En el principio era la palabra
 
46. DESIERTO
Lugar de paso
 

1. La experiencia de fe implica afrontar la travesía del desierto, una "tierra inhóspita, espantosa" (Dt 1,19). Es el precio del éxodo. Más que un lugar geográfico, el desierto es una situación dura. Falta el pan, falta el agua, no hay caminos: "En el desierto erraban, por la estepa, no encontraban camino de ciudad habitada; hambrientos y sedientos desfallecía en ellos su alma" (Sal 107). Es lugar de paso, no de permanencia, lugar que debe cruzarse para llegar a una "tierra que mana leche y miel" (Ex 3,8). La experiencia del desierto ¿qué significa hoy?
2. Por sus dificultades y carencias, el desierto es el lugar de la tentación. En el fondo, se pone a prueba la fe: "Recuerda el camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrer durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus  mandamientos o no. Te humilló, te hizo pasar hambre, te dio a comer el maná que ni tú ni tus padres habíais conocido, para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca del Señor. No se gastó el vestido que llevabas ni se hincharon tus pies a lo largo de esos cuarenta años. Date cuenta, pues, de que el Señor tu Dios te corregía como un hombre corrige a su hijo" (Dt 8,2-5). La expresión es fuerte, chocante: te humilló, te probó...En realidad, Dios no tienta a nadie: "Ninguno, cuando sea probado, diga: Es Dios quien me prueba; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie" (St 1,13). La liberación tiene un precio. El desierto es el precio del éxodo. Tiene también una función educadora.
3. Como Moisés (Ex 24,18) y como Elías (1 R 19,8), Jesús afronta la experiencia del desierto. Lo hace bajo la acción del espíritu: "Lleno de espíritu santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo" (Lc 4, 1-2). La tentación aparece como un abismo entre el bautismo de Jesús y el comienzo de su misión. Cuestiona la experiencia de fe vivida en el bautismo (3,21-22), la misión que de ella nace y el tipo de mesías que corresponde a su misión.
4. Jesús deja el Jordán y va al desierto. Allí se espera un tipo de mesías. Un fragmento hallado en la cueva 4 de Qumrán (en la foto) dice que el mesías “será denominado Hijo de Dios, y le llamarán Hijo del Altísimo” (4Q246). Ambas expresiones son títulos mesiánicos. En la regla de la Guerra se espera esto del mesías: “Se acabará el dominio de los kittim (opresores), siendo abatida la impiedad sin que quede un resto, y no habrá escape para todos los hijos de las tinieblas”, “en el día en que caigan los kittim habrá un gran combate” (4Q496 1,6-9). Los montes del desierto son bastión de la resistencia nacionalista.
5. Los evangelios presentan las tentaciones de Jesús como una lucha en tres asaltos por parte del adversario. Todo puede parecer muy simple. En realidad, todo aparece camuflado. La primera es la tentación del pan, símbolo de todas las necesidades. Cuando falta el pan, brota la tentación: "¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta hartarnos!" (Ex 16,3). Brota la pregunta, la  duda: "¿Será Dios capaz de preparar una mesa en el desierto?" (Sal 78). Jesús "al final sintió hambre". El adversario le dice: "Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan" (Mt 4,3). Donde Israel olvidó su misión y, de espaldas a Dios, deseaba volver a las ollas de Egipto, responde Jesús: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (4,4; ver Dt 8,3).
6. La segunda es la tentación del templo. El adversario le lleva a Jesús al impresionante conjunto de la ciudad santa, le pone sobre el alero del templo y le dice: "Si eres hijo de Dios, tírate abajo" (Mt 4,5-6). En un “midrás” (comentario) muy tardío está escrito: “Nuestros maestros han dicho: cuando el rey, el mesías, se revele, entonces aparecerá en el tejado del santuario”. El adversario le sugiere dar una “señal” (Jn 2,18), provocando una situación límite y manipulando las Escrituras: "A sus ángeles te encomendará para que en piedra no tropiece tu pie" (Sal 91). Donde Israel quiso tentar a Dios y arrancarle un milagro, Jesús acepta las señales que Dios le envía sin exigir otras. Porque está escrito: "No tentarás al Señor tu Dios" (Mt 4,7; ver Dt 6,16). Jesús permanece dentro de los límites de la condición humana: "El hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al padre" (Jn 5,19). El templo representa otra tentación, la alianza con el poder romano de ocupación (Jn 11,48). Jesús dará en el templo la señal que no esperan, una señal profética: “Mi casa es casa de oración, pero vosotros la habéis convertida en cueva de bandidos” (Mc 11,17).
