En el principio era la palabra
 

EL CASO McCARRICK

El cardenal degradado

El informe sobre el caso McCarrick, el cardenal degradado, tiene su origen en la decisión del papa Francisco, con fecha 6 de octubre de 2018, de hacer una investigación precisa sobre la entera documentación conservada en los archivos vaticanos. Ha sido elaborado por la Secretaría de Estado. El Papa permitió que el informe fuera completado con otras informaciones procedentes de más de noventa entrevistas y de documentos obtenidos de circunscripciones eclesiásticas, instituciones y personas, con el fin de alcanzar el más preciso y completo conocimiento de los hechos. Habiendo leído el informe, el Papa ha autorizado la publicación, dice el cardenal Pietro Parolín (10-11-2020). Algunos aspectos del informe “no son aptos para menores”.

Theodore Edgar McCarrick nace el 7 de julio de 1930 en Nueva York. Es hijo único de Theodore y Margaret. Su padre era capitán de navío local y murió de tuberculosis en 1933. Su madre trabajaba en el sector de la moda para mantener al hijo, el cual fue confiado a una tía (hermana de la madre), que tuvo diversos hijos: “La madre, que parece se comportó ejemplarmente en aquel difícil ambiente, murió poco después que el hijo cumpliera los 20 años”. McCarrick “muy raramente menciona a los propios padres y habla de la familia de la tía como de la propia familia” (p. 287). A este respecto, dijo en 1982: “Tengo una gran familia de primos porque mi padre tenía doce hermanos y mi madre siete. Por tanto, cuento mis primos a docenas y estoy muy unido a ellos. Sus muchachos son realmente mis sobrinos”.

Cursó estudios de Filosofía, Teología y Sociología. Ordenado sacerdote por el cardenal Spellman en 1958, fue secretario del cardenal Terence Cooke, arzobispo de Nueva York. Se le achacaba una “clara ambición de ser promovido en la jerarquía eclesiástica”, aunque se le consideraba un buen candidato. Pablo VI le nombró obispo auxiliar de Nueva York en 1977. Juan Pablo II le nombró obispo de Metuchen (Nueva Jersey) en 1981, arzobispo de Newark (Nueva Jersey) en 1986, arzobispo de Washington en 2000 y cardenal en 2001. No fue nunca un diplomático de la Santa Sede, si bien sus actividades dieron una aportación importante a las relaciones institucionales de la Santa Sede.

Como obispo, concentró sus esfuerzos en el aumento del número de vocaciones. Si en 1982 ordenó en la diócesis de Metuchen sólo a dos, en 1985 fueron nueve y en 1986 quince. Tuvo “un gran éxito en la promoción de vocaciones sacerdotales”. También destacó como “óptimo recolector de fondos”. Tenía la costumbre de viajar con adolescentes y jóvenes, miembros de familias católicas, a los que presentaba como sus “sobrinos” (pp. 27-29 y 34).

Para favorecer las vocaciones sacerdotales, McCarrick erigió un Seminario diocesano en la archidiócesis de Newark: “Esta iniciativa fue apoyada por Juan Pablo II y llevó seminaristas de todo el mundo a estudiar y ser ordenados en Newark” (p. 61). Después erigió otro en el Maryland, en Washington (p. 275).

1. Diversas acusaciones

Según el informe, en el momento de su traslado a Washington, las acusaciones contra McCarrick pertenecen generalmente a cuatro categorías: 1) Sacerdote 1, de la diócesis de Metuchen, “afirmó que en junio de 1987 había notado la actividad sexual de McCarrick con otro sacerdote y que McCarrick había intentado hacer lo mismo con él después del verano”. 2) Una serie de cartas anónimas, enviadas a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, al Nuncio Apostólico y a varios cardenales estadounidenses en los años 1992 y 1993, acusaban a McCarrick de pedofilia con sus “sobrinos”. 3) Se sabía que McCarrick había compartido el lecho con hombres jóvenes adultos en la residencia del Obispo en Metuchen y Newark. 4) También había compartido el lecho con seminaristas adultos en una casa junto al mar en la costa de Nueva Jersey (p. 6).

Estas acusaciones fueron recogidas, en términos generales, en una carta del 28 de octubre de 1999 del cardenal O’Connor, arzobispo de Nueva York, al Nuncio Apostólico, y poco después fueron comunicadas a Juan Pablo II. A petición de Juan Pablo II, de mayo a junio de 2000, el Nuncio Gabriel Montalvo preguntó a cuatro obispos de Nueva Jersey. Las respuestas de los obispos “confirmaron que McCarrick había compartido el lecho con hombres jóvenes, pero no indicaban con certeza que McCarrick hubiera tenido una activa conducta sexual” (p. 7). Según el informe, el Sacerdote 1 es un “informador no fiable”, también porque “él mismo precedentemente había abusado de dos adolescentes” (p. 8).

El 6 de agosto de 2000, McCarrick escribió una carta a Stanislaw Dziwisz, secretario particular de Juan Pablo II, con la cual pretendía refutar las acusaciones formuladas por el cardenal O’Connor: “En los setenta años de mi vida, no he tenido nunca relación sexual con alguna persona, varón o mujer, joven o viejo, clérigo o laico, ni he abusado nunca de otra persona o la he tratado con falta de respeto”. McCarrick admite haber sido “imprudente”, pero niega haber tenido una “conducta sexual”.

El papa Benedicto XVI prolongó durante dos años el mandato de McCarrick en Washington, lo que fue considerado como un “éxito”. Sobre la base de nuevos detalles referentes al Sacerdote 1, al final de 2005, la Santa Sede cambió drásticamente su orientación y buscó con urgencia un nuevo arzobispo para Washington, pidiendo a McCarrick dimitiera “espontáneamente” de su cargo tras la Pascua del 2006 (p. 10).

Durante su servicio en la Secretaría de Estado, Viganò escribió dos apuntes de oficio, uno en 2006 y otro en 2008, con el fin de llevar a la atención de los Superiores las cuestiones relativas al arzobispo de Washington. Viganó sugirió que se podría abrir un proceso canónico para determinar la verdad y, en su caso, imponerle una “medida ejemplar”. El proceso no fue emprendido (ibidem).

Hacia el final del pontificado de Benedicto XVI, el Sacerdote 3, otro sacerdote de Metuchen, “informó al Nuncio Viganò sobre la introducción de la propia causa legal, afirmando que en 1991 había habido relaciones sexuales explícitas entre él y McCarrick. Viganò escribió al cardenal Ouellet, prefecto de la Congregación de los Obispos, y Ouellet le dio instrucciones para dar ciertos pasos. Según el informe, Viganó no dio estos pasos.

Dada la jubilación y la edad avanzada de McCarrick, los Oficiales de la Santa Sede, desde 2013 hasta el comienzo de 2017, afrontaron raramente el tema de las indicaciones que le habían sido dadas al arzobispo americano. Hasta el 2017, nadie dio al papa Francisco alguna documentación relativa a los cargos contra McCarrick (pp. 12-13).

En junio de 2017 el arzobispo de Nueva York recibió la primera acusación conocida de abuso sexual de una víctima de edad inferior a los 18 años cometido por McCarrick en los comienzos de los años setenta. Una vez que la acusación fue considerada creíble, el papa Francisco pidió la dimisión de McCarrick del colegio cardenalicio (pp. 13-14).

Tras un procedimiento penal administrativo, conducido por la Congregación para la Doctrina de la Fe, McCarrick fue juzgado culpable de actos contrarios al sexto mandamiento del Decálogo que han implicado a menores y a adultos, y sobre esta base fue dimitido del estado clerical (p. 14).

2. Diversos testigos

Madre 1. La madre de una de las familias católicas del área de Washington afirma haber escrito y enviado, a mitad de los 80, cartas anónimas a miembros de la jerarquía eclesiástica, expresando “la propia angustia motivada por la conducta de McCarrick con los menores” (p. 37). Sus cartas le parecían ser ignoradas, comenzó a tener la sensación de que se trataba de “un club de hombres en el que todos sabían y lo ignoraban”, ella “estaba tratando de explicar que McCarrick tenía una atracción por los muchachos”, le había visto “masajear la pierna interna (de sus hijos) sobre el diván”, “tocar de manera inapropiada a los muchachos”. La firma era ilegible: “tenía miedo de las repercusiones” (pp. 44-46).

