En el principio era la palabra
 

EL CARDENAL PROCESADO

La caja de los truenos

Giovanni Angelo Becciu nació en Pattada (Cerdeña) el 2 de junio de 1948. El 15 de octubre de 2001 Juan Pablo II le nombró nuncio en Angola. El 10 de mayo de 2011 Benedicto XVI le nombró Sustituto de la Secretaría de Estado, el número 3 de la jerarquía vaticana. El 20 de mayo de 2018 el papa Francisco le nombró cardenal y, el 26, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Sin embargo, el 24 de septiembre de 2020 el papa le impuso la renuncia al cargo y a los derechos cardenalicios.

El cardenal procesado. Se le acusa de cohecho, fraude, abuso de poder y peculado. Se le acusa por la compra y posterior venta fraudulenta del palacio londinense de Sloan Avenue y el uso de fondos del Óbolo de San Pedro para operaciones privadas. El asunto londinense costó al Vaticano entre 139 y 189 millones de euros. El fiscal Alessandro Diddi afirma: “El edificio de Londres fue su operación, partió de él”, fue el “verdadero instigador” de varias operaciones irregulares; además, “ordenó cribar las cuentas de la Secretaría de Estado para protegerlas de controles”. El cardenal lo niega todo: “El fiscal sigue contando hechos sobre mí que están totalmente alejados de la realidad, los cuales rechazo enérgicamente como rechazo cada una de las acusaciones” (La Razón, 20-7-2023). El fiscal vaticano pide para el cardenal 7 años y 3 meses de prisión (RD, 26-7-2023).

El testigo clave. Alberto Perlasca que fue jefe de la Oficina Administrativa de la Secretaría de Estado y estrecho colaborador del cardenal, confiesa que elaboró su material con la ayuda de Geneviève Ciferri, amiga de la familia, y “un anónimo magistrado” que acababa de descubrir que era Francesca Chaouqui. Sin embargo, ésta afirma que jamás pretendió hacerse pasar por un magistrado: “Fue Geneviève Ciferri quien no quería que monseñor Perlasca supiera que era yo quien intentaba que sacara fuera la verdad”, la contactó a través de una amiga común “porque ella pensaba que monseñor Perlasca había sufrido un intento de asesinato dentro de la Casa de Santa Marta” (ABC, 13-1-2023).

Para restablecer la verdad, Perlasca grabó una serie de videos el 26 de junio de 2020. En uno de ellos declara: “Un día monseñor Becciu me dijo que había que pagar un rescate por la liberación de una monja en Colombia y que el Santo Padre estaba informado de la cosa; más aún, que la cosa era querida por el Santo Padre. Me dio las referencias bancarias para hacer la transferencia y me precisó las cuotas a enviar. He de precisar que los mensajes en los que Becciu me dio estas órdenes los tengo todos y puedo mostrarlos. Recomendó que la operación no se hiciera a través del IOR para que no apareciera la Santa Sede en la operación. De hecho, los bonos se hicieron desde Londres”, “diez pagos por un total de 500.000 euros”, “en el interrogatorio se descubrió que este dinero no sirvió para rescatar a la monja sino para la adquisición de bienes de lujo” (La7, Attualitá, 19-1-2023). Todo ello se hizo a través de una “diplomacia paralela”, encomendada a Cecilia Marogna, que recibió “medio millón de euros, sin facturas” entre diciembre de 2018 y julio de 2019. Algunos la llaman “la dama del cardenal” (RD, 14-10-2020).

Dos testigos más. Ante el tribunal vaticano, dos mujeres acusan al cardenal. Francesca Chaouqui, en una dura audiencia, acude con una carpeta “con tres mil documentos, pruebas”. Geneviève Ciferri declara que el cardenal “tenía bajo el talón” a  Perlasca, “en estado de sumisión”, “ejercía sobre él una presión psicológica para silenciarlo”, ella  “tenía miedo de que Becciu quisiera eliminarlo. Le había suministrado barbitúricos y había quedado como zombi durante días y días” (SIR, 13-1-2023).