7. La tercera es la tentación del poder.  El adversario le lleva a “un monte muy alto” y le muestra todos los reinos del mundo y su gloria (Mt 4,8). Aparece ante Jesús como "príncipe de este mundo" (Jn 12,31), como "dios de este mundo" (2 Co 4,4), y utiliza de mala manera un salmo mesiánico: "Te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra" (Sal 2). Le ofrece poder, pero la conciencia queda sometida, esclavizada: "Todo esto te daré, si postrándote me adoras" (Mt 4,9). El hombre, dice Jesús, no debe arrodillarse ante nadie, sólo ante Dios: "Apártate, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a El darás culto" (Mt 4,10; ver Dt 6,13).
8. Jesús es mesías bajo la figura profética del siervo (Lc 4,16-21). La opción mesiánica de Jesús es una de las grandes diferencias con la comunidad de Qumrán: donde esperan un mesías que se impone por la fuerza. Pero no será así. En el año 70 se cumple la palabra de Jesús sobre la tribulación de la ciudad (Mt 24,15-22) y sobre la ruina del templo: “no quedará piedra sobre piedra” (24,2). Jesús avisa a sus discípulos: “Mirad que no os engañe nadie” (Mt 24, 4), “si os dicen: Está en el desierto, no salgáis” (24, 26; ver Hch 21,38).
9. El adversario le deja "hasta la próxima ocasión" (Lc 4,13). En cada caso, Jesús se remite a la palabra dicha ya de una vez por todas: “Está escrito”. La situación es objeto de discernimiento. En el desierto podemos experimentar el silencio de Dios. El Dios que habló en el pasado volverá a hablar en el futuro, cuando El quiera. Dios no habla por arte de magia. Al final, mensajeros de Dios atienden a Jesús (Mt 4,11).
10. El desierto es un test que revela lo que hay en el corazón del hombre. En esa situación se manifiesta su verdadera orientación profunda. Pablo recuerda a la comunidad de Corinto que el desierto deja al descubierto a un pueblo codicioso del mal, que no se fía de Dios. Ahí están los pecados del desierto: idolatría y fornicación, tentar a Dios, murmuración (1 Co 10,6-10). La generación del desierto es "rebelde y revoltosa" (Sal 78), "sacrifican a demonios, no a Dios, a dioses que ignoraban" (Dt 32,17), "cuarenta años me asqueó aquella generación", "pueblo son de corazón torcido, que mis caminos no conocen" (Sal 95).
11. El desierto es también lugar del encuentro con Dios: "En tierra desierta le encuentra, en la rugiente soledad de la estepa. Y le envuelve, le sustenta, le cuida, como a la niña de sus ojos. Como un águila incita a su nidada, revolotea sobre sus polluelos, así él despliega sus alas y le toma, y le lleva sobre sus plumas. Sólo el Señor le guía a su destino" (Dt 32,10-12). El cuida de que su pueblo no desfallezca. Mirando hacia atrás, el pueblo puede reconocer con asombro la acción de Dios. Lo que podía haber sido la tumba del pueblo, Dios lo convierte en lugar de paso hacia una tierra espléndida, habitable y fértil. Dios abre caminos donde no existen, pone "en el desierto un camino, ríos en el páramo" (Is 43,19). Es preciso colaborar con El. Es lo que anuncia Juan el Bautista: "En el desierto preparad el camino del Señor" (Lc 3,4).
12. Desierto y cruz son, en cierto sentido, realidades equivalentes. La cruz, la muerte en la cruz, es el peor de los desiertos. Jesús ha aceptado pasar por la cruz "para que todo el que crea tenga por él vida eterna" (Jn 3,15). El Dios vivo, que abrió un camino donde no lo había, en medio del mar y en medio del desierto, abre un camino donde tampoco lo hay, en medio de la muerte.

* Diálogo: sobre la experiencia del desierto
- es lugar de paso, el precio del éxodo
- es una situación dura, el lugar de la tentación
- la tentación del pan
- la tentación del templo
- la tentación del poder
- el desierto es un test
- en el desierto preparad el camino del Señor
- Dios abre caminos donde no existen
- la cruz, el peor de los desiertos