En el principio era la palabra
 

 

  UN PROCESO PARA MADURAR LA FE.  GRUPO DE JÓVENES.


EL MÉDANO  10/03/2012        

Celebración de la fiesta de Santa María Eugenia de Jesús Millaret 

fundadora de LAS RELIGIOSAS DE LA ASUNCIÓN.


Buenas noches a todos, 

Como la mayoría de ustedes ya conocen, mi nombre es Rosendo. Nací y siempre he vivido en Granadilla. Estoy casado con Cristy y tenemos dos hijos y cuatro nietos.

     Junto a mis compañer@s en la mesa, he sido invitado a dar mi testimonio personal y de grupo en relación con LAS HERMANAS DE LA ASUNCIÓN, lo que ha significado para nosotros vivir en el mismo pueblo, profesar  la misma fe y  celebrar en la misma Iglesia.

Debo decir que no pretendo hacer una valoración en su conjunto de la obra en sí, de su valor y acción. Y que al  hablar de la labor de las Hermanas de la Asunción, tendré que mencionar a personas concretas con las que más unidos trabajábamos. Al no nombrar a otras entiéndase que no las hemos olvidado. Sabemos muy bien que formaban el mismo equipo de trabajo, el mismo proyecto comunitario, compartiendo la misma ilusión. 

A todas las personas a las que  he preguntado siempre me han hablado bien de las comunidades de las Hermanas de la Asunción.  Amigos de Tegueste recuerdan tener siempre una casa abierta, la biblioteca disponible para los estudiantes, valorando  el calor humano de las hermanas… Lo mismo cuando tenían el colegio en Santa Cruz. Si llegabas temprano, un desayuno caliente, si por la tarde un “agüita con galletitas”. Siempre dispuestas a escuchar,  aconsejar,  dar ánimo,  rezar juntos y a acompañar en alguna oficina, si hacía falta. En general tengo que decir que  siempre han sido unas casas abiertas a ayudar a otros. Mi madre me habla mucho de esto, del  apoyo moral que encontró en ellas, atentas a las necesidades materiales. Siempre animando, siempre invitando a confiar en el Señor. 

Comenzaré hablando un poco de mí, de cómo vivo hoy la fe, para que se pueda comprender mejor, todo el proceso de un caminar, donde Las Hermanas han contribuido al crecimiento en la fe de unos jóvenes y su posterior desarrollo como adultos.

Hoy pertenezco a una Asociación de Fieles (Comunidad del Puerto). http://www.compuerto.org/  Una comunidad con una trayectoria de unos 31 años. Tenemos nuestra sede en el Puerto de la Cruz, y grupos en El Puerto, en Santa Cruz y aquí en el sur, en San Isidro (grupo Coloma). 

¿Cómo hemos llegado a animarnos a subir a esta barca, con el trabajo que conlleva, el tiempo que hay que dedicarle y la responsabilidad que supone?

Simplemente “nos hemos echado a la mar”. Se han vivido momentos de bonanza y también de tempestad. Hay que ir a la historia para comprenderlo e ir haciendo un pequeño desglose. Como dijo el gran poeta 


Caminante, son tus huellas el camino y nada más;

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino sino estelas en la mar.

(Antonio Machado)


Y a esto habrá que añadir: “caminante, es buena señal, que lo andado se pueda contar”.

  Alrededor del año 77-78,  Sor Teresa Vijande comienza un grupo de catequistas jóvenes en La Parroquia de Granadilla. Preparábamos  semanalmente la catequesis que luego daríamos a los niños de Primera Comunión. Serían los primeros pasos en el conocimiento de La  Biblia, la dinámica catequética y el valor del grupo. ¡Cuánto cariño y entusiasmo puso en aquella labor!

Un buen día, en torno  al  79-80, llega Sor Soledad Alarcó, buscando personas para formar un grupo de adultos de inspiración catecumenal. Había hecho un cursillo diocesano para la formación de catequistas de adultos impartido por el sacerdote Jesús López Sáez, por aquellos años, responsable del Departamento de catequesis de Adultos del Secretariado Nacional de Catequesis. Servían de orientación las carpetas del Proyecto Catecumenal para adultos, que tenían como referencia  la guía doctrinal del catecismo CON VOSOTROS ESTÁ.   En aquella época, se va introduciendo en la diócesis la renovación catequética que lentamente se estaba viviendo en toda España tras el Concilio.soledad

       Soledad a sus 70 años, comienza a trabajar con este grupo de jóvenes la dinámica catecumenal. Serán los humildes comienzos de un proyecto que orientaría el resto de nuestra vida.

      Hablaba de su experiencia de fe personal. Destacaba la figura de  Juan XXIII y la importancia del Concilio Vaticano II, que llamaba a renovar en profundidad a la Iglesia, su forma de exponer la doctrina y cómo debía presentarse ante el mundo. Decía que el Concilio le había cambiado el enfoque de su vida religiosa, una ocasión de segunda conversión, un encuentro más profundo con el Señor. Desde entonces, en su carisma de religiosa buscaría más la experiencia de  la primera comunidad cristiana.