Sacerdote 1. Seminarista de Metuchen desde 1986, en 1990 fue ordenado sacerdote por el obispo Hughes. En 1993, por consejo de su director espiritual, fue a hablar con el obispo de su relación sexual con dos adolescentes de su parroquia y de McCarrick. El obispo le envió a un centro de curación para sacerdotes. En la terapia salió la “mala conducta” de McCarrick. Éste le invitó a una jornada de pesca con él y otros dos sacerdotes. Tras la jornada, pasaron la noche en un motel. El sacerdote estaba en una cama de dos piezas con uno y el obispo estaba en otra cama de dos piezas con el otro. El sacerdote dice haber visto al obispo “sobre el sacerdote”, “se estaban tocando”. El sacerdote que estaba con él, le dijo: “No te preocupes, va todo bien”, y el obispo añadió: “No te preocupes, tú eres el próximo”. Cuando el obispo fue hacia él, estaba “acurrucado” fingiendo dormir (p. 78).

En otro momento del verano, el obispo le pidió le acompañase a Nueva York a una cena con algunos hombres de negocios. Tras dejar el restaurante, el obispo fue a su apartamento y le invitó a pasar la noche. Mientras el obispo se duchaba, vio que en el apartamento había sólo una cama. El obispo le pidió dormir con él. Comenzó a “tocarlo” y a “rodearlo con sus piernas”. Por la mañana saltó de la cama, diciendo que “no se sentía bien”. El obispo le invitó a volver al lecho con él, ofreciéndole una camisa a rayas y unos pantalones cortos ajustados y pidiéndole que se los pusiera. El sacerdote declara no tener recuerdo alguno del resto de la noche: “No sé dónde me desperté, no sé si me puse los pantalones cortos y la camisa”. Lo que recuerda es estar en el coche para volver a casa. El obispo continuó llamándole por teléfono el resto del verano. En su segundo año de Seminario le llamaba varias veces a la semana, le escribía y le pedía que le llamase “tío” En mayo de 1994, mientras estaba en un centro de curación, el sacerdote escribió una carta de diez páginas al obispo Hughes en la que describía ampliamente los dos episodios que implicaban a McCarrick (p.79).

En agosto de 1994, el sacerdote fue dado de alta en el hospital. El 28 de abril de 1995, Psicólogo 1 escribió al obispo Hughes afirmando que el sacerdote había sido “víctima de molestias sexuales en el Seminario, en la Diócesis de Metuchen, y en el hospital” y que “no era un molestador sexual” y no representaba un peligro para la comunidad. El obispo respondió el 9 de mayo de 1995: “Presumo que sus conclusiones sobre las molestias sexuales deben basarse exclusivamente en las declaraciones del sacerdote. No querría que mi silencio en esta historia sea interpretado como aceptación de sus acusaciones. Se trata de acusaciones graves”, “no tengo una base factual suficiente para llegar a una tal determinación”. En la misma carta el obispo “rechazaba oficialmente” la conclusión del psicólogo sobre la mala conducta del sacerdote “con dos parroquianos adolescentes”. En noviembre de 1995 el obispo le encargó al sacerdote ”un ministerio limitado, como asistente en una parroquia” (pp. 80-81).  

Sacerdote 2. Es Robert Ciolek, que ha aceptado ser identificado. Fue seminarista en Metuchen de 1984 a 1987. En 1987 fue ordenado sacerdote por el obispo Hughes. Dejó el sacerdocio en 1988. En septiembre de 1995 pidió la secularización a Juan Pablo II. En su petición afirmó haber sido visto como el “favorito” del obispo McCarrick: “Tuve una óptima relación con el obispo. Al final, me llevó consigo en viajes y vacaciones, incluso una vez a Puerto Rico”. El sacerdote secularizado no afirmó en su petición que la relación con McCarrick era “inapropiada” (p. 133).

Sacerdote 3. Es Lauro Sedlmayer, que ha aceptado ser identificado. Nació en Brasil. Fue ordenado sacerdote en 1985. En 1988 obtuvo permiso para ir a Estados Unidos, a Nueva Jersey, donde había una gran comunidad portuguesa. En 1991 el obispo McCarrick le dijo que había notado cuán duramente trabajaba con la comunidad portuguesa y le invitó a pasar unos días en la casa de la playa con él y otros dos sacerdotes. Llegada la hora de dormir, y ante los otros huéspedes, el obispo lo llevó a su habitación y cerró la puerta con llave. Tras preguntarle si le gustaba vivir en Estados Unidos y las diferencias que había con Brasil, el obispo le pidió un masaje en la espalda, sobre el lecho. El sacerdote lo hizo aunque le parecía “muy extraño” encontrarse en el dormitorio del arzobispo con la puerta cerrada. A petición de McCarrick y, a pesar de su repugnancia, tuvieron una explícita actividad sexual.

El obispo continuó mostrando interés por él. En una ocasión, siempre en 1991, el obispo mandó una limusina para recogerlo y llevarlo al Waldorf Astoria Hotel de Nueva York. Tras un encuentro en un albergue, lo invitó a su habitación donde tuvo lugar nuevamente actividad sexual. Un tercero y último episodio sexual tuvo lugar el mismo año, siempre en el hotel citado (p. 84). El sacerdote sabía que esas cosas estaban mal y había intentado oponerse, pero el obispo intentó convencerle de que la actividad sexual entre sacerdotes era una cosa normal y aceptada en Estados Unidos, y en particular en aquella diócesis. Dado que el obispo era su Superior, se sentía “en conflicto, confuso y asustado”, y en una posición vulnerable como inmigrado. El obispo continuó contactándole e invitándole, lo que le hacía la vida de sacerdote muy difícil. En septiembre de 1991 se trasladó a la parroquia de Metuchen “para estar a cierta distancia” de McCarrick.

En 1993 se confesó con el sacerdote Lawrence Smith, que le aconsejó contar el asunto al obispo Hughes. Un día de 1994, fue a la residencia episcopal de Metuchen para invitar al obispo a una actividad parroquial y aprovechó la ocasión para contarle al obispo su mala experiencia con McCarrick. El obispo Hughes permaneció impasible, pero escuchó (p. 86). Le aconsejó olvidarlo y perdonarlo “por el bien de la Iglesia”. El sacerdote brasileño dijo a Viganò: “siendo una de sus víctimas, he visto en primera persona lo que significa ser sacerdote en América” (pp. 376-377).

Sacerdote 4. No era aún diácono, fue llamado a la residencia del obispo, donde conversó con él. Poco después, el obispo le llevó a la cocina y le comentó que había notado una erupción en el cuello y la espalda. Le explicó que se trataba de una enfermedad en la piel que había contraído en Puerto Rico. El obispo le dijo que él había contraído esa infección años atrás, mientras era presidente de la Universidad de Ponce, en Puerto Rico. Puesto de frente a él y afirmando querer examinar la erupción, puso su mano sobre la camisa del seminarista y después le tocó el pecho, observando: “Tienes unos pectorales vellosos viriles”. De pronto, le quitó la camisa para observar la erupción. Y después metió la mano, le tocó el pecho y jugó con la cadena y el colgante de oro que llevaba desde la comunión. Después su mano se desplazó a la espalda y de nuevo sobre el pecho, e hizo correr sus dedos entre los pelos de su pecho. El seminarista se sintió “extremadamente incómodo”. Sintió aquel contacto físico como “extraño e inquietante”, pero no lo percibió como sexual entonces.

El obispo se presentaba sin avisar en el Seminario, a veces para llevar a los seminaristas de Metuchen a tomar una pizza. En más de una ocasión, tras aquellas salidas, el obispo  iba a la habitación del seminarista, se sentaba sobre su cama y, sin pedirlo, le tocaba delicadamente la espalda y la columna. El obispo acompañaba estos gestos con palabras como éstas: “Un día pondré las manos sobre ti, cuando te ordene”. “Quizá era ingenuo, pero, en aquella época, no consideré aquel gesto como sexual. Quizá porque lo veía más bien viejo”, dice el sacerdote.

En el verano de 1985, el secretario del obispo llamó al seminarista para decirle que McCarrick le invitaba a pasar un par de días en la casa de la playa con otros seminaristas. La invitación le inquietó y lo consultó con monseñor Gambino, del que se fiaba. Éste le dijo que “debía ir” y que “un eventual rechazo contrariaría al obispo”.

La casa tenía tres habitaciones en la planta de arriba con dos camas en una habitación y una cama en la otra. En la tercera habitación, la que usaba el obispo, había una cama grande. La primera vez fue “normal”. De la segunda, el sacerdote guarda un vivo recuerdo. El obispo dio disposiciones sobre los sitios donde dormir. Dijo al grupo que había sobreestimado el número de huéspedes y de camas, y dijo al seminarista: “No hay bastante sitio, no te preocupes, tú puedes venir conmigo”. El “error de cálculo” parecía una estratagema. La situación le hizo sentirse incómodo.

