En el principio era la palabra
 

- LA GRAN RAMERA
Juicio de Roma

 

  1. Juan contempla el juicio de la gran ramera, el juicio de Roma. ¿Qué Roma? ¿Qué juicio? ¿Cómo? ¿Una mujer simboliza a Roma? "Vi una mujer, sentada sobre una bestia de color escarlata, cubierta de títulos blasfemos; la bestia tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas; llevaba en su mano una copa de oro llena de abominaciones, y también las impurezas de su prostitución, y en su frente un nombre escrito: la gran Babilonia, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra” (Ap 17,1-5; 1 P 5,13). El juicio de Roma es buena noticia, “evangelio eterno” (Ap 14,6-7).
  2. La mujer monta sobre la bestia. La bestia tiene el poder de Roma, es un hombre (Ap 13,18), Nerón. La mujer ostenta títulos blasfemos. Viste de rojo, como el dragón; la púrpura, la “toga púrpura”, supone dignidad imperial. Lleva en su mano una copa de oro llena de abominaciones. Se emborracha “con la sangre de los mártires de Jesús". La bestia es efímera: “fue y no es", "va a subir del abismo y camina a su destrucción" (17,6-8).
  3. Juan está asombrado: "Aquí se requiere sabiduría. Las siete cabezas son siete montes sobre los que se asienta la mujer, y los reyes son siete. Cinco han caído, uno es y el otro no ha llegado aún. Y cuando llegue, habrá de durar poco tiempo. Y la bestia, que era y no es, es el octavo y es uno de los siete". Roma es la ciudad de las siete colinas. Las siete cabezas son también siete reyes. Para los griegos el emperador es un rey. Los siete emperadores romanos son estos: Julio César Augusto (+14), Tiberio (+37), Calígula (+41), Claudio (+54), Nerón (+68), Galba (+69), Otón (+69). Cinco han caído. El año 69 hay cuatro emperadores: Galba, Otón, Vitelio (+69) y Vespasiano (+79). Los diez cuernos de la bestia son diez reyes, que lo serán “sólo por una hora” (Ap 17,9-12), en el incendio de la ciudad (18,19).
  4. El incendio de Roma (año 64) fue “un desastre”, “no se sabe si por obra del azar o por maquinación del emperador (pues una y otra versión tuvieron autoridad), pero sí el más grave y espantoso de cuantos acontecieron a esta ciudad por violencia del fuego”, “nadie se atrevía a atajar el incendio, pues había fuertes grupos de hombres que, con repetidas amenazas, prohibían apagarlo, a lo que se añadía que otros, a cara descubierta, lanzaban tizones y a gritos proclamaban estar autorizados para ello”, “de las catorce regiones en que se divide Roma, sólo cuatro quedaban intactas y tres estaban totalmente arrasadas; de las siete restantes, sólo quedan rastros de los techos destrozados y medio abrasados”, “Nerón se inventó unos culpables”, los cristianos (Tácito, Anales, XV, 38-44). Una mano los señaló al monstruo imperante: “Esa mano pudo ser la de Tigelino, ministro y genio del mal de Nerón, o la de Popea, que de favorita había pasado a esposa imperial tras el asesinato de Octavia, y cuyas simpatías judaizantes eran conocidas de todo el mundo” (D. Ruiz Bueno, Actas de los mártires, BAC, 1974, 215).
  5. La mujer simboliza a Roma, reina de los mares, señora de pueblos (Jr 51,13; Ez 27,3). Sin embargo, “los diez cuernos….y la bestia van a aborrecer a la ramera; la dejarán sola y desnuda, comerán sus carnes y la consumirán por el fuego; porque Dios les ha inspirado la resolución de su propio plan”. La mujer “es la gran ciudad” (Ap 17,16-18; Ex 16,39-41). Sucede lo increíble. Con la ayuda de diez reyes la bestia destruye la ciudad. De catorce distritos, diez quedan arrasados (Ap 11,13). Si buscaban otra cosa, se les fue la mano.
  6. Después de esto Juan ve bajar del cielo a un ángel que grita con fuerte voz: "¡Cayó, cayó la gran Babilonia! (Is 21,9; Is 24; Ez 27). Se ha convertido en morada de demonios, en guarida de toda clase de espíritus inmundos y detestables (Is 13,21-22; Jr 50,39). Porque del vino de sus prostituciones han bebido todas las naciones, y los reyes de las naciones han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido con su lujo desordenado" (Ap 18,1-3).
  7. Un aviso: "Salid de ella, pueblo mío, no sea que os hagáis cómplices de sus pecados y os alcancen sus plagas”, “dice en su corazón: Estoy sentada como reina, y no soy viuda y no he de conocer el llanto”, “en un solo día llegarán sus plagas: peste, llanto y hambre, y será consumida por el fuego”, “poderoso es el Señor Dios, que la ha condenado" (Ap 18,4-8; Is 47,8-9).
