En el principio era la palabra
 

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La experiencia de San Juan de la Cruz tiene un valor universal y permanente, que la "nueva evangelización' no puede despreciar. Las páginas que siguen quieren manifestarlo. Quieren contribuir al conocimiento y reconocimiento de la figura de fray Juan de la Cruz, en el contexto de la celebración del IV Centenario de su muerte. 
     Para ello, vamos al encuentro de San Juan de la Cruz, siguiendo el curso de su propia historia, dividida en tres grandes etapas: desde sus primeros años hasta que se encuentra con Santa Teresa y viene a ser el primer carmelita descalzo (1567- 1568); desde que comienza su tarea de formador y confesor de la reforma carmelita hasta su encarcelamiento en el convento de Toledo (1577-1578); desde la cárcel, tiempo en que comienza a escribir, hasta su muerte que acaece en medio de obstinada persecución y  cruel marginación (1591). 
     Así, siguiendo el hilo de su propia vida, consideramos algunas claves de fondo que le dan sentido: la luz en medio de la noche, la soledad sonora y fecunda, la cruz que le deja a fray Juan sin forma y figura.

* En primer lugar, nos encontramos con la luz de fray Juan. Si fray Juan es, como suele decirse, el profeta de la noche oscura (o profeta de las nadas), lo es por ser testigo de la luz, aquesta luz y guía: 'aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía'. Se ha dicho certeramente: "de la Noche oscura del alma San Juan de la Cruz no es el noctámbulo, sino el sereno" (D'Ors).

* En segundo lugar, nos encontramos con la soledad de fray Juan, soledad sonora, soledad fecunda, que se hace poesía, reforma y profecía. No es fray Juan profeta del silencio y de la mudez de Dios, sino de su Palabra: 'El dicho de Dios y su palabra, como dice el Sabio, es llena de potestad". Es verdad que puede uno engañarse y que es preciso discernir. Sin embargo, de una u otra forma, cualquiera puede tener la experiencia de Samuel. Como dice fray Juan: 'Dichosa el alma a quien Dios lo hablare'. 

* En tercer lugar, nos encontramos con la cruz de fray Juan, con "los padecimientos y exilios que en ceremoniales y liturgias suelen cubrirse con una insuficiente y pálida escayola'  (Valente). Nos encontramos con San Juan de la Cruz, encarcelado, excomulgado, despojado de todas sus dignidades y cargos, muerto en una suerte de exilio interior: sin forma y figura. No se le puede quitar a fray Juan la gloria de la cruz. 

     Cuando, estando en Alcalá, le pidieron a fray Juan que escribiera una vida de los santos Justo y Pastor, patronos de la ciudad, dijo que no: 'habría de hacer un libro de devoción'. Y tendría que hacer un libro de historia. Pues bien, nadie busque aquí un libro de devoción, sino algunas lecciones de la historia, basadas fundamentalmente en la obra de Crisógono de Jesús, uno de sus mejores biógrafos.

 

(Ed. Asociación Comunidad de Ayala, Madrid, 1991)