En el principio era la palabra
 

En el proyecto original de Dios, el hombre es colocado en un jardín (Gn 2,8), en un mundo admirable que canta la gloria de Dios (Sal 8,2). Sin embargo, el hombre anda como expulsado, extraño a su mundo, buscando como un ciego, con la nostalgia profunda de un bien perdido o jamás encontrado. Por ello, en cada momento de la historia y en el seno de una creación que espera ansiosa su liberación, ¡qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero, que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que dice a Sión: Ya reina tu Dios (Is 52,7). 
                                                         

                           

 

QUE HERMOSOS SON
SOBRE LOS MONTES
LOS PIES DEL MENSAJERO
QUE ANUNCIA LA PAZ (bis).

Dale acogida, mujer,
que no hay en el mundo nada
cual la pena de nacer
ciego sin amanecer,
sin alborada.

Donde os pongan leche y miel,
decid la paz a esa casa,
donde no os reciban bien,
os sacudiréis los pies,
todo se pasa.

Id, discípulos haced,
andad por la tierra entera,
con vosotros yo estaré,
con vosotros yo estaré,
el mundo espera.