En la habitación del obispo, “con la puerta cerrada”, el seminarista empezó a cambiarse  para dormir. Cuando le vio ponerse un pijama sobre la ropa íntima, le dijo: ¿Qué haces? Hace calor. El obispo se cambió rápidamente en el baño y salió vistiendo un slip blanco y una camiseta sin mangas. El obispo le pidió que se sentara con él en la cama y empezó a contarle que tenía “tantos problemas”, “una diócesis que llevar adelante”, y se lamentó de que le dolía la columna. Le pidió que le diera un masaje, cosa que hizo “porque   le era muy difícil decir que no en aquella situación”. Después se tendió sobre el lecho y le pidió que continuara el masaje. Luego se ofreció a hacerle un masaje, si bien él no quería, pero le era muy difícil decir que no.

Tras los masajes, se apagaron las luces y se puso al borde la cama, dando la espalda al obispo. Poco después, el obispo comenzó a masajear la espalda del seminarista y, tras acercarse, le abrazó y le masajeó el pecho, después de nuevo la espalda y le alcanzó las nalgas. El seminarista se sintió “petrificado y atrapado”. Cuando el obispo lo rodeó con su cuerpo, se sintió como “capturado” y notó que el obispo “estaba sexualmente excitado” (p. 72). Entendió que “debía escapar a la planta baja” y dormir en una poltrona.  Se lo dijo a monseñor Gambino, y éste le contestó que estaba promoviendo contra el obispo “graves acusaciones” y que debía ir a una terapia o “podría no ser ordenado”. En la terapia, el jesuita Edward Zogby “intentó besarlo y le agarró sus genitales”, lanzó con fuerza al jesuita sobre la silla y abandonó la estancia (p. 73) . Fue ordenado sacerdote por Hughes en 1988. Sacerdote 5 reveló a Sacerdote 4 que se le había “acercado” sexualmente un sacerdote varios años antes.

El obispo Edward T. Hughes sucedió a McCarrick, cuando este fue trasladado a Newark. En 1989 le contó al obispo: “Aún estoy muy turbado por lo que me pasó”. El obispo “sacudió la cabeza, hizo una mueca y se puso colorado” (p. 75), “me ocuparé de ello”. Y, después, nada.   

Dominic Bottino es un sacerdote de la diócesis de Camden en Nueva Jersey. Entonces trabajaba como Director de Vocaciones bajo el obispo James Th. McHugh, que era el nuevo obispo de Camden y antes había sido obispo auxiliar de Newark, lo mismo que John M. Smith. El 25 de enero de 1990, Bottino acompañó al obispo McHugh a una cena en Nueva York en la que se celebraba el segundo aniversario de la consagración de los dos obispos auxiliares de manos de McCarrick.

Cuando llegaron, el arzobispo McCarrick estaba ya sentado a la mesa. Un joven sacerdote estaba a su lado. Tras el brindis, el arzobispo comenzó a hablar con los obispos de la consagración. En el mismo momento, Bottino vio al arzobispo llevar su mano derecha a la zona inguinal del joven sacerdote, que parecía “paralizado”, como un ciervo deslumbrado por los faros: “McCarrick movía sus dedos arriba y abajo por la ingle del sacerdote”. El obispo McHugh se levantó inmediatamente: “Debemos marchar” El arzobispo intentó convencerle de que se quedaran. Habían estado sólo 20 minutos (pp. 91-92).

3. Cartas anónimas

A finales de 1992 y en 1993 fueron enviadas a varios prelados e instituciones católicas seis cartas anónimas y una con pseudónimo. La primera lleva fecha de 1-11-1992: “¡Se perfila un escándalo que implica a un arzobispo!”, “las acusaciones civiles contra el arzobispo Theodore McCarrick incluirán pedofilia o incesto, según la ley del Estado o la relación con sus huéspedes nocturnos”. Con fecha 21 de noviembre de 1992 escribe McCarrick al cardenal O’Connor, agradeciéndole le haya remitido la carta anónima: “Podrías querer saber que he compartido (la carta) con algunos de nuestros amigos del FBI para ver si podemos descubrir quién la ha escrito. Temo que sea una persona enferma y alguien que tiene mucho odio en su corazón” (pp. 95-96).

La segunda carta, de 24-2-1993, lleva sello postal de Newark: “McCarrick, arzobispo de Newark, es en realidad un astuto pedófilo. Las autoridades aquí y en Roma saben desde hace decenios la propensión de McCarrick hacia los muchachos jóvenes” (p. 97). La tercera carta, de 10-3-1993, lleva sello postal de Newark: “La mala conducta sexual del arzobispo Theodoro McCarrick será revelada. El será descubierto como efebófilo”.

Otra carta lleva fecha de 23-3-1993: “La mala conducta sexual del arzobispo Theodoro McCarrick, que ha sido facilitada por su status de obispo/arzobispo y que ha tenido lugar en las residencias de las catedrales de Newark y de Metuchen, es una abominación”,

A mediados de abril el nuncio Agostino Cacciavillan recibe una nota anónima escrita a mano con letras de imprenta y con sello postal de Newrak: “El sacerdocio parece ser una excelente cobertura profesional para los pedófilos”, “las palabras de McCarrick están llenas de engaño mortal, mentiras malvadas salen de su lengua (Rm 3,13)”, “es un pedófilo y no comparte el dolor de las víctimas y de sus familias”, “diciendo que los jóvenes son sus sobrinos, él explica fácilmente las citas nocturnas en hotel y casa de benefactores” (pp. 101-105).

El 2 de agosto de 1993 el nuncio Cacciavillan recibe una carta de uno que se identifica con el pseudónimo de “P. Joseph Whelan” con sello postal de Palatine (Illinois) en la que se dice: “Adjunto una serie de recortes de periódico que recogen molestias sexuales sufridas recientemente por un muchacho joven de parte de un sacerdote de la archidiócesis de Newark en la vigilia de su promoción al rango de monseñor”.

La sexta carta es una nota manuscrita con fecha 24-8-1993 y con sello postal de Kilmer GMF (Nueva Jersey). Dice lo siguiente: “¿Por qué el Obispo Theodore McCarrick admitió a un conocido sacerdote pedófilo en nuestra Diócesis cuando era Obispo y después ocultó su historia? La respuesta es simple, el mismo McCarrick es un pedófilo” (pp. 107-109).

4. La “verificación” del cardenal O’Connor

Veamos la “verificación” del cardenal O’Connor y las informaciones recibidas antes de la visita de Juan Pablo II a Estados Unidos (de fines de 1993 a 1995). El viaje papal había sido planificado originalmente coincidiendo con la proclamación por parte de las Naciones Unidas del año 1994 como Año Internacional de la Familia y el arzobispo McCarrick había solicitado activamente la visita del Papa a Newark. Entonces el cardenal O’Connor hizo una “verificación” sobre si McCarrick había tenido una conducta incorrecta con adultos y si tales informaciones eran susceptibles de atraer la atención de los medios en el caso de que Juan Pablo II visitase Newark. La “verificación” se hizo a través de una “persona de confianza”. En concreto, la “verificación” contemplaba las acusaciones de Sacerdote 1. Al final, el cardenal comunicó al nuncio Cacciavillan que “no había impedimentos” para una visita papal a Newark. El nuncio trasladó esta información al arzobispo Giovanni Battista Re, Sustituto de la Secretaría de Estado (pp. 112-113).

En la primavera de 1994, durante la larga planificación de la visita papal, que fue remitida a 1995 “por otros motivos”, la Santa Sede recibió informaciones relativas a una posible conducta incorrecta de McCarrick con adultos. En abril de 1994, la Madre Mary Quentin Sheridan, Superior General de las Hermanas de la Misericordia de Alma (Michigan) telefoneó al nuncio Cacciavillan para expresarle su preocupación por un potencial escándalo en el caso de que el Papa visitase Newark. En concreto, debía señalar que un sacerdote “le había hablado de malos comportamientos morales del arzobispo McCarrick con jóvenes seminaristas”. Le sugirió que hablase directamente con dicho sacerdote. El nuncio le dijo que no tenía necesidad de contactarlo: “Veré yo”. Poco después el sacerdote telefoneó al nuncio para contarle lo que había oído. El nuncio concluyó que eran “posibles maledicencias o exageraciones” y que la Madre Mary quería “hacerse importante”. En 1995 la visita del Papa a Newark se desarrolló sin problemas (pp. 113-117).

