y la creación original no hay una continuidad perfecta: en un momento dado se produce una ruptura. En un mundo, que al salir de las manos de Dios es bueno (Gn 1 y 2), se introduce un elemento perturbador: el pecado humano (Gn 3). Todo queda afectado: la relación con Dios, la relación con los demás (casa, trabajo), la esperanza de vivir para siempre (con la muerte como final). El relato, cuya redacción se sitúa hacia el siglo X antes de Cristo, muestra no sólo cómo vino el mal al mundo, sino también cómo sigue viniendo hoy. El responsable no es Dios sino el hombre.

3. Según el proyecto de Dios, marido y mujer están llamados a formar "una sola carne" (Gn 2,24). Tal es la figura paradisíaca y original del matrimonio en un mundo que, en cuanto salido de las manos de Dios, es bueno, muy bueno, un mundo humano y habitable, "un jardín" (2,8). La relación entre marido y mujer es armoniosa, la comunicación es transparente: "Estaban ambos desnudos...pero no se avergonzaba el uno del otro" (2,25). Sin embargo, algo muy profundo provoca la pérdida de esa figura, la maldición, el desamor, el desamparo.

4. Con diversas imágenes, el relato de Gn 3 describe la tentación radical. Esta presenta los rasgos que para los israelitas tenían los cultos cananeos de Palestina: un proyecto de vida sin el Dios de Israel. La serpiente es símbolo de vida, sabiduría, fertilidad, eterna juventud. Primero hipnotiza con su mirar y después capta. No se la puede mirar de frente. Así sucede con la tentación. El "árbol prohibido" es sólo uno (3,3), pero lo parecen todos (3,1). Es el límite que, según la palabra de Dios, no se debe pasar.

5. El relato se aplica a cualquier pareja concreta, muestra la realidad oculta de cada persona, descubre lo que deja en penumbra la felicidad del primer enamoramiento, lo que tal vez la convivencia matrimonial descubrirá después. El relato pone al descubierto que el hombre y la mujer, en su más profundo error, evitan la presencia de Dios. Se ocultan. Dios tiene la costumbre de pasear por el jardín de la historia humana. Pero el hombre y la mujer creen que Dios no les interesa para vivir, que Dios es envidioso, enemigo de su felicidad y de su vida: "Se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal" (3,5). Dios aparece no ya como una ilusión, sino como una mentira, una opresión de la que es preciso librarse. Ellos mismos sabrán (y decidirán) por su cuenta lo que es bueno y lo que es malo.

6. La mentira primordial (ver Jn 8,44) cautiva por su falsa apariencia de bien. El fruto prohibido parece "bueno para comer, apetecible y excelente para lograr sabiduría" (Gn 3,6). La pretensión de ser como Dios, pero sin Dios, que entraña el proyecto cananeo de vida, se presenta realizable y apetecible. El hombre y la mujer comen del fruto prohibido, y de ahí se sigue una serie de rupturas: con Dios, con los demás, consigo mismo.

7. La ruptura con el Dios vivo, el Dios de la Alianza, es radical, fundamento de todas las demás. Se oyen los pasos de Dios por el jardín de este mundo, pero el hombre rehuye su presencia, se oculta. Ocurre lo contrario que en la conversión. El hombre se refugia en las tinieblas, pues "todo el que obra el mal no va a la luz, para no verse acusado por sus obras" (Jn 3,19-20).

8. La ruptura entre marido y mujer se manifiesta ya en la acusación: "La mujer..." (Gn 3,12). El proyecto original de Dios, que quiere hacer de marido y mujer una sola carne, se resquebraja. No se asume la propia responsabilidad. Por su parte, dice la mujer: "La serpiente..." (3,13). En el futuro, la humanidad "pisará la cabeza" de la serpiente, pero ésta acechará su "talón" (3,15). Por tanto, importa estar vigilantes.

9. Las principales funciones y actividades humanas quedan afectadas. Según el esquema cultural del mundo antiguo, la mujer está en casa y el hombre en el trabajo. La mujer ya no es la reina del hogar, sino la esclava: "Con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará" (3,16). La comunicación se vuelve discusión, oposición de egoísmos, juicio mutuo, agresión. La relación de amor se convierte en relación de dominio y de fuerza. La maternidad es vivida sin ilusión, como un peso, con dolor.

10. La ruptura afecta también al mundo del trabajo. El trabajo ya no es una actividad creadora, satisfactoria y estimulante, sino una realidad dura, espinosa, esclavizante: "Maldito sea el suelo por tu causa...Espinas y abrojos te producirá...Con el sudor de tu frente comerás el pan" (3,17-19). La relación laboral degenera en relación de explotación.