Soledad era licenciada en Física y Química. En su etapa de profesora también había un antes y un después. Comentaba que durante una época daba clases en grandes colegios a niñas de un alto nivel económico pero luego comprendieron que su misión era con los más desfavorecidos. También eso supuso un cambio en su persona y en la congregación.

Ella nos hablaba de la escucha de la Palabra de Dios en los acontecimientos de la vida. Continuamente trabajábamos con la Biblia y algunos documentos de la Tradición viva de la Iglesia. Sin ser nosotros del todo conscientes, como experta evangelizadora, nos iba introduciendo con sentido pedagógico en  las fuentes de la Revelación. 

grupo¡Cómo cuidaba las convivencias y las Eucaristías en pequeño grupo!  Nos llevó varios años a una Pascua juvenil en Adeje. 

Tratábamos  temas de fe y de la vida. Para ella no había separación. Todo lo ponía en las manos del Señor. Aún recuerdo un verano en una oración, pidiendo al Señor para que se pudiera llevar adelante la Casa de La Tercera Edad (iniciativa que promovió), los planos estaban sobre la mesa. Igualmente en los inicios de Radio ECCA (enseñanza a distancia) en Granadilla. Nos acompañaba al teatro y nos animaba a todo lo que fuera cultural.

Se preocupaba de que conectáramos con otros grupos similares. Así tuvimos una reunión con el grupo de FIVER de santa Cruz, también con otro grupo de oración en Adeje, en la ermita Nuestra Sra. de Las Nieves. Realizamos varias convivencias en casas particulares: Charco del Pino, El Médano, Vilaflor, La Higuera...  Los temas que trabajábamos eran muy variados: sociales, de política, religión, la sexualidad (muy especiales, con psicólogo incluido)…

Siempre le preocupó la formación. Así nos fue enviando  a los cursos de  catequesis de adultos de la diócesis del año 80, 81, 82. En el 83, nos acompañó a otro cursillo  que se realizó en el Puerto de la Cruz. Una pequeña comunidad, fruto de la evangelización de los años anteriores, tomaba la iniciativa y convocaba. Con los años formaríamos  La Asociación Comunidad del Puerto, con el apoyo de Jesús López  presidente de la Asociación Comunidad de Ayala de Madrid, a quien le tenemos que agradecer la formación, el cuidado y el seguimiento del proceso evangelizador posterior.

Ella sufría mucho cuando no se comprendía la dinámica de nuestro grupo de jóvenes o se marginaba a unos  favoreciendo a otros. Entonces las relaciones con el cura de la parroquia no eran muy buenas. Quiso imponer una determinada línea catecumenal y surgieron  “algunos problemillas”. Ella todo “lo ponía” en la oración. Comenzamos a reunirnos por las casas. De una forma especial recordamos la de Teresa y Gregorio padres de Juan José (miembro del grupo), y entre los sacerdotes que nos apoyaron, con un cariño especial a Ismael Martín, entonces párroco de Adeje. Para nosotros la situación era muy incómoda pero tuvimos en cuenta el Salmo 37, que por aquella época se nos regalaba:

“Desiste de la cólera y abandona el enojo, no te acalores que es peor.”   

Con el tiempo van surgiendo algunas parejas y se preocupaba de la formación, por si llegábamos a madurar, que el futuro matrimonio no fracasara: cuidar  la afectividad, la comunicación y las diferencias culturales, saber respetar los espacios y los gustos del otro, tener una buena información sexual.  Parecía estar atenta a todos los campos.

Las reuniones las teníamos los sábados o los domingos, para que pudieran asistir los que estaban estudiando en la Universidad de La Laguna. Más tarde, surge el grupo de Santa Cruz, con los miembros que estaban viviendo por allí.

Los años van pasando y Soledad poco a poco fue soltando las riendas en la animación del grupo. Se puso enferma y la trasladan a Madrid.

En el año 85, celebramos nuestro matrimonio Cristy y yo. Entonces nuestra casa fue un lugar de referencia estable para el grupo. Tal y como proclamamos en nuestra boda: 

“Hasta el pajarillo ha encontrado una casa,

y para sí la golondrina un nido

donde poner a sus polluelos.” 

(Sal 84,4).


Ese mismo año fuimos a ver a Soledad al hospital La Paz. Allí, aún se preguntaba que más podría hacer por los demás. Murió el día 2 de octubre del año 87, día de los Ángeles Custodios. Aún hoy percibimos  como nos acompaña. Es una experiencia viva de  comunión. 

El año pasado, celebramos el 25 aniversario de dos matrimonios en los que puso toda su confianza (Salomé y Viera, Eva y Armando), en la reunión de preparación, con la catequesis de las bodas de Isaac (Gn 24), reflexionando sobre  las mediaciones del Señor en la historia, la recordábamos como a un ángel en el camino.