El 3 de octubre de 1996 el cardenal O’Connor escribió al nuncio Cacciavillan a propósito de la posible elevación al episcopado de un sacerdote de la archidiócesis de Newark. El cardenal afirmaba haber sabido de una fuente que el sacerdote estaba “muy estrechamente vinculado al arzobispo McCarrick” y que había sido “imprudente” en la elección de compañías: “A causa de aquello que parece ser un clima de opinión más bien inestable sobre algunas cuestiones de la archidiócesis de Newark, que al final deberán ser aclaradas, parece oportuno aplazar posibles promociones. El sacerdote en cuestión fue excluido de la lista de candidatos al cargo de Obispo Auxiliar de Newark.

Siempre en octubre de 1996 y a petición del cardenal O’Connor, monseñor Cassidy encontró al psiquiatra Dr. Fitzgibbons y a Sacerdote 1. El cardenal O’Connor escribió en seguida que tanto el monseñor como el psiquiatra parecían “convencidos” de que Sacerdote 1 había sido víctima del Obispo McCarrick, pero O’Connor no encontró sus conclusiones “del todo persuasivas”(pp. 118-119).  

El Dr. Fitzgibbons se presentó en Roma para comunicar las informaciones que había recibido de Sacerdote 1. El 7 de marzo de 1997 encontró un Oficial de la Congregación para Los Obispos, que recogió el encuentro en un memorándum destinado al Secretario de la Congregación, el arzobispo Jorge María Mejía. El 11 de marzo envió una carta firmada al cardenal Prefecto Bernardin Gantin en la que relata la historia de Sacerdote 1: “También el actual psicólogo del ambulatorio del paciente conoce esta historia que considera verdadera”, “esta es la historia más preocupante que yo me he encontrado en más de 20 años de práctica como psiquiatra”, “creo que, si este sacerdote fuera contactado, atestiguaría esta historia con una declaración firmada, si bien haya sido reacio a acusar públicamente al arzobispo McCarrick. Eminencia, la razón por la que escribo esto es para proteger a la Iglesia“ (pp. 120-123).  

5. La vacante de Chicago

El 12 de marzo de 1997, el arzobispo Mejía escribió al cardenal Laghi, miembro de la Congregación para los Obispos y ponente para la provisión de la vacante de Chicago, sobre las “acusaciones in re turpi” contra el arzobispo McCarrick: “Es probable, en cuanto podemos entender, que todas estas acusaciones vengan de la misma fuente y reflejen, de uno u otro modo, la misma historia. Aunque la Nunciatura estaba al corriente de estas acusaciones, el Nuncio ha afirmado que las mismas han sido detalladas y no comprobadas, y está sustancialmente convencido de que no sean realmente creíbles”. Sin embargo, en su carta de 4 de abril de 1994, aunque el cardenal James Hickey menciona el hecho de que McCarrick debería ser considerado presunto inocente, “todo esto no elimina completamente la posibilidad de algo ilícito; mi consejo es proceder muy lentamente y con cautela”.

Sigue diciendo el arzobispo Mejía: “Aunque puede ser que estas acusaciones sean infundadas y falsas, y sobre todo que el buen nombre de McCarrik deba ser respetado, este Dicasterio es bien consciente de la atmósfera muy cargada de los Estados Unidos, en particular en Chicago tras las acusaciones, después retiradas, que fueron lanzadas contra el cardenal Joseph Bernardin”.

En noviembre de 1993, explica el informe, el arzobispo de Chicago, el cardenal Bernardin, fue acusado de haber molestado sexualmente a un seminarista adolescente, identificado como menor, durante la mitad de los años 70. El exseminarista retiró la acusación a comienzos de 1994.

El 20 de marzo de 1997 se celebró la asamblea de la Congregación para discutir sobre la provisión de Chicago. Participaron diversos cardenales como Ratzinger, Sodano, Gantin, O’Connor, Laghi y el arzobispo Mejía.  El candidato McCarrick fue generalmente elogiado. Sin embargo, la Congregación decidió que McCarrick no era la elección apropiada para Chicago: “ha aflorado una voz menos tranquilizadora que ahora parece haberse silenciado, probablemente infundada, pero en el ambiente de Chicago tan inflamable sería arriesgado por su parte exponerse, (precisamente) ahora” (pp. 125-128).

6. La vacante de Nueva York

A finales de junio o comienzos de julio de 1999, Juan Pablo II comentó al cardenal O’Connor que estaba considerando nombrar a McCarrick para otra diócesis: “parecía quererme decir con su estilo sutil que estaba muy interesado y agradecido al arzobispo McCarrick y que querría colocarlo en una posición más alta, también como mi sucesor en el arzobispado de Nueva York”.

En ese mes de julio, el cardenal O’Connor le dijo al nuevo nuncio Montalvo que conocía “algunos elementos de naturaleza moral que desaconsejaban” la promoción de McCarrick como arzobispo de Nueva York. Para garantizar que los Superiores de la Congregación fueran informados, Montalvo le pidió que expresara sus preocupaciones por escrito.

El 27 de octubre de 1999 el nuncio Montalvo envió un informe al cardenal Lucas Moreira Neves, Prefecto de la Congragación para los Obispos, en relación con la provisión del arzobispado de Nueva York. El nuncio refirió que McCarrick era la primera opción del cardenal Hickey. Por lo que se refiere a las vocaciones, el cardenal Hickey afirmaba que “la buena voluntad de McCarrick hacia los neocatecumenales” en Newark era “un signo de celo por la nueva evangelización y su implicación en la formación de seminaristas” (pp. 129-130). El cardenal Law, entonces arzobispo de Boston, afirmaba que “de tanto en tanto aparece una nube” sobre la cabeza de McCarrick en relación a lo que definía como un “afecto no corregido”. Law decía que no tenía pruebas al respecto y que “bastan vagas alusiones para dañar la posición de una persona”.

El 28 de octubre de 1999, el cardenal O’Connor escribió al nuncio Montalvo: “Para mí esta es una carta extremadamente difícil de escribir, porque yo he visto en primera persona sus extraordinarias aportaciones y creo que él (McCarrick) ha hecho avanzar incansablemente la causa de la Iglesia durante muchos, muchos años”. Sin embargo, “con profundo pesar, debería expresar mis graves miedos y los de los testigos autorizados citados sobre el hecho de que al arzobispo McCarrick le puedan ser conferidas mayores responsabilidades en los Estados Unidos, en particular si se le eleva a una sede cardenalicia”. Obviamente, “mientras la caridad debe prevalecer y el beneficio de la duda debe ser dado siempre a los acusados, el bien de las almas y la reputación de la Iglesia deben ser considerados seriamente y la posibilidad de escándalo debe ser tomada igualmente en seria consideración. No puedo, por tanto, en conciencia recomendar a Su Excelencia el Arzobispo McCarrick a un cargo superior (pp. 130-132 y 138-139).

El 5 de noviembre de 1999, el nuncio Montalvo envió la carta del cardenal O’Connor al cardenal Moreira Neves, Prefecto de la Congregación para los Obispos. El arzobispo Cacciavillan declaró no ser favorable a hablar con potenciales fuentes de ulteriores informaciones identificadas en la carta del cardenal O’Connor: “Nada nuevo se sacaría, y, peor, se podría crear una “situación de proceso” contra McCarrick.

El 22 de noviembre de 1999 el Sustituto Re escribe al nuncio Montalvo: “He recibido el Informe reservado sobre S.E. Mons. Theodore McCarrick, arzobispo de Newark. No he faltado de referir (la cuestión) al Santo Padre, el Cual me ha dicho sugerir a Vuestra Excelencia que verifique, cuando se presente la ocasión, sin urgencia, si se trata de acusaciones sin fundamento. Esto para rendir honor a la verdad, prescindiendo de la provisión de Nueva York, donde -ya se sabe- tal Prelado (McCarrick) no es bienvenido” (pp. 140-145).

7. La investigación del nuncio Montalvo

El nuncio Montalvo envió tres cartas a los obispos Breen, Hughes y Smith. Al obispo McHugh le habló personalmente o por teléfono (p. 147) Montalvo dice haber “preferido, al menos por el momento”, no hablar con Mons. Cassidy y el Abogado Durkin, los dos potenciales informadores nombrados por el cardenal O’Connor, “porque me parecería casi como cruzar los límites de la legítima confidencialidad debida a S.E. McCarrick al hacerlo”. El nuncio Montalvo aseguró a Re estar dispuesto a hacer ulteriores indagaciones, incluso a hablar con monseñor Cassidy y el abogado Durkin, con Sacerdote 1 y con el Dr. Richard Fitzgibbons (p. 160).