  8. Se lamentarán por ella los reyes de la tierra, “los que con ella fornicaron y se dieron al lujo, cuando vean la humareda de sus llamas”, los mercaderes, “porque nadie compra ya sus cargamentos”, y los navegantes: “¡Ay, ay, la gran ciudad, con cuya opulencia se enriquecieron cuantos tenían las naves en el mar: en una hora ha sido asolada!” (Ap 18,9-19; 14,11; Is 34,10; Ez 26-27).
  9. Sin embargo, en el cielo se canta porque Dios juzga a la gran ramera y hace justicia a sus siervos: "Alégrate por ella, cielo, y vosotros, los santos, apóstoles y profetas, porque al condenarla a ella, Dios ha juzgado vuestra causa" (Ap 18,20; Dt 32,43). Un ángel poderoso levanta entonces una piedra, como una rueda de molino, y la arroja al mar diciendo: "Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran ciudad” (Ap 18,21; Jr 51,63-64), “la humareda de la ramera se eleva por los siglos de los siglos” (Ap 19,3). Mientras tanto, en el cielo hay una fiesta, un banquete de bodas, las bodas del cordero: “¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios”, “alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del cordero, y su esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura", “dichosos los invitados al banquete de bodas" (Ap 19,6-9; Is 61,10).
  10. Entonces Juan ve el cielo abierto: “Había un caballo blanco: el que lo monta se llama Fiel y Veraz; juzga y combate con justicia (Is 11,4). Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce; viste un manto empapado en sangre (Is 63,1) y su nombre es: palabra de Dios". Es como “implacable guerrero” (Sb 18,15), "de su boca sale una espada afilada”, “con cetro de hierro los quebrantará” (Sal 2), él pisa el lagar  de la “furiosa cólera de Dios” (Is 63,3), es “Rey de reyes y Señor de señores" (Ap 19,11-16).
  11. La bestia y los reyes entablan combate contra el que monta el caballo blanco: “Los reyes de la tierra se alían contra el Señor y contra su Ungido” (Hch 4,26; Sal 2), pero la bestia es capturada y “con ella el falso profeta". Las dos bestias son arrojadas al “lago de fuego" (Ap 19,17-20; Dn 7,11). El “fuego” es símbolo del juicio (Mt 23,13). Las aves carroñeras acuden al macabro festín de cadáveres: de reyes, caballos y jinetes (Ez 39,17-20; Mt 24,28). En el juicio de Roma (64-68) y de Jerusalén (67-70), Dios revisa el proceso de Jesús (Jn 16,8-11)
  12. Un ángel que tenía en su mano la llave del abismo “dominó al dragón” (el gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, Ap 12,3) y “lo encadenó por mil años". Juan ve unos tronos: “se sentaron en ellos” para juzgar (Dn 7,23; Mt 19,28). Ve también las almas de los mártires y de los que no adoraron a la bestia: “revivieron y reinaron con Cristo mil años", “es la primera resurrección” (Ap 20,1-6; Sal 90; 2 Co 4,17). Cuando se terminen los mil años, Satanás será soltado y reunirá a las naciones, “a Gog y a Magog”, para el combate contra la “ciudad amada”,  pero el Diablo será arrojado al “lago de fuego”, “donde están también la bestia y el falso profeta“  (Ap 20,7-10; Ez 38-39). Un milenio es vieja aspiración de grandes imperios.
  13. Este difícil pasaje revela retoques y manipulaciones a pesar de la advertencia contraria (Ap 22,18-19). Considerar a Gog y Magog como dos personajes es propio de alguien que ignora la Biblia. No es ese el caso de Juan. Gog es rey “en el país de Magog” (Ez 38,2). De diversas formas, surge el “reino de Israel” (Hch 1,6), el reino de la Iglesia, el sacro imperio: al “reino eterno” (Dn 7,27) le precede un milenio en el que Cristo reina en la tierra. El milenarismo aparece en el siglo II, en la Edad Media, en sectas fundamentalistas y en proyectos totalitarios (comunismo, nazismo) y democráticos (revolución francesa, economía liberal, guerras preventivas). Jesús anuncia el “reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33), y es rey, pero su reino “no de este mundo” (Jn 18,36).
  14. “Luego vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado sobre él”, “y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; fueron abiertos unos libros, y luego se abrió otro libro, que es el de la vida; y los muertos fueron juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras”. La muerte es arrojada al “lago de fuego”, que es “la muerte segunda” (Ap 20,11-15; Mc 13,24-27). El texto presenta varios duplicados: dos combates, dos resurrecciones, dos muertes, dos juicios. El Evangelio es más sencillo: “los muertos resucitan” (Lc 20,37), “el que cree no es juzgado” (Jn 3,18), “el príncipe de este mundo está juzgado” (Jn 16,11).

 * Diálogo: ¿El juicio de la gran ramera, el juicio de Roma, es buena noticia?