En el principio era la palabra
 

Hace ya un año, el 1 de octubre de 2003, nos sorprendió a todos la noticia de la muerte de Rosalba. Escribo la experiencia cuando se cumple su primer aniversario, aunque no resulta fácil resumir en pocas palabras lo que ella significó para todos nosotros. En mi caso existen, además, unos lazos familiares, ya que se trata de mi cuñada. Pero es mucho más que eso. En 1997, con motivo de sus bodas de plata, nos pidió a Fefa y a mí que fuésemos sus padrinos en la fe, sus padrinos “comunitarios”. En realidad ella también ha hecho de madrina, sobre todo en mi adolescencia, donde tuvo mucho que ver con el despertar de mi inquietud y creciente interés por el evangelio. Posteriormente, en la comunidad, estuvo siempre a mi lado acompañándome en la misión. Compro­metida desde niña al servicio del evangelio, a lo largo de su vida realizó una intensa actividad misionera y evangelizadora. Muchas genera­ciones de niños y jóvenes se beneficiaron de su buen hacer como catequista, en la parroquia de la Vera.