El 12 de mayo de 2000 el obispo McHugh envió su carta manuscrita de cinco páginas: “He conocido al arzobispo McCarrick durante muchos años y he vivido con él en la Canónica de la Catedral de Newark de 1986 a 1989, durante el cual periodo he sido Vicario General de Apostolado y Obispo Auxiliar. He tenido siempre una buena relación personal con el arzobispo. No he asistido a ningún comportamiento inapropiado de parte del arzobispo McCarrick, pero a veces su familiaridad era imprudente”, zia nubile (p. 156).  

El 16 de mayo de 2000 respondió el obispo Breen en carta escrita a máquina de dos páginas: “Antes de nada, déjeme decir que cuando yo era sacerdote en Brooklyn, antes de ser nombrado para Metuchen, oí decir a menudo voces concernientes al arzobispo McCarrick. Principalmente estas voces se referían a relaciones del arzobispo con jóvenes seminaristas y sacerdotes. Dejaban entender que estuviera implicado en actividades ilícitas con estos jóvenes. No tengo modo de saber si fuera verdad”. En julio de 1997 fui nombrado obispo de Metuchen. En aquel tempo, he oído voces en Nueva Jersey. El arzobispo posee una casa en Jersey Shore y se vociferaba que él llevaba consigo jóvenes seminaristas y sacerdotes. Se decía que hacía alternar quién debería dormir con él en su lecho. Debo subrayar que estas eran voces”.

El obispo Hughes escribió con fecha 22 de mayo de 2000: “Yo no tengo informaciones directas y concretas sobre posibles debilidades morales mostradas por el arzobispo McCarrick, ni en el pasado ni en el presente. Sin alguna información específica, retengo que la reputación del arzobispo en la diócesis es generalmente buena. No tengo real conocimiento de su reputación en la archidiócesis de Newark. Hay sólo dos casos en los que he sabido de nuevas acusaciones contra el arzobispo. Ambas acusaciones provienen de sacerdotes que se habían hecho culpables de sus caídas morales, por las cuales fueron suspendidos del ministerio activo”.

“La primera acusación, más bien vaga, vino de Sacerdote 6 y se remonta al periodo en el que él era colaborador de la catedral de Metuchen. Su acusación de agresión sexual por parte del arzobispo emergió durante sus intentos de explicar y justificar la propia caída moral con una joven muchacha (menor de 16 años entonces, creo)”. El Sacerdote 6 “me ha comunicado personalmente que, tras ulteriores reflexiones, no tenía claro ni estaba seguro de que el arzobispo se hubiera comportado de modo inmoral o inapropiado. Sacerdote 6 está aún suspendido del ministerio”.

“La segunda acusación me llegó indirectamente de Sacerdote 1, un sacerdote de esta diócesis que actualmente trabaja en otra”, “Sacerdote 1vino a mí voluntariamente para admitir que se había dejado ir con dos jóvenes muchachos (ambos, creo, bajo los 16)”, “tras la admisión del cura, lo suspendí del ministerio sacerdotal y le ordené iniciar un tratamiento terapéutico en un hospital. No estaba contento allí y al final se marchó a continuar el tratamiento en un (hospital) con varios psiquiatras y psicólogos, llegando finalmente al Dr. John (sic) Fitzgibbons. Durante mis frecuentes encuentros con Sacerdote 1 no consigo recordar alguna acusación contra el arzobispo McCarrick, si bien puede haber habido sugerencias veladas que yo no he captado”.

“Mi posición es que, aunque no sé si las acusaciones son verdaderas o no, no tengo confianza en la fundamentación de las acusaciones de Sacerdote 1 (que no me ha presentado directamente a mí o a otros funcionarios diocesanos) o en la conclusión del Dr. Fitzgibbons”, “no creo que Sacerdote 1 mienta deliberadamente, pero tiene un modo de hacer que convence a la gente, también a algunos profesionales, a creer que él es una víctima inocente”, “por lo que se refiere al Doctor, encuentro difícil de creer que un terapeuta profesional pueda echar la culpa a dos jóvenes muchachos por una relación sexual con una figura de autoridad adulta” (pp. 147-154).

“En conclusión, no tengo informaciones concretas que indiquen claramente alguna debilidad moral de parte del arzobispo McCarrick. Estoy preocupado por el hecho de que haya dos acusaciones separadas, si bien una ha sido parcialmente retirada. Mi juicio práctico es que no sería sabio tomar en consideración al arzobispo para cualquier promoción u honor ulterior, pues estas acusaciones -con o sin valor- podrían de nuevo emerger”.

No obstante, comenta el Informe, la petición del nuncio Montalvo de “cualquier información concreta” y de los “nombres…de las personas que pudieran tener tal conocimiento”, “la carta del obispo Hugues no menciona en ninguna parte las acusaciones de Sacerdote 3 o Sacerdote 4” (p. 155, nota).  

El 18 de mayo de 2000 el obispo Smith respondió al nuncio: “He residido en la canónica de la catedral de Newark, que es también la residencia del arzobispo, desde noviembre de 1985 a julio de 1991, mientras trabajaba como Vicario General de la Archidiócesis”, “no he oído a nadie hacer una acusación fundada, de comportamiento inmoral, contra el arzobispo McCarrick ni tengo alguna prueba de grave debilidad moral mostrada por el arzobispo”, “la única cosa que me parecía extraña era eso de llamar ‘familia’ a personas que no eran realmente consanguíneos”.

El obispo Smith explica que “el arzobispo es hijo único, que ha crecido con una madre viuda y una tía soltera”, “el arzobispo tiene poquísimos consanguíneos y quizá ha encontrado una ‘familia’ en unas relaciones que normalmente llamamos amistades”, “a veces invitaba a los seminaristas a acompañarlo en un fin de semana o algún día durante sus vacaciones del Seminario”, “por lo que yo sé, el arzobispo invitaba siempre a un grupo de seminaristas a unirse con él y no ha ido nunca a Sea Girt con ningún individuo solo” (pp. 156-157).   .

Según el Informe, ningún documento indica que el nuncio Montalvo haya dirigido a alguno de los cuatro obispos ulteriores preguntas. El 21 de junio de 2000 Montalvo escribió al arzobispo Re. El nuncio juzgó las pruebas sobre la mala conducta sexual de McCarrick como “inciertas”, “con las informaciones en la mano, las acusaciones contra el Prelado no resultan ni definitivamente comprobadas ni del todo sin fundamento”. Montalvo consideró las informaciones aportadas por el obispo Hughes y el obispo Smith como “las más atendibles” por su “imparcialidad y coherencia”. En particular, Hugues había articulado una “posición prudente y comprensiva”. Sobre la base de esta valoración, y reconociendo que McCarrick no había tenido aún la oportunidad de responder a los cargos, el nuncio Montalvo llegó a la conclusión semejante a la de O`Connor y de Hugues, o sea que “sería imprudente considerar a S.E. McCarrick para responsabilidades más importantes en la Iglesia” (pp. 159-162).

8. Arzobispo de Washington y cardenal

El 6 de agosto de 2000, el arzobispo McCarrick escribió al secretario de Juan Pablo II, Stanislaw Dzwisz, una carta en la que abordaba las acusaciones del cardenal O’Conor contra él: “He oído que, antes de morir, el cardenal O’Connor escribió al Santo Padre una carta en la que atacaba profundamente mi vida de obispo, sacerdote e incluso de hombre. Si esto es verdad, es una acusación muy grave y me deja perplejo”, “seguramente he cometido errores y tal vez me ha faltado la prudencia, pero en los setenta años de mi vida, no he tenido relaciones sexuales con alguna persona, varón o hembra, joven o viejo, clérigo o laico, no he abusado nunca de otra persona o la he tratado con falta de respeto”, “conozco la consideración que el Santo Padre tiene conmigo – y tengo un gran amor por Él. La parte más dolorosa para mí de la cuestión es que esto entristezca al Santo Padre y Le haga pensar que yo le he decepcionado”.

Juan Pablo II estaba “convencido de la veracidad” del desmentido de McCarrick. A comienzos de septiembre de 2000, el cardenal Sodano fue a Nueva York para pronunciar un discurso en nombre del Papa en la ONU y se encontró brevemente con él. Le dijo que, antes de salir hacia Nueva York, Juan Pablo II le había dicho: “Diga a McCarrick que creo en lo que ha dicho y soy aún un amigo”. El Papa recibió a Sodano el 11 de septiembre y le dio “veneradas instrucciones” sobre la candidatura del arzobispo McCarrick a la sede de Washington (pp. 174-175).

