En el principio era la palabra
 
41. SETENTA VECES SIETE
Problemas de relación
1.    El falso testimonio y la mentira, sobre todo en los procesos, destruyen la alianza y la relación. Así surge el mandamiento del Decálogo: “No darás testimonio falso contra tu prójimo” (Dt 5,20; Ex 20, 16), “el Señor aborrece el labio mentiroso” (Pr 12,22). El Evangelio asume el Decálogo y lo lleva a su plenitud: no sólo no darás falso testimonio contra tu prójimo, sino que además disculparás, perdonarás. ¿Cuántas veces? Setenta veces siete (Mt 18, 22). Con realismo y con sencillez, el Evangelio aborda los problemas de relación que se dan en la comunidad. Está en cuestión la justicia del reino de Dios y la señal de la comunidad en medio del mundo: “vosotros sois la luz”, “vosotros sois la sal” (5,13-15). Una señal equívoca no sirve para nada.
2.    El Catecismo de la Iglesia Católica presenta así el octavo mandamiento: “Prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo”, las ofensas a la verdad “son infidelidades básicas frente a Dios y, en este sentido, socavan las bases de la Alianza” (n. 2464). Hay que “vivir en la verdad”, “dar testimonio de la verdad”, evitar “las ofensas a la verdad”, observar “el respeto de la verdad” (nn. 2465-2492).
3.    En la comunidad de Qumrán se abordan así los problemas de relación: “Que uno reprenda a su prójimo en la verdad, en la humildad, y en el amor misericordioso para con el hombre. Que nadie hable a su hermano con ira o murmurando, o con dura cerviz, o con celoso espíritu maligno, y que no le odie en la obstinación de su corazón, sino que le reprenda en el día para no incurrir en pecado por su culpa. Y además que nadie lleve un asunto contra su prójimo delante de los Numerosos si no es con reprensión ante testigos” (1QS V, 24-26; VI, 1-2), “no devolveré a nadie una mala recompensa” (1QS X, 17), “quien replica a su prójimo con obstinación o le habla con impaciencia destruyendo la base de su estar con él, rebelándose contra la autoridad de su prójimo que está inscrito antes que él, se ha hecho justicia con su mano; será castigado un año” (1QS VI, 25-26), “aquel que va difamando a los Numerosos, será expulsado de entre ellos y no volverá más. Y a aquel que murmura contra el fundamento de la comunidad lo expulsarán y no volverá” (1QS VII,  19-20), “cualquiera de ellos que transgreda una palabra de la ley de Moisés presuntuosamente o por negligencia será expulsado del consejo de la comunidad y no retornará de nuevo” (1QS VIII, 21).
4.    De una forma especial, el capítulo 18 de San Mateo aborda los problemas de relación que se dan en la comunidad: protagonismos, escándalos, situaciones graves, ofensas personales. En primer lugar, los protagonismos, que pueden aparecer solapados o encubiertos. Cuando los discípulos discuten sobre quién es el mayor, Jesús llama a un niño, le pone en medio y dice: "Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos" (Mt 18, 3-4). Los discípulos deben cambiar, hacerse pequeños, renunciar a la pretensión de ser superiores a los demás, apartarse de todo lo que sea ambición y envidia, tener una actitud de servicio: "El que quiera ser el primero entre vosotros sea vuestro servidor" (20,27).
5.    Un problema especialmente grave es el escándalo de los pequeños. “Pequeño” es sinónimo de discípulo. El discípulo no puede ser piedra de tropiezo para otros: "Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mi, más vale que le cuelguen una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar" (18, 6). El escándalo de los pequeños es algo tan grave que hay que tomar medidas drásticas para evitarlo: "Si tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti", "si tu ojo te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti" (18,8-9). Si “pequeño” significa niño, tenemos el escándalo de la pederastia.
6.    Hemos de estar atentos. El discípulo puede estar perdido y puede ser recuperado. Es el caso de la oveja perdida: "Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la perdida? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas" (18, 12-13). Las parábolas de la misericordia incluyen conversión. Hay “más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15, 7). El hijo pródigo se convierte (15, 18-21).
7.    Ante el pecado grave de uno de sus miembros se aplica la corrección fraterna: "Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil o el publicano" (Mt 18, 15-17). La corrección debe hacerse primero a solas. Esto supone discreción. En caso de que fracase, la corrección se repite ante uno o dos testigos (ver Dt 19,15). Es una forma de objetivar. Si la corrección fracasa de nuevo, el asunto pasa a la comunidad. Si el pecador desoye a la comunidad, "sea para ti como el gentil o el publicano", queda fuera de la comunidad. La comunidad tiene la función de “atar” y “desatar”, es decir, separar de la comunidad y recibir de nuevo en ella: "Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo" (Mt 18,18; ver Jn 20, 23). El discernimiento cuenta con la presencia del Señor: "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (18, 20). Según el Evangelio, si (a pesar de la corrección fraterna) no hay conversión, una situación grave separa de la comunidad. El papa Francisco dice que no (AL 78, 291, 297, 299, nota 351). Nos remitimos a la palabra de Jesús (Lc 12,8-12).