La caja de Benedicto. Como miembro de la COSEA, Francesca “había tenido acceso a toda la documentación reservada del Vaticano, incluida la famosa caja que Benedicto XVI había entregado al papa Francisco”. La caja de Benedicto no era un regalo, era “una caja de Pandora”. La COSEA es la Comisión sobre la Organización de la Estructura Económico-Administrativa. La funda el papa Francisco el 18 de julio de 2013 para “hacer limpieza” dentro del Vaticano. A primeros de julio, Francesca recibe una llamada de Peter Wells, asesor para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, una de las personas más cercanas al papa Francisco: “Señora Chaouqui, ¿Está usted disponible para ayudar al papa en una comisión de investigación?”. “Para el Santo Padre cualquier cosa”, responde. Francesca se pregunta: “¿Por qué me ha llamado Wells y no monseñor Becciu, que en cuanto Sustituto de la Secretaría de Estado tiene la función de abordar cuestiones importantes como la institución de una Comisión pontificia?”. Sin duda, el papa ha saltado por encima del cardenal Bertone, Secretario de Estado, y del arzobispo Becciu.

Lugar seguro. La noche de julio es bochornosa. Han pasado las once cuando Balda y Francesca cruzan la puerta de Santa Ana. Allí les espera un hombre que viste uniforme de la Guardia Suiza: “Hay sólo un lugar seguro”, le dice a Balda, “la habitación del capellán”. “Está bien”, asiente él sin extrañarse. En los alojamientos de la Guardia Suiza la Gendarmería vaticana no puede entrar. Según Balda, “la Gendarmería no está de nuestra parte”. Atravesando un patio interior, los espera un hombre de mediana estatura. “está tenso, a disgusto”. Se habla en voz baja. Dice Francesca: “Yo estaré aquí mañana, con mi marido y un colega suyo, vestidos de empleados de mantenimiento, para montar el servidor. Mi marido ha preparado, cobrando sólo el coste de los aparatos, un software para archivar los documentos de la Comisión”. Concluye el interlocutor: “Nosotros no nos hemos visto nunca y este servidor no ha existido nunca”. Francesca tiene en casa nueve teléfonos blancos: “Ocho para los miembros de la Comisión, uno para el papa”. Como miembro de una Comisión pontificia, la Guardia Suiza ya no la para al entrar en el Vaticano. Sin embargo, la Gendarmería (la policía del Estado) la para y la controla.

Sala de reunión. El director de la residencia Santa Marta, Battista Ricca, facilita a la Comisión la estancia 217, que empiezan a llamar “Área 10”, por la suma de cifras que componen el número. Francesca es consciente: “Hay muchos más enemigos que amigos en torno a nosotros, en el Vaticano, y tenemos una función que molestará a muchos”, “Balda es mi único aliado. Fue él quien me hizo entrar en este juego. Lo encontré en un concierto benéfico que organicé”, “vi en seguida en él el celo del reformador y la convicción de que en el Vaticano había llegado el momento del cambio”, “la sala 127 es muy pequeña para podernos reunir allí, contiene sólo un gran armario destinado a conservar el archivo de la Comisión y una mesa sobre la que hemos puesto la impresora. Las reuniones se tendrán en la única sala bastante amplia que está junto a la sacristía, donde he hecho poner una gran mesa de madera”.

Un mes loco. La primera reunión es el 4 de agosto. Balda es el único eclesiástico, mantiene las relaciones con la Curia y responde directamente al papa. Como secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos, conoce las luces y sombras de varios dicasterios. El mes pasado “ha sido loco”. En ese mes se sitúan los famosos chats entre “dos personas cercanas al papa”, que (a estas alturas) son fáciles de identificar. El cardenal Santos Abril las apoya: “Abril dice que debemos ir adelante, que después en septiembre debemos hacer el inventario de las cosas que hemos encontrado”. Conviene recordarlo: se refieren al caso de Emanuela Orlandi.

Caen como moscas. El 6 de agosto el teléfono no para de sonar. Como la Congregación para las Causas de los Santos se niega a dar la documentación requerida, Balda insiste ante el cardenal Versaldi, jefe de la Prefectura, “para hacer bloquear las cuentas en el IOR de todos aquellos que tienen que ver con las causas de canonización”. Francesca discrepa de la medida adoptada: “Nosotros no estamos aquí para castigar a quien roba. Somos una Comisión de estudio y orientación”. Además, “hay dos prelados de la Secretaría de Estado que no podemos contar entre los aliados de la Comisión: Tarcisio Bertone y Ángelo Becciu. Ninguno de los dos ve con buenos ojos una Comisión, casi enteramente compuesta de laicos, instituida sin consultar con la Secretaría de Estado, y que arriesga remover un avispero con sus indagaciones”. El 31 de agosto el cardenal Bertone presenta su dimisión como Secretario de Estado. El cardenal Attilio Nicora, presidente de la Autoridad de Información Financiera (AIF), “se marchará pronto”. A finales de noviembre, se marcha el jefe contable de la Administración de la Sede Apostólica (APSA), Paolo Mennini. “Caen como moscas”, comenta satisfecho Balda. 