El 21 de noviembre de 2000, Juan Pablo II nombró a McCarrick arzobispo de Washington. El 23 de noviembre, el arzobispo escribió al Papa: “Hoy en los Estados Unidos celebramos el Día de Acción de Gracias”, “Vuestra Santidad ha hecho un día de acción de gracias especial para mí, mientras espero con impaciencia servir a la gran Iglesia de Washington”, “me esforzaré con todo mi corazón y fuerza para asegurar que la Iglesia de Washington sea siempre fuente de alegría para Usted y que su gente sea santa” (pp. 183-184). Juan Pablo II le hizo cardenal el 21 de febrero de 2001.

El 22 de junio de 2005, ya próximo a cumplir los 75 años, McCarrick presentó la dimisión como arzobispo de Washington, tal y como está previsto en el derecho canónico. Sin embargo, el 8 de julio de 2005, Benedicto XVI dispuso que McCarrick continuara dos años más como arzobispo de Washington.

El 16 de septiembre de 2005 un canonista colaborador de la Congregación para la Doctrina de la Fe redactó una nota interna sobre el caso de Sacerdote 1 que incluía, como factor atenuante a favor de este último, una síntesis de las acusaciones dirigidas contra McCarrick referidas a dos episodios de 1987. Uno de los abogados de Sacerdote 1 había aclarado que el sacerdote nunca tuvo la intención de hacer públicas estas informaciones sobre el arzobispo más allá del coloquio confidencial con el propio obispo y con el propio abogado, ni deseó nunca que ellas fueran utilizadas para causar escándalo contra la Iglesia. Sin embargo, el abogado sostiene de manera eficaz la credibilidad de las declaraciones del sacerdote, aunque el obispo Hughes no ha considerado que hubiera base factual para determinar tal credibilidad.

En base a las informaciones que parecían haber sido recibidas por el arzobispo Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Benedicto XVI revocó la decisión de prolongar el mandato de McCarrick y pidió al cardenal Re convocara a McCarrick en Roma para comunicarle el deseo del Papa de que espontáneamente presentara inmediatamente la dimisión como arzobispo  de Washington tras las fiestas de Navidad. Dos días después, el cardenal Re envió una nota al nuncio Montalvo, en la que decía: “De Metuchen han llegado nuevas voces que hacen considerar verdaderas aquellas de hace años, que habían sido juzgadas falsas”.

El cardenal Re recibió a McCarrick el 5 de diciembre de 2005. Le comunicó su “preocupación” en cuanto que las “voces” y las “acusaciones genéricas” referidas a su conducta moral siendo obispo de Metuchen habían vuelto a salir. McCarrick aceptó inmediatamente que su dimisión se publicase tras la Pascua de 2006, pero pidió que, para no dar consistencia a esas voces, se publicase al mismo tiempo el nombramiento de su sucesor, de modo que su salida de Washington apareciera del todo normal y no como castigo. El cardenal McCarrick se trasladó al Seminario Redemptoris Mater, en Hyattsville, en el Maryland (pp. 229-232 y 244).

Durante 2007 y 2008, McCarrick residió en el mismo edificio que albergaba el seminario Redemptoris Mater (RM), en Washington. El laico responsable de los Neocatecumenales en Estados Unidos define al cardenal como “pegajoso”. El Vicerrector es el sacerdote Neocatecumenal, de origen italiano, que le hizo de secretario y chófer cuando el cardenal se instaló en el Seminario RM. El Vicerrector describe así la situación: “El edificio es grande, tiene diversas plantas y está dividido en tres áreas. McCarrick tenía un ala para sí, con entrada separada…con un código en la puerta. Su secretaria trabajaba con él diariamente en el mismo ala del edificio”. McCarrick “no vivía con los seminaristas” y el ala del edificio en el que residía “no era propiamente utilizada para actividades del Seminario”.

El Vicerrector ha declarado “no haber visto nunca nada de impropio” en la conducta de McCarrick, “no me ha sido tampoco referido nada”. Kiko Argüello, el fundador de los Neocatecumenales, que conoce a McCarrick de cuando era arzobispo de Newark, le ofreció incluso con insistencia la Casa de Galilea, un centro de formación y retiro, pero él no aceptó (pp. 275-276 y 288-290).

Tras el viaje de Benedicto XVI a Estados Unidos en abril de 2008, el psicoterapeuta y ex monje Richard Sipe publicó en Internet una “carta abierta” dirigida al Papa. Según Sipe, la “aberración sexual” en la Iglesia no era generada “desde abajo hacia lo alto -es decir, de candidatos no idóneos – sino desde lo alto hacia abajo, es decir, de comportamientos sexuales de los superiores, incluso de obispos y de cardenales”.

Describiendo el problema como “sistémico”, Sipe ponía como ejemplo el del cardenal McCarrick: “Mientras era profesor adjunto en un Pontificio Seminario, el de Santa María de Baltimore (1978-1984), un cierto número de seminaristas vino a mi preocupado por el comportamiento de Th.E. McCarrick, entonces obispo de Metuchen”. Y añadía: “El periodista católico Matt C. Abbot ha publicado las declaraciones de dos sacerdotes (2008) y un ex sacerdote (2006) sobre McCarrick. Los tres estaban ‘al corriente’ y eran conscientes de las actividades del cardenal McCarrick que yo había escuchado en el seminario”, “conozco los nombres de al menos cuatro sacerdotes que han tenido relaciones sexuales con el cardenal McCarrick. Tengo documentos y cartas que recogen testimonios directos y reportes de testimonios oculares sobre McCarrick, entonces arzobispo de Newark en Nueva Jersey, que tenía sexo con un sacerdote y, a veces, forzaba a un sacerdote a soportar insinuaciones sexuales no deseadas”.

La carta publicada por Sipe, que no contenía abuso sexual sobre menores, recibió poca atención de la prensa principal. Sin embargo, un Oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe pasó la carta al cardenal Bertone, Secretario de Estado. En el sobre que contenía la carta, el 19 de mayo de 2008 Bertone escribió: “Dos hipótesis: o no responder o reportarla al Nuncio reservadamente”. Bajo la nota del cardenal Bertone, Georg Gänswein, secretario de Benedicto XVI, escribió a mano: “Devolverla al cardenal Bertone reservadamente” (pp. 279-280).

El 27 de mayo de 2008, el nuncio Pietro Sambi envió un informe a la Congregación para los Obispos y una copia del mismo al Secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Entre otras cosas el informe decía lo siguiente: “En esta Nunciatura queda como un misterio cómo el cardenal McCarrick fue nombrado para Washington: ¡él estaba en el puesto 16º en el orden de preferencia; no formaba parte de la terna de candidatos! Se puede prescindir de la opinión de los informadores y del Nuncio, pero después hay que asumir las propias responsabilidades ante Dios y la Iglesia” (p. 289).

A comienzos de 2009, el cardenal McCarrick, asumiendo la petición del cardenal Re de que dejara el Seminario RM, se trasladó al piso superior conectado con la parroquia de Santo Tomás Apóstol de Washington, según dispuso el arzobispo Donald Wuerl. Sin embargo, McCarrick mantuvo su despacho en el Seminario RM y allí iba a menudo para trabajar (pp. 334-335).

El 29 de junio de 2012, una parroquiana del Maryland, identificada con nombre y dirección, escribió una carta a un Oficial diocesano de la archidiócesis de Washington con relación a una serie de cuestiones que la preocupaban. La carta, enviada en copia a Viganò, describía a McCarrick como un “depredador”, al que se le ha “dado un apartamento en el Seminario RM y se le han asignado sacerdotes “secretarios”, “y era libre de andar por el mundo en busca de la destrucción de las almas” La parroquiana citaba el artículo publicado en Internet por Richard Sipe en abril de 2008 y afirmaba que cuanto se declara en el artículo acerca de McCarrick se conoce hace tiempo en el Arzobispado (p. 375).

9. Depredador homosexual

El 6 de diciembre de 2006, el arzobispo Viganò, entonces Delegado para las Representaciones Pontificias en la Secretaría de Estado, escribió una nota de oficio, resumiendo la comunicación que, en noviembre de 2006, el nuncio Pietro Sambi había enviado al cardenal Bertone. La nota de Viganò recogía estos aspectos:

* El cardenal McCarrick “nos tiene en vilo por la posibilidad de que en cualquier momento pueda estar envuelto en un escándalo sexual”, “por este motivo la Congregación de los Obispos me dio instrucciones de encontrar cuanto antes un sucesor para Washington”.