8.    Pedro plantea a Jesús la cuestión de la ofensa personal: "¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?". Le dice Jesús: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete" (18, 21-22). La situación parece aludir al antiguo pasaje de la venganza que dice: "Caín será vengado siete veces, mas Lamec lo será setenta y siete" (Gn 4, 24). La respuesta de Jesús a Pedro es contundente: el discípulo ha de perdonar siempre la ofensa. En el espíritu del Evangelio, no sólo no darás falso testimonio contra tu prójimo, sino que además disculparás, perdonarás. El perdón incluye arrepentimiento: "Si tu hermano peca, repréndele y, si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento, le perdonarás" (Lc 17,3-4). El reconocimiento del pecado obtiene su perdón (Sal 32). Jesús nos invita a orar al Padre diciendo: "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mt 6,12; ver Eclo 28, 1-7).  
9.    La parábola del siervo sin entrañas inculca con fuerza la necesidad del perdón (Mt 18, 23-35). Aquel, a quien Dios ha perdonado una gran deuda, no tiene compasión de su compañero de trabajo que le debe una pequeña cantidad y le dice: "Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré". Pero él no accedió, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda. Los compañeros, al ver lo sucedido, quedaron desolados y fueron a contárselo a su señor. Este llamó al siervo y le dijo: "¡Miserable! Toda aquella deuda te la perdoné, porque me lo suplicaste. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo la tuve contigo?". Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagara toda la deuda: "Así hará también con vosotros mi padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano".
10.    El capítulo 5 de San Mateo aborda también problemas de relación, peleas, insultos, pleitos. Dice Jesús a sus discípulos: "Todo aquel que esté peleado contra su hermano, será reo ante el tribunal; y el que llame a su hermano imbécil, será reo ante el Consejo" (5,21-22). La mayor parte de los manuscritos antiguos dice: "Todo aquel que se enoje sin motivo contra su hermano". De hecho, el hermano ofendido puede sentirse molesto: "Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano" (5,23-24). Según el contexto, el insulto puede variar. Las divisiones contaminan la reunión de la comunidad. Dice San Pablo: "Eso ya no es celebrar la cena del Señor" (1 Co 11,20), "os ruego, hermanos, que os guardéis de los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina que habéis aprendido, apartaos de ellos", "por medio de suaves palabras y lisonjas seducen los corazones de los sencillos" (Rm 16,17-18). El problema de relación puede terminar ante el juez. Es de sentido común, mejor es un acuerdo que un pleito: "Ponte de acuerdo con tu adversario mientras vas con él por el camino" (Mt 5,25).
11.    Jesús pide a sus discípulos no devolver mal por mal: "No resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra” (Mt 5, 39). Jesús dice también: "No juzguéis y no seréis juzgados" (Mt 7,1). Se trata del respeto debido a los demás, no de un caso grave dentro de la comunidad que sí se debe juzgar (1 Co 5,9-13). Jesús rechaza la oración de aquellos que se tienen por justos y desprecian a los demás (Lc 18,9-14). Es bueno hablar con el corazón en la mano, también lo es vigilar los impulsos del propio corazón, de donde salen las intenciones malas (Mc 7,21-23). Dice San Pablo: "Tú ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú ¿por qué desprecias a tu hermano?" (Rm 14,10). Los discípulos deben acogerse mutuamente (Rm 15,7). De una forma especial, debe ser acogido el que es "todavía débil en la fe" (Rm 14,1). Dios es amor (Sal 103; 1 Jn 4,8). El amor fraterno es el mandamiento de Jesús: “Que os améis unos a otros” (Jn 15,12), “en esto conocerán todos que sois discípulos míos” (13,35). La comunidad supone comunión: “Que todos sean uno”, “para que el mundo crea que tú me has enviado” (17, 21). Esta escrito: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18). 
12.    Una situación permanente de tensión puede requerir separación; se puede dar en el matrimonio (1 Co 7,10), también en la misión (Hch 15,36-41). En caso de conflicto, está indicada la mediación, como dice Pablo:"¿No hay entre vosotros alguien sabio que pueda juzgar entre hermanos?" (1 Co 6,5), "por la palabra de dos o tres testigos se zanjará todo asunto" (2 Co 13,1). Otros problemas de relación: la oposición de familiares y escribas (Mc 4,20-30), la hipocresía de quien filtra el mosquito y se traga el camello (Mt 23, 24), la división por causa del Evangelio (Lc 12,51-53), el abandono de quienes juzgan duro su lenguaje (Jn 6,60-69), la mentira que mina la confianza (Ef 4, 25), la ociosidad de quien no quiere trabajar (2 Ts 3,10), la prevención ante los falsos profetas (Mt 7, 15-20); la cizaña que siembra el adversario (Mt 13,24-30), la traición de uno de los doce (Lc 22,21-23), el conflicto que crucifica a Jesús (23,33-34).
* Diálogo: ¿Sirve el Evangelio para discernir y afrontar los problemas de relación?