Espías españoles. Balda se muestra cada vez más radical: “Parece haber sufrido una profunda metamorfosis”, dice Francesca, “la primera verdadera discusión entre nosotros fue a causa de dos agentes españoles”, “¿quiénes son esos dos?, ¿son espías?, lo llevan en la cara. Son agentes del servicio secreto español”. “No seas paranoica”, dice, “pero su expresión es una admisión de culpa” (Chaouqui, 8-47 y 79-80). En su informe, los espías españoles escriben explícitamente que “los restos de Emanuela habían sido incinerados”. Del informe se deduce que en un primer momento Balda no había comprendido el alcance real de los documentos que tenía en su poder: “un secreto guardado durante más de treinta años, que podía dañar a la Santa Sede pero también ser un peligro para él”, “podría ser instrumentalizado y utilizado como arma de chantaje donde se quieran mantener ocultas, como se supone sea de interés, las circunstancias sobre la efectiva incineración de la chica”, “la custodia de lo que posee representa un potencial riesgo para el posesor” (Maglie, 191 y 203).

El objetivo de Becciu. El 24 de febrero de 2014, se crea el nuevo Consejo para la Economía, pero Balda no es nombrado “secretario general”, como esperaba. Poco después, el 30 de marzo, se produce el extraño robo en la caja fuerte de la Prefectura, “la caja fuerte de los misterios”. Es el momento de Becciu. Desde hace años el cardenal tiene como enemigos a los miembros de la COSEA, pues “estaban excavando en sus negocios y amenazaban con destapar sus intrigas”. Su objetivo era hacer callar a Balda y a Francesca, que después son procesados por la “fuga de documentos reservados” (Maglie, 201-202). El tribunal vaticano condena a ambos (7-7-2016), aunque quedan en libertad.

El caso está cerrado. En 2017, Maria Pezzano, la madre de Emanuela, a través de la abogada de la familia, solicitó “acceso a las actas para poder ver los documentos conservados en la Secretaría de Estado”. La respuesta de Becciu fue inmediata: “Para nosotros el caso está cerrado. Ya se han dado todas las aclaraciones que se nos han pedido. No podemos hacer otra cosa que compartir, simpatizar y asumir de corazón el sufrimiento de los familiares”. La madre de Emanuela replicó: “Los casos de desaparecidos se cierran sólo de dos modos: o con la recuperación en vida de quien ha desaparecido o con la comprobación de su muerte. Me diga entonces dónde se encuentra mi hija” (Maglie, 176-178). Ahora, tras la muerte de Benedicto, el caso está abierto (9-1-2023)

Besamanos papal. Se ha dado a conocer una carta del cardenal al papa Francisco en la que le manifiesta su enojo porque este saludó en una audiencia general a Francesca: “Lo siento, pero no puedo evitar expresar mi profunda consternación por la publicación de las fotos en las que se ve a la señora Chaouqui autorizada a saludarlo durante la audiencia de ayer”, “esta señora aparece en los documentos judiciales como una de mis acusadoras, ahora al recibirla habéis mostrado solidaridad con ella y apoyo indirecto a sus tesis acusatorias contra mí”. El papa respondió inmediatamente: “Siento que este gesto de saludo pueda herir. Me preguntaron si la señora podía venir con sus hijos a la audiencia general y tener un besamanos” (EFE, 13-1-2023).

La caja de los truenos. No sabemos qué sucederá. El fiscal vaticano pide 7 años y 3 meses de prisión para el cardenal Becciu. Recordamos lo que sucedió aquel día, 11 de febrero de 2013, cuando el papa Benedicto anunció su renuncia como papa. Un rayo cayó sobre la cúpula de San Pedro. Tres años después, el secretario del papa emérito, Georg Gänswein, recordó aquella noche “cuando un relámpago iluminó la cúpula de la Basílica de San Pedro”. Lo interpretó en sentido positivo: “iluminó”. Y comentó: “La impresión fue de una señal desde arriba” (Aciprensa, 29-6-2016). De acuerdo, una señal, pero de juicio. Lo que no parece contemplar el secretario de Ratzinger es que, poco después, se abriría la caja de los truenos.

Jesús López Sáez