Quisiera recordar algunas cosas de Sor Selina Armendari. Ella nunca estuvo en las reuniones del grupo pero siempre preguntaba y pedía al Señor por nosotros. Nos decía: “muchos piensan que como soy  ya anciana no comprendo las cosas de los jóvenes, pero yo si comprendo y le pido al Señor por cada detalle”, “siempre estoy orando por vuestro grupo y por las parejas”. 

En el curso 89-90 con Sor Filiberta podríamos decir que llegó la revolución. Nunca estaba parada. Venía de Costa de Marfil y su experiencia de Iglesia era más dinámica y sencilla. Conectó con nosotros en un encuentro de catequistas. Nos dijo que había que tener espíritu de misionero y nos propuso ir a trabajar a otras parroquias, llevándonos a Las Zocas y más tarde a San Isidro. Y desde entonces hemos estado ahí con el sacerdote José Ventura (don Pepe) y ahora con Alejandro Fagián. El conectar con una parroquia donde se respira el carisma  Palotino para nosotros ha sido un verdadero regalo, nos gusta más esa forma de trabajar. 

Filiberta nos contaba como se vivía la fe en África. Con ella comprendíamos un poquito más el sentido de catolicidad, que a los de estilo europeo nos cuesta tanto entender. Así, iba por los barrios con toda naturalidad y promovía pequeñas celebraciones, con los enfermos y de la eucaristía. De ella nos sorprendió la forma de tratar al Obispo don Damián Iguacen, que con su calidad humana y pastoral, transmitía una especial confianza, propia de un ministro del Señor.  El respeto no estaba reñido con la alegría, bromas y la naturalidad. ¡Como se valoraban!    

Cuando Sor Maite Echábarri  llegó a Granadilla (creo que venía  de Nicaragua), nos ayudó a entender algunos problemas que por aquella época vivía Latinoamérica. El compromiso con los más desfavorecidos en la sociedad podía pagarse con la vida. Nos parecía imposible creer  que tantas personas comprometidas fueran asesinadas. 

Por otra parte, nos comentaba, la cantidad de carismas y ministerios que se daban allí. Nos mostraba carpetas con los programas pastorales de aquellas tierras. Aún conservo la guía latinoamericana que me regaló aquel año. Para nosotros todo era nuevo. Una experiencia  de Iglesia pobre, con los más pobres, anunciando el Reino, en unas condiciones extremas.

No entendía tantos gastos de flores en las procesiones, ni en las celebraciones. “Con algunas sería suficiente, con ese dinero se podría hacer mucho con los niños en las misiones” decía. El corazón de una misionera late a otro ritmo.

Después, con Sor Merche Arangure compartimos algunas reuniones antes de irse a Ruanda. Entonces nos reuníamos en Charco del Pino (en casa de Salomé y Viera). Comentábamos las situaciones de la vida, orábamos. 

Sor Carmen Bonelli siempre nos apoyó. Después de Soledad,  nos cuidaba y  defendía de una forma especial, como recogiendo el relevo. Y bien sabemos que algún disgusto le costó. Le acompañamos en el intento de formar un grupo de adultos en la zona de las barriadas en Granadilla. De aquellos encuentros salió una posibilidad de trabajo para varios miembros al montar una guardería. 

Agradecemos el interés que tenía por la formación, dando clases de Filosofía en verano, sin recibir nada a cambio, igual que lo hizo Soledad con Física y Química. Siempre nos llegan noticias de ella, preocupándose de cómo nos va, animándonos a perseverar, destacando la fidelidad.

Para concluir  diría que aunque hemos seguido un caminar propio, tenemos que reconocer que en  nuestra configuración está el espíritu y el cariño de Las Asuncionistas que han pasado por nuestras vidas. Entre nuestros ángeles también están los de ellas. Así lo ha querido el Señor y estamos muy contentos con ello.

Agradezco la oportunidad que me han brindado para dar este testimonio y también así recordar aquellos momentos. Para mi ha sido un placer.

Termino con un detalle que nos pareció significativo. La última vez que celebramos este acontecimiento, con un acto similar a éste, Begoña me envolvió unos trozos de “tortas de La Asunción”  para nuestro grupo, en San Isidro, explicándonos que están hechas principalmente de harina. Los compartimos al día siguiente. Tuvimos que cerrar la puerta de la sala de reunión porque fuera había mucho ruido. En la oración con el Salmo del día (147),  nos sorprendieron estos versículos:


¡Celebra al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!

Que Él ha reforzado los cerrojos de tus puertas,

ha bendecido en ti a  tus hijos; pone paz en tu término,

y te sacia con la flor del trigo.


Le damos gracias al Señor por habernos “encontrado” a gente buena en el camino, que con sus palabras y acompañamiento han sabido guiar. 

Le damos gracias al Señor por habernos encontrado con esta comunidad: LAS HERMANAS DE LA ASUNCIÓN.


Rosendo José Bos Pimienta.                      

 



                                                                                             charla


P.D.                                                                                                                                                                 

Tras la exposición de la experiencia citada, Macario López, Párroco de El Médano, que presidía la mesa dijo: 

“Está claro que las cosas no salen solas, hay que trabajarlas. ¡Quién consiguiera unas religiosas así en la parroquia!”