* El dominico Boniface Ramsey, que fue profesor del Seminario diocesano desde finales de los 80 hasta 1996, escribió una carta a petición del nuncio Montalvo en la que afirmaba que era voz recurrente en el seminario que el arzobispo “compartía su lecho con seminaristas, invitando a cinco cada vez a pasar el fin de semana en su casa de la playa”: “Conozco un cierto número de seminaristas, algunos de ellos ahora sacerdotes de la archidiócesis de Newark, que fueron invitados a la casa de la playa del arzobispo, y que eran bien conscientes de lo que allí sucedía” (22-11-2000).

* En su Memoria de acusaciones contra McCarrick, Sacerdote 1 adjunta dos documentos: el primero es una carta de 1994 al obispo Hughes en la que el sacerdote relata al obispo su triste historia de abusos sexuales de parte de McCarrick sobre diversos sacerdotes y seminaristas; el segundo tiene cuatro páginas de notas, relativas a los años 1986-1987, en las que el mismo sacerdote describe, con todo detalle, los abusos del arzobispo McCarrick.

Decía Viganò: “Los hechos atribuidos al arzobispo por Sacerdote 1, en los dos documentos, son de tal gravedad y malicia que provocan en el lector desconcierto, sentimiento de disgusto, profunda pena y amargura. Me limitaré a decir que estos configuran crímenes de seducción, solicitaciones de actos torpes a seminaristas y sacerdotes, repetidos y simultáneamente con más personas, mofa del joven seminarista que intentaba resistir a las seducciones del arzobispo en presencia de otros dos sacerdotes, absolución del cómplice en actos torpes, concelebración sacrílega de la Eucaristía con los mismos sacerdotes tras haber cometido tales actos”.

* La Memoria en cuestión ya ha sido reenviada desde finales de junio pasado a unas veinte personas: autoridades judiciales civiles y eclesiásticas, policías y abogados. Por tanto, es de temer que la noticia no tarde en ser pasto de la opinión pública.

* Escribe el nuncio Sambi: “El cardenal McCarrick no me ha hablado aún de este asunto; yo le pedido encontrarme con él en los próximos días, pues la Congregación para los Obispos querría que dejara el Seminario Neocatecumenal, en el que vive, y dejara de rodar para llevar una vida reservada y de oración. Sé que el Purpurado ha elegido un abogado para su propia defensa; es de esperar que también esta vez, con poco o mucho dinero, consiga obtener el silencio”.

Comenta Viganò: “Si vere et probata sunt exposita (si las cosas expuestas son verdaderas y probadas), se requeriría una medida ejemplar que podría tener una función medicinal y calmara el gravísimo escándalo de los fieles que siguen amando y creyendo en la Iglesia” (pp. 261-263).  

El 8 de mayo de 2008 el cardenal Re escribió al nuncio Sambi sobre la carta abierta de Sipe. Con motivo de estas “renovadas insinuaciones”, el cardenal Re pidió al nuncio “seguir de cerca el caso del cardenal McCarrick y también hacerme saber si conviene que sean reiteradas las indicaciones” que Re había transmitido al nuncio en la carta de 17 de octubre de 2006.

El 25 de mayo de 2008 Viganò escribió una segunda nota de oficio y, el día después, la entregó a la Congregación para los Obispos: “Las acusaciones lanzadas por Sipe contra McCarrick, decía Viganò, circulaban ya hace tiempo, pero la denuncia pública las hace particularmente preocupantes” (n.3), “el caso del cardenal McCarrick es de la sola competencia del Romano Pontífice, el cual, eventualmente, podría encargar al Promotor de Justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe iniciar el Proceso de instrucción” (n.6).

En la nota de Viganó, el cardenal Secretario de Estado Bertone escribió: “Comparto las observaciones, aunque me parece que en el último informe del nuncio Sambi hay testimonios en defensa (en cierto modo) del cardenal. Se podría actuar la propuesta nº 6 (pero escuchamos naturalmente al Santo Padre)”.

Ninguna investigación formal o proceso penal se hizo en aquel momento: “No había una acusación creíble en el sentido de que McCarrick hubiera abusado de un menor. Además, la presunta mala conducta con los adultos se había producido más de veinte años antes y el periodo de prescripción había pasado” (pp. 280-285).

El 14 de junio de 2008, el cardenal Re, Prefecto de la Congregación para los Obispos, escribe una carta al nuncio Sambi en la que dice: “Parece oportuno intentar convencer al cardenal McCarrick que, por el bien de la Iglesia, acepte las siguientes indicaciones”. “no resida en el Seminario RM de Washington”, “lleve una vida más reservada, por lo que no debería aceptar invitaciones” (p. 293).

Mc Carrick apoyó al Instituto del Verbo Encarnado (IVE). En enero de 2010, tras una serie de investigaciones sobre el fundador del IVE Carlos Miguel Buela, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada emitió un decreto en el que declaraba que Buela había tenido una mala conducta con seminaristas adultos. El decreto removía a Buela como Superior General del IVE y le ordenaba residir separadamente de los miembros del Instituto en un monasterio francés.

A finales de 2010 o a comienzos de 2011, McCarrick se trasladó del apartamento anexo a la parroquia de Santo Tomás Apóstol a una pequeña casa situada junto a la parroquia de San Juan Bautista de la Salle, en Hyattsville (Maryland), que en 2005 había sido alquilada al IVE por la archidiócesis. McCarrick habitaba en el piso superior de la casa y, en el piso inferior, vivía un sacerdote secretario y dos seminaristas que hacían de chóferes y asistentes personales (pp. 363-364).

El 19 de octubre de 2011 Benedicto XVI nombró al arzobispo Carlo María Viganò nuncio en los Estados Unidos. El cardenal Ouellet, nuevo Prefecto de la Congregación para los Obispos, dijo personalmente a Viganò que McCarrick habría debido atenerse a ciertas “condiciones y restricciones a causa de algunas voces sobre su comportamiento en el pasado”. A su llegada a Washington, Viganò se lo comunicó a McCarrick: “El cardenal, farfullando de modo apenas comprensible, admitió haber cometido el error de haber dormido en el mismo lecho con algún seminarista en su casa de la playa, pero lo dijo como si esto no tuviera alguna importancia”. McCarrick siguió con sus actividades nacionales e internacionales y le informó a Viganò (pp. 364-366 y 372).

El 6 de agosto de 2012, Sacerdote 3 escribió una carta al nuncio Viganô en la que decía: “Al comienzo de mi estancia en América del Norte fui agredido sexualmente por el cardenal McCarrick (entonces era arzobispo). Hablo ahora, porque creo que es la raíz de mis problemas con la Diócesis de Metuchen”, “la Diócesis tenía un solo objetivo en mente y era el de barrerme bajo la alfombra de la Iglesia y de hacerme la vida tan miserable que no denunciara la mala conducta sexual entre sacerdotes y, en particular, del cardenal McCarrick y del obispo Bootkoski”, “el cardenal McCarrick era un depredador serial. Siendo una de sus víctimas, he visto en primera persona lo que significa ser sacerdote en América”. Sacerdote 3 declaró que su causa civil estaba “aún en curso, pero todo lo que pido es que la Iglesia católica actúe con transparencia y asuma las responsabilidades de las acciones de cardenales y obispos corruptos” (pp. 376-377).

A comienzos de mayo de 2013, el cardenal McCarrick ordenó a un seminarista del Instituto del Verbo Encarnado (IVE) en Santa Clara (California), sin que el candidato hubiera recibido la debida admisión a las órdenes. Para corregir el descuido, el 10 de mayo de 2013 el cardenal Wuerl escribió al nuncio Viganò pidiendo “que la prohibición de conferir el orden sacerdotal por un obispo que ordene sin las legítimas cartas dimisorias a un súbdito de otros (canon 1383) sea revocada con respecto al cardenal McCarrick”.

La petición era urgente porque McCarrick tenía “prevista la ordenación sacerdotal de otros miembros del IVE el 31 de mayo de 2013…en la archidiócesis de Washington”. El nuncio Viganò transmitió a Roma la petición del cardenal Wuerl y, el 14 de mayo de 2013, respondió a Wuerl, comunicando que “la instancia de revocación de la prohibición había sido aceptada”.

El 20 de mayo de 2013 el obispo Bootkoski escribió al nuncio Viganò en relación a la acusación de Sacerdote 3 contra él y contra McCarrick. El obispo explicó que la Diócesis de Metuchen, el obispo y Sacerdote 3 habían suscrito aquel mes un acuerdo reservado, sin alguna admisión de responsabilidades de las partes (pp. 392-394).    