11. Sin Dios, el hombre queda sin futuro, sin esperanza, abandonado al proceso de suyo natural de la muerte: "Eres polvo y al polvo tornarás" (3,19). La imagen del polvo expresa el final del hombre apartado de Dios. Sin embargo, según el proyecto de Dios manifestado en Cristo, la muerte es un paso de este mundo a la casa del Padre (Jn 13,1).

12. Así pues, la pareja rechaza a Dios, pero con ello no hace otra cosa que cerrarse a sí misma el camino que conduce al árbol de la vida (3,24). Quedan "fuera del jardín", fuera del mundo maravilloso, lleno de felicidad y de vida, que Dios había creado para ellos. Como los "karibu" babilónicos (centinelas de forma semihumana, que, colocados a la puerta de los templos, sellaban la separación de lo sagrado y lo profano), los "querubines", con su "llama de espada vibrante", expresan de forma simbólica la situación en la que queda el hombre pecador, una situación de la que por sí mismo no puede salir.

13. En los primeros capítulos, la Biblia denuncia también grandes pecados: el crimen de Caín (Gn 4), la corrupción de los contemporáneos de Noé (Gn 6), la construcción de la torre de Babel (Gn 11). Hasta se pone en cuestión si merecía la pena la creación (Gn 6,7). Se toma progresivamente conciencia de que el pecado es un acontecimiento universal: "Tanto judíos como griegos están todos bajo el pecado" (Rm 3,10; Sal 14,1-3;51,7). La naturaleza, creada para el hombre, participa de su destino: está sometida a la servidumbre de la corrupción (Rm 8,21). Si, por una hipótesis, pudiera suprimirse todo el mal introducido por el hombre, este mundo sería un jardín. Jesús proclama la necesidad de un nuevo nacimiento para entrar en el reino de Dios (Jn 3,5). En relación a Dios somos ciegos de nacimiento, que necesitan curar su ceguera original en la piscina del enviado, en la comunidad (Jn 9).

14. El pecado original se ha concebido en la tradición  como un “pecado hereditario”, que se transmite “por propagación, no por imitación” (Concilio de Trento). Ahora bien, una trasmisión hereditaria del pecado es extraña a la concepción bíblica: “Como las decisiones del Magisterio proceden casi exclusivamente de épocas que no tenían de la Sagrada Escritura y especialmente de sus géneros literarios el mismo conocimiento que hoy tenemos nosotros, es inevitable que en la coordinación de dogma y Escritura encuentren demasiada poca aplicación los conocimientos exegéticos que hoy tenemos en la actualidad. Como demostrará el examen de los datos bíblicos, sobre el origen y propagación del pecado la Escritura enseña solamente que el pecado entró en la humanidad después de su creación y se extendió por ella con fuerza trágica, con lo cual la idea de una transmisión hereditaria del pecado es extraña a la concepción bíblica”, “no puede ser que el Concilio (de Trento) quiera decir más de lo que dice la Biblia” (H. Haag, El pecado original en la Biblia y en la doctrina de la Iglesia, Fax, Madrid, 1969, 80 y 144).

15. Dice Pablo en la carta a los romanos: “Por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y así la muerte alcanzó a todos, por cuanto todos pecaron” (Rm 5, 12). Este texto ha jugado un papel decisivo en la doctrina clásica del pecado original. Fue determinante la traducción latina de la última frase: “In quo omnes peccaverunt”, “en el que todos pecaron”. De este modo, se entendió que todos pecaron en un solo hombre, en Adán. Desde Agustín hasta Erasmo (+1536) esta traducción fue aceptada sin reparos. Pero desde entonces se ha impuesto la persuasión de que el griego “ep ho” tiene el sentido de “porque”, “en vista de que”, “por cuanto”. Por tanto, la frase ha de traducirse así: “por cuanto todos pecaron” (ver Schmaus I, 415). En el pasaje, muerte es una explicación de pecado: “Si quisiéramos entender la muerte como muerte física, se frustraría también la antítesis entre Adán y Cristo, ya que Cristo precisamente no ha hecho desaparecer la muerte física” (Haag, 132-133). Una observación importante: Pablo se dirige a los adultos. Sin embargo, Agustín lo aplica a los niños: “Los niños que mueren sin bautismo son condenados, aunque a levísima pena” (IX, 16, 21), al no tener pecados personales.

16. El limbo viene de “limbus”, que designa en latín el borde de un vestido. A partir del siglo XIII esta palabra se aplica a un lugar o estado intermedio en el que se encuentran los niños que mueren sin bautismo, que no han gozado de la gracia redentora, pero carecen de toda falta personal. Después de Tomás de Aquino (In. IV Sent lib. II, dist. 23, q. 11, a. 2 y dist. 45, q. 1, a.2; cf De malo, q. 5, a. 2 y 3), la teología tomista admite que estos seres, aunque privados de la gracia, no sólo no tienen sufrimiento positivo, sino que gozan de una felicidad natural. La Iglesia no lo ha proclamado como dogma de fe. En realidad, es algo insostenible.

