OTRO PAPA, QUE ESTE NO VALE
Uno que sepa administrar

Algunos datos lo confirman: "Esta vez no se nos escapará", "esta vez la curia no está dispuesta a caer de nuevo en la trampa de una elección que después se les pueda escapar como ya estaba sucediendo con el Papa Luciani" (El País, 12-10-1978). Refiriéndose al Cónclave anterior, pero apuntando hacia el siguiente, repite el cardenal Palazzini: “El elegido ha sido glorificado, pero el Cónclave ha sido castigado” (Lai, 165).”Hace falta un Papa que sea un buen administrador”, afirma el cardenal de Nueva York, Terence J. Cooke, nada más llegar a Roma (El País, 13-10-1978). Y también: “Ahora que el inepto ha muerto, escribe a primeros de octubre el cínico purpurado al Gran Maestro, es menester que la Hermandad se comprometa más esta vez a apoyar en el Cónclave su candidatura o, por lo menos, la de otro hermano” (30 Giorni, 54, 1992, 48). Ahora se tiene la oportunidad de empezar de nuevo y de hacerlo mejor. El administrador de las finanzas vaticanas, el arzobispo Marcinkus, lo dice claramente: "Fue un descuido del Espíritu" (Bassotto, 231). El cardenal Baggio, uno de los hombres a quienes el Papa pensaba desplazar de Roma, declara fríamente después de ver el cuerpo sin vida de Luciani: “El Señor nos utiliza pero no nos necesita”. Cuando le preguntaron qué pasaría después de morir el Papa, contestó tranquilamente: “Fabricaremos otro” (Yallop, 320).

Sin embargo, escribe el corresponsal, ante el próximo Cónclave "este retrato hace poco trazado y aceptado, parece que ha sufrido un retoque", "hay una variación, pensando, ciertamente, en el funcionamiento de la enorme y compleja máquina de la Iglesia, entendida como una entidad que ha de ser administrada, como una línea política que se ha de llevar adelante, como un conjunto de problemas variados que se han de afrontar. De aquí que se haya hablado que este Cónclave 'ha de ser más meditado'. En definitiva, según los expertos vaticanistas- el Cónclave deberá encontrar ahora al administrador de una doble herencia: la de Montini - Pablo VI- en cuanto a forma pastoral del Papado".
Recordemos. El 28 de septiembre por la tarde, Juan Pablo I comunica a Villot su decisión de realizar cambios importantes; por ejemplo: Benelli sería el nuevo secretario de Estado y Felici el nuevo vicario de Roma. Dijo Villot: “Usted es el Papa. Es libre de decidir y yo obedeceré. Pero sepa que estos nombramientos significarían la traición a la herencia de Pablo VI”. Además, el Papa quiere cortar las relaciones del Banco Vaticano con el Banco Ambrosiano. En consecuencia, Marcinkus y sus colaboradores serán inmediatamente destituidos.
El corresponsal termina su crónica vaticana: "Quedan atrás los rumores, las pretendidas investigaciones y la exigida autopsia", "hoy la Iglesia espera un nuevo Papa", "no parece que existan discrepancias y divisiones tan hondas entre los Cardenales. Habrán de buscar la persona que sepa marcar el ritmo adecuado de esta renovación en que la Iglesia está empeñada".
Lo denunciamos hace años. La distorsión de la figura de Juan Pablo I es una grave responsabilidad de la que tendrá que responder nuestra generación. De una forma especial, lo habrán de hacer aquellos medios de la curia romana que han contribuido a formarla. Veamos lo que dijo este monseñor, a condición de permanecer en el anonimato: "El problema del Papa Luciani es que él no era idóneo para aquel puesto. Todos lo sabían. Estaba a punto de ser vencido cuando Dios le llamó. Un caso desesperado. Creo que el Espíritu Santo ha hecho una buena labor liberándonos de él antes de que hiciera demasiado daño", "durante su pontificado, todos los que estaban dentro sabían que él no tenía ninguna idea del rumbo que se debía seguir. Lo puedo asegurar gracias a una fuente muy autorizada. No podía aguantar. Todas las opiniones de que era un tipo tenaz y agudo son mentiras. Yo estuve presente en el ángelus aquel domingo y le oí hablar con aquella voz rara y estridente que tenía: 'Dios es más madre que padre'. ¡Muy bonito! Pero en la Congregación para la Doctrina de la Fe estaban completamente desconcertados".
Lo que este monseñor dice, otros lo piensan. En muchos casos, es más fácil: se le despacha a Juan Pablo I con el socorrido tópico, "el Papa de la sonrisa", pero se ocultan cuidadosamente las decisiones importantes y arriesgadas que pensaba tomar: cortar los negocios vaticanos, destituir a Marcinkus y a sus colaboradores, hacer frente incluso delante de todos a la masonería y a la mafia. Es decir, pensaba echar a los mercaderes del templo. Está escrito en el Evangelio: "Se pedirá cuenta". Obviamente, un proceso de beatificación, que ignore todo esto, está viciado de raíz.
La táctica del avestruz no sirve. El hecho de que el Papa Luciani fue asesinado es "vox populi", voz del pueblo. El 26 de agosto pasado, aniversario de la elección de Juan Pablo I, pasó por aquí un grupo de Nápoles. Laura, profesora de liceo, comentó: "Todos mis alumnos saben lo que pasó con Juan Pablo I", "es un escándalo que la Iglesia oficial no lo aclare". De este modo, la nueva evangelización queda desacreditada. La gente que espera la luz del Evangelio no está dispuesta a comulgar con piedras de molino.
Jesús López Sáez