El arzobispo Giovanni Angelo Becciu, entonces Sustituto de la Secretaría de Estado, recuerda haber mencionado al papa Francisco la existencia de viejos cargos contra McCarrick en 2013, 2014 y 2015. Becciu declara haber dicho a Francisco que el nuncio Montalvo había quedado sorprendido con el nombramiento de McCarrick para Washington, porque Montalvo le había excluido de la terna tras haber recibido las cartas que recogían las acusaciones hechas por otros sobre la precedente conducta inmoral de McCarrick con un seminarista (pp. 398-399). Becciu dijo al Papa que sabía que a McCarrick se le había prohibido viajar y que esto estaba vinculado a alguna acusación que había emergido antes de su nombramiento para Washington.  Según el papa Francisco, Becciu no especificó a qué se referían las indicaciones precedentes, aparte del hecho de que “se trataban de algo que se remontaba a un pasado lejano” sobre el cual “se había hablado”.

Viganò afirma que él informó al papa Francisco, en su encuentro de 23 de junio de 2013, del hecho de que McCarrick había cometido “crímenes” y que era un “depredador serial”, y que, durante el encuentro de 10 de octubre de 2013, le habló al papa Francisco del arzobispo Wuerl y de la “invitación, dirigida por la archidiócesis de Washington a jóvenes aspirantes al sacerdocio, a un encuentro con McCarrick”. El papa Francisco ha sido interpelado minuciosamente: “El Papa no ha recordado lo que Viganò dijo de McCarrick durante esos encuentros” (p. 402).

De 2013 a 2016 McCarrick continuó residiendo en el segundo piso de la casa adyacente al Seminario del IVE. A comienzos de 2017, tras una serie de problemas de salud y, a petición del cardenal Wuerl, se trasladó a una casa de reposo de las Little Sisters of the Poor, una congregación dedicada al servicio de los ancianos (p. 410).

10. Abuso sexual de menores

El 8 de junio de 2017, la archidiócesis de Nueva York recibió una denuncia a través de su Independent Reconciliation and Compensation Program (IRCP) según la cual “McCarrick había tocado ilícitamente a un menor durante los primeros años 70, cuando la víctima tenía 16 y 17 años”. Esta fue la primera acusación contra McCarrick por abuso sexual de un menor que implicaba a una víctima identificada.

El arzobispo Becciu informó al papa Francisco de que la acusación contra McCarrick, que implicaba a Menor 1, había sido considerada creíble. En una entrevista, Becciu declaró que el Papa quedó “sorprendido” al oír que McCarrick había abusado de un menor. El 28 de julio de 2018, el papa Francisco aceptó la dimisión de McCarrick como miembro del Colegio cardenalicio (pp. 431-433).  

En los meses sucesivos, otras personas dieron un paso adelante para aportar informaciones sobre la conducta de McCarrick a las Fuerzas del orden, a los medios y a los Oficiales de la Iglesia. El 14 de diciembre de 2018 el papa Francisco ordenó a la Congregación para la Doctrina de la Fe que iniciara un proceso penal administrativo sobre el caso McCarrick.

Una vez que se conoció que McCarrick había sido acusado de modo creíble, una segunda víctima, entonces menor, le acusó de abusos sexuales. Otras personas también denunciaron la mala conducta de McCarrick, tras de lo cual la Santa Sede ha emprendido una búsqueda activa de ulteriores víctimas y testigos 

El 11 de enero de 2019, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió un decreto en el que se declaraba a McCarrick culpable de solicitación durante el Sacramento de la Confesión y de pecados contra el Sexto Mandamiento con menores y adultos, con la agravante de abuso de poder. Se le impuso la pena de dimisión del estado clerical (pp. 435-437).

11. El zorro y las gallinas

El panorama es bochornoso, desgarrador, abominable: “Treinta y cinco años de impunidad”. Ese es el margen del que disfrutó McCarrick “entre la primera queja en su contra comunicada por un seminarista y su destitución el año pasado a los 88 años”. Tras una larga ley del silencio, la Iglesia católica es cuestionada no sólo por ser escenario de abusos sexuales, sino también por encubrirlos. Mark Rozzi, legislador de la asamblea de Pensilvania, que fue violado por un sacerdote cuando era adolescente, afirma: “Es desgarrador para las víctimas ver que preferían creer a estos depredadores que a ellos”.

Zach Hiner, director ejecutivo de la red Snap de apoyo a las víctimas, aprecia el gesto de transparencia del papa Francisco, aunque detecta algunas omisiones: “El gesto de trasparencia del papa Francisco es apreciado, pero el informe me parece que inculpa sobre todo a los que hoy han fallecido”, “algunos nombres han sido omitidos, porque todavía están en funciones” (Religión Digital, 12-11-2020).

Stephan White, director de Catholic Project, una iniciativa de la Universidad Católica de Estados Unidos, comenta: “La edad media en la que las víctimas de agresiones sexuales se declaran como tal son los 52 años por lo que suele existir un efecto de retardo”, “la traición en su confianza, que sufrieron las víctimas, se extendió durante varias generaciones”, “restaurar la confianza lleva décadas”.

El periódico quincenal independiente católico de Estados Unidos, el National Catholic Reporter (NCR), afirma en su editorial: “La primera década del siglo XXI siempre se verá empañada por la calamitosa e insensible toma de decisiones de Juan Pablo II”, señalando que “es el momento de un difícil ajuste de cuentas”. El entonces Papa “socavó el testimonio de la iglesia mundial, rompió su credibilidad como institución y dio un ejemplo deplorable a los obispos al ignorar los relatos de las víctimas de abusos”. El editorial del NCR hace un llamamiento a que los obispos estadounidenses promuevan una solicitud dirigida al Vaticano para que “suprima formalmente el culto a Juan Pablo II”, “las víctimas de abuso no merecen menos”, “para las víctimas de abuso, sus defensores y muchos otros, la memoria de Juan Pablo II ya no es una bendición”. Lo recoge Elena Magariños en Vida Nueva Digital (13-11-2020).

En realidad, “fue fácil que sucediera. Lo difícil era que se castigara”, dice el sociólogo Fernando Vidal. Sin embargo, el postulador de la causa de canonización de Juan Pablo II, Slawomir Oder, afirma: “Wojtyla sale limpio”, “el Pontífice le creyó y le nombró arzobispo de Washington en 2000, creándole cardenal al año siguiente”. El 30 de noviembre de 2019, John Bellocchio, presentó una denuncia contra la archidiócesis de Newark y contra el arzobispo que “abusó de él en 1995, cuando era monaguillo”, “con apenas 13 años” (Vida Nueva, 21-27/11/2020).

El periodista Andrea Tornielli, director editorial del Vaticano, suaviza como puede la presentación del Informe: “Una página dolorosa en la historia reciente del catolicismo. Son tristes acontecimientos de los que la Iglesia ha aprendido”, “todo cambió con la aparición de la primera acusación de abuso de un menor. La respuesta fue inmediata. La medida gravísima y sin precedente de la destitución del estado clerical llegó tras la conclusión de un rápido juicio canónico” (Zenit, 10-11-2020).

No es sólo “una página dolorosa”, es un escándalo mundial. Escándalo son los abusos de menores, los abusos cometidos contra adultos vulnerables y los abusos de poder. ¿Qué hubiera sucedido si no aparece la primera acusación de abuso de un menor? ¿Acaso no tenían importancia los abusos cometidos contra adultos vulnerables y los abusos de poder?

Al cardenal degradado se le ha impuesto la pena de la “dimisión del estado clerical”. Sin embargo, el Evangelio dice otra cosa: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar”. La palabra de Jesús es durísima. Como la imagen del “fuego”, la imagen de tirarlo al fondo del mar con una piedra de molino colgada al cuello es símbolo de juicio: “¡Ay de aquel hombre por quien viene el escándalo!” (Mt 18,6-7). En el Evangelio, no se le reduce sólo al estado laical, se le declara fuera de la comunión, se le excomulga: “Sea para ti como el gentil o el publicano” (18,17).

El informe McCarrick es un gesto de transparencia del papa Francisco. Se le agradece. Aparte del escándalo que denuncia, es muy instructivo: muestra lo que se ha hecho durante décadas y lo que no debe hacerse en adelante, mirar hacia otro lado. Se dice pronto: ¡Treinta y cinco años de impunidad! Es inaceptable y perverso poner al zorro cuidando las gallinas y, cuando se espantan, gritan y huyen, decir que “cacarean”: son sólo “voces”, cosas que no se pueden probar.

 

Jesús López Sáez

Diciembre 2020