17. Diversas posiciones sobre el pecado original. Ha sido sólo un mal ejemplo, dicen los pelagianos (s. V). Ha corrompido la naturaleza humana, dice la reforma protestante (s. XVI). Ha cambiado al hombre y le ha situado "en un estado peor" (II Concilio de Orange, DS 371; Concilio de Trento, DS 1511). Afirma el Concilio Vaticano II: "Por eso toda la vida humana, individual y colectiva, se nos presenta como una lucha, por añadidura dramática, entre el mal y el bien, entre las tinieblas y la luz. Más aún, el hombre se encuentra incapacitado para resistir eficazmente por sí mismo a los ataques del mal, hasta sentirse como aherrojado con cadenas”, “el pecado, ciertamente, empequeñece al hombre, alejándole de la consecución de su propia plenitud" (GS 13). Para orientarse hacia Dios con "plena eficacia, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios" (GS 17). Como dice San Pablo, "si creció el pecado, más desbordante fue la gracia" (Rm 5,20). Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el pecado original, aunque propio de cada uno, no tiene de suyo "un carácter de falta personal" (n.405).  Jesús dice del ciego de nacimiento: "Ni él pecó ni sus padres" (Jn 9,3). A los niños Jesús los acoge, los bendice, los abraza (Mc 10, 13-16), de los que son como ellos es el reino de Dios (Mt 18,2-4; ver 18,10).

18. Algunas cuestiones. El mal irrumpe en el mundo, pero no anula la primera declaración bíblica. El mundo es “bueno, muy bueno” (Gn 1,25.31), revela la sabiduría de Dios: “Todo lo dispusiste con medida, número y peso”(Sb 11,10). El diseño inteligente de la creación se puede percibir también en la visión dinámica (evolutiva) del mundo y no sólo en la visión estática (fixista). “La evolución del mundo se ha producido por azar”, dicen unos (positivistas). “El tanteo no es sólo el azar, sino el Azar dirigido”, dice Teilhard de Chardin. El monofiletismo afirma que la humanidad procede de un solo tronco. El polifiletismo afirma que la humanidad procede de varios troncos. El monogenismo supone que la humanidad desciende de una sola pareja. El poligenismo supone que desciende de varias parejas, aparecidas en diversos lugares y en diferentes épocas en la evolución de las especies. Pío XII en la encíclica “Humani Generis” (1950) pone en guardia contra el poligenismo: “No se ve claro cómo tal sentencia puede compaginarse con cuanto las fuentes de la verdad revelada y los documentos del Magisterio de la Iglesia enseñan sobre el pecado original” (HG 30).

19. Los investigadores Allan Charles Wilson, Mark Stoneking y Rebecca L. Cann publicaron el artículo ADN mitocondrial y evolución humana en la revista Nature el 1 de enero de 1987. Al seguir la línea genealógica por vía materna de cada persona en el árbol genealógico de toda la humanidad, aparece un antepasado femenino común que comparte toda la población actual de seres humanos (Homo sapiens). Ese antepasado femenino común vivió en África hace entre 100.000 y 200.000 años. Se le ha llamado Eva mitocondrial. El investigador Wilson lo considera lamentable, prefiere llamarla “One lucky mother”, una afortunada madre. Mitocondria es un orgánulo presente en todas las células. Así como las mitocondrias se heredan por vía materna, los cromosomas Y se heredan por vía paterna. Los primeros estudios de genética poblacional reflejan que el llamado Adán cromosómico vivió mucho tiempo después que la Eva mitocondrial, alrededor de unos 60.000 a 142.000 años. Uno de los errores más comunes es creer que la Eva mitocondrial era la única mujer viva en el momento de su existencia.

20. En conclusión, ¿monogenismo o poligenismo?, ¿monofiletismo o polifiletismo? Es una cuestión abierta. La ciencia dirá.  Es preciso distinguir entre ciencia y fe. Son dos órdenes de conocimiento. Para evitar penosas interferencias, no busquemos en la fe lo que sólo podemos encontrar en la ciencia y no busquemos en la ciencia lo que sólo podemos encontrar en la fe.

 

* Diálogo: ¿Es actual el relato de Gn 3?, ¿cómo vino el mal al mundo?, ¿cómo sigue viniendo hoy? Ante las diversas cuestiones que afectan al origen del mundo y del hombre ¿distinguimos entre ciencia y fe?, ¿buscamos en la fe lo que podemos encontrar por la ciencia?, ¿buscamos en la ciencia lo que podemos encontrar en la fe?